jueves, 8 de septiembre de 2011

El colapso a mi manera

Siempre he querido hablar de esto, y a raíz del apagón en Baja California de ayer, que dejó sin luz a varias ciudades de la zona, pues me he resuelto a escribirlo cuanto antes. Si se cargan en cadena unas cuantas de centrales termoeléctricas, nos dejan más o menos en bragas a los que venimos a llamarnos mundo civilizado. Sin luz. Sin todo lo que no funciona sin luz. Sin tantas cosas, si lo pensamos seriamente. Hace poco en mi casa hubo cortes de luz y cortes de agua, en días diferentes y pensé: ¿Qué es más necesario? La respuesta está clara, aunque carecer de cualquier de ambos es un pequeño colapso. Y claro, las centrales eléctricas se pueden fastidiar a posta, claro. Con el aniversario del salvaje atentado de las Torres Gemelas, la imaginación vuela. Pongámonos en la tesitura del todo puede pasar. ¿Se imaginan? Se colapsa el sistema eléctrico de Estados Unidos y nos enfrentamos a un nuevo paradigma como ocurrió en aquella fecha de fatídico recuerdo. Siempre me lo imaginé así, un apagón en cadena. Hablando del fin del mundo y todo eso. No debe ser fácil, claro está, pero seguro que no será tan difícil. Hace unas semanas leí un artículo sobre tormentas solares. También podían chamuscar una buena parte del tendido eléctrico de una ciudad y chungear de por vida los generadores. No se contemplaba esta opción, tener que cambiar los generadores de una zona poblada o muy poblada. No sería fácil, creo que estimaban unos seis meses aunque hablo de memoria. Sin luz. Sin todo lo que funciona con luz y me resulta curioso que un apagón que haya afectado a un millón de usuarios, según leí en alguna web apenas haya tenido eco en el resto del mundo. Es lógico. Le molesta al que no tiene luz, no a los demás. Que en Baja California se queden a oscuras pues nos importa poco desde esta parte del mundo, pero y, ¿si fuera un ataque? ¿Cuánto tardaríamos en entenderlo y en afrontarlo? ¿en identificarlo como tal? Supongo que de eso sabrán, por lo que he visto en las películas, los agentes de la inteligencia norteamericana, pero como siempre me he imaginado ese holocausto de oscuridad sin electricidad, pues quería contarlo aquí en el blog por si tal. Que lo mismo es ponerse apocalíptico antes de tiempo, pero el fin del mundo será con cerillas y linternas, eso es un hecho. Parece claro que cuando nos quedemos sin interruptores que funcionen, empezaremos a tomar más en serio a la naturaleza. Me pregunto si no es el origen de todos los males, el sencillo mecanismo de los interruptores. Lo que acabó de volvernos idiotas, el primer click. Cuando no existan, ni los clicks, ni los conmutadores, ni las luces, ni los botones de on/off, entonces empezará a cundir el pánico. Todo en off. El colapso a mi manera se completaría con un par de bombas en las carreteras para dinamitar un par de puentes de forma que las circunvalaciones se quedaran rotas, inútiles, el segundo paso del fin del mundo en el caso de que venga patrocinado el caos por alguna asociación terrorista de aquí o de allá. Con las carreteras reventadas, el miedo ya puede ser general. Como las venas abiertas. No llega sangre al cerebro, al centro de las ciudades. Ciudades sitiadas y a oscuras. Y no es tan difícil si te pones a pensarlo con mecanismos de guerrilla, sin luz, sin botones, sin interruptores y con las calles cortadas o llenas de coches parados. En fin, aporto mis ideas para enfrentarnos a la idea del fin del mundo que se supone que es dentro de poco. Solo podemos tener clara una cosa, igual que hace 10 años con el ataque del 11S, veremos cosas que no somos capaces de imaginar hoy en día. Colapsos nuevos, inimaginables. Yo pongo mi granito de arena en lo que a imaginación se refiere. Tampoco es que le tenga mucha creencia al calendario maya, así que esperemos que se quede en nada lo del 2012 pero vete a saber. Por lo pronto, hoy es viernes. Así que lo del fin del mundo lo dejamos aparcado y nos centramos en el fin de semana.

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