martes, 12 de agosto de 2014

Los personajes nunca mueren

Los personajes no se mueren nunca, se muere la persona que hizo el papel en la ficción o el finado lo es en el relato pero es no es una muerte real. Obvio, de acuerdo pero en los últimos tiempos se diluyen ciertos límites, los de la realidad y la ficción, y no está de más recordarlo. Es un convencionalismo relativamente reciente al convertir, por medio de las redes sociales, un obituario en la noticia del día y es especialmente relevante por la conciencia real, en contra de la social, del fenómeno de la muerte, algo para lo que no nos prepara nadie nunca, y decir esto, es tanto como no decir nada o casi nada, es poner en juego un cierto tipo de añoranza, una falsa cercanía que se extiende y quiero, me gustaría escribir algún día sobre lo del tema del día, que puede ser un virus, que puede ser un bombardeo sobre niños, que puede ser cualquier tipo de viral, un gato bailando o un perro con capucha comiendo cereales, y piensa uno, no será que el ojo asimila ese chorreo de imágenes, o por decirlo de un modo más abstracto, de unos mensajes, o casi ni eso, estímulos que se escrollean a la misma velocidad y todo pasa a ser lo mismo, un epitafio o una mascota haciendo una gracia, es lo mismo, mensajes unitarios, mensajes unidireccionales, una comunicación en forma de lemas, un intercambio de frases hechas, de hechos no interpretables y que no son experiencias personales, acaba por ser, el perfil personal, una forma de alinearnos desde dentro, como arquetipos comunicativos intercambiables que no dicen nada, que, en el fondo, nos trasmiten absolutamente nada y cuando se asimila la ficción a la realidad, es decir, cuando a un actor lo llaman por el nombre de su personaje, que es algo que pasa a menudo en España, y creo que debilita el star system, al que aludo cada dos por tres sin tener del todo claro que exista sinceramente pero a veces uno se teme que damos por sentadas a lo que no tiene ni piernas y ni anda ni camina y, en estos tiempos convulsos, queda como tabla de salvación a la que agarrarse un mínimo conjunto de certezas o de certecitas, las que lo son y las que nos duran dos asaltos porque a mí no me cuesta dar con ellas, soy un buen oteador y cazador de certecitas, lo que pasa es que en las jaulas no me duran, se me mueren como nos pasa a todos los seres vivos, ¿acaso tienen vida igualmente las ideas? No, no lo creo.

Lo que creo es que la capacidad representativa mental del ciudadano medio es tan escasa y tan baldía que le cuesta pensar en la misma persona humana bajo dos identidades, o es el de la serie o es el actor, y como solo vemos la serie de moda, pues es el actor y desde los medios se contribuye a ello titulando muchas veces con el nombre del personaje, con el nombre falso... Por no hablar de la persona. La que hay detrás. Que tiene que tirar de la sombra del personaje durante toda su vida. Es por poca cabeza pero creo que hay dos connotaciones importantes: una, la ambivalencia, no se puede ser dos cosas, o eres una u otra, y la identidad y su construcción en un ámbito de ficción, es grave para las próximas generaciones, parece inofensivo pero no lo es, tiene calado y profundidad.

La muerte es un tema del que me acuerdo siempre en estas fechas.
Y la dimensión social de la muerte será algo de lo que nos ocupemos aquí con frecuencia.

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