lunes, 1 de febrero de 2021

Espuerta a espuerta

 Dos mil doscientas entradas llevo, unas pocas en borrador y otras tantas publicadas y la sensación de no haber dicho apenas nada que interese. Es como una escombrera de obra. Se supone que aquí solo hay cascotes. Que lo definitivo es en otro sitio. No se dónde. Habla el cansancio a veces. Se complica el juego de voces. A qué venía todo esto, se pregunta mientras sigue tecleando como narrador. Es como picar. La tierra que sale va llenando el primer hueco. Luego vuelve a salir. Espuerta a espuerta. 


La espuerta como medida universal. De amor. Te quiero a espuertas. Te puto quiero a espuertas. Ayer leí en algún sitio lo de te puto quiero y me puto mató. Vaya expresión fea. Mi rutina es un poco cansina. Va lento. Es un proceso. Pienso en las próximas vacaciones. Trato de recuperar la esperanza. Estamos todos flaqueando. Habrá gente feliz, pienso a veces y me jode. Los que no lo estén sufriendo. Busco recompensa en cosas sencillas. Una cena rica. Una buena película. Todo me parece una mierda, sinceramente. Como la canción de Astrud. Incluido lo vuestro. Todo mierdoso. La palabra mierdoso o mierdosa es potente. No me he contagiado. Oye, es algo. Oye, no te has muerto. Qué más quieres.


Llevo tres cafés y estoy despierto desde las diez. Hoy me toca llenar la furgo de maderas. Van a reformar un pub. Es una madera con horas de vuelo. Vigas. De todo. Tiene buena pinta. A ver. Cargar y descargar. Lleva años cerrado. Es un tute. El hombro derecho me está jodiendo. Tengo un nudo permanente en la chepa. Salgo a correr en parte por eso, por aburrimiento y hastío también pero sobre todo por ponerme más en forma. Y por un sueño recurrente. Igual lo cuento en el siguiente párrafo. Nunca me acuerdo de los sueños. Casi nunca, de las pesadillas y sobre todo, de las que me despiertan sobresaltado sí que me acuerdo. Las vivo y las sufro. En una de las últimas aparecía mi Canelo desollado. Salí al patio y lo vi entero y sin heridas, me alegré mucho. Solo escribo sobre mis mierdas. Dos mil mierdas. Ya lo siento. Es lo que hago. Sentir y sentirlo. Es lo que hay. 


Mientras hay sol, estoy activado. Medio jardín se congeló. Muchas ramas se han pochado. No se cuántas plantas han muerto definitivamente o reverdeceran. Eso espero. Me voy ya a las maderas. Luego sigo.


Ya he vuelto. La ostia. Furgoneta hasta arriba de tablas más sucias que el culo de un mono. Más peligroso que una tabla llena de clavos. Me pinché mil veces. Dos mil entradas, mil pinchazos. Cargar y luego, al sótano. Y hoy tengo la otra mitad. Me cansa solo pensarlo. Hoy lo mismo llevo un carro de supermercado. Estoy jodido. Tengo las manos magulladas como si hubiera volado por el asfalto. Se pinta un martes de mierda. Luego me han llamado para trabajar. Guay por el dinero. Me viene genial pero me apetece menos tres. Menos mil y tengo que darme prisa con la madera. Cuando acabe, vuelta al lío y echar diesel. Este tipo de días me cansan desde por la mañana. Mi idea es forrar el sótano de maderas. No se cómo quedará. Luego hay que darles un repaso, por supuesto quitar las puntillas y todos los restos. Me dormiría de nuevo y hasta el miércoles, de la semana que viene. Espuerta a espuerta. Tabla con clavos a tabla con clavos. Puntilla oxidada a puntilla oxidada. No hay que tener cuidado en general, no qué va. Ayer casi me empotra el coche de un idiota que me adelantó por la izquierda. Sin lógica ninguna. Vi mi vida pasar en tres segundos. Qué tontería si me hubiera dado y un rato antes, una tabla con clavos se escurrió y me pasó a centímetros del cuello. Parece que le pongo épica al asunto, pero no. Así fue. 


Me tengo que poner en marcha ya y dejarme de contar. Luego sigo si eso. 


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