martes, 10 de diciembre de 2019

No le ponemos nombre

A la ínclita Alba Carrillo la sitúo al nivel de Zizek como preboste ideologico pero claro, en el bando contrario y como mercenaria de la confusión actual y defensora de un argumentario filosófico que me ha volado la cabeza este fin de semana viéndola llorar en prime time y con un churrete en la mejilla que no acepta guión, porque no se le pueden poner puertas al campo ni al rimel y fui testigo accidental de un alegato generacional de la confusión que vivimos. Es lunes y fue ayer que en una gala de domingo que conectan en directo con la citada y le leen una carta de su pareja actual y se pone lacrimógena como una magdalena mojada en leche. Los llantos en televisión son como el spam, muy difícil creerte que una rusa se quiere casar contigo o que has ganado una pantalla de plasma o un millón de euros. Uno no se fía, claro. Y menos de ella. Pero el ojo y el rabillo negro se deshace, tiznándola de mala manera y ya empieza a parecer más Dogma 95 que en el fondo, es el formato en el que desemboca lo del Big Brother.
Somos el país con más ediciones del formato Gran Hermano del mundo, tiene que significar algo aunque no me atrevo a decir qué.
Como Aute, volvamos al Alba... Aaal Aaaaalbaaaaa, aaal Aaaalbaaaaaa.....

Total. Que le escribe una carta motivadora el noviete que es personaje público y se hace pedazos. Por la aceptación opino yo. El reconocimiento. Que es como el gran tema en ella, rollo honor y tal. Es mi hipótesis. Pero tampoco lo tengo del todo claro pero que.... A lo que íbamos:
Su alegato en pro de la confusión: Que dice al rato, explicándose con el presentador: "No sé lo que somos, no le hemos puesto nombre".

¿Qué? ¿No le ponemos nombre? Qué no quieres decir? que no es tu novio? O que no quiere decir él que eres su novia? A santo de qué?
Confusión, amigos, mucha influencia de Confucio veo ahí....
Signo de los tiempos, ok. Alba la visionaria. Pero que pasa. Pasa. Es cierto. No le ponemos nombre a lo que tenemos, se oye mucho hoy en día entre los amantes que se van formalizando en formatos necesariamente convencionales. Porque las relaciones están cambiando, claro. Pero a ver, Alba de mis albores.... Pero qué coño es esta mierda de no poner nombre.

Todo tiene nombre, y debe tenerlo.
Se llama Santi. Es presentador de tv.
El novio de Alba, digo. Que no es fontanero, vaya. Que, por cierto, tengo que llamarlo. Al fontanero, no a Santi. Y es personaje público para más INRI. Siempre me gustó esa expresión, para más INRI porque la veo súper absurda y súper literal a la vez, claramente popular. Y me da una pereza lo de la fontaneria que tenga la semana super cegada de tema cambiar tuberías con toda la encharcada que eso supone, amigos míos de mi blog, que por eso me pongo a divagar de estas cosas.

Alba Carrillo, vamos a ver, ya que no estoy con lo del fontanero, que es lo que debería hacer y que ni he desayunado, a ver si sacamos algo en claro de lo tuyo.

Que no le ponen nombre, ¿qué significa? Pues eso. Muy de hoy. Muy de ahora. No le hemos puesto nombre a nuestra relación, alegan. Pero qué coño de mierda es esa. Pues las categorías de siempre no valen en el siglo XXI, lo de amante, novio o marido. No vale ya. No hay nombres. Me jode, eh. Que se invierta en confusión e ignorancia pero oiga, es lo de ahora. La filosofía actual. No ponemos nombre a nuestra relación, toma del frasco Carrasco. A ver. El destino está en los nombres, copón. Que no he desayunado y estoy de una mala hostia que no veas. Ni un cafelico. Ná de ná. A ver. El destino está en los nombres. El porvenir está en las estrellas. Etc. Etc. Lo he explicado mil veces,oye. Que no es que me canse, que es mi cosa, claro que sí y es para vosotros, pero que.. Está por ahí mil veces y es así. Si no le pones nombre, Alba Carrillo, pues no vas a tener destino. Eso es así. Y si lees esto, Alba o Lucía Pariente, madre de la susodicha,

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