martes, 18 de septiembre de 2018

Planchar los miedos de mañana

hoy me levanto tarde y veo la televisión, tengo la mañana llena de pequeñas tareas y oye, es martes, espero que me cunda y salga para adelante, tengo que ir a una oficina de la administración a hacer papeles, tendré que hacer cola durante hora y media, en mi cabeza ya llevo un rato haciendo cola, una ducha rápida para refrescar ideas, a veces no me da tiempo y voy con las ideas secas del día anterior, con las ideas malolientes de un par de jornadas, me he propuesto prepararme la ropa el día antes para salir del baño ya vestido y hacer lo mismo con lo que tengo en mente, dejarlo preparado porque al final todo es la referencia que tomes, el eje sobre el que pivota y si es un punto de apoyo aleatorio pues suele pendular hacia el desastre, cimbrea la desesperación por el aleteo de un mosquito próximo a la oreja o por un contratiempo puntual que no acarrea mayores consecuencia y compartimos reloj, el tiempo es en apariencia el mismo para todos, para todos los que hacemos cola en la oficina de la administración, para todos los que no hemos pedido cita y viene a ser el mismo mecanismo, el de las citas, acotar el desastre o guíarnos de forma mínima frente al caos, debería imitar eso, darle número a mis cuitas y poner en fila la desesperación, que no es que vaya a cambiar los resultados, va a pasar lo mismo o en la cola vemos como el caos no se atenua, por el lado de los funcionarios al menos y la sensación es de desastre permanente, las sensaciones pesan en esto porque es la antesala de lo que ocurre, el primer proyecto mental asienta los cimientos

Se me está yendo
Vamos a intentar encauzar
Dar cita a la ansiedad, darle número a la preocupación, dar un horario a la flagelación mental de los finales posibles o los comienzos imposibles
Seguir un sistema para preveer el tropiezo, para amortiguar la bajona o para la reducción del daño íntimo que nos causa que las cosas no pasen cómo esperas, eso no lo sabe nadie, nadie comparte las expectativas que nos susurra nuestra voz interior y que no expresamos, que están solo ahí y que, incluso para nosotros mismos, son desconocidas en parte, cómo hacerlo, oidos sordos a nuestra propia voz interior, dejar la ropa del día siguiente preparada, dejar el desaliento doblado en la silla, dejar abrigo para lo inesperado pero es que lo inesperado es difícil de abrigar, buscar un cobijo en algún punto de nuestro sistema nervioso, con algún truco, con alguna técnica, que esto es como hacer yoga según me han contado los que lo hacen, es una forma de vestirse cada mañana con un manto bien meditado de ponderación sana de cada respiración, he pasado frio esta noche, he dormido en el sofá, me pasé muchos años durmiendo en el sofá, primero por una cosa y luego por otra pero explicaselo a mi espalda y a mis hombros que se despiertan siempre atenazados, el cuello se me cae para el lado y me entra el frio por la ventana como por la boca de un buzón, le temo a este frio invierno, deberíamos dejar listos los temores para plancharlos al día siguiente, llevar el miedo bien planchado a todos los sitios y una cartera con todo lo que hierve en el coco, lo no hecho, lo que no debería haber pasado, lo que no haremos, lo que no ocurre, los que no nos contestan, los que contestan lo que no nos conviene... El cúmulo de negativas lo llevamos, queramos o no, como un clavel en la solapa. El aroma que desprende nuestro ánimo nos hace de complemento o nos engalana de estigma. Es dificil explicarle todo esto a gente que no te escucha. A gente con miedo. En las noticias nos meten miedo. Miedo razonable pero sobre todo miedo razonado. Luego el miedo usa nuevas razones y es cuando de verdad asusta. Liberarse del miedo en cualquier parte del proceso. Se me agota la batería, trece por ciento. Es el primer aviso, Al siguiente me dice que con once lo enchufe y después simplemente se apaga. Bueno, lo dejo aquí, que tengo mucha plancha. Todos los miedos de mañana.

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