miércoles, 30 de abril de 2014

Dejar regar

Dejar reposar las canciones.
Quien dice canciones, dice poemas... Dice cajones. Dejar las cosas en cajones. Que maduren o se pudran para siempre. Es un recurrente consejo. Añádele tiempo. Es la mejor forma de ver hasta que punto era enclenque la movida, lo que fuera que hayas hecho en un pico de entusiasmo, o de sentimiento, o de lo que sea.
Dejarlo.
Un tiempo.
Dejarlo un tiempo.
Eso en las parejas es otra cosa y de amor no os voy a hablar, que luego lo releo y me siento estúpido del todo, sentirse un poco estúpido es bueno, creo. Del todo, no. Claro. Un poquillo. Una estupidez de vez en cuando hace que el resto se realce.
En fin, escucho al mirlo.
Me recuerda que antes de que sea de noche debo regar. Y el gimnasio. Me flipa nadar. Ya lo sabía, no es novedad. Es el del ella. Nos apuntamos juntos. Al escribir esto, me da un poco de escalofrío. Cuando he ido, bien. Me meto por el parking. Es to pro. Es la movida, el amor, el amor.... menudo rollazo, amigos. En fin. Jardín. Piscina.
El blog es un agujero negro.
En el blog se deja reposar poco, ¿no? O nada. Está la carpeta borrador en la que acumula mil movidas a medias que a última hora parecían estúpidas del todo. Y están descontextualizadas, que es lo de siempre. Que no tienen chicha. Y se quedaron ahí, no hay ni una ni dos.


Lo de dejar reposar suena a mentira.
Como lo de que no te puedes bañar después de comer por la digestión.
Dejar reposar la comida.
viene a ser lo mismo. Prudencia para meterse entre las olas o para las rolas, en fin. Es lo que tiene. La emoción. El sentimiento.
El otro día un colega que en fin, se dedica a cosas de neurología y estudia el cerebelo y noséqué me decía que yo ya estaba viejo como para aprender a tocar bien un instrumento, como un profesional, decía. Yo le contesté, hombre, tampoco es eso. Que puedo aprender, creo que dije. Aprender, todo el mundo puede aprender. Y él me dijo que no. Que para destacar en un instrumento y tener nivel hay que criarse desde pequeño con él, y tener técnica, dedos... Al verme poco convencido, recurrió a su campo. Es que el cerebro hay que moldearlo desde pequeño. Es un tema de neuronas, de conexiones, me decía. De años. De práctica. Paparruchadas, le espeté. A ver. Y, ¿la emoción, tio? El puto sentimiento, tio. Y la motivación. Si quisiera, por cualquier motivo que no acierto a comprender, ahora mismo aprender a tocar la tuba y ser un puto tubista de categoría, tengo claro que podría. O el fagot. O el xilófono, que me gusta más. Pero solvente. Igual no un fuera de serie. Vale, esos empiezan desde niños y ya de mayores, pues son referencia. Pero como para ganarme honradamente la vida tocando la tuba en todo tipo de grabaciones, sí. Si quisiera hacerlo.
Eso no le coló mucho.
Volvió al cerebro. Que era algo físico. Que el aprendizaje es un proceso primero mental pero luego de capacitación física y mucho tiempo, en fin. Que no. Le dije que la gente sube montañas de yoqusécuánto y que hay motivos que van más allá. Y es exponencial. El aprendizaje, digo. Es un proceso exponiencial. En cinco años puedes tocar la tuba como profesional. Dedicándote a ello, claro. Cualquier cosa. Que dependa de uno y que uno realmente quiera hacer. ¿Ser astronauta? Pues no, porque no depende exclusivamente de ti. ¿Jugar en el Real Madrid? Pues tampoco, por lo mismo. Pero cuento todo este rollo, porque mi amigo realmente se quedó callado cuando le dije que la parte psicológica influye de modo definitivo en cualquier tipo de aprendizaje y lo dificulta porque no son magnitudes que se puedan acotar fácilmente, el rencor, el odio, la energía que genera o que canaliza de un modo creativo, ese camino que se va abriendo entre la espesura, no es una conexión neuronal que se entrena como los que quieran sacar culo en el gimnasio. Esa frase es de Toteking lo de sacar culo en el gimnasio. En fin. Debería ir al jardín y al gym y dejarme de rollos.
Dejaros reposar.
Eso debería hacer.


¿Qué es lo que importa de verdad?
Aparte de regar los tomates.


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