jueves, 16 de mayo de 2019

Borrarla del todo de una vez por todas

Pues no es tan fácil. No hablo en plan metafórico. Textual, es una condena. No sé qué hago mal. No será una sola cosa. No sé qué falla. Pero sigue ahí. Da igual lo que haga. Como un castigo de los Dioses. Se aparece. Como el Cid. Es una mierda. NO sé qué coño hago mal. Eliminar. Pero no. Luego está la parte de los recuerdos y bla bla bla. Hablo del móvil. De los contactos y las aplicaciones. NO sé ni cuántas agendas hay. La borraba y volvía a aparecer. Nunca antes tuve que borrar a nadie. No suelo borrar. Ni bloquear realmente. Me he hecho un experto. Bueno, tampoco. En realidad, sigo sin saber ni una mierda. No sabía cómo se hacía, no era yo de eso. Basta con no escribir. Me bastaba con pasar del tema. Pasar a saco. Todo iba bien. Suficiente para mí con ignorar. Nunca nadie me dio tanto la lata o me genero un problema chungo hasta tal punto de tener que eliminarlo. Bloquear, eliminar número.... Y toda esa mierda. Nunca. Hasta ahora. Hasta ella. Una especialista en el tema. O sea, todo lo que sé del tema bloqueo, lo aprendí de la señorita. Gracias. Aunque no es que me sirva mucho. La borraba. Volvía a aparecer otro día.  Buscar: opciones. Borrar. Eliminar contacto. Ver en la libreta de direcciones. Eliminar. ¿Eliminar definitivamente? Sí. Y ya. Volvía a borrar. Allí estaba otra vez otro día al buscar un número y poner la primera letra de su nombre. Como una maldición. Como una alucinación. Como un mal sueño. Mil demonios. ¿Cómo es posible esto? Borrar otra vez. Un bucle infernal. Como la relación misma. Olvidarse de otras cosas es complicado igual. Cuando he visto ropa suya la he quemado. Unas bragas y  un pantalón de chándal. Tengo la intuición de que hay más cosas. Según las descubro van al fuego. Tengo un montón de hierba seca. La quemo de vez en cuando. Siempre con la manguera en la mano para apagar las llamas a poco que se aviven. Es una tontería, lo sé. Pero siempre me ha sentado bien quemar las cosas de las ex. Siempre lo he hecho. Antes en la chimenea. Esto es una puta oficina de objetos perdidos cuando cortamos. No sé por qué. No es que lo queme todo. Y tampoco que no se lo devuelva. Aparecen bajo montones de ropa. En el cuarto de la lavadora. Los trapos sucios. Lo de siempre. Enredado entre los trapos sucios. Estoy a favor de un cierto grado de diplomacia en las rupturas por el bien común, tampoco con idea de llevar una amistad porque no creo en eso, en ese tipo de amistad post amor, aunque me encantaría creer y ser capaz de llevarla a cabo. Pero no. Con no ser enemigos me apaño. Ya me vale con eso. Y con no enemistarte con tus recuerdos, eso es importante, antes o después de borrarla. O mediante. O mientras se consume del todo la llama. Como con las bragas quemadas. Hay que tener el agua corriendo y  estar al tanto, esto es metáfora. Borrarla del todo de una vez por todas con la manguera en la mano. Esperar el momento. Que llega. Que tarda. Que te envenena. Pero que se pasa. Pasa como pasan todas las cosas, lentas cuando se esperan con ansía y en un suspiro cuando no avisan, y casi ni nos apercibimos. Qué mierda de percepciones. En las rupturas es cuando más acuso la mierda de percepciones que tengo. Aún no he almorzado, tengo un hambre feroz. Lo mismo con eso miro peor. Pero quería contar lo del proceso de borrado. Lo he hecho tantas veces. Lo hemos hecho tantas veces. Contarlo, es otra forma de borrar. Por lo pronto, de borrar la posibilidad de contarlo. Borrar detalles. Ir al grano. Borrar lo que sobra. Prepararse a borrar nuevas cosas. Pero el caso, resumiendo mucho, que esto me da para lío severo y mucha palabrita y mucho de mucho, mucho de todo, pero a lo que voy, que hay que borrar de la agenda de contacto de Google. Puto Google. Era su culpa. El email seguía ahí. No es que nos escribiesemos muchos correos pero eso parecía ser la causa. Ser contacto. Y joder, mientras escribía esto, he hecho la prueba: ¡Sigue ahí! Esto es de risa. Es un desastre. La última vez que hablamos me dijo: Te borré y entonces se desbloquea el número. Pues vale. Pero creo que no. Y pienso: Joder, no puede ser Google tan cabrón solo conmigo. Ella tenía hotmail. Puede que eso lo explique todo. Quiza debería recuperar mi cuenta de Yahoo. No tengo ni idea de cómo funciona. Tampoco es que me interese. Pero me hace gracia. Lo he vuelto a probar. Y parece que sí. Que aunque lo borre. Al volver a encender el móvil, vuelve a aparecer. Joder. Qué mierda. La cosa es no buscarlo. Lo busco por comprobar. Y ese es el error.  De una vez por todas.

domingo, 12 de mayo de 2019

llorando con el parte meteorológico

Cuando escucho los partes meteorológicos siempre pienso que ella lo estará pasando mejor que yo. Y mira que intento sortear telediarios con el mando a distancia y ahorrarme las malas noticias, que son casi todas pero aunque quiera no prestarles atención porque nunca me ha interesado que llueva o truene pero cuando el hombre del tiempo, o la mujer, aparecen de pronto y me dicen la cantidad de sol que vamos a tener, siempre me viene a la cabeza que la ración de rayos para ella será mayor, más tibia y aprovechable que la mía. Es una tontería del todo, no lo niego aunque me pasa y es inevitable, a pesar de hacerlo consciente ese proceso y supongo por eso lo cuento aquí. Me apena el cielo azul y el negro, que sea el día perfecto para salir al campo casi tanto como las sorpresivas enfriadas, los hielos traicioneros y la borrasca en la que ella tanto disfrutaba de estar bajo las sábanas viendo películas de autor o episodios consecutivos de una serie, pues mal también. Mal, claro. Mal, todo. Mal vamos. Me va mal sea lo que sea. Que es condición, de uno, mía, vaya. El ir mal avenido sea el que sea el camino Y que todo medio rime pero mal. Pues mal. Mal mío y nuestro ahora que estamos en estas frases reunidos. Que es un sentir. Lo que es un querer. Lo trato de explicar con las palabras de mi abuela. Con ojo antiguo. Una manera de ser afectado por las cosas muy concreta. Un designio divino en lo que afecta a martirio. Una prueba de Dios o algo así. Qué difícil expresar... Me he puesto Música acuática de Händel.... Está muy bien la cara B. El plato da saltos. Estoy jodido y temeroso con eso. Pero se oye imperial cuando tiene ya carrerilla y el surco encaja bien...  Con los dos cafés consecutivos que me tomo en la plaza Alta, me da una ligera tregua la melancolía. Son vasos pequeños como para ahogar del todo la desesperanza pero es una efectiva contención. Suelo sentarme en la terraza, donde puedo fumar. Hoy estaba demasiado concurrida, hacía buen tiempo, no sé si lo remarqué suficientemente y con el frugal avituallamiento matinal que es escaso, media tostada suelo pedirme y de tomate y aceite pero muy lleno de ajo, varias cabezas flotando y empapando la alcuza...Odio esa palabra: alcuza... Es bonita, de acuerdo, es cosa fina pero le tengo manía. Y en general, hoy le tengo manía a todas las palabras bonitas. Mis tonterías. Como lo del tiempo. Tomar mal las cosas comunes. No encontrarse en ninguna palabra. Las palabras como unidades de soledad. Como con otras medidas... No sé..... Poder hacerte el mundo a tu forma. A tu horma. A tu único modo de expresión. Quizá aspiro a eso con esto. Mira, podría ser una explicación. Ya luego rizar el rizo.Rizar el rio. Izar el hilo. Rizar el piso. Rizar el frío. En fin, como sea... Y con alguien más.... Eso es mucho pedir, ya. Alguien más. Ser el mismo mundo compartido. Pero bueno. No es imposible. Eso quiero creer. Existe la regla no escrita que si pones música clásica en tu casa, tienes vía libre para ponerlo a todo volumen y que lo oiga el vecino porque es música clásica. Ahora he cambiado a un disco de la colección de clásica de RTVE. Una antigualla de Beethoven y Wagner, con Leonora 3 estoy ahora. Un mundo a medida, qué insensato. Un parte perfecto. Puedes pedir media o incluso un cuarto de tostada allí en plaza Alta. Eso me gusta... Bueno, está muy bien el sitio y puedes desayunar a cualquier hora del día. Eso es lo que más me gusta, sin duda. Que no haya horario de desayuno y que no te juzguen si apareces a las tres de la tarde con cara de recién levantado. Un desayuno sin normas, lo apoyo. Y bueno, supongo que el paseo con varias tazas encima o ya solo con una pero cargadito el café pues me ayuda para subir un poco el ánimo hasta volver a casa y me arreglo un poco. Lo mínimo. Si hace mucho frio, es jodido el camino y si hace sol, también, o sea, por resumir, que es todo una mierda. Que soy yo y mi condición, por resumir. O que nada te va bien, que me lo decían mucho. O que nada te vale. Mil mierdas en plan mierda se me ocurren. Nada termina de encajar en mi autocompadecimiento. Lloro pase lo que pase. Pase lo que pase con el tiempo. Con o sin anáfora. Con o sin halo poético. Mal aliento poético, incluso. Pero con el desayuno aún tengo un rato de venirme arriba. Es verdad. Dura poco. Es un chute corto pero funciona. Es mi cosa. Me da cierto orgullo que cuando me ven aparecer por la puerta, ya me reciben con un "media tomate y café". Como para no verme. Siempre voy despeinado para que sepan quien soy. "Media tomate y café con leche", así es. Versión completa. Leche templada, añado a veces. Otras, se me olvida y me arden las papilas gustativas. "Media tomate y café", y asiento. Es como mi sobrenombre. Es tener un sitio en el mundo, o que sea un poco tuyo algo. Una frasecita. Poca cosa, pero tuya. Una comanda. Ser la misma comanda siempre. Tu comanda. Y la leche que esté templada. La pequeña aportación al destino de uno. El intento de ser uno mismo. Esto no siempre lo cumplen pero bueno.... A veces, es lava el café con leche. Y arde. Pero bueno.... Yo qué sé, es algo.... Hoy hacia un sol especialmente molesto para pensar. El café con leche caliente al extremo tampoco tiene efecto revelador, más bien al contrario. Culpemos de todo al calor de aquí a octubre. Adelante. Tengo la teoría de que hay que pensar a la sombra, con frío incluso, o con cierto margen del termómetro, en condiciones neutras y desde luego, con todo el relajo respecto al sol cuando pega fuerte. Hoy, por ejemplo. Un mal día para poner en orden los sentimientos. Si te llueve, es más rápido o por lo menos, los pensamientos se ponen bajo techo. Como a ella le gustaba la lluvia, pues si hay tormenta me jode por dos veces. Es un decir lo de llorar. Metáfora vaga. Otra, qué más da. Hace muy buen tiempo hoy, así que siento doble mal rollo. Me la imagino de excursión, de fin de semana o de romería. Agasajada a parabienes, mientras yo aparto basura de mi camino al baño desde el sofá. Nunca me ha gustado ver el tiempo, ni antes ni después de ella. Nunca he querido saber si iba a llover. No sé qué hago entonces con esto encendido. Las noticias son deprimentes. Debería poner un disco. El efecto espabilador del desayuno se viene abajo cuando me cuentan las mierdas del anticiclón y pienso que ella estará feliz y al sol. Con gafas de sol nuevas. Así se achicharrase, pienso en un arrebato. Después se pasa. A veces he desayunado dos veces solo por intentar venirme arriba antes de caer en picado. Me pasaría el día entero desayunando. Cuando no tomo café lo noto mucho. Es por el azúcar, creo. No es lo mismo si es mi cafetera, o es de un bar. Caen dos cafeteras sin darme ni cuenta. Me gusta el bar del centro del pueblo. Algunos días he bajado andando, sobre todo lo hacía en invierno y cuando madrugaba mucho a mi pesar, pero es un paseo agradable de ida. La vuelta se hace cuesta arriba porque es cuesta arriba. Muy cuesta y muy arriba. La casa está encima del cerro y la pendiente es menuda. El café se te revuelve. Son diez minutos andando pero a un importante desnivel. Una metáfora de la vida. Hoy es domingo, eso no debería ser excusa para nada de lo que aquí escriba pero es un hecho cierto. Una feroz influencia de melancolía. Los desniveles en domingo se vuelven más acusados en general. Se entregan con las  Odio ver las noticias. Odio ver el tiempo. A veces me gustaría que se escribiera todo esto solo. Como cuando cantas una canción con eructos. Que lo interpretase como el buscador por voz. Algún mecanismo que lo descodificara. La emoción y el estado vital. Según esté el iris del ojo o el ritmo de respiraciones, ya podía la maquinita poner todo en orden y darle sentido. A veces hay presencias, hay espacios, hay situaciones en las que lo que falta es el sentido. El sentido es cosa seria, o eso opino. El sentido aflora con frecuencia los domingos, o los días libres, los puentes, los festivos... En el tiempo libre, el sentido se vuelve puntiagudo. El concepto de libre y sus linderos. No es que tenga nada claro esto, y la tostada de tomate que acompaña a los dos cafés va sacando su eco de bilis. De aquí a un rato, estoy bebiendo agua como si no hubiera un mañana. Regué en el jardín, lo hago al levantarme y cuando me acuerdo, antes de irme a la cama. Tenía la agenda en la bolsa morada de los cables. Me la llevé al local de ensayo para escribir los repertorios para los muchachos. Es más fácil ensayar con el papel delante, con el orden de las canciones que se va quedando en la memoria viendo los títulos en orden. Llevaba una semana sin usar la agenda. No es que sea muy necesaria. No hay tantas llamadas que hacer. Es como esto. Ponerlo en el papel, es darle un sentido. Verlo escrito, mientras los dos cafés seguidos hacen su efecto, le da sentido. Estar aquí ahora, en este inventario de emociones, le da sentido a los boquetes que uno lleva como cañonazos de dibujos animados. Como los bocados de una oruga en una hoja. Como un queso gruyere con extremidades que habla y anda.
Canelita está como yo cuando no desayuno. Si solo come pienso, está alicaido. Tiene ganas de albóndigas o eso creo. Entiendo lo que siente. También le cansan a veces las latas de bocaditos de buey y zanahorias. Hago lo que puedo. Pero a veces está alicaido sin explicación aparente. El hastío gatuno es como si lo compartiesemos. Luego le veo de celo y pasando de todo. Eso me pasará a mí también. El gato es libre. Las personas, también. Yo. Incluso tú, de estar aquí y leyendo esto. Somos libres. Tanto como nos lo permite el pienso, las albóndigas o el celo.
Tengo mi comida en un paquete, ayer compré algo de medianoche y estaba tan cansado al llegar a casa que ni lo probé. Quizá esté triste de más o puede que simplemente sea consciente de lo que hay y lo que me rodea. Podría ser peor. No está tan mal. Me esfuerzo por vivirlo y pensarlo del mejor modo posible. Es mucho como lo vives. Como lo piensas. Como lo sientes. Pero no sé hasta qué punto uno es libre de sentir, pensar o vivir. O si viene impuesto. Es un circuito cerrado, eso sí. De obsesiones. Pensamientos recurrentes. Eso que no es amor y lo vivimos como una religión. Como un enclaustramiento en unas emociones que no queremos que desaparezcan. Que no queríamos y que, al final, pasa. Pasa lo que tiene que pasar y nunca pasa lo que tendría que pasarnos.
Todas las noticias de la televisión son deprimentes. No estamos tan mal. Es como lo vivas o como lo veas. Ayer me fui pronto. Anteayer, también. A las cuatro. Y anoche, a las tres. Me aburre dar vueltas. Me aburre dar vueltas y drogarme. Uno se puede pasar años haciendo lo mismo y cambia el sentido. Lo del sentido es que se vuelve muy encarnizado los domingos. Las noticias dan miedo. Asesinatos, personas desaparecidas... No estamos tan mal. Debería poner una película o un disco. Total, para tenerlo de fondo. Quizá debería dar más datos de lo que pasa. Y asi, sacarmelo de encima. No sé hasta qué punto funciona eso. No termina de tener sentido. Lo de encontrarlo es algo muy personal. Es como el cansancio o el hambre. Es personal. Es muy de uno.
Me he cortado un poco el pelo. Cada vez me queda menos. Esto no es nada importante. Pero me he pasado la mano por la cabeza y he pensado en dejarlo por escrito. Uno se cuestiona las cosas, no creas que no. No creas, en general.
Me acaba de venir una frase a la mente, ser fiel a tu infelicidad. Cuando escucho los partes metereológicos siempre pienso que ella lo estará pasando mejor que yo. Qué tonteria de mierda. Lo sé. Esa cosa de compararse. Qué ridiculez. Con lo viejos que somos ya. Es tonto hasta de joven. Haga el tiempo que haga, va a ser una puta mierda. Ser fiel a tu ojo vago. Ser fiel a tus desplantes. Ser fiel a tu sentido trágico del mundo. Seguro que tampoco ella lo ve que brille tanto el sol pero no puedo evitar pensar que a mí me resulta más molesto, y que me hace sudar más o que me pica en la nuca. Ella estará estrenando gafas, me figuro. Qué cabeza loca tengo. Intento seguir en lo mío. Me cuesta. Mi manguera. Mis plantas. Mis girasoles. Mis semillas. Siempre cuento lo mismo. Qué perdida de tiempo. Es pocas ideas o qué no hago otra cosa, no sé. Soy feliz en el jardín con mis cosas, quitando malas hierbas. Sacándolas de raíz. Me gustaría conocer a alguien que le gustara eso. Canelita se viene conmigo. No sé por qué. Y según voy removiendo la tierra, él va por detrás dando el visto bueno como si fuera mi jefe. A veces se queda fijo mirando al surco, no sé si ve algo que yo no veo. O que escudriña entre las matas arrancadas por bichos o gusanos. Muchas veces aparecen porque la tierra es bastante buena, eso me decía ella, la anterior ella. Que tampoco me echó nunca una mano con el rastrillo. La ella uno, la ella dos. Ayer pensaba lo poco que pienso en la ella dos y la poca importancia que tiene ni siquiera en los recuerdos. A veces las homologo. Lo mismo que me olvide de ella uno, me olvidaré de ella dos. Y ella tres. Y ella cuatro. Y así hasta el infinito. Bueno... Es un decir. Que es el mismo proceso. El mismo mecanismo: No me explico muy bien pero vosotros sois de entenderlo todo perfectamente. Os lo dejo abocetado y allá cada cúal. Soy un poco dejado. Eso ya lo sabéis. Esta semana me siento más dejado que nunca.
Ambiente muy cálido para disfrutarlo cerca de la playa, dice la chica morena del tiempo. No se da cuenta de que se le sintoniza desde muchos más sitios que el litoral. Cuando hace sol, te imponen la felicidad los malditos meteorologos. A veces me gustaría que dijeran: Te va a da igual que llueva o que no, porque no te vas a mover del puto sofá.  Dan por hecho que todos nos vamos a ir a la playa. Aparte, la playa es un aburrimiento. Vamos a decirlo ya de una vez. Y este sol repentino de primavera, te deja secuela rápido en la piel acostumbrada a las capas o al jersey. Eso es lo que deberían decir: echarse crema pero que ya. Vayan a donde vayan. Olvidarse de playas. Que cada uno haga lo que quiera. Y ya. Incidir en la crema y en la protección. Porque en primavera la gente está a las flores. Y eso.
Lo hemos dejado tantas veces ella y yo que ya no sé si estar tranquilo porque todo encaja en un patrón o cambiar radicalmente de vida. Es como te lo tomas, es como lo vives, es como lo piensas.... Vale para todo. Ella uno o ella dos. O ella equis. O él. Da igual. Para todos funciona de un modo parecido. Empiezas. Bien. Mejor. Cada vez mejor. Ya llevas un tiempo: Ya va siendo lo mismo: Ya menos. Cada vez menos. Cada vez peor. Se acaba. Se acaba mal. Se vuelve. Se vuelve a acabar. Se acaba del todo. Todo mal. Y bueno, ya hay variables en frecuencia o cambios pero más o menos, es siempre así. Es una puta mierda, la verdad. O bueno, es como lo vivas, como lo sientas y como lo pienses pero partiendo de una puta mierda muy putísima.
No es forma de vivir. Pasan años desde ella uno o ella dos, no me doy cuenta del todo. La curación es lenta en mi caso para reparar la entrega. Conozco a más gente que le pasa. Amigos. Me cuentan. Les cuento. Yo antes contaba más. A fuerza de volver y volver, pues uno da menos detalles por si acaso. Al final, lo importante es echarlo. Echarlo para fuera y a borbotones. Me tengo que calentar lo de anoche y comermelo. A ver qué tal.
Borrar mensajes. Cinco mil quinientos veintisiete. No me he inventado el número. Era ese. Treinta por ciento borrado. Treinta cinco. Cuarenta. Cincuenta.... Ha tardado treinta segundo en borrarse todo. Ojalá fuera de verdad. Número bloqueado. Cuenta bloqueada. Perfil borrado. Número restringuido. Listo. Ya hemos acabado del todo. Esto ha pasado mil veces. Esta vez pienso que es la definitiva. Mejor para ambos. Sinceramente, no es sano este nivel de ida y venida. Es malo. Y mira que intento no caer en el tópico del bien y del mal. Al final son impulsos muy básicos. Ella mejor. Ella está más feliz. Ella está más delgada. Ella es más guapa. Soy una mierda. Soy un penco. Soy un viejo. Soy un señor ya cansado y con canas. Esa dinámica de mierda, el espejo deforme de nuestra autoestima derramada por el suelo. Roto y en pedacitos. Como un vaso que se ha caido y que solo se puede barrer. Hablando de roturas y de pedazos, en el jardín encuentro trozos de espejo. Los voy juntando en una esquina. Es un collage curioso. Mi teoria es que los tiran los pájaros. No encuentro otra opción. Los voy poniendo en una nueva esquina del jardín.
Salgo a cada rato a no hacer nada. Al jardín y a la calle. Tengo que salir, no me queda otra. Voy haciendo. Planto algo cada día. Mando emails. Y así. Voy haciendo. No queda otra. Pero es poco el balance al final del día. Pero lo intento. Eso, siempre con lo mismo. A vueltas con el sentido de todo esto. El jardín tiene un sencillo sentido. Riegas, crecen. Las achicharra el sol. Les salen hijitos de la raíz. Van creciendo. Es la lógica del tiempo. Cuando llueve, se hinchan del agua natural. No sé. Son más de cinco años ya aquí, plantando tallitos y tal. Una historia. De dónde salieron. Y todos tallos cogidos de por ahí. De muchos sitos. De viajes. Que han sobrevivido y se arraigaron aqui. No veas como acaba Beethoven el Eleonora 3 todo a tope. Ahora he puesto a Berlioz, me mola Berlioz. La Sinfonía Fantástica. También de la colección RTVE, en la portada tiene un detalle del Jardín de las Delicias del Bosco. Eso intento yo. Que mi jardín sea de delicias, pero bueno, lo voy consiguiendo muy de poco a poco. Me gusta sacar fotos. De cómo crecieron.... Sería guay reunirlas aquí. Tengo muchas. Son fotos bonitas, en mi opinión. Mola Berlioz.
Ponen un anuncio de lubricante en la tele y me vengo abajo, ¿te lo puedes creer?
Es todo como un diálogo interno. Tengo como que explicármelo a mí mismo y entenderlo, y ya está. No sé si se podría llamar asumir. La palabra es asumir. Como si fuera un niño pequeño al que le cuento lo que me pasa. Es estar solo dos veces. Es ser dos, y explicarle al otro lo que nos pasa. Se trata de eso, lo de escribir aquí. El blog, contar lo que escucho mientras escribo. Todo esto. Ese es el sentido. Es por eso. Vaya alivio. Es ser dos mientras estoy solo. Y la verdad es que solo escribo cuando estoy solo. A veces somos dos o a veces más, pero siempre solo. La soledad es un derecho, digo a veces en los conciertos para presentar una canción. La de "Soltera". No suelto nada más que gilipolleces, a decir verdad. Tampoco se me entiende, así que, empate.
Bueno, ni tan mal. Poder decir. Sea lo que sea. Aquí o alla. Y mis compañeros de grupo se ríen de eso, y me dicen: Aprovecha y haz tres o cuatro canciones. Estoy un poco harto de eso. Quizá por eso, escriba esto. Canciones alegres. No es tan difícil. Para mi, lo es. Pero no debería serlo. Tampoco hay ningún motivo para componer, me refiero a que no hay presión, ni fechas a la vista, ni nada. No sé cuándo volveremos a grabar. Hay planes. Nos han propuesto cosas, mira. Quién iba a decirlo. El otro día hablaba con el bajista a la vuelta que no sé por dónde seguir. O lo que vendrá y no sé hasta qué punto se controla. El segundo disco lo grabamos en acústico y sin bajo. A eso me refiero. Decisiones que van un poco en contra de la más sencilla noción de armonía, y eso. Que es porque sí. No está muy bien explicado pero una vez más recurro a vuestra sagacidad y me encomiendo a ella. No a esa ella, o a la ella de antes, o a las ellas vuestras. Sin ellas. Ahí vamos. Esto es.
Borrar mensajes. Ojalá todo funcionara igual. Como bloquear. No se te ve. NO estás. No existes. Como el episodio ese de Black Mirror que protagonizaba el de .... Joder, se me ha olvidado el nombre. Tengo tierra entre los dedos de los pies. Salgo descalzo al jardín. Y jodo la alfombra. Está por aquí enredada la aspiradora. Tendría que darle una pasadilla. Estoy tranquilo en realidad, entre la mierda. Entre los restos de la comida basura, las colillas y la ropa por el suelo. Cuando se tumba Canelita en la alfombra de la entrada, parece otro par de pantalones usado. Los días se me hacen largo pero por suerte, me canso pronto. La vejez viene al tiempo a dar consuelo. El halo poético tampoco me dura mucho, y mejor. Podría ponerme las zapatillas y echar mano de la azada. Si no lo arregla la azada, no tiene arreglo. Remover la tierra es una metáfora muy guapa que me vale para casi todo. Cansa mucho más de loque parece. Aún no tengo el huerto operativo. La esquina de jardincito está quedando de lujo. En mis propósitos de año nuevo, estaba apuntarse a un gimnasio, anda qué. Un ratito de mala hierba, agachar la raspa, remover tierra, tirar hojas secas es deporte. O yo que me lo quiero creer.  La mala hierba es de verdad. Sanear una esquina lleva un rato. Se tarda de verdad. En una ha sobrevivido un pequeño hijito de agave verde esmeralda, muchos años. Había otra agave americana que murió y otra, amarilla y verde. Y he plantado otro mini hijo de agave y un aloe de los del tipo arborescente y de los pequeñitos que dan plantas rojas. Es increible el tiempo de latencia que ha estado olvidado en esa esquina lleno de pelusilla de ciprés y mala hierba. Lo sube bien subido Berlioz. Sin duda que sí. Y esa latencia quizá exista en otras muchas cosas, animadas o inanimadas. Una cierta latencia en los libros por leer que nos esperan en la estanteria. En los discos por escuchar más a fondo. Eso siento que pasa. Que ya estaba allí antes, esa frase, esa melodia.... Que llevaba tiempo esperando. A mí o al que la retomase. Y pasa con las plantas y me alucina. Pasaron muchos años desde que volví a regar la esquina con patos de mi abuela. Ella le llamaba patos. Pero creo que no se llamaban así. Recuerdo en la terraza de la casa de mi abuela, una bañera vieja llena de San Pedros. Ojala tuviera una foto de eso. Con la misma nitidez con la que lo recuerdo. A la flor del pato también se le llama cala, y zantesdequia en realidad. Nos entendemos. Así la llamaba mi abuela. La echo de menos. La verdad es que la echo mucho de menos, muchas veces. Pasa el tiempo y piensa uno que es al revés. Pero no. Es más. Me explico fatal. Las plantas del pato revivieron. Quince años después. Puede que sea una exageración, puede que solo diez años. Pero muchos años en cualquier caso. Demasiados. Y estaban ahí. Esperando. En latencia.
Me gusta pensar que pasa eso con el amor. Con todo tipo de amor. Que está ahí, que volverá a salir cuando vuelva a llover. Y volverá. Volverá todo. Volverá a llover. Volverá a salir el sol. Volverá a nublarse. Volverá a sentir exactamente lo que ya sintió. Volverá a dejar de sentir. Volverá a sentirlo de nuevo. Lloro con el parte meteorológico. Volveré a reir cuando pronostiquen sol. Volveré a sentirme solo haciendo sol. Volveré al frio de todos los años con otros abrigos de otras pieles. Volveré a tiritar por los mismos motivos y distintas razones. Volveré a leer esto cuando ya no me acuerde de nada. Volverá supongo o no. O esta vez quizá no vuelva. O cuando vuelva, no esté ya. Me pille en otra vuelta. En fin, volveremos seguro a sentirnos de esta forma. Así que el caso no es cuando, sino el qué. Influir en la forma de sentir.
Es eso. La forma de sentir. Solo eso. La forma en la que sentimos lo que nos pasa. Eso es lo que se puede cambiar. Mejorar de algún modo. O intentarlo, al menos. No llorar. En general, no llorar. Que es bueno y tal para el desahogo pero ir antes de meterse y sumergirse, antes de entrar por debajo, estar al tanto que es nuestra responsabilidad, nuestro molde del sentimiento y si bien, controlar el golpe o la inercia, es imposible si que nos queda el eco, y el alcance, y de una forma y otra, podemos decidirlo, si trasformar ese líquido en lágrimas o en sudor o en bilis.... Me estoy liando.

En resumen: No llorar por tonterias, joder.