jueves, 15 de junio de 2017

La suerte que merece

Lo de hacer un programa de radio es una experiencia que no se parece a casi nada, y que es única. Depende de lo que vaya el espacio pues tiene unas connotaciones u otras, pero siempre produce el mismo efecto, eso de estar ahí flotando, en las ondas... No saber exactamente hasta dónde llega esa emisión y el alcance que tiene. Hay varios momentos que son clave. El punto de encontrar algo chulo, una canción que directamente dices: oh, si. Está guay. Ese primer descubrimiento es de lo que más me motiva. Es instantáneo. Eso me llama la atención también. En diez segundos o menos, sé si la canción es o no es. Pongo música de todos los estilos. No hay ninguna línea. Hablo de mi programa de música, el que hago ahora, que es solo contenido musical pero en otros momentos y en otras emisoras hice otras cosas, programas de noticias, magazines... Es otra cosa, pero la música tiene una importancia capital y es lo que hace que funcionen las secciones, que entren las colas, los colaboradores con sus ambientaciones... Que cada vez se da menos. Pero es una delicia escuchar esos programas en los que cada segundo de audio es oro, y los veinte o treinta segundos de intro pues nos trasladan lejos. Lo de hacer un programa de radio es raro sobre todo si estás en una emisora pequeña que se mueve más a través de las redes que de las ondas. Se trata de otro tipo de público, el del podcast, que ya va a buscarlo y le da a play. Es otra cosa. Tiene alguna parte mala. La gran cantidad de grupazos que escuchas y grandes discos que pasan inadvertidos. Se puede creer que es algo natural, que no todos llegan o que no todos son exitosos, o disfrutan del beneplácito del público. Creo que no es cierto. No es la lógica del mercado. Tampoco es la lógica de las grandes compañías. Tanto el gusto como las tendencias no responden a criterios de terceros y tampoco siguen un orden. No tienen explicación o si la tienen, es muy reactivo. Que es una de las razones de que mi programa de radio se llame asi: Reactive commons. Pero no es el gusto lo que nos ocupa, sino los espacios de radiodifusión. Que están secuestrados en mi opinión. No siempre por el vil metal aunque casi siempre. Hay becerros de oro. Hay falsos dioses. Hay vacas sagradas. Todo eso afecta al negocio y condiciona el espectro. En ese espectro, los contenidos se filtran con criterios que son ajenos a casi todo, incluido el público. Me lio un poco. Tengo que darme una ducha. Suena Harry y Sally que es de Benigno Lunar, un grupo de Córdoba (Argentina) y que me gusta la letra. Es por la peli. Hace un calor mortal. Van dos duchas al día. Mañana y tarde. Tengo que tener el ph por los suelos. Esto es para comentaros mis mierdas del día a día. El ph va en eso. Y lo de la radio también. Voy a llegar tarde pero me apetecía dejar esto aquí escrito. Por la sensación. Cuando grabo un programa, siempre me suele pasar. Que se me queda eso. Que me da un revolcón por dentro. Muchas canciones. Muchos grupos. Mucha gente ahí con su instrumento, con su granito de arena. Mucha música... Y suena. Que es de lo que se trata. De compartirla. De que se la descargue alguien. Aunque lo de las descargas está cada vez peor. Ya nadie descarga. Todo online. Es la crisis de producto. De eso debería de escribir en otra entrada, sobre eso nada más. Crisis de producto a ful. Y ya. Aquí es para otra cosa, pero no tengo claro para qué. La sensación de hormiguita en un mundo de gigantes. Y de pisotones gigantes. Y ese desaliento... De grandes discos. Grandes grupos. Grandes canciones. Que se quedan por ahí, por las ondas, por los podcats... Por blog sin visitas apenas. Música sin oyentes. Sin oportunidad. Que es un placer en cierto modo lo de actuar de predicador en el desierto. Sentirse el desierto mismo. Y disfrutar de cada oasis. De cada canción que nos abstrae por un momento o que alivia como un trago de agua fresca con la garganta seca. Lo veo todo seco. Todo páramo. Páramo yermo. Y oscuridad. Es la sensación. Pero hay cosas buenas y cosas malas. Lo de descubrir temazos que debería de compartirlos aquí. Las canciones, digo. Y disfrutarlas en esa primera escucha del sí o no. Es de lo mejor. Y hablar en el micro mola. Mola mucho, de hecho. Y elegir el orden. Todo eso es bueno. Es malo ver que no tienen demasiada repercusión y desde luego, no la que merecen y eso es la cagada. La suerte que merecen. Pensar en eso. Y no solo para las canciones, para uno mismo en todos los ordenes de la vida. Deprime un poco. Merecimientos. Es un terreno pantanoso. Poco bueno se saca de los lodazales. Mejor no andar mucho y no adentrarse. No hundir los tobillos en la desesperanza. La esperanza que todos merecen. La suerte que no siempre aparece. Las suertes. Nunca es solo una. Ese tema ya síque desparrama de más. Me voy. Ducha. Nada te pasa que no te merezcas, dice la cancion Fotos de familia que suena ahora de Santi Campos. Me voy. Voy tarde.

Escuchad aqui el programa, que para eso lo hago:
https://reactivecommons.wordpress.com/

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