martes, 31 de enero de 2012

Llevo más de un mes sin actualizar el blog

Mi blog no tiene mucho sentido cuando medito las entradas.
Es para expresarme sin darle muchas vueltas a los asuntos. Lo que viene siendo improvisar.
Si quiero adentrarme más en un tema, deja de ser objeto de blogeo, porque sí. Porque así lo considero. Es una forma de tener un hueco de libertad en medio de un montón de lugares compartidos con los demás y los que ni siquiera son los demás.
Mi blog no lo conocía absolutamente nadie, Y chorreaban visitas de internet.
Una curiosidad. De cómo funciona el bicho de internet. Las estadísticas. El interés de los temas.
También llevo más de un mes sin escribir en twitter.
Twitter me deja un poco noqueado. Me gustó mucho a los pocos meses de hacerme usuario, hace un año y poco. Como herramienta para estar informado, pero al tiempo acabas siendo esclavo de ese nuevo tipo de servidumbres sociales.
Leo entradas de antes y me parecen estúpidas. muy floreadas. Muy mal escritas. Y llenas de erratas. Teniendo en cuenta que no tengo trabajo, no parece una buena tarjeta de visita. O no es una buena idea en todo caso, que un blog de improvisaciones sea tu tarjeta de visita.

Un mes. No es tanto tiempo pero lo parece. He hecho muchas cosas en este mes.
Me apetecería contarlas porque creo que el blog también sirve para eso, aunque el mío no vayas por ese camino. ¿Para qué? El formato de diario íntimo expuesto al mundo me asquea. Leerlo, el de otros, puede llegar a interesarme por un rato, pero después me canso y me arrepiento en ese orden. Pasan cosas sin parar, otra cosa es comentarlas. Me pregunto a veces, ¿qué es lo comentable? ¿qué es lo que importa de veras? No lo sé, mis palabras mágicas.

Podría enlazar el blog en mis redes sociales. Este mes pasado, los treinta días de silencio, he enlazado la cuenta de twitter con facebook. Podría decir que ha sido el facebook lo que he enganchando al twitter pero no. Es al revés. lo que escribo o lo que escribía en twitter, es lo que ahora sale duplicado en facebook, que me parece una estupidez. Pero me parecía mucho más estúpido, tener dos formas de actualizar en función del medio. El medio es el mensaje, de eso no me cabe duda. Y precisamente por eso, lo he hecho. Por llevarle la contraria al medio.

El espíritu de Guadiana es algo connatural a la pasión, pero es un riesgo. A mí me gustan cosas muy diversas. La jardineria, por ejemplo. El mes de silencio ha sido intenso en cuanto a jardineria. He plantado ajos por primera vez en mi vida. Y trasplantado rosales, que es algo que pincha y te jode una yema para un par de horas. Rosales salvajes. En fin. La jardinería. Ese mundo del que no sé ni una palabra. De casi nada, en realidad, sé algo digno de comentar en el blog. Me mueven otras fuerzas. El motor de la indignación. Leo, veo, escucho algo que me pone los pelos de punta. Escribo y punto. Eso es el blog. Ahora en vez de punto, he escrito puto y me han dado ganas de dejar la errata. Escribo y puto. Pero no, la he corregido. En resumen. No sé por qué escribo en el blog o sí que lo sé y no me gusta el motivo. El golpe de calor que me da en relación a cualquier tema, muy específico casi siempre y hala, a lo que salga.

Resulta que esos temas son de periodismo, que, por desgracia, es lo mío. De lo que no como. Pero lo intento, comer de ello. Y leo. Veo. Escucho. Pero hablar del trabajo de los compañeros, es casi siempre mezquino y me lo digo a mí mismo. Hablar mal en general, de cualquier persona y en relación a cualquier actividad, es mala idea. No es algo de lo que se pueda hacer gala. Que vale, que de acuerdo, que le busco una vuelta. O lo intento. Pero, ¿y qué? ¿De qué sirve hablar malamente de lo que sea por más que se busque un más allá en lo de más ahora, lo más de ahora mismísimo, y es como una gota de lluvia de la que solo se recuerda el charco? Una máquina de charcos, ¿quien quiere tener eso?

A mi novia le gusta mi blog. Me lo dice a veces, pero solo cuando me ve muy bajo de ánimo. Eso me suele desanimar más. ¿Mi máquina de hacer charcos? ¿Estás de broma? ¿Eso es lo que crees que merece la pena? Me resulta más deprimente. Pero la quiero mucho y es muy guapa. Y oye, si le gusta el blog, pues le gusta, ¿no? O lo mismo solo lo dice para animarme, vete a saber. No recuerdo a nadie más cercano o con quien hable en persona que me haya hecho mención a estas entradas más bien peñasqueras, divergentes y retorcidas.

A la hora de hacer charcos, no hay miedo a mojarse y si escribes de lo que lees, escuchas y ves, al final, escribes de la televisión, de los anuncios de televisión, de las marcas, de lo que sea. Escribes o escribo porque soy yo el que lo hace sobre lo que no sabes y descubre, y te fascina o bien te molesta y te indigna y escribes o escribo en ese rum rum de no me gusta y no estoy dispuesto a estar de acuerdo con esto nunca. Los charcos no terminan y sobre todo en los días de lluvia sin fin, también me gusta leer libros y hablo de ellos, de los que saco de la biblioteca o los que compro. Por cierto, llevo un mes también sin devolver cuatro libros de la biblioteca. Una sanción hasta primavera. Y lo peor, no me he terminado ninguno de los cuatro pendientes. Uno lo tengo casi. Otro no lo tendré, porque me hastía. Otro, medio bien y el otro, sí que está casi acabado pero no tiene mérito porque es de relatos muy cortos. Adémás, los libros de relatos no los leo en orden. Porque no.

Cuando menciono a alguien en el blog, me lo pienso mucho. Lo que hace que si está lo bastante meditado, pues la entrada ya ni me sirva. Esto no es promoción, ya decía. Tiene que ser todo a salto de mata. Cualquier mención, incluida mi novia, ahí queda. Y tratándose, especialmente cuando se trata, de formas de opinar o enfoques o formas de informar o lo que sea, pues... No sé. ¿está bien? ¿es legítimo? ¿Es sano? Creo que es más útil que fuera un blog temático. Crítica de anuncios de televisión, a saco. Crítica periodística, a muerte. Música de lo que sea o de lo que me haya dado ese día, ahí vamos. Me encantan los blogs temáticos y sin embargo, no los sigo. A veces pienso que debería hacerlo y llevar una gestión diferente de feeds. Me tengo que poner a eso, a lo que me interesa. Porque en el fondo, el discurso de los anuncios de televisión, o de radio, pues eso, que en el fondo, me dan bastante igual. Claro que hablo mal de ellos, de las marcas o de algunas marcas, no sé si tiene sentido por más que me haya indignado en un momento dado con algo en concreto, un producto o un servicio. ¿A quién le importa más que a ellos? Por lo de las menciones, lo decía.

Llevo más de un mes sin actualizar el blog, por todos estos motivos. No tenía a mano conexión a internet pero en un par de ocasiones, la indignación o la idea o lo que fuera, me ha dado gana de levantarme de la silla, coger la puerta y andarme a un ciber a vomitar mi opinión sin que nadie me la pida sobre cosas de las que ni siquiera me acuerdo, o me acuerdo poco.

Se me olvidaba que escribo también sobre mi ciudad, Granada, y por extensión, mi comunidad, Andalucía y mi país, España. Y lo peor de todo, sobre política. No por ningún motivo en particular, porque a mí de siempre me ha parecido un aburrimiento, y lo de "yo paso de la política" me parece un lema de la coherencia. No lo veo claro cuando alguien está muy interesado en la política, desconfío de ello. Nada que ver con los que están chungos, los países, las comunidades o las ciudades en las que te la juegas por opinar esto o aquello. La izquierda me parece ingenua, la derecha me parece cruel, el centro me resulta desapasionado y el ultraísmo solo lo conozco en poesía. Mi espiritu más primigenio creo que conecta con la anarquía, no hay que atender más que al desarrollo de contenidos del blog, pero tampoco he leido lo bastante al respecto como para posicionarme como anarquista y si lo fuera, me gustaría ser un poco neoliberal a la vez, en fin. Anarquismo neoliberal, los tiempos que vivimos en toda regla.

Internet o algunos de sus escondrijos te hacen sentir importante sin serlo. Bien porque tienes mil amigos a los que ponerle la cabeza como un bombo o tienes unas cuantas centenas de seguidores dispuestos a dar resonancia a tus ocurrencias, y dices o más bien, piensas, pues sí, para adelante. A opinar. De lo toque. A lo que venga. A que el mundo se entere, sin que nadie pregunte, sin que sea necesario, para ejercitarse en lo de tener opinión propia a toda costa. La máquina de hacer charcos tiene que ver con la  premisa de tener una opinión propia a toda costa y compartirla con otros, o enseñarla sin verlos. A opinar. Sin que nadie lo pida. Porque sí.


A veces reconozco que me gusta escribir muchos párrafos porque son difíciles de leer. Realmente difíciles de leer y eso disimula que no son difíciles de escribir. Lo que entra por lo que sale. Es una sala de operaciones. Yuri Herrera acaba de tuitear esto: "No me creo nada de lo que digo, pero eso lo revierto con un tono mortalmente aburrido". Es exactamente lo que quería decir yo. En fin. No termino de creer en mi propio blog. O algunos meses no acabo de creer en ello. Mi intención es que la máquina de hacer charcos, fuera más bien un aparato regulador de vientos, que es como más positivo. Viento mejor que charco, sin saber nada más al respecto. Como concepto. Un soplo. Soltar ideas como el que suelta lastre, pero claro, sin creérselo del todo. O creyéndolo del todo pero por poco rato. O lo uno o lo otro. Soltando lastre, en cualquier caso. Al final, no tiene mucho sentido mantener un discurso en ámbito blogger, en facebook o en twitter. No comentaría nunca anuncios en facebook, por ejemplo. No lo veo. Las ocurrencias con base en la lógica o una metáfora más en plan floritura o lo que sea, pues lo mismo sé me pega pero en blogger, pues es como otra cosa. No sé. Debería ponerme foto de usuario y establecer mis preferencias. páginas que visito. Música que escucho. Libros que leo. Debería revitalizar incluso el myspace y el flickr. Me gustaba escanear mis cosas en Flickr y no he hablado de mis dibujillos o mis autorretratos, que también me gusta subir mis dibujos. Y ya puestos, actualizar el Linkdn, o cómo se escriba. Tener un Linkdn y no tenerlo actualizado, no tiene el menor sentido.

Tener un blog y no tenerlo actualizado tampoco tiene el menor sentido, por eso no hallamos aquí, viendo a ver por donde se remata el asunto.