viernes, 9 de septiembre de 2011

Jódete y lee

Es culpa mía, lo admito. Es una culpa pretendida, además, o sea que no tengo reparo en que me la echen del todo. La busqué, la encontré y aquí está. No lo hago sin querer, igual escribo esto por el mismo motivo, para extenderme de más en explicaciones que nadie pide ni quiere. Soy un pesado a posta. Me decía una chica: ¿Has escrito en tu blog? Pero, ¿qué? ¿Algo muy largo que casi no se puede leer? Exacto. Y me hacía gracia que me lo dijera,de ese mdo con su recriminatoria sutileza. Es para eso precisamente. Para que leas un rato largo y yo no tenga que ajustarme a nada, es exactamente para eso mi blog. Y en más de un minuto y más de dos, he pensado en ello. En para qué, en cómo y casi siempre, el pensamiento más recurrente, por qué. Por qué. Para que te jodas y leas, es la única explicación posible que he encontrado con el tiempo. Defiendo que internet debe ser una extensión natural del modo de expresarte en confianza con el infinito, de hablar con nadie en voz alta y lo peor, esperar respuesta. Y creo que eso se hace sin cortapisas ni patrones, soltando lo que te sale y sí, siendo más bien pesado o explicativo de más, o simplemente deslabazado y reiterativo porque nada de lo que está ahí fuera nos lo presentan con un lazo a no ser que quieran vendérnoslo y esto es justo lo contrario. Como ideas, como relámpagos, como centelladas, van y vienen, aparecen y desaparecen, suben y bajan, se estropean o se retuercen y sin querer todo me acaba rimando a causa de mi alma de poeta. Y yo mismo lo reconozco, a veces me canso escribiendo. No voy a culpar entonces al que se canse de leer, pero en eso consiste casi todo lo importante de la vida, en cansarse. Por otro lado defiendo la intrascendencia como camino de descubrimiento. Es culpa mía, lo admito. Parto de unos puntos de referencia algo descolocados. Me ha salido especialmente rico el café esta mañana y me lo estoy bebiendo con un brick de leche que he descubierto al final de un estante de la nevera. Llevaba caducado desde el 13 de mayo de este año. Alguien me dijo una vez que la leche aguanta hasta seis meses, que el consumir preferentemente antes, era solo eso, una preferencia. Confío en todo el mundo pero no me fío de casi nadie, que es un punto de partida bastante estúpido. Digo esto porque para ser quizá la última entrada del blog antes de mi última indigestión fatal no hace justicia a otras divagaciones más conseguidas que he pergeñado aquí mismo. Otro de los desalentadores factores que atañen a la disgresión propia del blog es que la linealidad de entradas y mi falta de conectividad a la hora de usar etiquetas,

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