domingo, 28 de julio de 2019

Ayer abrí una botella de vino con una cuchara

Ayer abrí una botella de vino con una cuchara. Me siento muy orgulloso. Un corcho jodido. Vino blanco. Estaba cocinando. Empantanado. Tengo la cocina, zona catastrófica. Busqué sacacorchos. Nada. Busqué abridor. Nada. Busqué opciones retorcidas o puntiagudas o ambas. Nada. Nada. Nada. No tengo claro si tengo o no tengo sacacorchos en casa. Me cuesta encontrarlo. Lo mismo hay. Una cosa curiosa. No suelo necesitarlo. Soy más de cerveza. En casa mejor no beber. En general. Depende del día. No tengo gran pericia para abrir botellas. En general para nada, aunque también depende del día. Le conseguí sacar el corcho para fuera con una cuchara. Joder, ayer fue un gran día. Un corcho jodido. Mi intención era hundirlo pero salió limpiamente para fuera. Y fue glorioso. No fácil. Una sorpresa. Una movida. Me tiré media hora. Le metí la punta y apreté, luego hizo palanca o no lo sé. Parecía físícamente imposible pero pasó. No me lo esperaba. era una botella vieja de vino blanco. Quizá de hace un año, no lo sé. Por eso digo vieja. No era para beberlo. Usé un pinchito. Usé un cuchillo. Usé varios cuchillos, de varios tamaños. Era para la salsa de la carne. El vino. Sentí que si me rebanaba un dedo, iba a sangrar como un cerdo para posteriormente marearme al ver la herida, caerme redondo al suelo desmayado y morir por culpa de la hemorragia. Lo vi tan claro que pensé si realmente era necesario el vino para la salsa. Y lo era. Tenía que abrirlo. Pero un mal tajo era o podía llegar a ser letal. Y a la primera de cambio o si hacía un mal gesto, lo mismo allí mismo mi vida cambiaba para siempre. Todo eso pensé mientras no aparecía el puto sacacorchos y mi ansiedad iba en aumento. En general, soy torpe. Y nervioso. Ayer estaba patoso a tope. El caso es que para la cena tenía mucha carne y muchos ajos. Y poco más en el frigorífico. Y mucha hambre. Me acordé de la botella. Cené tarde y me volví loco cortando cabezas de ajo. No sé cuántas. Muchas. Necesitaba el vino blanco. Le da el toque. Con lo quemado de la sartén que era el ingrediente secreto. Busqué otra cosa pero no había. Me acordé. Estaba olvidada en un cajón desde hace muchos meses si no años. No es que me guste especialmente el vino blanco. Tampoco el tinto. No soy de vino. No tengo sacacorchos por eso. Quizá tenga todo sentido o quizá no. Tampoco soy muy de carne. Pero ayer y en aquel momento, era totalmente imprescindible la salsa con los ajos y el vino blanco. Tardé un poco en conseguirlo pero lo hice. Por eso escribo sobre ello. Quizá me estoy alargando. Ya lo siento. Pero era por situar la acción. Por el proceso. Primero fue una hendidura con el pincho de hacer pinchitos en el corcho. Que tenía como un lazo en su trazado y un buen pincho y se abría camino muy bien. Pero se doblaba. Después probé con cuchillos ya en el agujero ese. Ahi fue cuando temí seriamente por la continuidad operativa de mis falanges. Por un momento pensé en darle un golpe seco contra un ladrillo. Un golpe seco en el cuello. Mortífero, como en las películas. Teniendo cuidado con los cristales, el líquido y claro, mis dedos. Salí a la puerta. Hice un amago. Golpe seco. Sonó tín tin. Como un brindis. Fue un golpe triste y flojillo. No es fácil. Menos mal, pensé luego. Vaya gilipollas, pienso ahora. Le di dos toquecitos pero no se rompió.  Los ajos se quemaron un poco. Desestimé la idea. Tarde pero sin lesiones que es lo que cuenta. Tengo las noticias puestas. Solo desgracias. Qué pena, oye. Qué mala época. La gente enferma o muere mientras escribo esto, la gente muere. Qué mierda. Especialmente en verano. La muerte es muy de verano. Que parece que es todo holgazanear y playa y montaña y fiestas y jolgorio. Pues no. En verano la gente muere. Muerte y jolgorio. Que veranean, sí. Que van al pueblo, pues sí. Que se mueren, pues también. El calor es asesino, este calor y los otros. El frio también. Todo mata a su manera, esa es la verdad. Mata hasta la tibieza, fíjate lo que te digo. Pierdo el tiempo exiguo de vida que me quede aquí, justo aquí, qué despropósito en lugar de, por ejemplo, quitar mala hierba. Siempre tengo que quitar mala hierba. Puta mala hierba. Qué manía le tengo a la mala hierba, coño. ¡Repollo!
En Nueva Orleans le llaman repollo al pussy.
Aquí no se está mal aunque no sea la ostia pero es que fuera de aquí, me despisto un poco y se me quema la salsa. A poco que tal, se me va el hilo. Pierdo el tono. Me olvido de lo que iba a hacer. Se me ocurre una idea absurda. Se queman los ajos. Me quemo yo. A la sombra. Se me pasan muchas cosas por la cabeza, pocas se quedan. Por suerte a veces. La botella y el ladrillo, ojo peligro. En ese plan. No solo se me ocurren ideas locas. A veces razono y tal. Más o menos lo llevo. No me autolesiono demasiado, al menos en lo visible. En lo que sangra. En lo otro, soy un poco bodoque. Para qué decir otra cosa. Esto básicamente es un largo auto enculpamiento a cuenta de una pequeña hazaña doméstica. Sobre todo, es largo. Es lo que hay. Pero ojo, que abro una botella con una cuchara. Ojo. Esto es lo extraordinario. Que sí. Por eso lo cuento. Claro. O lo intento. Por eso lo del proceso. Es importante, claro. Los detalles y tal. Por eso y porque solo cuento gilipolleces aquí, que es lo que hay. Me voy a hacer otro café.
Se me ha hecho largo. No el café. Esto. Es que es largo. Y todo es largo. Se hace largo de contar. La vida en general. Por mucho que uses frases cortas. Intento ir al grano. Es el grano el que no viene. Es todo una gilipollez grande entonces tiene poco. En apariencia. Son cuestiones cotidianas. Es un blog personal. Qué cojones esperas. Máximas para la vida. Pues esto va más por lo mínimo. No deja de sonar la misma canción en bucle, iba a cambiarla pero será en la siguiente. Esto es lo que pasa. Voy contando lo que pasa. Con lo que pasó. Con lo que pensé. Con lo que prensé. En fin. Son muchas cosas. Y es todo una gilipollez. Partiendo de esa base. Pero tiene su cosa. O su rato. Se lo echo y es un tostón para ambos. Ya lo siento. Me hago cargo pero aquí descargo, sin resistirme ni querer hacerlo a cualquier rima de mierda o juego de palabras barato. Es cierto que podría estructurar algo y escribirlo, con subordinadas, con ánimo de estilo, con algo un poco mejor en cuánto a figura literaria, un voy y vengo, un ida y vuelta, un doble partido con algún punto de vista narrativo que sea la polla. La polla con cebolla. La repolla con cebolla y repollo. El otro día escuché que repollo era en jerga de Nueva Orleans, chocho. Repollo. Me pareció un acierto. Era domingo. Pinchaban el disco de los Meters, que me lo pasó en cinta mi amigo Javi de Sevilla en el 99 y me hizo gracia la anécdota que venía a cuento por el título. Repollo: Chocho. Es una graciosa forma de nombrar las gónadas: Cabbage Alley se llama el disco.
A lo que íbamos. Me quedan tres dedos de café. Tendré que rellenar en breve. A ver. La potencia de la determinación. El peso de la determinación. El valor de la determinación. Qué coño es la determinación. A qué me refiero. A abrir una botella con una cuchara. La determinación de abrirla contra un ladrillo, o ser capaz. Es algo bueno que como no se encauce bien te puede dar tela de malos ratos, esto es así. Pero en esencia es bueno. O eso creo. Que el bien y el mal es como concepto dual bien traicionero y tan pronto es uno, como que se vuelve otro. Y todo eso. A ver que tampoco estoy yo con el verano de la ostia, como para sacar en claro nada. Cuando me rayo en verano y estoy solo en casa, pienso: Joder, el puto frio que hace en invierno. Que de esto he hablado mucho aquí. Del puto frio de las casas de montaña y bla bla bla El calor es más aburrido pero más leve. ya estoy hablando del puto parte meteorológico. Y no voy a lo que hay que ir, el ánimo de ir a cualquier sitio, el punto de decir, venga, me levanto y lo hago. Me pongo. Escribo esta mierda. Me expreso. Todo es lo mismo. Me refiero al punto de hacerlo. De decir: Ya. De decirte: Hazlo, coño. Hazlo ya, repollo. Pues eso.
Es todo posible. Aunque no lo parezca. Nadie lo sabe. Nadie puede decir: Esto no va a ser así. Porque luego las cosas pasan. Ocurren. Sea una botella y una cuchara, o tus sueños. Puedes abrir tus sueños con una cuchara, es a lo que me refiero. Pero necesitas determinación. La determinación de lo imposible. La determinación contra las leyes físicas La determinación de los condenados a muerte La determinación de la niña bailarina en la función del colegio. La determinación del saltador de trampolín. La determinación del monitor paracaidista. La determinación de la ley de la gravedad. Pero quitandole importancia a todo, ¿sabes? Las dos cosas a la vez. La determinación de la naturaleza. La determinación de la mala hierba. Que ahí está. La quito. La quemo. La pongo en un montón y la quemo. Le pego fuego. Me flipa eso. Y al año siguiente, sale. Y sigo. Y sale. Y sigo. Y así estamos. Va ganando en la parte de atrás del patio pero en el jardincillo de delante le he ganado la batalla y ha tenido que rendirse. Por momento aparece algun tallo insurrecto al que le doy pasaporte rápido. Está controlado. Esa determinación de mi lado, de ponerse en la esquina a distinguir cada pistilo que asoma o cada cotiledón que se forma, pues es determinación. Que la determinación está en todos sitios. Poner una lavadora. Habrá algo que exija más determinación que eso. Poner su ropa de color o pone su ropa blanca. Que no se cuele ningún calcetín rojo. Luego tender. Poner los trapos al sol. Poner la mente al sol, que decía la canción. Y que se airee todo. Pero se me ha ido la pelota por enésima vez de lo que venía a contar. Mira tú. Eso es lo contrario de determinación. Es indeterminación. De ideas en este caso. O de planes en esta noche. O de cosas concretas que hacer en la vida. Qué me gustaría leer a mi. Vaya mierda, pienso. Qué autocomplaciente. Las batallitas domésticas me gustan pero no leo una mierda. Estoy poco determinado a pillar ningún libro y ponerme en serio. Tengo muchos esperando. La determinación es lo que importa: usar lo que tienes. Abrir la botella. Darle toquecito. Hacerle palanca a la vida. Leer todo lo que caiga en tus manos. Abandonarlo sin rencor  Que se produzca lo que quieras con carambola, con lo que buscas. Que pase y parece que ha venido solo pero es que estabas muy determinado a que eso ocurriera. Lo cuento todo falta. Pero ni falta que hace contarlo bien. Ni contarlo siquiera. Esa es la cosa Qué quieres que te diga, yo tampoco lo sé. Indeterminación. Qué va a pasar el curso que viene. Indeterminación. Me compraré algún día un sacacorchos o viviré siempre al filo de lo desconocido. Indeterminación. Que me voy a hacer de cena hoy. Indeterminación. Qué voy a hacer con mi vida. Indeterminación. Hay mucha indeterminación que nos rodea y que nos dice cosas. Cosas de mierda, claro. Que nos las filtra sutilmente, que nos las inocula. La indeteminación huele a repollo. Repollo cocido.
La determinación. La determinación huele a canela. La determinación sabe a victoria. Por más que te pegues la ostia. Se necesita determinación para todo, hasta para comprar el pan. Sobre todo, si hay mil variedades. Blanco. Integral. Semillas. Centeno. Baguette. Barra. Artesano. Rústico. Bollo. Pues la determinación es necesario para todo. Pan o lo que sea. También para rematar entradas de blog y darle a publicar. La determinación. Servida como sea. En entera o en media ración. En salsa o con golpecillo de la brasa. Con rima o a lo llano. Con metáfora o sin gracia. Con tedio o con picaresca. Con frases cortas o en interminables peroratas. Todo vale. Hay que atreverse. Todo cansa. Hay que decir sí. Adelante. Lanzarse. Por pequeño que sea el escalón. O el reto. Ya ves tú pero sí, que es verdad que como todo necesita su click, pues hay que darselo. Su ya. Su sí. Su pum. Su ahora. Su lo hago. Y no mirar atrás. NO pensar dos veces. Y no releer para no cansarme. Para no deprimirme. Para no querer ser otra cosa. Para no dejarlo como simplemente viene. A las bravas. Con su candidez. Con su ternura. Con su caos. Con su latente estupidez. Dejarlo así. Dejarme aquí pero seguir. Seguir siempre. Tienes que seguir, que me decía mi amigo Juanito. Tienes que seguir. Tienes que seguir. Es lo de siempre. Ya lo he dicho. Mil veces. Ahí va la mil una. Esto era para eso. Es solo para recordar mis convicciones cuando flaqueo. Un cuaderno de certezas. De absurdos atrevimientos. Un dietario de las bravuconadas.
La mierda esta del blog para desahogarme, repollo. Repollo y repollardado que estoy.
Da igual. El caso es hacerlo. El caso es terminar. Aunque no hablemos de lo que es. De lo que somos. De lo que fuimos. De lo que estamos siendo. Aún en silencio. No hablemos. Solo leer o escribir. Cada uno a lo suyo. Vamos a disimular. Y como si no fuera con nosotros. Y vivir. Así, de ese modo. Como por un carril despejado. Como al trote. Como con ritmo. Escuchándolo y sabiendo seguir lo que toca el universo. Llevarle el compás. Seguir la corriente. Es eso. Para eso me cuento estos rollos. Al fin lo he descubierto. Por fin tengo motivo para la incontinencia de dedos. Me pongo a ello. Ponte a ello. Hay que ponerse. En mi habitación tenía un post it que ponía: Hay que ponerse. Siempre he tendido a posponerme. No ponerme. No tomarlo en serio. No darle más vueltas. A veces es simplemente aceptar cómo eres. Hacerlo, sin más.
Es importante lo que nos rodea. Es básico. Claro. Siempre lo es. Para todo. Y es normal que nos afecte y mucho más en según qué cosas. No sería lo mismo en pareja. Nunca lo es. Si hubiera estado acompañado, la botella seguiría cerrada. Los demás te instan a desistir todo el tiempo. Con o sin motivo, acaso si no lo hubiera, tanto da. No. Siempre no. Mucho no. Todo no. NO lo hagas. Déjalo ya. NO le gusta a nadie. NO le gusta a la gente. Desiste. Abandona.Olvida. No le eche vino blanco a la comida si no tienes sacacorchos. NO desafíes a la física. NO hagas simplemente lo que te venga en gana. Y lo cuentes. Como puedas. Como quieras.
Y lo que quieras. Siempre.
Siempre.
Lucha por tus sueños. Es que no sé si lo he puesto en todo el tocho. Por si acaso: Lucha. Lucha, repollo. Lucha con todo. Lucha a tope por tus sueños. Lucha como un cochino. Lucha como un unicornio. Lucha por tus sueños con todo. Que sí. Es frase de taza. De azucarillo. Es cita penca. Pero no te cortes. Esto no es una mierda motivacional. Ni lo pretende. Lucha y punto. Luchar, joder. Sea lo que sea. Botellas, ok. Cucharas, ok. Tus sueños, ok. Era por lo que escribía todo y no sabía si lo había dicho. Por eso lo repito: Lucha, repollo. Lucha por tus sueños. Es que era el puto núcleo y por lo que me senté a contar esto. El quid del tostón. El sentido del agua. Lo más caliente del volcán. El penacho que corona. La crema del asunto. La guinda al parloteo. El mapa del tesoro. Lo principal de todo. Lucha a muerte. Lucha con uñas y dientes. Aprende karate para luchar por tus sueños. Aprende judo o kung fu. Gas pimienta por tus sueños. Técnicas de defensa personal para tus sueños, es justo eso. Insisto porque no es fácil hacerlo. Es o debe ser siempre épico. Los sueños acaban vencidos por cualquier medianía. Un comentario de un compañero de trabajo. Una broma de una vecina. Una conversación de tono serio en la comida con tus padres. Cosas pequeñas. Acaban con todo para siempre. Y acechan. No se ven venir. Por eso es importante estar alerta. Saber lo que se viene. Estar entrenado en la pena y el desengaño. Tiene contrapartidas. Los golpes duelen menos al que lucha como un jabato. Los golpes duelen. Luego se pasa. El luego llega antes cuando uno va bien de determinación. Cuando uno huele a canela. Cuando lo hace. Cuando la abre.Que no te frene un corcho. Ve armado para luchar por tus sueños. Ve con una cuchara cargada. Lo que tengas a mano con tal de luchar y seguir luchando. Lucha por tus sueños hasta en sueños y apuntalo en una libreta y duerme con un revolver bajo la almohada por si alguien viene a despertarte de malas maneras. Lucha como Bruce Lee y lee, que nunca está de más. Lucha como Rocky hasta el último asalto y ponte la banda sonora todas las veces que sea necesario. Lucha con música que siempre es más animado. Recurre a bandas sonoras en general para ambientar tus ensoñaciones y entregarte sin reparos a simplemente imaginar. Lucha en paz pero lucha como un luchador de lucha libre y a todo el que se acerque al sueño en cuestión a dar la vara, pues patada voladora. Doble llave al que te venga a echar todo por tierra. Lucha con los ojos, con la mirada. Apartándola básicamente del que viene con mierdas. Lucha por tus sueños pero sobre todo, pasa de las mierdas de la gente. Incluso si no tienes sueños, pues pasa de las mierdas de la gente lo más que puedas, y acabaran apareciendo. Ten paciencia. Lucha pero con paciencia. La lucha lleva su tiempo. Haz lo que te de la gana en esencia y pelealo pero no jodas a nadie, especialmente a los que te rodean y muy especialmente, a animales o plantas. Piensa dos veces si vas a joder a alguien por luchar por tus sueños y echa el freno, Macareno. Lucha pero sin joder a nadie por tus sueños porque si ves que es necesario eso, pues cagada, cagada gorda, o te has equivocado en el diseño y puesta en marcha de la lucha o has errado en la parte de lo que sueñas, y te has flipado o te has saltado pasos. Esto no es que sea un puto método infalible. De hecho, no es nada. Sólo ensayo y error. Pues como todo, repollo. Permítete ser benigno con lo que hagas y con lo que no. Sobre todo con lo que no. Permítete todo. Echate un rato y descansa, que si has llegado hasta aqui te lo has ganado. Y compra un sacacorchos, repollo.
O dos, por lo que pueda pasar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario