miércoles, 11 de diciembre de 2019

Nos estamos muriendo, cariño

Nos estamos muriendo, cariño. Parece mentira que no lo sepas. Que lo dijo no sé si Platón o Aristóteles o la señora de la limpieza que venía por horas: Sólo el tiempo nos pertenece. Una verdad como un templo. Como nuestro templo que se va agrietando sin más remedio hasta ser ruina y entrar en riesgo de derribo. Pero que es eso. Que nacemos con ese riesgo pegado al ojete beibe. Que puedo no decirlo pero eso no lo hace desaparecer en cada pedito. Que nos estamos muriendo. Contenerlos es peor, ojo. Va para todos, esforzados aerófagos lectores de estas caquitas de letras excretadas con intelectual pulso de esfinter moribundo, que es que nos estamos muriendo todos. Y puede que sea una mierda, ok. Pero es. Nos estamos muriendo, cariño. Cariño y cariños que ya igual sois cadáveres desde hace tiempo, más exquisitos o menos pero que, sin duda, sois lectoras zombis veteranas y de fijo que llevamos muertos los dos desde años atrás o, quién sabe, lo mismo es que nunca salimos del limbo de las buenas intenciones y no nacimos o no llegamos a tener tiempo propio. Pero solo eso. Tiempo. Única pertenencia. Único bien. Único ajuar funerario con el que todos nos enterramos o nos hacemos cenizas, el reloj roto del tiempo que fuimos, o la arena fuera del cristal o la metáfora que sea, para evitar soltarlo, decirlo y punto. Que somos fiambre, que estamos goteando, que el agua encuentra paso y grieta y estamos porosos, nena. Estamos porosos, mi amor porque le metemos mucha tralla al miocardio y al alveolo y que nos gusta más una parranda que a nuestras rodillas, que no se quejan pero crujen porque la muerte nada en el líquido sinovial o en el hielo del gin tonic o en el estanque o remanso de lágrimas acumuladas y sin soltar, pero nada y nada como pez en el agua esperando a pegar un salto de carpa y llevarnos de un bocado al fondo. Y esto puede verse como un punto único en el espacio tiempo o puede mirarse como un proceso, que es lo que intento. Que lo veas así. Tú y todos o todas. O sea. Que nos estamos muriendo, cariño y aunque te suene feo y creas de primeras que no sea bonito decirlo, es la única verdad: Dos fiambres.

Nos estamos muriendo porque gracias a dios o a los templos o a los relojes de arena o a los zombis o a lo que sea, pues es que estamos vivos. Si lees esto es que sí. Unos más que otros. Mejor o peor. Coleando o descoleados pero sí. Hasta aquí llegamos. Hasta el segundo párrafo. No somos perfectos. No queremos serlo. No corregimos textos. No ponemos límites. Respiramos. Oxígeno, etc. Expira. Inspira. Expira. Inspira....Etc.  No podemos cambiar lo que va a pasar, eso está claro. No se puede inspirar dos veces o te atragantas, que es a lo que voy, es un proceso. Es un ritmo. Es una manera de hacer o de aceptar que venimos ya muy hechos. Sin ánimo de culpar de nada al universo pero que sí. Que nos estamos muriendo, cariño. Que es de verdad, en serio. Y que se ve porque, entre otros muchos indicadores, la muerte nada en el lacrimal como ya hemos dicho y se la ve bracear. Se ve en los ojos. Lo vemos en los ojos de los otros. Lo muertos que ya están. Nada más conocerlos. Lo llamamos brillo pero para mí, es muerte. Muerte clara. Muerte que nada en la orilla del iris. Que chapotea a veces. Y más o menos, se ve. Lo que pasa se ve venir. Lo que va a pasar. Se ve. Se nos ve venir. Sobre todo si venimos juntos. Y es verdad que ser agorero no ayuda. Pero venir, viene. Y verse, se ve. Y ahora pues hablo, claro, o vuelvo a hablar claro del único tema que admite certeza: la muerte.

Que nos estamos muriendo no es malo. Para mí por momentos se dibuja como alivio de las tensiones y los esfuerzos cotidianos y es casi guay porque me trasmuto con frecuencia al yo de mi lecho de muerte, sea lecho o sea leche o sea lucha o sea en lonchas pero que fiambre seguro, y pienso, qué importancia le daré a esto que ahora me atormenta cuando esté muerto y casi siempre es la misma respuesta porque aunque esté loncheado o te des una leche y sangres lentamente con medio cuerpo atravesado en la luna del coche o te corten en taquitos o en lascas o la incineradora te quite todas las penas y arrugas, y más allá de los pliegues del alma, pase lo que pase o sea lo que sea, se esboza con toda claridad una única certeza, la única certeza: Game over.

Y qué pensarás entonces. Que fuimos muy rápido. No lo creo. Si es el ejemplo del coche y la luna y la salida de una curva pues puede que sí, que fuimos muy rápido. Pero no en lo referido a ir rápido en una relación, no, no lo creo. Igual sí. Pero que no lo creo. Nos estamos muriendo, cariño. La gente no quiere hablar de ello. La gente quiere ir lento porque creen que morirán después, pero no. Quieren lo que no es. Quieren partidas de dos jugadores. Quieren poder guardar la partida. Quieren no dejar de jugar nunca. Quieren tener cambio para poder echar más monedas antes de que se pasen los diez segundos del Continue. Quieren un arcade en su salón. Quieren vida infinitas, cariño. Quieren tutoriales. Quieren ver en Youtube a otro jugar. Quieren eso, bebé. Quieren matar al monstruo de la última pantalla y no saben que en la última pantalla ellos son el monstruo. Que va así la movida. Y que no es tan monstruoso. Que es casi un alivio. Que el tiempo nos haga dejar de ser el héroe. Que se cansan tela los héroes, lo sé por experiencia propia. Quieren que la partida no termine nunca. Pero termina. Claro. Se funden los plomos. O viene el tutor legal y pega un tirón de la consola de turno y te la tira a la cabeza o por la ventana. Así es la vida. Hay que dejar de jugar en algún momento. Por cojones. La vida no es juego. La vida no es una partida. La vida es el monstruo de la última pantalla. La vida es, sobre todo, la muerte. Y todo eso, somos nosotros. No saben ellos, los de las vidas infinitas, que solo nos trascienden el aliento poético, el latido...Que no es el ranking de best players lo que nos lleva al paraíso que por otro lado tampoco creo que exista. Es el aire que respiramos. El oxígeno. La materia prima. Lo que inspiras.... Y en último caso, lo que expiras... Y lo que expira para siempre. Antes usaba más los puntos suspensivos. Pero es evidente que los puntos suspensivos son también la muerte. Casi todo es muerte. Menos el aire que entra y sale. Eso está vivo siempre y es para todos. Y me refiero a ese aire como el aire que queda entre cada punto de los puntos suspensivos... Justo eso. Lo que queda fuera o más bien, lo que sale... Lo que emana.. Del alma.... Pero es que todo eso es trascendencia. Y eso es poco o nada. Es brisa. Es aire. La peña se cree que es un paraíso. Como si terminarse el juego fuera el motivo. Pues no. Es el aire. Pero claro, como tantas otras cosas, no se ve. Son los rayos que no vemos y que nos queman. También en los días nublados. Porque el sol rebota en el suelo. Y por eso, nos quemamos a la sombra. Es tomar mal el punto de referencia. Lo hablamos muy al principio. Lo he dicho mil veces. Creemos que la pared es recta. No lo es. Las paredes rectas no existen. Las obras se alargan. Los presupuestos no son lo que se abona al final. Tusabeh. Y es todo por lo mismo. El mismo error de base. No tenerlo en cuenta. Que nos estamos muriendo, baby. Que no es que sea malo pero es verdad. Saberlo nos debería servir para algo. Escuchar más a los Beatles o algo así.... Antes lo iba a decir. El lecho de muerte o la muerte en lonchas, da igual, pero en ese momento, qué pensarás. Oh, debería haber bailado más. Más Lionel Richie. Más Marvin Gaye. Más verbena, coño. Pocas verbenas para lo que era. Pocas orquestas que daban verguenza ajenas y que no me atreví a enfrentarme a aquel pasodoble tan mal tocado. Pues ese pasodoble te mató. Qué pensaremos entonces. Fumé demasiado. O pásame el último purito ya encendido que le pege la última. Poca mata sembré para lo chimenea que era yo. Pocas variedades probé. Pocas botellas de vino. Pocos licores. Y demasiadas borracheras estúpidas. Eso creo que pensaré yo. Aunque lo mismo ya estoy muerto o voy a caer en el próximo párrafo y lo último va a ser esta mierdecilla. Haceros cargo del papelón.


Estarse muriendo no es tampoco que podamos cagar en los conventos. O mearle a las monjas, pues no. Vivir como si no hubiera mañana, pues tampoco. Porque al final si vives así, te levantas todos los días muerto y eso no es plan. Y no es salud. Hay que tenerlo todo en cuenta. Lo de lo sano y lo no sano es la mega paranoia de ahora de la peña con antecedentes familiares de cáncer o lo que es lo mismo, dos tercios apróximados de la población. Y comen quinoa. Y comen semillas. Y comen tofu, y alfalfa o mierdas de esas de herbolario y zumo o agua o nectar pero licores ni tocarlo, qué pensaras esos en su lecho de muerte. Debería haber comido más cardo. Debería haber tomado más infusiones de hierbas depurativas. Más fruta. Más omega 3, seguro que le tirar por lo técnico. Espero que entonces no se arrepientan de haber renunciado a la proteina animal. Imaginate morirte con hambre. Qué trance. El alma es lo que sea pero como se le meta en la cabeza un entrecot, o una costilla en su punto, eso es fuerte, y eso trasciende dimensiones. Eso es así. Es ciencia, baby. El hambre es ciencia pero también es un dinamizador social. Porque la muerte no distingue de clases sociales a dios gracias aunque no exista, gracias a los templos o a los relojes de arena o a los zombis o lo que sea, pero la vida sí hace esas distinciones y por eso, los seguros y las clínicas privadas que se pagan como sean para intentar comprar la democracia de ultratumba, pero no, amigos, es la única democracia que no admite nepotismo, trato de favor, pagos en b o en a, o irse a Houston, es todo lo mismo pero la guadaña viaja en la bodega del avión y no hay funcionario que admita sobresueldo en el ministerio de la Muerte, que me mola a mí ponerlo en mayúsculas, espero me lo permitan.

Y nada.
Que no me he muerto al final.
Vale, no pero casi.


Otro día seguimos guapis.... ¡¡¡Que tenéis mucho tiempo libre, cabrones!!

PD: Como si existiera otro tiempo que no fuera libre... A ver si os morís ya y os enteráis de algo. Un besi


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