viernes, 15 de febrero de 2013

Desahogo consciente

Resulta que el blog es muy a menudo un desahogo inconsciente y ocurre que a veces siento la necesidad, plenamente consciente, de desahogarme pero entonces, no sirve. ¿Por qué? No lo tengo del todo claro. La mitad de las entradas que escribo aquí, no las volvería a escribir mañana. Quiero decir, son del día. Son arranques. Son puros impulsos, que no tendrían equivalente. Que no serían iguales. Ni siquiera los temas. Un día me tiro de los pelos con la financiación de partidos y otro hablo de lo lamentable que me parece una columna o un columnista. Y qué. Nada, claro. Eso es el desahogo. Nada, pero son temas banales, o del día, o de la semana. Cuando leo entradas antiguas del blog, ni siquiera las recuerdo. Se olvidan las noticias que provocaron la reacción. Cierto es que en dos frases ya sabes de lo que hablabas, pero son como conversaciones de bar congeladas en el tiempo que pierden su sentido al volverlas a oír, o leer en este caso, como un desvanecido eco de la intención original. Son bocetos. Ideas sin importancia. Algún exabrupto. Alguna Es como si fueran monigotes. Uno no recuerda los borrones. Los hace de un modo automático. Es como preparar cafeteras. No te lo planteas. Buscar el sobre de café molido, echas agua, pones el fuego y esperas. Cada mañana. Cada nueva entrada de blog. Pones el fuego y esperas. Es parecido. Y me siento culpable, qué duda cabe, de esa estúpida impulsividad que no sirve para casi nada, porque aquí se acumulan esas espontaneidades. Y me siento mal. Si entro en el terreno de la desacreditación personal. Porque pasa el tiempo y mis encendidas palabras siguen aquí para el que se goglee y prefiero hablar poco o nada, escribir más bien, de aquello que realmente me duele o me ofende. En general prefiero ponerme en medio de tendencias de pensamiento muy asentadas. Hace unos meses con una canción de Enrique Octavo, mi grupo, o más bien, con la letra de la canción tuve esa sensación de entenderlo todo súbitamente. Guerra al convencionalismo, se llama así: Y creo que resume mi actitud en el mundo. Guerra al convencionalismo. Y vale en muchos apartados de la vida. En el ámbito profesional me parece el gran abismo. Las convencionales formas de informar pueden significar no decir absolutamente nada. Me refiero a las noticias de hace frio o hace calor. Y está diametralmente opuesto a la pasión. Si algo hace que la vida merezca la pena, es la pasión, y creo que hay una prostitución semántica con esa palabra. Que se asocia al sexo, al deseo, a consumar algún tipo de atracción principalmente física... Pasión intelectual. Pasión no carnal. Pasión espiritual. Eso es otra de las excusas que tengo para difamar a desconocidos en mi blog personal. Lo importante es que en la guerra al convencionalismo, ellos dispararon primero. Es en defensa propia. No es una cruzada en contra de otros. Es una forma de defender una parcela personal de pensamiento. En eso consiste. Y defenderla con pasión. Y en el ámbito profesional, contar lo que ocurre. No adaptar lo que ocurre al marco a través del que mostramos lo que habitualmente ocurre. No al molde. No a la forma prehecha. No a la idea prehecha. No a la sucesión de copias del mismo discurso que son "recepcionadas" dentro de un ámbito de cotidianidad que extiende esa rutina de lo normal, de lo habitual, al campo de las ideas. Se expande esa normalidad como mala hierba. Y mira mal al resto de ideas vivientes que tenga la suerte de germinar. Odio escribir sobre política. Joder, lo odio. Lo borraría todo ahora mismo. A mí ¿quién me manda? siempre me he sentido como un anarquista, ¿por qué escribir sobre las ocurrencias de un presidente con la clásica moral democristiana o incluso peor, con perfil ultracristiano? ¿Quién me manda? ¿En qué pertenezco a ellos? ¿Por desahogo? Vale, si es por eso, vale. No tiene mucho sentido, pero vale. Es, al menos, una explicación. O porque la política forma un importante corpus en eso que llamamos convencionalismo. Y sobre todo disparan primero. Ese es el asunto. Me defiendo de las ideas que me agreden porque, a veces realmente me hieren sin que pueda evitarlo. Respondo. Sangrante y "verborreáico". Son los puñetazos del charlatán borracho. Reconozco que siempre sentí que aquí lanzaba botellas vacías con mensaje al mar. Y que las olas las mantenían ahí, y que podía ver la evolución de la marea, en la sección estadísticas. Y ver por donde iban los pescaditos. Y bueno, pues ves que determinadas entradas. Las de fotos. Las de fotos de chicas bien parecidas. Pues tienen muchas visitas. Y te sorprende. O una entrada en la que hablo de lo difícil que es descargar un disco. Y uno supone, se sentirán estafados si lo que buscaban en google, era el modo de bajar ese disco. Y se encuentran los puños al aire de un charlatán borracho, esa es la sensación. Hablo de sensaciones. Es una ladera con pocos asideros. Y la vibración final es... Poca cosa. Un aire agitado sin más. Y demasiado Martinis. Demasiado impulso creador. Demasiado ego flotante. Demasiado tiempo libre. Demasiado personas que no conoces y sobre las que escribes sin piedad solo porque escriben lamentables columnas. No es justo. Las columnas duran un día. O deberían. Internet no se acaba nunca. Cuando empiezo a escribir en este plan, dejo la entrada en Borrador. Un amigo me dijo hace unos meses, si no estás bien de ánimo, no salgas. Sal, cuando estés bien. Es un consejo de mierda. Anteayer hice un amago de escribir una letra sobre la gente que da consejos. Sin que se lo pidas. O incluso pidiéndoles. La gente despiadada de los consejos obvios. Un consejo obvio hace un daño que no es nada obvio. Me refiere a la obviedad como arma arrojadiza.Que te echen a la cara lo evidente como si no lo tuvieras haciéndote nudos en el cuello y contracturas en los homoplatos. Como si esa tensión no fuera real, concreta, dolorosamente concreta en la espalda, como reflejo del estado del sistema nervioso en general. Esos buenos consejos que se agarran a la clavícula con una poderosa mordida. Las rutinas. El convencionalismo en la esquina contraria. Los días estirados. Las noches en blanco. El desorden cíclico. La lucha contra la fatalidad. Y de repente, ante una noticia política, fuego. Pones al fuego cuatro ideas y esperas. Y es café bien amargo con la socialdemocracia pasada por el filtro. Y le das a publicar y se acaba el debate interno. Es hacerlo casi sin darse cuenta. Como el que saca un cigarrillo del paquete y lo enciende en un mismo movimiento. Como el que echa la llave de casa, da dos vueltas al bombín y se la guarda en el bolsillo. A los cinco segundos no podría asegurar si echó el candado o si tiene el llavero. Ni siquiera lo pensó. Y siempre ha sido como una secreta aspiración en el blog personal que me imaginaba. Echar la llave sin parpadear. Todo lo bonito que uno va viendo. Subirlo. Como un diario. Diario de cosas bonitas. Una memoria adicional de cosas bonitas. O un eco. En fin, menudos propósitos estúpidos pero supongo que serán comunes a cualquiera que se abra un blog, sea temático o sea un anatema. Lo de escribir cuentos también es una vieja meta. Nunca alcanzada. Los cuentos son cosa seria. Pero serían un gran material para actualizar el blog. Me gustaría también hacer críticas de conciertos, sobre todo para poner a parir a los que no me gustan. No lo hago por dos motivos. Porque considero que es un trabajo, por el que se debe cobrar. Es decir, no creo en los críticos gratuitos. Y dos, por el karma. No quiero ir por ahí hablando lo que me de la gana de música, grupos y conciertos y que los pobres músicos que se busquen en google se encuentren a un blogger que dicen que son una mierda pinchada en un palo. Quizá sea necesario en general. Lo digo en serio. Basta de notas de prensa amables y buenas intenciones. Palos faltan en general. Y lo digo para los críticos que cobran por criticar y a los que respeto profundamente. Se me acaba el café y no voy a hacer otra cafetera, de modo que debo ir cortando el chorro de esta absurda reflexión. Un 33% de las entradas del blog no son leidas dos veces. Por mí me refiero. La mayoría las subo a primera toma. Eso explica las erratas. No es una excusa. Es mi blog personal y las erratas tienen vida también, ¿no? No soy ni tendré con ella esa actitud hitleriana de exterminarlas. No es que me siento orgulloso tampoco, I recognise, pero forman parte de todo el "how to do" del sitio. Es lo que hay. No le dedico tiempo. A veces me he sentido estúpido, mucho, mucho, al estar tres horas escribiendo una entrada aquí. Luego, es verdad, son las que más visitas tienen. En las que buscan fotos o explicas o cuentas o enlazas o yo que sé. Por otro lado es una espiral complicada la de darle a tus visitantes lo que creen que quieren. Aparte es loco contar con visitantes como si supieran algo de ellos, más allá del espejo de las estadísticas nada completas de blogger. Que sí, que a google le pides lo que quieras... Pero no es el objeto. Es un error que haya tanta gente visitando algunas entradas y es un error feliz, es lo absurdo. Y me hace sentir bien que las divagaciones tienen ojos detrás, vale, lo admito, me gusta eso, que a mucha gente aburrida leyendo tonterias le parezcan lo bastante entretenidas o el reto de escribir sin puntos, o hacerlo de un modo que no puedas dejar de leer desde la primera frase, lo que todo el mundo quiere, claro o buscando. no sé el qué, simplemente buscando. A ver. Es mi trabajo. Escribir. Y aquí no trabajo. Aunque escriba. Intento hacer precisamente eso. Escribir del modo que sea siempre que no sea una trabajo y por eso, no hay artículos, a la antigua usanza. No es escribir de modo profesional. Aquí entra lo de las erratas también. Es recurrente la excusa. Soy todo un experto en excusas desde que tengo uso de razón. Esa parte ni entra mucho en mis temas de blog. Las excusas. Me gustaría hacer cosas aquí que no hago o que simplemente intento sin éxito. Cosas que son, en apariencia al menos, útiles. Cosas útiles. Tengo una entrada en borrador que se titula: Comer toda la semana con diez euros. Es una guía. Pero no la completé. Con fotos y todo. Pura labor social. Diez euros. Una semana. La dieta completa. Apta para niños. Labor social. Escribir es, pues sí, es escribir pero no es trabajo. Está claro que no escribo sobre eso, sobre economía familiar, cuando me pagan por escribir. Que ni me pagan mucho, ni tengo mucho trabajo, que quede claro. Pero es una válvula de escape. También me gustaría hacer, creo que está también borrador, una entrada especial para cervezas de alta graduación. Especial Cerveza Extra. Y un especial de sabores de mahonesas. Soy un loco de la mahonesa. Pero cada marca es un mundo. Y del queso rallado. Que me parece interesante comparar los gramos y el precio. En fin, el terreno del queso rallado da mucho de sí. Por otro lado quería escribir y este blog está para eso también las andanzas de mi grupo Enrique Octavo. Que es algo que me propuse desde el primer día, documentar la cruzada musical y debo decir que me ha salido a medias. Suelo grabarme vídeos. Tocando y tal. Improvisando y tal. Pongo el fuego y cogo la guitarra. No espero. Toco lo que sale. Es parecido al blog. Es parecido a mi vida en general. Es esa sensación de no haber aprendido el modo ortodoxo de vadear la ola pero a fin de cuentas, surfear. Y así salen las canciones. Y luego está la banda, el grupo, los viajes... Eso es lo más divertido. Sobre todo si no tienes pareja como es mi caso ahora mismo y puedes contar todos los desfases. Y si el resto de componentes del grupo tampoco tienen novias, entonces el relato se vuelve coral y mucho más loco en términos generales. Es contar tonterías. Porque no hay nada importante que contar sobre Enrique Octavo o nuestros ensayos, mayormente inexistentes. Es ponerte en plan de contarlo todo, como se lo contarías por teléfono a una madre que lo pregunta todo y dejarlo aquí, para quien le pueda interesar. O simplemente para leerlo tú con el tiempo. Lo del grupo se extiende a la música. Con la música ocurre algo especial. Es un descubrimiento. Da igual el tiempo. No importa que el disco que estás escuchando se editase en 1976. Si lo estás oyendo aquí y ahora, ese disco se está editando ahora mismo en tus oídos. Y esos descubrimientos tienen mucho de esa pasión originaria y primitiva. Pasión pura por algo que conoces por primera vez. Esa atracción intelectual que no es física y la llamo pasión aunque sea un palabra contaminada por sus acepciones sexuales. Esos impulsos intelectuales. Es todo lo mismo. Por eso el post sobre la mahonesa está en borrador. Requiere su tiempo. Su información recogida de forma sistemática. Un pequeño vistazo a las etiquetas. Fotos. Hacerlas o buscarlas. Subirlas. Editarlas. Pues claro. Acabas pensando que no era tan buena idea antes de terminar. Si escribes tres líneas contra un columnista retrógrado, no te da tiempo. Antes de pensarlo dos veces, ya lo has subido. En mi caso, y es una contradicción que reconozco, me siento amparado por la no promoción que hago de mi blog. No le digo a nadie que entre aquí. Reconozco que a veces me he sentido tentado de conectar mi blog con twitter o facebook y que mis amigos o seguidores echaran su vistazo por aquí: Curiosamente, una vez fue uno de esos amigos el que enlazó el blog sin yo pedírselo ni sugerírselo. Era una época en la que escribí una carta abierta y en donde me hacía eco en sucesivas entradas de disputas de twitter o polémicas entre políticas. La típica mierda que no te piensas dos veces. En fin. Que no lo promociono. Como si eso me eximiera de alguna culpa. Pero es cierto. No lo promociono. Igual también por las erratas. En fin. Que acabas pensando que no tiene el menor sentido mantener un blog que casi tienes oculto y donde das rienda suelta a las repentinas iluminaciones o a los estériles debates políticos de a ver quien es más botarate. Muchas veces escribo rimando. Le pasará a muchos de los que escriben habitualmente. Y los que habrán aprendido a evitarlo o los que lo intentan sin que les salga. Es un ritmo. Como aprender a tocar la batería. Es como ser poeta también, cuidado. Que no quiero quitarle la mística. La tiene, claro. Aunque la rima, como el halago, debilita. Se pierde el fondo.O eso pienso. Brilla demasiado lo de fuera. La capa que se ve desde el primer vistazo. me voy a encender un cigarrillo y a pensarme si borro todo esto. Fumo demasiado. Esa es mi única conclusión. Y que siempre he odiado los blogs que no hablan claro. Que no dicen lo que realmente pasa, si es que pasa algo. Quiero decir, que no soporto a los que se hacen los interesantes. Hacerse el interesante es la primera constatación de que no lo eres. No hay más. Es claro. Quiero ser claro. Que parece que doy rodeos para no decir o decir a medias. Y no. Juegos no hay. Ni dobles intenciones. O sigilo. No hay vuelta de hoja por más que me empeñe en buscarle las vueltas a la utilidad del blog habiendo propuesto no tenerla, que no la tuviera, vaya. Es eso. Básicamente, un desahogo. Y ciertamente más consciente que sin querer. De lo poco que tengo claro es que quiero seguir actualizando esto. Sea como sea. A lo que haya. Sin desfallecer y dándole a la tecla. Con lo que sea. Seguir escribiendo. Seguir ensoñando. Seguir difamando. Seguir, simplemente. Con las contradicciones, las grandes pretensiones y con la habituales simplezas, que me gustan un poco también. Y ya está. la principal virtud es siempre la misma. Y vale igual de consuelo. Seguir vivos.

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