lunes, 12 de marzo de 2018

On the road (to ruin) again

bueno chavalotes pues volvemos a comer kilómetros y a tragar sapos y culebras por los bares musicales de este país, y es que esta semana tenemos cinco conciertos, ojo al matojo, cinco nada más y nada menos en seis días, y lo vamos a hacer con mucho gusto. Un desfase bien guapo que espero que salga a pedir de Milhouse pero que no tengo ni idea como va a responder la gente. Espero que tan mal como siempre y nos ignoren plácida y tranquilamente. Eso ayuda para quitarse presión y vuelve mucho más íntimos los recitales. Ahora es como estar en el campo base y echar la vista hacia arriba, para ver el pico escondido entre nubes blancas y plomizos cielos que aventuran amenazantes tormentas y afilados rayos. No solo por el temporal, al que temo como vare verde pero aún peor son las tormentas temperamentales. Que son seis días y cinco conciertos. Cinco conciertos seguidos. Y comer... Buscar restaurante, ponerse todos de acuerdo. Eso es casi peor que buscar aparcamiento en una ciudad desconocida, que personalmente, además de conducir con niebla, es lo que peor llevo. Y eso, que espero que mole. Al final, el que busca los sitios y contacta, escribe, llama, etc... El pesado, vamos. Lleva una presión añadida, la llevo yo en este caso, que soy el que se encarga de todo y el que da por saco a unos y otros. Y el que tiene que tener plan b y plan c y plan d, un plan con cada letra del abecedario por lo que pueda pasar. Y el que se come los marrones, el que se hace bocadillos con los marrones, soy yo y esas mierdas de última hora que son jodidas y más coñazo que yo y que me hacen perder pelos del flequillo a toda ostia. Aunque ahora me calmo y digo: Pues, a empezar de nuevo. Si se jode algo o me cancelan una fecha. Es como un rompecabezas. Pero a veces sale bien. Muy pocas veces, siendo sinceros. Luego si es que por intrigas e incógnitas del destino la cosa sale bien, nadie se acuerda de que los metí yo en todo el embolado y toda la movida, lo que es casi mejor a decir verdad porque nunca o casi nunca sale bien. Mejor que no se acuerden. Es una utopía, es decir, tiene que salir mal o razonablemente mal para que se cierre el círculo. Es loco autollevarse y organizarse como dios te da a entender en un mundo tan lleno de hijos de puta y de privilegios, en un mundillo tan jodido y tan injusto. Es el mercado, amigos. Y es la gira más larga que hemos hecho. Es kilómetros y en días. Es un hito para mi grupito. Y bueno, son muchos días, mucha penuria. Mucho beber. Poco avituallamiento. Nervios a flor de pie. Y mucho peaje. Mucho diesel. Mucha comida rápida. Mucha patata frita. Muchas grasas saturadas. Todo el pack. Y encima llueve. Y caen rayos. Ir de gira con mal tiempo es el colmo del atrevido. La gente si llueve  no va a conciertos, como es bien sabido. Como si las salas o los bares no tuvieran techo. Aunque para temporal la que vamos a soltar sobre el escenario. Personalmente voy a granizar. Estamos con ganas y rabiosos. Muy rabiosos. Somos una borrasca en formación. Y con muchas ganas de soltar los bichos. Es super difícil sacar esto adelante y por otro lado, es fácil. Es ir. Es atreverse. Es darlo todo. No podría hacerlo sin el arrojo y coraje de mis colegas y compañeros. Y sobre todo, los grupos que nos ayudan o que se atreven a venir con nosotros de gira, o a tocar juntos y que les dejemos las tablas calentitas, que no son tantos. Me gustaría contaros todos los detalles de cómo se gesta esto. Como se van sumando, o restando, fechas. Porque es curioso. Y azaroso. También es sintomático. De cómo funcionan los garitos. Y los dueños de garitos. De sus tics. De como pasan de todo. De sus movidas. De sus imposiciones. De las condiciones... Es para hablarlo a las claras. De donde te dan cena. De donde te dan un fijo. De donde no te dan ni un botellín. De donde te dan mucho por culo. De donde te cuidan como a un hijo. Y los grupos no cuentan o no suelen contar eso. Sería muy útil. Básicamente de esto no se habla porque, en general, es paupérrimo el panorama y le quita toda la épica y la magia al asunto. No hay mucho glamour en los cachés negociados a la baja por bares musicales que no suelen tener licencia o ya ni eso, no tienen escenario, ni luces, ni nada... Ni público. Es curioso que hay bares que montan conciertos para salir del bache. Para atraer a la gente. Y es justo al revés. O que no tienen ni un triste micro... Y no te dan ni un botellín. Es todo a pelo. Y bueno,no está bien o no está ni bien ni mal. Que esto no es para quejarse ni para lloriquear. Es así y ya está. Lo aceptamos. Por momentos, incluso disfrutamos. Si no fuera por esas condiciones tan extremas, no sería tan epopéyico. Pero es duro. Molón y jodido a partes iguales. En serio que sería genial contar esas cosas con detalle. Y como se cancelan o anulan a última hora o aparecen en la prórroga nuevos sitios donde tocar. Puestos a contar, habría que hablar también del público. Las faltas de respeto. Las conversaciones que se oyen más que las guitarras en limpio.:. La falta de atención. La falta de miramiento. La falta de todo o casi todo. Pero hay algo peor que la gente hable en los conciertos, y es que no vayan ni siquiera. Así que si veis por ahí un cartel de Enrique Octavo, pues ya sabéis. Venid.

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