viernes, 14 de julio de 2023

El perro perdido de hoy

Acabo de ver a un perro perdido. Hace unos minutos. Se les nota. Van rápido. Nerviosos. Miran a todas partes. Se ha ido detrás de una señora que iba antes que yo en la caja. Le ha olido el culo y ha seguido su ruta en dirección contraria. Se ha topado conmigo. A la puerta del supermercado. Se ha parado dos segundos y me ha mirado como si me conociera. La ternura de la pérdida. Unos ojos dulces y asustados. Luego ha dado un rodeo, ha hecho un segundo intento. Ha vuelto. Acercamiento. Tímido. Temeroso. Y sin llegar a mi posición, siguió calle abajo y apretó la marcha. Pobre perrito perdido, pensé.  Tampoco estoy yo para tirar cohetes, ha sido el pensamiento siguiente.  Veo muchos perros perdidos. Se van de una urbanización a otra y pierden el rumbo. Van rápido. Perdido y rápido. Me suena. Tiene eso. Efecto de trepidar. Miran esquivo. Buscan unos ojos que le reconozcan pero no paran el trote. Cruzan por mitad de la calle. Los ojos los llevan perdidos también. La mirada es primero en perderse. Se ve a muchas personas con ese mismo enfoque borroso y solitario. Personas que son mascotas de otras a las que no encuentran. A mi me parece muy triste pero aun peor es tener esperanza de encontrarae, porque lo último que se pierde es la esperanza. Los perros perdidos llevan la esperanza en la cola. No paran. No se acercan. Otean y siguen. Ni se acercan a oler. Van rápido.  Esperanzas pero miedo. Cobardía. Es lógico. Cuando te pierdes y aprietas el paso. Por si acaso. 

Es vocacional. La querencia por lo perdido. He pensado muchas veces en ser detective de mascotas. Vocación por la pérdida y en plan de negocio, por las pérdidas. Joselito detective de mascotas. Me veo. Ideas felices que vienen a la cabeza tan alegremente como se van. Hay nicho. Hay mercado. Veo muchos. Todos los días se pierde un perro. Todos los días se pierde algo. Los perros perdidos ya los tengo. Habría que implementar un método. Una forma de proceder. Profesionalizar el asunto. Devolver una mascota que se ha escapado o extraviado a su dueño debe ser de las mejores cosas de la vida. No hay duda. Me los tendría que llevar a algún sitio. Una perrera profesional.  En ese paso, me pierdo yo. Ya tengo la casa hecha una leonera como para hacerla perrera también. No es facil. No es práctico. Seguro que hay buenas recompensas. O donativos. Es vocación de todos modos. Gusto por la perdición,  en general.  Habría que ver si tienen chip. En el peor de los casos puede tratarse de abandonos. Es más bien, detective de dueños de perro sin perro. Buscar a los dueños. Dar con ellos. Es lo difícil. Me da mucha pena. Lo de andar rápido cuando te pierdes y correr. Y alejarte. Perderte más.  Huir hacia adelante. Perderte para siempre. Y alejarte del punto inicial. Sin más remedio. Sin vuelta atrás. Era un pastor belga. Negro y blanco. Con expresión amable. Algo espeluchao. Pero con collar. Collar rojo de cuero. Se ha bajado la calle antes de que entrase en la furgoneta con las cosas del supermercado. Perderse rápido. Perderte para siempre. Encontrarse nunca. Es una pena muy genuina. Me da en el hueso.

La rapidez no es mala en todos los casos. Me gustaría leer más rápido. Más libros.  Mejores. Lecturas y días. Encontrar libros perdidos y adoptarlos. Ser dueño de una biblioteca fiel. Una rapidez buena. También para descartar lo que no te convence o no te llega. Mejores momentos. Seleccionar. Una elección mejor. Menos móvil y más pasar páginas. Lo intento.  No lo consigo del todo.  Voy con prisa. Soy un perro perdido. A veces salto líneas de párrafo como el que baja escalones de dos en dos. En caída libre de palabras. Con el peso del aburrimiento. La gravedad. El tiempo. Como esquiando en escaleras. A golpes de vista. Leer a brincos. Achicando capítulos. Como un perro perdido. Como un dueño sin perro. Como una frase sin verbo. Como si todo fuera una poesía interminable.  Leer el Todo. Como si fuera rezar. Como medida de emergencia. Leer como último recurso. Como huyendo de edificios en llamas. Y obviar descripciones o circunloquios. Saltarse los diálogos. Esquivar lo sesudo. Buscar la frase que me haga parar un segundo. Volver a ella. Y me siento bien o lo más parecido a bien cuando llego a la palabra FIN.

Tengo ilusión por cosas estúpidas y me limito a no hacer nada. Me tumbo. Leo. Escribo. Nada. Voy lento. Muchas veces ni voy.  Me gustaría leer más libros a la vez. No estancarse en uno. No desfondar cuando la historia pierde fuelle. Me pasa con mi propia vida Como para no verlo en la ficción. No perder las ganas. Tener varias historias abiertas a la vez, como pasa ahora en casi todo. Polilector. Polilusión. Polihistorias. Varios títulos. Distintas épocas y puntos de vista. Alternar argumentos y narradores. Cuestiones de estilo. El estilo lo es todo. Y se le da poca importancia a ser estiloso. Y menos al estilo propio. Me gusta leer a alguien con su estilo. Con un tono.  Con un buen punto de vista. Leer me va mejor que escribir. Me ayuda a ordenar pensamientos y cuando me pongo a parrafear, lo contrario. Cuando escribo  lo desordeno. Soy yo el perro perdido. Acabáramos. El mejor acabado. Un buen lejos. Un cautiverio que compensa. Ganado. Un corral de pensamientos desordenados e idiotas. Egoistas. Y la cocina como un campo de batalla. La cocina es otro perro perdido. Somos una manada. Pienso poco porque hago trabajo físico y acabo muy cansado. Las ganas de continuar sin el entusiasmo inicial se diluyen. Todos los veranos se me atragantan. Se hacen interminables. Hoy puse una lavadora y limpie la freidora. Trato de poner de mi parte. De tender y doblar mi parte. Me sale regular. Se cayó el tendedero. Se llenó de arena. La vida. La pérdida. Las patatas fritas, muy buenas. Eso sí. El perro perdido de hoy.  La misma pena de siempre. Mañana más y mejor.

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