martes, 26 de enero de 2021

Quizá mañana lo encuentre

 Hoy me he encontrado por la calle con  el dueño del martillo neumático que me lo prestó hace dos semanas para picar el sótano y no me he atrevido a confesarle que ayer se quebró misteriosamente la punta. Me he callado como una puta. Vendrá la semana que viene, eso me ha dicho. Hoy han salido diez espuertas. Mañana hay ITV. Se me está haciendo larga la semana. Ahora no tengo martillo, solo el mazo. Va fino. Cae el hormigón como terrón de azúcar. Es como una mina en miniatura. No deja de salir arena. Me seca el cerebro. Debo estar poniéndome fuerte. Me veo igual de redondo. Me canso mucho. Por la noche pillo la guitarra un rato pero no grabo. Tampoco toco la batería. Antes lo hacía a diario. Iba progresando. Es todo muy lento. Todo progreso parece inapreciable y me frustra pero sigo con ello. Soy un pesado, ya sabes. Escucho mucha música. Discos antiguos. Y recuerdo sensaciones de entonces. Es curioso.


Tengo una agenda para no olvidarme de hacer garabatos y apuntar anhelos. Es curioso que tachar lo que haces nunca es tan placentero como sufrido me resulta remarcar lo que se queda sin hacer. Tengo un bolígrafo rojo para esa tarea. Tengo tres agendas en realidad, la diaria, la de proyectos que la llamo así y la del grupo. Canelita hoy ha comido filete. Duerme como un angelito. A mi me cuesta conciliar el sueño. La agenda del grupo tiene pocos tachones. Poco hecho. Como el filete. Parece que nada tiene sentido y luego encaja. Llevo unas semanas regulares, no me lo tengáis en cuenta. Ni eso ni nada. Me pitan los oídos.... Mi abuela decía.... A veces pienso que Canelita es el espíritu de mi abuela. Otras, creo que es mi abuelo. Y casi todo el tiempo pienso que me pasan muchas tonterías por la cabeza. Tengo la cabeza bomba. Me dan las cuatro de la mañana y no me doy ni cuenta. La agenda de proyectos tiene apuntes muy variados: ideas, calendario... Y unas páginas dedicadas a la parte emocional. Las emociones pesan. Sin ellas en la ecuación, se pierde gran parte de la esencia. Está desordenada, claro. Lo está todo. El desorden manda. Yo acato y me recuesto en el sofá que me retuerce el cuello. La tensión hace lo suyo. Como réplicas de un terremoto. Uno detrás de otro. Como está pasando ahora. Vaya trago lo de los temblores. Y me pilló sentado en el suelo.


Más de trescientos terremotos en un mes. Viene fuerte el nuevo año. Estoy harto de estar instalado en el desastre. Que sea todo un susto. Se está alargando la mierda ésta y mira que no paro y no dejo de hacer cosas. Me cuesta pensar en términos de normalidad pero me pasa desde siempre. Qué es normal. Y sobre todo, por qué. Habría que medirlo todo en términos de presupuesto. Sería lo justo. No sé por qué algunos títulos ponen el coste y la recaudación en Wikipedia por ejemplo. Me acerco mucho a la estufa y me quemo. Me alejo y me da el frío polar. Así con todo. En extremos y con rasca casi siempre. Sería mejor no perder el calor de uno. El que nos quede. Sin estufa estoy jodido. Con ella, también. Es perfecta para resfriarse. El frío es psicológico. Lo repito siempre que puedo. Eres un termostato. Nadie sabe nada. Los idiotas salen a la calle a que les aplaste una cornisa. Tuve una novia chilena. Dos meses o tres. Novia es mucho decir. Nos pillamos con ganas. De la época en la que tenía de ambas, novias y ganas. Ahora estoy jodido de soledad y tedio. Parece que no pero decirlo aquí, alivia en parte. Una parte pequeña pero parte. Parte a parte. Nadie sabe cómo se va uno administrando las partes y de eso se trata. Como El Padrino. Las disgresiones temporales.


Recuerdo cuando era niño. La misma azada. La misma tierra. Un caño de agua y un surco. Juego con la tierra y hago un río. Soy feliz. Ese olor. El barro. Soy feliz en el barro y con la tierra mientras veo que el agua avanza y abre surco. Mi padre está trabajando en una esquina y nos habla de vez en cuando. Es un río para regar. Había un huerto. Solo jugaba con la arena. A veces siento que es lo mismo. Que me mira incluso. Y cuando sudo, quiero creer que estoy jugando igual. Soy feliz como con cinco años aunque me cansa.  Una alegría primigenia. Pienso en tonterías. Mi abuela se pone a maullar. Algo me devuelve a la tierra. Me llevo diez minutos en la luna. En los ríos de la luna. Jugar a hacer ríos era apasionante y luego poner clicks de Playmobil en las orillas. Eso era lo máximo. Poblar el cauce. Soy feliz durante cinco segundos como con cinco años. Me siento capaz de todo. En un breve lapso. Todo es posible porque lo es pero no suele ser para bien. Todo lo malo es posible y lo peor, probable. A pesar de que lo más corriente es que nunca pase nada. Las cosas cambian. A veces sin darnos cuenta. Hace tres meses me puse de albañil por primera vez y ahora estoy de peón, recordando juegos de infancia con las montañas de tierra. Sentir la tierra. Igual todo tenía un sentido. Quizá mañana lo encuentre.


Se me perdió una llave. Salgo a correr. Hago cuatro kilómetros y medio. Ida y vuelta. Siempre la misma ruta. Ya lo he contado, no lo sé. Voló el mechero con el llavero que, por ser preciso, llevaba dos llaves. Las del sótano. Que se cayó en un tramo de casi cinco kilómetros y las encontré al día siguiente. No podía fallar. Siempre veo los mismos botes aplastados, la misma basura. Sin solución de continuidad. Voy bordeando un parque natural para que sea aún más penoso. El tema de la limpieza no es el asunto pero cuando uno se fija, pues deprime un poco. Pensé en irme agachando pero no es gran idea. El caso es que lo encontré. Lo encontré! Llaves y mechero. Increíble. No fue de suerte, no me rendí y busqué, miré, no lo dejé pasar. Me da miedo cuando me pasan esas mierdas porque me obsesiona y no me rindo. No siempre sale bien pero casi siempre lo consigo. Eso me hacer sentir orgulloso, la virtud de la obsesión, lo único. Igual mi abuelo no es el gato, lo admito pero tiene un gesto que me recuerda. Está todo en el cerebro y en el cenicero.


Quizá mañana lo encuentre. Quizá mañana ocurra. La fe es una jodienda. Siempre te tima. Es un truco. Es como la magia. Cuando era más joven y más ingenuo, me sorprendía con todo y tenía la fe menos vareada. No ha cambiado tanto la cosa. La vara es la misma. Pensaba que me podía enamorar en el autobús, por ejemplo y luego ya me saqué el carnet de conducir. Lo inesperado que podía ocurrir en una noche. Antes de la pandemia. Sin toque de queda. Sin ningún toque. Nos han robado lo inesperado. Hice una canción repitiendo esa frase a saco. Era una caca. Canelita se ha despertado. Mi abuelo era muy suyo. Tenía un par de cojones y era un hombre bueno. Todos los relatos orbitan en los ancestros. Mi abuela era pura ternura. Canelita es más amoroso pero tiene un despertar regular. Le gusta aprovechar un poco la madrugada. Se pega un par de panzazos y para la calle. A mi las noches se me hacen eternas. Debería leer. Lo que sea. Leer y que me de sueño. Irlo dejando el libro mientras ya no lo sujetan los párpados. Se pone a maullar o viene y me da con la pata. Hace lo que le da la gana. Es un gato genial. Tiene su propio espíritu. Me cansa escribir pero no me duerme. Estoy harto de confinamiento, soledad y tertulias de mierda. De datos chungos y de malos ratos. Me gustaría tener en mente una fecha que me ilusionase un poquito. Tener los ojos en la primavera. Quizá mañana la encuentre.

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