sábado, 8 de marzo de 2014

La edad de no quedar

El otro día hablaba con mi amigo Víctor y me preguntaba, intrigado o eso parecía, que por qué no le llamaba más a menudo para salir. No tenía una respuesta. No llamo a nadie, es la respuesta. No por nada. Es mi método de unos años a esta parte. No llamo. Salgo solo y veo a amigos pero sin quedar con ellos. Él me dijo exactamente eso mismo: sales solo y vas a un sitio donde conoces a todo el mundo, ¿no sé por qué lo haces?
Me dejó sin palabras. Pues, lo hago por eso. Porque conozco a todo el mundo. El caso particular era con él, que solemos coincidir en un concierto cada dos o tres semanas. Te veo y después desapareces, me dijo. No desaparezco, estoy aquí. Aquí, por ejemplo. No llamo porque siento que estoy en la edad de no quedar. Que pasé la edad de no llamar. Hace tiempo ya y ahora es no quedar. Es verse. No quedar. Sin maldad. Los bares de siempre. Tralará, tralará... No quedar pero no en plan mal. No de forma habitual, me refiero. Con los amigos que viven fuera o trabajan fuera o no salen nunca o a los que veo muy muy muy de vez en muy muy muy cuando, pues claro, los llamo y quedamos. Lo típico. Y muy bien. A ver. No es que tenga nada en contra de quedar con los amigos, pero sí que veo que ya no es algo que vaya a hacer todos los viernes, de forma ritual. Se acabó el ritual.
Es cierto que cuando llegas solo a los sitios la gente te mira raro en general. Cuando tenía apenas 18 y me iba solo al cine Aliatar, a la sesión de las 12 de la noche, sí que te miraban raro. No me jode demasiado, claro que depende del contexto, del ambiente y de, como todo, los ojos del que mira. Es normal. Entiendo que es normal preguntarse si alguien aparece solo y se pone a tu lado en la barra, si es que espera a alguien o es que está solo en el mundo. A veces te miran así. Mira, pobre. No tiene ningún amigo con el que quedar. A veces me afectan las miradas penosas sin ser yo nada de eso. Pero ya digo depende del contexto y del aburrimiento de la gente... Los aburridos se fijan más.
Mi amigo me decía el otro día que él intuía dos opciones, o que me daba igual con quién quedar porque no estaba a gusto con nadie y todo me sudaba la polla, o que estaba igual de mal o bien con todo el mundo y me daba igual verlos o no verlos. Bueno, no sé si era exactamente eso, pero más o menos. La verdad es que me dejó intrigado. Sobre mi propio comportamiento. Le dije que no, claro. Que a mi me molaba verlos y quedar pero que.... No sé. En parte no llamaba por no molestar. ¿Molestar? ¿Es que alguien te ha dicho que molestas? Me preguntó eso. A ver, no. No molesto a nadie pero que... Lo de salir en grupo, me queda muy a desmano, muy antiguo. Llamarse todos los viernes o sábados en plan: ¿Hoy qué hacemos? Pues no lo veo.
Digo que es la edad de no quedar, pero en el fondo de mi ser, creo que estoy en la edad de no salir. Bueno, no. No es cierto. Tampoco estoy tan en las últimas. Pero me cuesta. Los conciertos. Las fiestas. Me cuestan. Que te cuesten las fiestas es como para hacer la letra de una canción. Pero es verdad. Y a veces me noto un poco fuera. Tiene que ver que cuando salgo siempre conduzco el coche y bueno, pues no le fallo a Stevie Wonder, si bebo, no arranco. Y claro, no bebiendo, los acontecimientos habituales se suceden a otro rítmo... También creo que cuando no bebo, se me cae menos el pelo, pero vaya, esto no viene al caso. El alcohol me parece un poco lo peor. Ahora que cervezas y en buena compañía pues pueden caer media docena. El caso es conducir. Volver, como decía la tonadilla. Con la frente marchita por el alcohol aspirado en sangre, pues no. Lo de aspirado en sangre me da que no se escribe así. No cambio la montaña por el centro. No puedo tampoco, así que no me lo planteo. Pero al centro vas, a la montaña no la vives en fin de semana. Vivir el monte y mira que vivo en un entorno sobreurbanizado y sobreexplotado, pero el aire es otro. Y eso me parece muy importante pero es cierto que mi vida social se resiente. A la pereza que da salir con los años, le sumas el coche, le sumas los controles de alcoholemia, le sumas la soledad peregrina y le sumas que tengo la barba canosa y me veo como un señor de los que veías cuando tenías veinte años y salías a llevártelo todo por delante, como un señor extraño que está en sitios de jóvenes sin serlo. No es así, pero es una sensación. No la tengo siempre pero cuando la tengo es ... No sé. Escucho Kicking leaves de The Pastels mientras escribo esto. Es una canción realmente bonita.
La edad de no quedar, la edad de no salir... Menudas tonterías. Lo sé. Pero ando en ese absurdo laberinto atrapado y salgo a veces, siempre solo, pero me llevo el laberinto dentro y bebo poco o nada, o bebo y después espero tres o cuatro horas a que se seque primero la garganta y luego el veneno que activa los alcoholímetros. Esto es un proceso consciente. Con 20 años salir de noche no es un proceso consciente. Es una consciencia un tanto inútil pero es. Y al ser, pues es. No hay manera de esquivarla en el momento en el que se verbalizan determinados conceptos en tu mente. Llamar a la gente y quedar es el camino fácil. O quizá el único camino.

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