sábado, 20 de octubre de 2012

La lluvia es nuestra

Ando con esta idea desde hace meses. La lluvia es tuya. Te pertenece y da igual lo grande que sea tu casa o tu ventana. La lluvia es de cada uno y parece que a nadie le importe.
Donde yo he nacido no es que llueva mucho, es una tierra seca que guarda bien el agua pero eso no cambia que lo que nos de las nubes, nos pertenezca. Es difícil hacerlo nuestro: atraparlo (son gotas), conservarlo (se evapora), guardarlo (son litros) y darle uso (a saber). Debería ser un motivo para pensar en un mundo en el que no existieran nunca más los charcos.
Somos dueños de las tormentas y el chirimiri. Hay muchos usos. No es inutil la lluvia. El agua, por supuesto, para las plantas. También para otros usos: cisterna, limpieza, en función de su tratamiento, incluso podría consumirse. Tampoco soy un experto. Lo miro desde el lado melancolico, como si fuera poeta el arquitecto y uno quisiera cobrarse del agún modo la tristeza de los días de lluvia. Que sirvan para algo y pensando en ello, en el arresto de mis ventanas llorosas, ando proyectando canalones para mis tejados forrados por vigas de madera. No es operación fácil. Por lo pronto es necesario un andamio. Podría conseguirlo. Tengo un amigo que trabaja en eso. Sería de llamarle una mañana. El montaje no parece nada del otro mundo. Paciencia. Un plano. Medidas. Un lápiz. Taladro. Lo típico. Parece fáci Quiero todo el agua del tejado. Para empezar para que no cale en el techo. Vuelve a servirme la melancolía y los efectos. Aparecen hasta rimas. Es bricolage en sentido poetico de apuntalar el canalón con vigas. Vigas de madera. Tratamiento de madera, quizá pulidas, preparadas para el agua, bien preparadas para calor, hielo, nieve. Quien sabe como de tristes estaremos.
Si la lluvia es nuestra, tenemos que saber como usarla. Es importante hacerse con ella pero si tienes en qué emplearla, ¿de qué estamos hablando? Un huerto. Macetas. Lo que sea. Plantar especias. Como mínimo. O cactus. Mejor plantar cosas que te puedas comer. La lluvia dará sus frutos. Aquella tarde perdida encerrado en casa acabó en una ensalada. Si solo tienes una ventana, pues pensar en una pequeña presa para tus macetas. Un huerto en el alféizar. Tomate cherry. Pimientos. O simplemente flores que aunque no se coman, en algo alimentan al espíritu.
Pensando de otro modo, en un proyecto, en un plano, ante un espacio abierto por construir, esa idea de darle valor a la lluvia, es un método para pensar una casa, o un huerto, o una jardín o lo que sea. Aprovechar el agua. En lugar de que nos cale. Que haga desperfectos o inunde sótanos. Al ver los ríos desbordados en las noticias de la televisión, porque verlos en persona será un terrible susto, uno piensa en cómo no aprovechar esa fuerza, esa energía, ese don de la naturaleza. ¿No se puede? ¿Es porque es inesperado? ¿No se puede prever? Como los ataques de tristeza o melancolía. Quizá sea un posicionamiento previo, construir cauces. Cauces a la lluvia, cauces a las lágrimas, cauces a mis penas, parece una canción. Cauces es la palabra. No hay duda: cauce.
En el tejado el cauce no alcanzaría más allá de tres metros y medio o cuatro, no es tan grande. El agua ya tiene un destino. El huerto. Quizá algo que la contenga. Una especie de aljibe de construcción casera. No debe ser tan fácil hacerlo como decirlo, pero me gustaría. Aljibe casero. Suena bien. Ya tiene un uso, esa parte de lluvia. Con el resto no tengo muy claro lo que hacer. Odio que haya charcos en el patio. Eso es todo. De algún modo lo arreglamos. No más charcos, no.
La lluvia volverá a ser nuestra y haremos algo con ello. Yo al menos.

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