domingo, 11 de octubre de 2020

Una lavadora sucia por dentro

Volver a escribir casi a diario es raro. Es como retomar la bicicleta . Como estrenar una o que te la presten. Sentir el aire a ritmo de pedaleo. Volver a tocar. Volver a leer. Sentir la brisa de las páginas al pasar. Y barrer en las esquinas de la imaginación donde se acumula el polvo y la desgana. Limpiar la mente con libros buenos o discos genuinos. Poner un disco que de verdad te gusta. Poner el volumen a tope. Ir a otra habitación y escucharlo bien. Disfrutar con lo sencillo. Lo pensé el otro día. No dejamos de escuchar novedades o música que se comparte en redes sociales y todo son estrenos y lanzamiento y lo nuevo y lo más nuevo de lo nuevo y qué hay de los discos que siempre te han gustado. Pues uno de esos. Lo pones y dices: ah claro. Es como probar un sabor nuevo o pedirte el bocadillo que sabes que es el bueno en el bar del pueblo.  Hay gente que solo escucha eso. Que no sale de los discos que le gustan. Es decir que no oyen absolutamente nada nuevo. Nada. Mucha gente. Mucha mucha más de la que crees. Para eso no vale lo de antes. Nada de nada. 

 Volver a tus discos. Volver a escribir. Volver a estar solo. Volver a dormir en el sofá. Hay migas en la colcha. Ya he cenado . Estoy cansado. Un sencillo cansancio. Voy a tirones. Hoy estrené lavadora. Estaba sucia por dentro. Vaya paradoja . Me quedé pensando en ello. Es una lavadora nueva. Por fuera se ve bien.  Le tengo cariño a la vieja lavadora. Se me caído en el pie al sacarla. Nada grave pero me hizo sangre. Tendré que llevarla al punto limpio. Los puntos limpios deberían llamarse puntos sucios en realidad. Estaba sucia por dentro. La lavadora nueva. Ha sido un estreno amargo por qué no decirlo. He puesto un programa sin ropa y con detergente pero no hay mejora. No sirvió de mucho. Escribo tumbado. Con el móvil en ristre y el teclado predictivo. Hoy he bajado toda la madera al sótano. Me quedé con las tablas y dos puertas del portal de mis padres. Lo han reformado. Este verano. Mármol y las puertas de seguridad. La madera la cargué en la furgo. Una de las puertas tiene un cristal. Las dos tienen llave. Hoy bajé todo al sótano ...

Voy a terminar en estas semanas con la sala. Quiero que sea la sala principal de grabación. No sé cómo va a sonar y cómo de insonorizado va a quedar. Tengo que buscar otra puerta. Y dos cristales.  He hecho fotos del proceso. Ver hoy toda la madera dentro me ha dado una alegría especial. Me queda un mundo por hacer. Pero poniéndome puede estar listo en dos días. Tengo la sospecha que tendrá su complicación.  Ver la madera junta me ha animado pero si pienso en todo lo que queda, me agobio rápido. No tengo prisa. Me da miedo el tema de la lluvia. La posibilidad de que se inunde. Con tormentas fuertes. Voy a hacerlo a mi manera y es mi idea . Eso también me tensa un poco. Estoy en tensión y sin hacer nada la mayor parte del tiempo. Otra paradoja. 


Es una mierda cambiar de electrodomésticos si realmente siguen funcionando. La vieja lavadora iba bien. Pero con las manchas era benigna como un  profesor mayor a punto de jubilarse que da aprobado general. La ropa quedaba regular. Esta un poco oxidado la entrada del tambor. Y hay restos de color naranja en el cajetín y por donde cae el agua. El aspecto es regular. Más de veinte años la contemplan. Puede que treinta. Sin duda está en el segmento de clásico en el apartado lavadoras. Le tengo cariño. Que estupidez no? El afecto a un electrodoméstico y además viejo y herrumbroso. Es tonto. Lo admito. Debo serlo un poco. Los afectos a objetos inertes son un poco tontos o tontos del todo. Me pasa con una licuadora de los setenta de mis padres y una máquina de hacer palomitas de los ochenta. Me pasa mucho. Debe ser un lastre mental. Otro más. 

Hoy es domingo. Los domingos escribo con menos exigencias. Tampoco es que el resto de la semana le pida mucho a estas líneas. Ellas a mi tampoco. Estamos con la balanza bien nivelada. Poco a poco las cosas se hacen. Como si vinieran dadas. Como si fuera la culpa de otro. Como si ese otro no somos nunca nosotros. Siempre pasa algo que no esperas. Eso es el material. De esto. Del lento diario. La desesperanza en general. Lo desesperado en particular. Lo inesperable casi siempre.  Al  descubrir que la lavadora nueva olía raro, el duelo por la vieja ha ido en aumento y claro. No me lo esperaba. Me ha dado una pena rara. Una pena por lo inerte que hemos quedado que es una cosa tonta. Mis domingos están llenos de este tipo de cosas .

Y he tenido dudas. Cambiar o no. La lavadora vieja estaba herida en sus sentimientos. Y su venganza: caerme en el pie derecho. Aun me duele. Me jode tirar cosas que funcionan. Aunque no las use nunca. Caso de la licuadora. Que roja por cierto. Roja y con franja blanca como el coche de Starky y Huch. Muy bonita. Muy auténtica. Poco práctica.  Está en una caja. O eso creo. No se dónde. Ni falta que hace.


He movido las maderas como tres veces en seis meses. Me pasa mucho. Que cambio de sitio las cosas. No tienen sitio fijo o necesariamente las suelto donde sea y luego, estorban y así. En círculos. Me ha pasado más veces en la casa. Con las cajas de mi abuela. Con muchos muebles. Nómadas de habitación en habitación buscando la pared definitiva en la que dejar su silueta blanquecina para siempre. Muchas cosas. Siempre hubo muchos trastos aquí. Yo el primero. Voy poco a poco. Hago lo que puedo. Podría hacer más. Eso seguro. En el rato de divagar ahora podía estar cortando madera. Me pase el confinamiento cortando madera. Es de lo mejor que hacer para pasar el tiempo. Cortar madera a mano. Con la sierra, en mi caso. Fantaseo mucho con una máquina que simplifique el proceso. Sería otra cosa. Con la sierra era muy manual y estaba bien. Para aliviar tensiones. Escribir en el blog y cortar madera viene a ser lo mismo. Me siento orgulloso de reciclar el portal del edificio y las maderas de por ahí, juntarlo todo y que quede bien. Que merezca la pena. Espero que sí. No estoy seguro y tampoco convencido. Pero para hacer algo, a veces es inevitable equivocarse. Una vez al menos. Me gustaría que quedase perfecto a la primera pero tengo mis dudas y mis reservas. Es mi primera vez en la movida de las reformas. Me molan mucho. No tengo ni idea. Ni de eso ni de nada. Lo pienso a menudo. Me vengo abajo con cualquier contratiempo tonto . Es un fastidio ser así. Trato de cambiar eso. Me temo que aparecerá y siempre va a aparecerá un pero, una pega, un problema, un imprevisto, un imponderable, un imposible o un impensable pero el caso es encajar con sonrisa y que nada te turbe. Pero de verdad. Del todo. Cero turbación. No dejarse impregnar de melancolía. Luego no se dónde están las cosas porque no dejo de moverlas. Se me ha perdido el cincel por cierto. Quería escribir sobre ello. Perdí el cincel. Da para entrada nueva. Es todo un tema. Tengo sed y sueño. Me gustaría un postre de chocolate pero no tengo. La semana pasada fui a las 4 de la mañana a por unos dulces al horno. Porque están recién hechos y se deshacen como hojas secas al pisarlas. Unas napolitanas de chocolate que me gustan. Un hojaldre bueno. La panadería del pueblo. Ir de madrugada. Esas cosas me gustan. Pan o dulces recién hechos. Recién salidos del horno. Y el silencio. Las calles dormidas. Ningún coche. Ningún ruido . No es para todos los días pero me gusta hacerlo de vez en cuando. La cuota de chocolate semanal. 


Y que he perdido el cincel. Que es un tema capital. En el que entraré con más detalle en venideras entregas de mis nulas aventuras en casa. 

Seguiremos con ello. 

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