lunes, 8 de agosto de 2016

un abrazo a tiempo salva vidas

Un abrazo a tiempo salva vidas.
Sobre todo en estas fechas de asueto y aplomo emocional. Un gesto de cariño que se ajuste al tipo de relación, porque puede bastar con una sonrisa, una frase amable o simplemente. una mirada cálida que reconforte. Aunque nada tiene el poder curativo de los abrazos.
Hay estudios científicos al respecto.

Un abrazo a tiempo saca toda nuestra fortaleza.
Reactiva los niveles, nos pone a tono. Nos resucita. Y amplía. Somos dos, por un momento. O uno que es todavia mejor. Nos convierte, es su magia, en algo más grande que nosotros mismos por unos segundos. y consigue sacarnos de la horma de nuestro cuerpo y a veces de nuestra cabeza, nuestra mente, nuestros límites, nuestro miedo a la muerte y nos permite, solo por unos segunos, ser algo más grande, y casi siempre mejor, o algo que nos hace sentir mejor. La variable tiempo tiene mucha importancia en todo esto del abrazo sanador. Es importante la idoneidad del momento, y por eso la componente de las circunstancias, de los espacios íntimos, de la confianza... que es solo tiempo. Tiempo y buena voluntad. Amén. El abrazo es o debe ser un poco como el amén, que caiga como un cerrojo cuando la puerta se cierra. Y que nos abra. ¿Se puede ser más cursi? Quiero decir o más bien recalcar que tiene que venir. El abrazo que llama a su puerta, así va. Que sea cuando tiene que ser, cuando los cuatro brazos se lo piden entre sí y se encuentran de un modo totalmente natural, como si fuera un pulpo cortado por la mitad y se fusionan como en una central nuclear, sin querer exagerarlo mucho, justo lo contrario de la erosión en una roca, dos rocas que son una...que se pegan y se juntan... Es como una improvisada trinchera de dos pechos, que se encajan para dar parapeto al alma y así reaccionan nuestras tropas internas, nuestras defensas, en esa breve entente cordiale de partículas, se alinean los regimientos y disfrutar una paz que sana.... Rocas efímeras, porque hay una invisible geología emocional en nosotros. No es poesía, es ciencia. Ni tampoco es un hecho psicológico o que te montes tú la película, por decirlo así... Es una reacción de lo que llevamos dentro. Oxitocina, Dopamina... En fin, química pura. Hay variedad de estudios científicos al respecto.

Y si un abrazo salva una vida, con beso te da una extra.
Porque es que no cuesta ser cariñoso sin empalago, y darse en cucharadas grandes pero sin incordiar, en colmadas soperas pero sin hacerse cansino ni saliveante pero tampoco arisco y esquivo. Vivimos poco, seamos cariñosos.  Del abrazo con amor se habla poco, se le tiene bien apartado, y no se difunden sus múltiples beneficios tanto en el seno conyugal como en el entorno familiar, se comenta poco, de lo bien que viene para todo, hasta para los riñones o los sentidos. Para el stress, mal de nuestro tiempo. El abrazo que te endereza la columna. Para la escoliosis. El abrazo con tacto. O el abrazo que te abarca toda. El niebla. En la pareja, y es ináudito, el abrazo no tiene el protagonismo merecido y entre amigos o familiares, se usa como forma de cortesía para saludarse o despedirse pero por culpa de esa formalidad se vuelve algo casi vacío de contenido y de presión. Sin presión es un simulacro. Como resultado de varias conversaciones con amigas divorciadas, he llegado siempre a la misma conclusón. Se acaba el amor cuando ellos dejan de apretar. Apretar. Empujar. Apretar lo suficiente. Empujar lo suficiente. Pues eso, se acaba cuando no es lo suficiente. Es algo empírico, sobre esto no tengo estudio científico pero, a modo de pincelada, lo dejo como testimonio de la palpitante importancia de aplicar presión. En el abrazo, fundamental, aplicar presión. Presión adecuada, a momento, lugar, persona, tiempo, etc... Mientras aprietas, la muerte pasa de largo. Y no es retórica, sobre esto, tambien se ha pronunciado la ciencia.

Abrazo siempre aunque sea con tres buenos golpes en la espalda.
Nos joden los roles, los géneros, los modales, las costumbres, los ancestros, las tradiciones y todo lo que llevamos detrás como largas sombras de ciprés y se toca sin tocar, es buen ejemplo el abrazo entre dos hombres mayores que perfectamente podamos imaginar, que pasa a ser algo así como un concierto de chepas, en el que los dos intérpretes se aporrean la espalda mutuamente, generalmente con golpes secos de palma extendida, en dos o tres ocasiones y buscando sonoridad pero sin apretar, sin la presión de la que hablábamos en la anterior parrafada, que puede que valgan para activar la circulación pero no oxitocina, no dopamina ni leches y ahí están, los tabúes y las chorradicas que nos meten desde la cuna, de no lo cogas mucho, no se vaya a acostumbrar a los brazos, como si en la edad adulta viviesemos en un mundo de mancos y la gente dejara de darse abrazos, y mil mierdas del estilo que aconsejan distancia en la crianza, y que se reflejan en esas constumbres antiguas de abrazarse sin tocarse, en cualquier caso, esos golpes son tan bienvenidos como cuando toses y te atragantas, lo que demuestra una vez más, sin coartada de estudio universitario esta vez, que queremos abrazos siempre, que nuestra naturaleza quiere el abrazo siempre aunque sea a golpes.

Así que, hala, a la calle...
A salvar vidas.
Dando abrazos.

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