viernes, 15 de febrero de 2013

Si es largo no lo leeis

Si escribes mucho, no te leen. Es curioso pero es así. Se acaba la atención de tanto párrafo junto. Por más que sean frases cortas. Ideas. Sustantivos. Sin verbos. Sin comas. Todo como de un telegrama. Como sloganes. Pero cansa, claro. Todo cansa. Eso cansa. Las frases cortas cansan quizá más de lo que podría parecer, ya que una subordinada tras otras, aunque empache y nos estire el ojo de línea a línea, pues entra también suave y la rima, en fin, la sintonía es menos abrupta, el ritmillo, ya sabes. Las frases cortas cansan más aunque no lo parezca porque la gente no está dispuesta a consumir más de un par de lemas, en el mejor de los casos y el más interesado de los días, de los que tú puedas sugerirle con la metralleta de banalidades. Es la guerra. Lo único claro es eso: estamos en guerra. Personalmente hoy es como si me hubiera conquistado un par de colinas, como si hubiera tenido que retroceder varias millas hacia atrás. Replegando, claro. Es lo lógico. Pero me hace sentir mal. Ese tipo de pensamientos estúpidos: a veces es mejor morir en el momento adecuado. Esa predeterminación sin un objetivo bien seleccionado. Cansa. Como las frases cortas. Frases sin verbo. Sin acción. Sin una línea de tiempo. Sin voz. Solo palabras. Solo la frivolidad del eco. La prepotencia de los que se pierden en los recovecos del lenguaje. Eco. Recoveco. Menuda puta mierda. Ganas de insultar. Pura ira. Sencillas máximas. Simples mínimos. Una vez cubierto el vacío se vuelve inmenso. Con la cerveza, el cigarro, el libro y el cenicero. Y la rima. Y el viernes por la noche con la televisión encendida viendo morralla. Morralla. Bebiendo cerveza en casa. Unos hábitos horribles. Libros que son buenos a medio leer. Es mi mejor defensa. A tercio leer algunos. Muchos abiertos lo justo. Demasiados volúmenes esperando. Una larga cola en la estanteria. En mi cabeza vacía. Puta rima de mierda. ¿De qué iba a hablar, amigos? Anécdota. Había una anécdota. Creo haberla contado. Flashes. A veces pienso que ya he subido un estado o una canción al facebook. Seguro que le pasa a más gente. Los deja-vus o como se escriba de estados de facebook. ¿Ya puse esta canción? ¿Ya puse esta estrofa de nosecúal canción? En fin. Si escribes mucho no te leen. mi propósito es escribir mucho y que me lean, bueno o que hagan lo que quieran, pero escribir mucho, sí. Mi propósito es mucho en casi todo. De dinero me quedo con normal. Tampoco hace falta mucho, porque con lo normal, me da mucho de si. No soy de caprichos. Pero hacer muchas cosas, que no hago. Es mi principal aspiración. Aunque sean estupideces. Si son muchas. Oye, ya son menos estúpidas. Eso es así. El volumen. Tonteria por volumen. Y me vale para todo, que es una muletilla que uso mucho recientemente, es para todo. No sé si la uso por vagueza o porque da bien el tipo en muchas situaciones. Había una anécdota. Si hablamos de muletillas. Sabes lo que te quiero decir. Es quizá la muletilla más larga que he tenido en mi vida. Un muletón. Muletilla, no. Sabes lo que te quiero decir. Son seis palabras, ni más ni menos. Y repetida. Más. Doce. Veinticuatro. Sabes lo que... Un amigo una vez me dijo que le ofendía. Que claro que sabía lo que quería decir. Que si yo pensaba que era estúpido y no me entendía. Pues claro que me entendía. Y entonces pues se fue recortando. Sabes lo que digo. Sabes. Y al final, el sabes... Quedaba mal. Con el seseo del sur. Sabesss. En fin. He tenido todo tipo de muletillas absurdas. En 1998 dije Se te va la pinza, Flores. A mi colega de Murcia del colegio mayor, Flores. Y me dijo: ¿qué pinza? No lo había oído en su vida.  Sostengo que me lo inventé yo. Quizá lo flipe pero yo no se lo había oído a nadie. Hoy en día hay camisetas con "Se te va la pinza" y queda muy de lunático de la vieja escuela decir que te inventaste expresiones pero es cierto. En fin. No se me ocurre más invenciones. Intenté colar pistón. Se te va el pistón. No funcionó. Intenté colar turbina. No funcionó. Perry Mason, también lo decía mucho. De hecho hice una recopilación para mis colegones que empezaba con la sintonía de la famosa serie de juicios. Y se lo decía a mi novia, de entonces. Que eres una Perry Mason. Y tal. En plan broma. Hablo de 2002. En fin. Pero bueno, quizá lo oí en algún sitio. Lo de Perry Mason no diría que fue del todo mío. Pero sí fue muletilla. Me sirve para todo, es mi muletilla de ahora. Perry sirve mucho también. Necesito muletillas nuevas, no engaño a nadie. Las muletillas son mucho de jerga y de asociación automática o involuntaria. En fin. Un traspiés semántico conceptual que de repente a alguien le choca pero porque, como Flores, no termina de cuadrarle. ¿Pinza? ¿qué pinza? Sabéis lo que os quiero decir. Pues claro que lo sabéis, qué leches. Sois lectores de mi blog, sabéis latín. Vosotros o sois como Flores. Sabeis lo que quiero decir. Pero esta no era la anécdota. No es anécdota. No es la anécdota. La anécdota, que creo haber contado sinceramente con los clásicos deja-vus mentales de lo que has hecho o de lo que pensaste que ibas a hacer o que las frases cortas cansan, aunque las subordinadas sirvan para otra cosa, algo más, no sé, una pista americana, la actitud pista americana que tienen los redactores de algunos periódicos de rancio abolengo, en los que parecen que les ponen puntos negativos si usan puntos y positivos, o incentivos en el sueldo por frases del tamaño de párrafos, y como sé que sabéis lo que quiero decir, intento de rondón, decir algo más, incorporando otras lecturas de esto que tiene una lectura muy poco interesante así a primera vista porque, no os engaño, intento cansaros como a los potrillos dando carrerillas antes de meteros en la cuadra, antes de llegar a la anécdota que, ojo, viene ahora. Anécdota. Frases cortas. Mi profesor. El colegio. Año poco definido. Los ochenta. Cuarto o quinto. Quizá en sexto. Sexto iba más en serio. El profesor. Señor mayor. Don José. A su rollo. No parecía enterarse de gran cosa. Corregía rápido. Al vistazo. El típico profesor que coge a un alumno y le pone un seis y le mantiene el seis todo el año. Y no suspende nadie. A no ser que lo deje en blanco. Y se lleve el cero. A poco que escriba tiene un cuatro. Y si escribe algo medio lógico, listo. Un cinco. A casa. Don José. Un buen profesor. Visto desde el punto de vista del alumno holgazán que gane fama y duerma a pierna suelta, el profesor perfecto. Total, Don José en sexto. La anécdota. No se lo leía. Era mi íntima convicción. No se los leía. Los exámenes, no se los leía. Y bueno, en uno de Historia creo en el que era de varios folios, pues entre Luis XVI y la Revolución Francesa metí un par de frases absurdas, en plan resultados del fútbol, como Real Madrid Valladolid empate en las Gaunas ojo en el Sardinero Gol de Emilio Butragueño y así, en ese plan, como si fuera un boletín, tres líneas, y luego pues la guillotina, la Bastilla y todo lo demás. Sentí un cierto vértigo antes de entregar. Y nada, me llevé mi ocho de rigor. Era un gafitas. Siempre tenía buenas notas pero me fastidiaba que fuera un ocho y no un nueve, creo que solía ponerme un ocho y media, que era sobresaliente y siempre el ocho y medio y me jodía eso. No por empollón sino porque no se leyera los exámenes, los ojeara por encima y te cascase la nota de siempre. Y bueno, no sé. No recuerdo muy bien cómo pero me pilló. Se lo conté a alguien y alguien lo contó a alguien y se dijo en voz alta y entonces miró el examen y me lo tachó. Don José tampoco era estúpido. El caso es que se jodió mi ocho y medio habitual. Pero se comprobó. Como un estúpido lo comprobé. En otro examen, me echó. Don José por chivarle algo a un compañero. Hey. Fui buen rollo. Le estaba señalando que algo era amarillo. Señalándoselo con el lápiz. Menuda estupidez. Recuerdo como me sentí al echarme y no poder entregar el examen. Al otro chaval le daba igual. Le echaban a menudo. Y no tenía ni idea del examen. Yo me lo sabía y no como para mi ocho y medio habitual pero para aprobar de sobra. Sin tonterias esta vez. En fin. Con Don José nunca triunfé. Pero el hecho es que no se leía los exámenes cuando escribías lo suficiente y veía que sabías por donde iban los tiros, pues listo, ocho y medio. Mi ocho y medio no estaba tan mal, quiero decir, no soy el típico empollón y nunca lo he sido. Estaba sensibilizado con el tema porque un buen colegón del cole pues estaba abonado al seis y el chaval se esforzaba y se lo sabía y mejoraba y solo sacaba un seis. Y estaba jodido con el tema. Y de ahí me di cuenta que Don José no se leía los exámenes. En fin. Creo que esto tiene que ver con el destino. O con lo que la gente llama destino. Alguien no hace bien su trabajo. No se fija en el detalle. No valora tu esfuerzo. No cree en los cambios. Siempre hace lo mismo. Simplemente deja que ocurra. Hace lo que se espera. Se repite. Se mantiene el giro de la rueda porque no se lo leen. No leer, el principio de cualquier mal. Soy inconmensurablemente más feliz cuando leo algo que realmente me apasiona. Y no soy un puto empollón ni un puto chivato. Si fuera un empollón no me habrían echado de aquel segundo examen por decirle una estúpida respuesta a un compañero que ni siquiera se estaba enterando y no tenía ninguna posibilidad de aprobar por otro lado, a no ser que se lo contase todo lo que era imposible y si bien es cierto que Don José se daba poca cuenta de las cosas, cuando veía algo que estaba pasando ante sus narices, tenía un pronto enérgico. La bravuconería de los poco despiertos, es una categoría del alma a tener en cuenta a la hora de lidiar con futuros conflictos. Que pereza hacerme la cena. Me tomo unas aceitunas y unas patatas. Engañando al estómago. Don José no se enteraba pero si se enteraba, te liaba el pollo. En fin. El destino. Parece que no se dan cuenta, pero cuando viene un pronunciado giro, parece que todos lo intuían. Que estaba en el aire. ¿No pasa eso? Don José tenía que leerse los exámenes. Los alumnos podían mejorar o empeorar. O intentar colarle alineaciones de fútbol o resultados de partidos o nombres de campos. Conseguí colarlo. Pude hacerlo. Se la colé a Don José. Es así. Me pilló por bocazas, por presumir de mi presunta hazaña antes de tiempo con el examen recién entregado. Fui un estúpido y un bocazas y lo hice por mi colega que le ponía el seis, si o sí, el seis. Que eso jode. Peor es un cuatro, claro. Pero quiero decir.... El destino. Alguien no ha hecho su trabajo, amigo. No desesperes, amigo. Alguien no se ha dado cuenta de los progresos, amigo. Las cosas cambian. El destino es un cambio continuo porque de repente Don José se da cuenta y en otro examen, pues te echa a la primera de cambio porque así es como las cosas cambian, de polo a polo, de todo a nada, y de no te veo a te tengo encima, puede que sea por eso o simplemente las cosas tardan más en pasar y alguien no estaba con tu ángel de guardia, y pendiente de lo que tenía que estar o no te dijo lo guapa que estaba aquella noche o lo delgada que te estabas quedando entonces. Don José falló o fallaba. Y a cualquiera le puede pasar. Y se construye de ese modo, por descuidos de otros, por carencias que no estaban en el guión. Y por retos. Y por intentarlo. Y por atreverse. Y por creer, o no sé. Por probar si se los leía o no. Está claro que soy el único que lo ve pero a mí me parece heróico. Colarle resultados de fútbol a Don José en sexto de EGB. Héroe. Para comprobar que no cambiaba las notas en todo el año y que no se leía los exámenes. Héroe. Claro que sí, nadie lo vió así. Si es largo, no lo leéis y si es heróico, a veces, sí y otras, pues tampoco. Que es jodido a esa edad hacer tonterias de este tipo y que te salgan mal y que vuelvas a casa, y digas, pues mal, me ha ido mal el examen. Sois como Don José, en el blog al menos, si es largo no os lo leéis. Llegado a este punto podría confesar mis más sucios secretos con la garantía de que la audiencia sería cero, no lo voy a hacer de todos modos, pero podría porque estos largos párrafos, te permiten cualquier cosa, de la Revolución Francesa a Emilio Butrageño, que lo llevo haciendo desde el colegio, que escribía los exámenes como si fueran entradas de blog, en fin...Que no sé que me voy a hacer de cena, y el blog me vale para eso también. Para comunicarme con el mundo es mis mayores momentos de aislamiento. El mundo es un puro asombro. EL blog te permite eso. Y meterlo todo. Sabéis lo que os quiero decir prefectamente los dos o tres habituales de casi todas las entradas, cabe de todo y está bien que sea así. Se está construyendo el destino con lo que os dejáis por leer. Oye, que no hay que dar explicaciones. Y menos del aburrimiento. Si te aburre, pues lo dejas. En mi defensa puedo decir que a veces aburro a propósito, por disimular aunque la mayor parte de las veces lo hago sin darme ni cuenta como lo bueno si es que hay algo de bueno en alguna particula de mi ser y me queda el consuelo en esta absurda diatriba final que no llegaréis a leer por eso de que sois pequeños Don Josés con vuestras notas de media para todo el año ya aprendida de adelante y atrás y con eso os dejo y es más que suficiente por ahí y por no haber cenado y seguir, y lo que me queda, sin saber qué hacerme. Pelar patatas. Pereza. Cortarlas. Mondarlas. Aceite caliente. Freirlas. Quizá un huevo frito. Me apetece un huevo frito. Un anagrama de deseo sería para mi un buen huevo frito. Y sus patatitas. O lo que sea. Pero sabes lo que te quiero decir.... claro que sí. Escribí en twitter no hace mucho. Quien bien te quiere, te hará la cena. Y anda que no es verdad. Yo pelaría las patatas y las freiría con muchas más ilusión para alguien que no para mí mismo. Me da alegria alimentar a mis gatitos en parte por eso, los gatitos son los del fondo de pantalla del blog, ahí posándome hace unos meses, a principios de verano. Son iguales y no los distingo. He hablado mucho de mis gatitos en el blog. No en vano es para eso internet.

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