jueves, 18 de octubre de 2018

Se me ha caído el movil al bebedero de Canelita

Pues se me ha caído el móvil al bebedero del gato y....¡se lo ha bebido! No, es broma. Si hubiera caído en el comedero, lo mismo sí. Que tiene un saque que flipas, el gachín. Capaz mi Canelita de comérselo de una bocado un móvil con carcasa incluida. Está hecho un toro. Que gordo se ha puesto el cabrón. Estas últimas semanas le han sentado genial. A mí también, qué coño. Come mucho y es feliz. Ha engordado mogollón. Sospecho que no es lo más mejor para su nutrición. Es más tiene como desórdenes alimenticios, un poco de bulimia pero sin vomitar. Pero yo solo quiero que sea feliz. O que esté contento, al menos. Somos felices juntos, es un hecho. Y es más de lo que se puede decir con casi cualquier otro ser vivo sobre la faz de la Tierra. Sin exagerar. Lo quiero tanto como a mis plantas del jardin. Bueno, un poco más... Porque me habla. Miau, miau me dice pero sin pronunciar la i. Mau, mau. Creo que mau significa comer en su idioma. Pero volvamos al desgraciado incidente del salto del ángel del teléfono en el bebedero de agua. Me había agachado para desmigarle un filetito de cena, se lo tengo que hacer cachitos como a un bebezote y llevaba el celular en el bolsillo de la camisa, y ha sido flexionar las rodillas y todo a una. Doble tirabuzón. Y lo saqué del charquito a los cinco segundos. Pero me quedé pillado, claro. Cosas que pasan. Cosas que pesan. También cayó el paquete de tabaco, el papel de fumar... Estaba recién llegado a casa y a veces cuando salgo del coche, llevo paquetes o bolsas o las llaves o lo que sea y me echo un montón de cosas al bolsillo de la camisa. Y lo peto. Y cuando he llegado y he abierto la puerta, que iba cargado, pues mi rebolondo felino amigo anaranjado estaba todo hambrientoso, y con su ansía de por las noches, así que del tirón me he ido a ponerle la cena. Y zas. La fatalidad salió al encuentro. Se ha mojado y ya. Digamos que no se ha sumergido. Ha sido una ahogadilla. Cosa leve a primera vista pero jodida. He tardado tres segundos en reaccionar. Quizá cinco. Tenía el pringoso filete en la mano. Y mi apollardaera natural, claro. Ayer me tomé un par de birrillas, lo que me hizo verme peor y aún más torpón y desarmado ante el infortunio que lo que sería lo habitual. El tabaco se salvó y el papel, también. Mira tú. El móvil fue el que más buceó después de hacer la carpa. Y lo he encendido ipso facto, mal hecho por mi parte, hay que esperar a que se seque, que me ha dicho hoy mi bro, y lo sequé con la camisa para ir corriendo a enchufarlo. Y había que esperar pero ni idea. Yo, ni puta idea como de casi todo. Y bueno, anoche pues superficialmente le quité cualquier gotita jodedora o jodientosa y voilá, lo puse a cargar y no habia muerto.¡No había muerto! Increible. Casi lloro. Pilló corriente. Me flipé. Le di al botón de encendido. Oh, cielos. Dió un chispazo. Tardó un poco en procesar pero de pronto la pantalla se iluminó. Funcionó. Tope fuerte. ¡Bien! No me lo creía. Y la sim no iba. Sin Sim. Pero con el wifi me funcionaban las redes. nunca tengo claro si las tarjetas las pongo bien o del revés. Pero iba. Increible. Milagro. Divina providencia. Contesté un mensaje pendiente incluso. Pero eso fue ayer, de noche. Esta mañana la pantalla no respondía. Que da una impotencia que una pantalla táctil no responda. Le pegas dedazos. Más fuerte. Ostias y nada. No va. No va. No va. Es como cuando se gasta el amor de tanto usarlo. Y la piel no se eriza al tacto que antes la ponía de punta. Pues eso mismo. Como si las yemas se quedasen sin su poder. He entrado en pánico porque es herramienta de trabajo. Y tenía la mañana cargadita. Y cagadita. Generalmente siempre tengo como mil wasaps que contestar. Wasaps que se han ahogado sin remedio. Así que esta mañana me he ido a ver a mi hermano especialista en móviles que es un puto crack. Y me ha dicho: Mal. Mal lo de encenderlo. Mal, muy mal. Mal lo de conectarlo al cargador. Mal. Si se moja, tienes que esperar 24 horas. Eso me ha dicho. Hay que esperar como mínimo un día. Joder, pues cagada. Demasiado tarde. Yo, pues guay porque he hecho justo lo contrario. Y se lo he dejado con la esperanza de que hiciera su magia con los mini destornilladores que tiene. Luego me ha contado no sé qué de la placa, no sé qué de la tarjeta.... Y bueno, yo solo le decía que lo fundamental eran los wasaps de currele y que si eso se podía salvar pues todo iba a estar bien. A todo esto, tormetón. El clásico chubascazode buena mañana. Que a mí la lluvia me jode mogollón. La soporto estoicamente pero no le veo ninguna gracia. He estado con mucha gente que le encantaban los días de tormenta. En fin, los polos opuestos se atraen hasta que dejan de hacerlo, ¿no? A mí la lluvía me da más manía que alegría, aunque me quede en casa follando y viéndola por la ventana. Prefiero sol y sudarlo. Es que en general no me gusta mirar por la ventana, creo. El caso es que me ido a solucionar bussiness de mientras se debatía entre la vida y la muerte mi terminal. Qué suerte tengo de contar con mi hermano Juan para estos bretes. Controla tela. Es un master. Le tengo que comprar un detalle porque le he dado una mañanita que pa qué. Vaya jueves de mierda, compadres.Y ni tan mal, oye. Todo va. Mi bro dice que se va a solucionar. Aún no las tengo todas conmigo pero creo que guay. Parece que todo va a salir bien. Después de lo más jodido, está todo el resto de movidas del móvil. Eso es lo más jodido, creo. Aparte de los meandros del laburo, uno se acuerda de tal foto o tal archivo. Como un flash. En particular, eché de menos los de audio. Porque me grabo con el móvil cuando se me ocurre una canción nueva o una frasecilla o un ritmillo porque llamarlo canciones es mucho decir, pero eso solo lo tengo ahí, en el móvil. Carpeta de audios. No es que valgan un pimiento, pero a veces me han servido para recordar cosas o buscar ideas nuevas o cambiarles cosillas. Esos audios me molan en general porque son un poco como un diario. Son un poco como este blog. Perderlo es perderlo para siempre. Los números me dan un poco más igual, aunque hay contactos que no los tengo en ningún otro sitio y que también se pierden para siempre. Ya os he hablado de la última canción del disco nuevo, "Perder bien", se llama. Es de las más sorprendentes. Que habla de eso. la letra, vaya. Perder el móvil. Perder los números. Perder las fotos que guardé. En fin, lo de hoy. Es una enumeración de pérdidas. Y perdimientos. De eso habla la canción. De perder con sentimiento. Del perdimiento, en general. Del valor que tiene lo que perdemos y que solo somos conscientes de ese valor cuando se ha consumado la pérdida. Putada eso, eh. El móvil va a sobrevivir, al fin y al cabo. Vaya movida. Le tengo que regalar algo a Juan. Es top. Sin él no me imagino la epopeya. No sé, tener un detallico. Me ha salvado el culo, la verdad. Sin el puto teléfono, estoy vendido para mil cosas. Ya estoy más tranquilo pero vaya trance. Aunque aún no lo tengo, estar tarde me van a pasar un terminal nuevo. Heredo los móviles de mis hermanos. Tengo dos o tres que les flipa tener el último modelo y yo me voy quedando los anteriores. A mí me dan igual. Es un coñazo lo de los móviles. Y ojalá no lo tuviera que tener. Por cojones, digo. Hoy pensé en deshacerme de él. No usarlo. Es un puto coñazo. no sé si sería posible. Es jodido eso, eh. No poder no usar móvil. Qué mierda. Qué esclavitud de mierda de un puto terminal. Eso he pensado. Y ya está. Es lo que os venía a contar. Poco más tengo de novedades. Odio la puta lluvia. Odio el agua. Por cierto, el programa de mañana de radio es solo de rap y hip hop. Con un par. En descarga gratuita y/o con licencia CC. Con dos pares. A las siete de la tarde. En el ocho ocho punto cinco. A través de las ondas. O en la web, radioalmaina.org y hala, a seguir bien.


OS comparto unas fotillos de mi Canelita (antiguas, del año pasado) pero para que veáis lo guapo que es (como el dueño) y la personalidad que tiene:














Ahora está más gordito, mucho más. Pronto pondré fotos recientes. Besos.



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