domingo, 20 de noviembre de 2011

¿Cuánto tardaremos en darnos cuenta de que no es un problema ideológico?

Un año. Un año y medio. ¿Cuánto tiempo tardaremos? En darnos cuenta de que ni Rajoy, ni Rubalcaba, ni Rosa Díez, ni Perico de los Palotes va a cambiar nada. No. ¿Cuánto tardará el mercado en agobiar al buen señor de Pontevedra? ¿Qué errores de estrategia nos aguardan y qué futuro nos queda? Si alguien le hubiera dicho al buen señor de León que iba a subir la edad de jubilación o que tendría que participar en la guerra, o en las misiones de paz o como sea. Es como si todo de lo que siempre renegaste, te volviera en tromba. Es como, dime de lo que presumes y te enterraré en ello. No sé de qué presume Rajoy. No sé qué va a cambiar. Muchas cosas, supongo. Posiciones ideológicas. Después de enmendar leyes de acuerdo a sus ideas, o de recortar libertades o cambiarlas o lo que sea. El problema persistirá. El problema es el sistema. Es un fallo de sistema. Es una deficiencia que no tiene que ver con la ideología, sino con el actual escenario financiero. No pinta bien. Y el tiempo que vamos a perder, en los gestos a su hinchada, en los debates en terreno baldío de la ideología, del aborto al matrimonio homosexual o lo que toque. Es el caso. ¿Cuántos días pasarán hasta que nos demos cuenta de que no es un problema de izquierda o derecha? Son igual de injustas. Son igual de poco funcionales. Ya lo veo: Los primeros cien días de Rajoy. Y bla bla bla. Nuevos ministros. Nuevas áreas de poder. Nuevas pleitesías. Un año. Un año y medio después, ¿qué habrá cambiado? No es un tema administrativo. No es una forma de hacer política. No hay diferencia. No, en el fondo de la cuestión. No en los que deciden en último término. Es así. Lo otro, la fachada, la coartada o los escenarios de base, el discurso que se apropian los militantes. La estructura de partido y los favores. En fin. Pasará el tiempo y no llegarán las soluciones porque, insisto, el problema no está en la izquierda ni en la derecha. Hay un fallo estructural en el sistema porque no está blindado ante la especulación financiera. Ni lo estará. Pueden que cambien actitudes o entornos pero no cambiará la base, el fallo de base y no es que no sea optimmista, lo soy. Soy muy optimista. Si no lo fuera, no escribiría esto. Es una minoría. La que no está alineada con ideas prehechas de otros. Somos la minoría que no pertenece a nadie. La minoría que ni va a votar ni le interesa, porque sabe que en el fondo, la suerte está echada. Bueno, si a eso se le puede llamar suerte, claro.

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