martes, 5 de marzo de 2019

esclavos de la memoria

Es todo un volver a empezar sin remedio, volver a dejarlo a medias y así hasta olvidar, para tener de nuevo el punto de partida, el primer paso, y el proceso sigue en bucle, me he marcado un par de metas diarias pero son tela de complicadas, o me están costando, quizá me emocioné, uno se presupuesta a la alta el ánimo casi siempre y es lo primero que se pierde en el descompasado trajín de días, la primera victima es el entusiasmo y se diluye como un azucarillo entre los ajetreos, las pesquisas, las esperas, los lios, los olvidos, y se centra uno en los aprovisionamientos cotidianos, de sol y besos o ratos de mar o tardes a ratos de sueños y desvelos de madrugada por felicidad o inquietud, por puro miedo, pureza de lo infantil y lo ingenuo, miedo a estar solo, miedo a la oscuridad, miedo al silencio, miedo a los párrafos interminables, miedo a morir solo, miedo a morir acompañado, miedo a lo que no conoces, miedo en formato familiar, miedo en minidosis, miedo de todo, miedo a cachos, miedo en trozos, miedo en un tupperware, miedo a lo que llevas, miedo a lo que nunca llega, miedo a lo que pasa, miedo a lo que nunca pasará, solo las cosas que pasan, las cosas que se solapan y lo que se pierde en el camino, y tememos mil escenarios que nunca se dan, se pierden los pasos en nuestra cabeza, difícil seguir el rastro, encontrar la senda o retomarla, siempre igual volver y empezar y perderse y querer retomar y rendirse y volver a pensar en que es posible y sentir miedo y miedo de todos los tipos, esto es el camino, siempre es la sensación de no estar en ninguna parte, de usar frases huecas que no se corresponden con nada de lo que vivo, por otro lado, es un fluir de imágenes y palabras que me entretiene en el peor de los casos y me calma casi siempre o sana cuando menos lo esperas, como lo hace el paso del tiempo o los viajes en solitario cuando se vuelve completo o como la música cuando se hace magia y esa vibración endulza el alma y altera la muy agria en ocasiones sintonia de la vida, el tintineo que nos sigue, los ecos del ruido de los otros, de las opiniones que no pides, las que no dan y esperas y así, el bucle sigue su curso, la rueda en la que vamos subidos o nos pasa por encima sin ser capaz de soltarnos de manos o de los radios, los momentos muertos, las esperas, los insondables y el tono de algo importante que nunca lo es o no termina de serlo o va siéndolo, pero no y parece que no, que nunca será, es un bucle más, es una reunion de bucles tontos que duermen juntos y se vuelven de la misma condición, en estar cartas al destino, esa mala pata que tiene todo al escribir por desesperanza que no es menos útil que salir a correr por la pura inoculación de la sensación de huida, un poco de escapar de cada día es necesario, es imprescindible, escapar de cada final de cada tarde y que no te pille el atardecer y te pise, que se te haga grande el sol naranja en el cielo violeta y tú te crezcas también y te vengas arriba hasta elegir una canción para que suene porque ninguna vale, y acertar, con la correcta, con la idónea, con la ideal, el temazo y en esa levedad, de sentirse en manos de una melodía, de un ritmo que nos lleva, como si no pesara el cuerpo, como si fuéramos solo alma, solo a veces, domingos, o días en los que estamos débiles, esa poca fuerza que a veces me ataca y me tira por los suelos, como un perro con un muñeco mordido por el cuello y zarandeado, así me siento, en el zarandeo de asuntos mínimos que luego no recuerdo, soy el muñeco mordido, aclaro, no el perro y esto no es para eso, es lo contrario de recordar, el propósito es el esclavo de la memoria que dijo Shakespeare y aquí hay amnistía de recuerdos y de empeños, abundancia de propósito aunque no lo parezca, aunque finalmente no lo sea, porque es todo para nada, somos esclavos del olvido, que es mucho peor y desesperanzador pensar que todo es saco roto, o ni saco que son los jirones que junto a duras penas o que recuerdo que algún día componían un saco, o algo, que podemos ser o que fuimos o que quisimos ser y no salió del todo, sentirse junto y separado, esas mierdas me tiran por tierra como si el aire me atropellase y presa de esa prosa de mierda poética se me pasan las horas sin echarme pan a la boca, que me debe llenar algo, que no es la tripa pero que suena, o en ese sonar que no llegó a distinguir como sonido y apenas puedo apreciar por debajo del runrún de martes, se me hace bola la semana al poco de empezar y es peor los domingos que ni ha empezado, sentirse un roto, estar descosido, no reconciliarse nunca, no aceptarlo nunca, las mismas trampas de la autoestima, las mismas mierdas, todo lo mismo, volver a empezar y el puto bucle, el poco tiempo que tenemos se cuela en la alcantarilla de las buenas intenciones, esto es el desague de todos los propositos, el alivio a la memoria que se mostró como pésima capataz de las voluntades que son una veleta unos días y un velero, otros que casi al escribir siento en la cara la brisa, la sensación de velocidad en el tecleo o de los tropiezos mentales, las meteduras de pata, los errores de observación, el patrón equivocado, la referencia torcida, y todo eso sigue, sigue como la maleza, permanece como los sedimentos, como el sofá de la ropa usada en el dormitorio, como en la ráiz del desorden, me entiendo o lo intento con el caos, a duras penas sigue, no es un camino de rosas, es un camino de piedras, subo como el humo, llena la habitación de un modo invisible, como la contaminación, como la niebla, se va complicando, el mensaje se enmaraña, ni tengo claro a que vine, ni lo que quería, se pierden las motivaciones, se complica todo, y al final no lo acabo pero todo llega, incluso lo que olvidaremos