miércoles, 12 de septiembre de 2012

Los Corralones

Acabo de leer esta noticia.
Una pena.
http://www.diariodesevilla.es/article/sevilla/1350835/ayuntamiento/desmantela/bares/clandestinos/la/calle/castellar.html


Solo estuve una vez y me quedé impresionado.
La energía, la vibración positiva y el ambiente que se respiraba en este peculiar recinto de Castelar.
Increible. Y me recordaba a mis años en Sevilla siendo más joven y a la antigua Alameda.
No hay duda que tenía algo especial. Los botellines a un euro, por cierto.
Más allá de las cuatro de la mañana, botellines a un euro, es insólito en todo el panorama nacional.
Pero no era un tema de dinero.
Había un grupo subido a un altillo tocando en directo. Olor a comida auténtica cocinada en ese momento y que, a esas horas, hace que las tripas bailen solas. Gente de todo tipo. Artesanos con puestos. Una arquiéctura antigua. Una solución pura y real a los desmanes urbanísticos. Un recinto con vida propia. Una distribución especial. El sonido metálico de un futbolín al fondo.
Si buscas auténtico en el diccionario, deberían aparecer los Corralones.

Pensé: Esto es impensable en Granada.
Efectivamente. Si aquí se persiguen a los bares con licencia, con limitador y con la madre que los parió, un lugar como Los Corralones no duraría dos fines de semana.
Pensé que seguro que en el Realejo o en el Albaicín debería de haber, ojalá sigan en pie, corralas parecidas o edificios que tengan esa especial distribución y que debían o deberían o que se sería genial que fueran ocupados por gente que se la juega como se la juegan los de Los Corralones. Es un síntoma de una ciudad viva. De un ocio nocturno que no está aborregado, que no cumple con determinados requisitos estúpido que nos convierten en ganado: la alfombrita roja en la puerta, el gorila que mira de arriba a abajo y los diez euros mínimo de entrada por una o dos copas, en el mejor de los casos. No, no es eso ni lo que quiero, ni lo que me gusta, definitivamente, no.
Esto era otra cosa. Y no es solo el encanto de la clandestinidad, que también.
En Sevilla siempre han existido este tipo de lugares clandestinos con los que flipar.
De la etapa estudiantil, era un clásico para terminar la noche: La Farándula.
Quién lo conoció, lo sabe. Que decía el poeta.
Y con los Corralones, lo mismo.
Si estuvísteis, lo sabéis.

Lógicamente entiendo las molestias para los vecinos, las quejas y todo lo que puedan alegar en contra. Llevan razón: no tener licencia, no cumpliar con Medio Ambiente, en fin, todo lo que quieras. De acuerdo. Pero tiene otro alcance. Es una respuesta clara y contundente contra la especulación inmobiliaria que deja morir este tipo de edificios peculiares para hacer negocio con ellos y no respetan la tradición, en este caso, la de un corral de artesanos reconvertido en otra cosa, pero que tiene un arraigo y un espíritu que pervive en él y que se debe mantener. Por encima de intereses particulares, relacionados con el precio del suelo. Pienso también en los que tendrían su pequeña barra o su grifo de cerveza allí, en la calle Castelar y que tampoco se habrán forrado con los botellines a un euro, y que ahora estarán empapelados hasta arriba, les mando ánimo y apoyo desde este humilde blog para que en el el futuro se embarquen en nuevas iniciativas tan llenas de corazón y espíritu como la de los Corralones.

Una foto (no muy buena) que hice con el móvil desde dentro cuando estuve allí:

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