jueves, 22 de febrero de 2018

golpes de realidad

Hoy he vuelto a enviar un currículum Vitae y también le he dado un golpe al faro trasero izquierdo.
Sin culpa de nadie y en aparcamiento apretado. Me jode infinito y quería comentarlo aquí. Lo de buscar trabajo ha sido impulsivo, espero que se quede en un susto.
Y he recogido los trozos. Mañana espero hacer un trabajito fino con el fixo.
Pasa ITV en abril.
Ha sido un certero golpe de realidad, mañana escribo más.

viernes, 2 de febrero de 2018

tenemos una cita a las 19 horas


desde la biblioteca con wifi

buenas amigos actualizo el blog desde una biblioteca que es algo inédito en este espacio, es viernes y está placenteramente vacía, son las cuatro en punto, supongo que en breve empezará a llenarse de gente, es curioso que cuando no tienes la oportunidad de hacer algo, es justamente eso lo que se vuelve una meta, cuando no está al alcance, es así, lo ignorado se vuelve tan valioso con la pérdida.... Debería escribir más sobre eso y aunque generalizo me refiero a esto de escribir aquí mis patochadas, que lo he echado mucho de menos. Lo puedo hacer con el móvil y la pantalla táctil pero voy letra a letra, con un dedo y peleado siempre con el autocorrectos, lo que podría ser una metáfora de mi vida, aunque antes de las figuras retóricas, vayamos a los hechos, los hechos de hoy, hoy he conocido un jardín francés de hace un siglo en un amable paseo, o dos siglos, más bien, con los siglos suficientes en todo caso, y ha salido el sol, que es algo

me lleva lloviendo un par de días, por dentro y por fuera, me tienen acosado las grandes preguntas de la vida como: ¿qué hago aquí? ¿Para qué? A todo le pongo el paraqué detrás, es una cagada gorda, me hago cargo. Los paseos son un motivo en sí mismo y por eso me gustan. La razón es que nos dé el aire, como si no estuviera siempre ahí y el oxígeno nos estuviera esperando en los parques públicos. Pasear sin rumbo que tiene un nombre científico que ahora mismo no recuerdo, es una filia creo, pues cura. O eso pienso. Escribir aquí es muy parecido a pasear sin rumbo. La biblioteca tiene su propia respiración. Intento mientras tecleo que esta lluvia de yemas no suene demasiado en el ceremonioso silencio. Voy lento pero no es como escribir desde el teléfono. Las hojas se pasan. Alguien tose. Se oye abrir y cerrar el capuchón de un bolígrafo. No tengo wifi en casa. Tengo que ir con tiempo para poder pillar un enchufe para tener con vida el portatil. Me dura cuarenta minutos a tope de carga y tirando solo de batería. He encontrado una biblioteca a cinco minutos de casa. Tiene un horario muy bueno. Abre los sábados incluso.

Decía que se echa de menos las cosas al no tenerlas, y a veces incluso cuando las tienes porque no es lo mismo que desearlas, tengo en mente escribir algo sobre eso: el deseo, que suena a algo exótico o ardiente pero no, el deseo cabrón, el impulso antojadizo que no sirve más que para despistarnos de lo que realmente queremos, y suena a lío pero no, cuando queremos algo es porque no lo tenemos y añado, porque no sabremos como será al tenerlo, y muchas veces no se parece en nada, ese deseo inicial al deseo que suponiamos que tendríamos al obtenerlo, me explico como el culo pero es que estoy en no hacer mucho ruido, y en teclear rápido

Vengo a la biblioteca a subir por internet mi programa de radio. No tengo wifi. No en casa. Tengo una nueva casa. No os he hablado nada de eso. Soy un puto descastado. Ha sido una movidona gorda. Inesperada. Porque me he mudado y no os digo ni pio. Luego os divago horas sobre cualquier chorrada y cambio de choza y de parte del mapa pero ná, de lo gordo, ná. Mucho blablabla pero chitón de los verdaderos giros de argumento. No es de recibo. Me hago cargo. Pero es que cuanto menos diario sea esto, mejor para todos. Pero eso. Que me he mudado y aún tengo el jet lag emocional.... Lo digo más bien para que seais pacientes porque llevo una bárbara mudanza en la chepa. Mudanza reciente. Deberían ponernos un cartel como a los bancos recién pintados. Ojo, pinta. Ojo, mudanza reciente. Muy frágil Manejar con paciencia y cariño. Muy frágil.

Y bueno, cuando las cosas cambian alrededor, pues también es como si cambiase algo dentro. Y toda esa mierda como de autoayuda que podría soltar. Pero no. No se cambia nada. Que no hay wifi. Eso es lo que cambia.  Y no es lo mismo escribir aquí desde el móvil. Es necesario el entorno escritorio para explayarse como Dios manda. Si os contase detalles de lo que hago o me pasa, me sentiría aún más ridículo con esto. Mantener un blog en los tiempos que estamos ya es bastante tonto. Y me parecen tontos los que cuentan lo que comen, lo que beben, lo que mean y lo que cagan. Y los que te lo venden de otro modo, pero lo vende. No me gusta el mostrador en el que parece haberse convertido la red. Que son tontadas mías, pero es que, claro, el blog también es mío.

Joder, y lo he echado de menos. Con lo caca que es. Estamos de acuerdo. Pero lo he echado de menos, por lo de soltarme la lengua y la boca y seguir y seguir y seguir escribiendo hasta que parezca que es algo, que tiene sentido. Seguir viviendo hasta que parezca que tiene sentido. Seguir buscando wifi gratis para hacer esto. Ya ves.Luego te sientas y te pones, y dices, y qué era lo que extrañaba de soltar las parrafadas. Y ni me salen. Ni me salen las palabras. Ni los motivos. Ni las razones. Esla jodienda del deseo que antes decía y a la que debería dedicarle una entrada propia. Lo quieres sin tenerlo. Cuando lo tienes no era cómo creías. No puedes tener lo que crees que son las cosas. Y aparte, tarda. Todo tarda. He tardado un par de días en localizar una biblioteca con wifi gratis. Y una radio donde me dejaran grabar mi programa. Y el primer día que vine aquí no había espacio en la regleta de enchufes para que mi viejo ordenador personal tenga respiración asistida.

Deseas escribir en el blog hasta que pulsas Entrada nueva y te das cuenta de que no tienes una mierda que contar. A ver. Tengo mil movidas. Con el viaje, cambios, etc.... Pero me refiero algo más elevado. Que lo merezca. Y por otro lado, es tonto poner un listón. Es para darse uno mismo en la cabeza en realidad. Me pasa con el programa de radio que fue mi primer objetivo al llegar a mi nueva ciudad porque no es como... encontrar trabajo, por ejemplo. Lo hago solo por placer. Y es importante el placer y mucho más, lo que es solo placer. Disfruto mucho. No en el proceso de buscar y descargar música para pinchar, sino mientras suena y se engarza guay una canción con otra, y esa tonterías pues me llenan. Me dan chasquidos por dentro con una presentación bien hilvanada de un tema que entra progresivamente y después, se desvanece igual mientras por otro canal, va subiendo otro trallazo que pega totalmente. A veces no me queda tan bien el empalme de canciones, y da igual. Lo disfruta igual. Pero es por amor al arte. Quiero decir, que no me planteo sobrevivir de locutor. Es como para el alma. Es darle alimento. Es primordial en ese aspecto. Y el desahogo de aquí, de contaros las mierdecitas con una cierta regularidad, pues me va igual que lo de la radio. Me sirve de terapia igual. No me he explicado muy bien con esto pero lo intento.

Volvamos al deseo.... El punto de partida para todo. El deseo de actualizar el blog conforme una buena idea hace su aparición. Y parece que es como necesario teclearlo al instante. Pero al día siguiente, pasa como con las fugaces conquistas de afterhours que no se parece en nada a lo que parecía la noche anterior, que ni la idea era tan buena, y que casi ni era una idea. Era todo caca. Y el supuesto momento de iluminación se queda en relampagón de bajo consumo. Pero pasa con todo. Que acabamos siendo abono. Por generalizar. Que nos van a comer los gusanos igual. Que lo devorarán todo menos el entusiasmo que gastemos en vida. El entusiasmo no te lo llevas a la tumba. Es más, es el billete de salida para emprender viaje al otro barrio. Primero, se pierde el entusiasmo, luego los dientes, el pelo, la movilidad en las rodillas, el control de los esfínteres....Y por más ridículo que sea, debemos aceptarlo. Como a un hijo tonto. Nuestro propio entusiasmo en lo que nos insufla vida. Es el fuelle que sopla. Las ganas de actualizar un blog al no poder hacerlo. Las ganas de un wifi completo cuando solo lo tienes en el móvil. Las ganas de contar los pormenores de un viaje. En suma, las ganas de escribir. El deseo.

Luego cuando lo tenemos, cuando lo perpetramos, pues ahí queda, hecho un trapo y pensamos, claro, es que era una caca. Esto que se queda aquí es la impresión dela mañana siguiente. Caca. Aquí estamos a las cinco de la mañana con la copa recién pedida y quemando pista. Nos sentimos dioses y luego toca masticar la resaca. El blog es espidifen. Tenemos que aceptar que es ridículo vernos bailar. Como es ridiculo amar. Como es ridiculo emocionarse. Como es ridiculo escribir un blog. Como es ridiculo escribir canciones. O es ridículo albergar esperanza en los cambios de cualquier índole: de ciudad, de trabajo, de tinte o de color de uñas. El deseo es un cabrón. Nos hace creer que las cosas son distintas de como son al tenerlas y esa ensoñación nunca se alcanza. Nos hace desear lo que no conoces y presuponemos o nos hace creer, que es mejor de lo que tenemos. Y despreciamos lo que tenemos porque el deseo cabronazo no opera en ello con la misma fuerza que en los anteriores supuestos. Eso es básicamente lo que quería escribir en la entrada sobre el deseo. Solo el deseo nos salva. Me mola que hablo de lo que quería hacer y con mencionarlo ya tengo bastante. Me libro de hacerlo. Bueno, estoy en una biblioteca actualizando el blog. En 2018. Eso es lo que quería deciros básicamente. Pronto, más.