miércoles, 23 de diciembre de 2015

Un resumen de lo no ocurrido

Cuando uno se pone en serio, casi todo se vuelve ridículo en el ámbito creativo. No se parte de un plan o hablo de mi caso, porque el plan es algo previo que se escapa del hecho. El hecho. Lo que ocurre. Me han ocurrido las pinturas, con manchas sucesivas de las que alforaron ojos y todo lo demás en conjunto a la mirada y su trayectoria. La trayectoria de miradas de semblantes que no existen, pues igual, en poemas, en escritos... Los puntos suspensivos. Solo puedes hacer una cosa. Hacemos miles de cosas. Con distintas dosis de fe. Solo tenemos un depósito de verdadero intención. Solo un cauce al destino. Como piedras de río. Y luego, con el tiempo, queda el hechizo. El mundo de Oz que se crea. El corazón. El valor. Volver a Kansas. Solo te queda media docena de discos que siempre escuchas o uno o dos libros que son como refugios en la montaña. Que son la leña seca en el refugio. Y queda el calor, queda el humo, las estrellas derramadas en noche de flujos. Quedan los flujos... Puntos suspensivos. A mí se me ha quedao un rosario de finales abiertos. Y siempre se acaba hablando de amor. Amor. Menuda disciplina. ¿Por qué? Por lo mismo que lloran las acuarelas o se escapan los desafines, porque ocurre. Ocurre de veras. El amor ocurre. Y lo podemos proclamar a los cuatro vientos con total certeza por esas largas temporadas de secano en las gónadas y en las que nada ocurre ni se avista, esa es la prueba. Los desiertos de abrazos y besos confirman la existencia cientifica del oasis de amor y sus múltiples espejismos según las fases de desarrollo, esa miel del soñar sin reparos, esas masas de aire caliente que nos sacan de la órbita y no hacen sentir polvo estelar, infinitos. Años luz. El tiempo.
Ocurre. Ceñirnos a lo que ocurre, a lo que nos ocurre y nos vuelve astronautas. Solo a eso.
Cuando uno se pone serio, todo parece una risa loca. Una broma los anuncios de ofertas, el factor precio, la monetización frente a la eternidad y los nulos intereses comerciales. ¿Qué nos paso? Nos ocurrimos el uno al otro como catástrofes naturales, unos días éramos huracanes, otros amaneciamos cada uno con su terremoto y las tormentas eran bonitas a veces, esas cosas distintas... Las peculiaridades. Los puntos suspensivos. Ese tono. Al hablar. El infantilismo. El amor y el tono infantilista con el que se hablan las parejas, que se haga la tesis. Que se plantee. Y pasa. Como se pierde todo, que es la pena. Lo poco que se puede decir cuando la vida se pone seria y me refiero a un contratiempo. Al problema más o menos fatal. La biela. El inyector. Que eche humo y se queme algo del motor. Un tobillo torcido en un peldaño. Una uña rota. Un dedo que no deja de picar por un padrastro, o un labio mordido, la lengua estofada... Recuento de nuestros dolores. Una lista de pérdidas, y de bajas. Y de vagos recuerdos o borrosas estampas de cierto contento, de una mesurada felicidad, una buena digestión... Unos buenos puntos suspensivos. Qué nos queda. Nada. Absolutamente nada. Y es pudoroso sacar las manchas del mantel para que quede constancia de lo mucho que el vino corrió. Y tampoco son consejos. Que es ridículo. Lo es todo. Acaso por el propio sentido de la existencia, cuando uno se pone serio, es inevitable leerlo todo en el lenguaje de la miseria. Con el tiempo se cambia. Otra mentira la de lo inmutable. Todo se rompe a un ritmo vertiginoso. Nosotros mismos. Nuestros ocurres y nuestras ocurrencias, venían a pique de un repique, a punto de hacerse pedazos. Venían ya con sus taras. Cada uno. Con sus terremotos, sus tormentas eléctricas, sus taras... Sus secretos... Puntos suspensivos. Los secretos es algo que le gusta a todo el mundo, como un chorreón extra o una ronda de invitación. Hay que hacer eso. Invitar. Chorrear.
Hace tiempo me dijo una amiga: Te gusta trepidar. Trepidar. Y puede que fuera porque era joven o empezaba a dejar de serlo, que quería acción. Con los años se leen más libros porque te duelen más las rodillas. No puedes andar, pero puedes pasar páginas. Cuida tus riñones. Cuida tus piernas. Si tienes pensado andar en el futuro. Andar lo justo, no hablo de caminatas. Agáchate como es debido. Si no aprendes humildad, te la enseñará la ciática. Es posible que esté todo programado en lo referido al aprendizaje, o a su resistencia.
Solo podemos chorrear. Lo que se pueda.
Cuando uno se pone serio, las teorías más peregrinas suenan rimbombantes y estupidas. Uno querría que fueran estúpidas a secas y que, bueno, quién sabe, que oocurriesen como ideas que prende en una suerte de situacionismo in progress. La fe es insondable, como poder y motor de cambio. Luego está la política, que si se pone uno serio, no paras de vomitar desde el primer boletín a las seis de la mañana. Y de qué vale. El nombre propio. El partido político. Izquierda. Derecha. Progresistas. Liberales. Desmanes e injusticias. Burocracia. Cuando la cosa se pone seria, uno piensa que el blog es una estupidez sin sentido con la que perder el tiempo con divagaciones libres. Pensar. Eso ocurre también. El orden de los pensamientos y cuando no piensas con ningún parámetro, cuando te ocurren, solo así. Pasan. Caen. Como rayos. Como hojas secas.
Un resumen de lo no ocurrido. De los anhelos. Una bolsa de hojas secas. De los sueños. El mobiliario ideal de la que hubiera sido nuestra primera casa. De los intentos. Una vez, otra vez, muchas veces... De las pesadillas. La de verdad, la que tuve de verdad, en el hostal Zaida de Conil. De todo lo que no llegó a pasar pero estuvo a punto. Pasó en sueños. De todo lo que nos pasa por encima. De todo lo que nos marca para siempre. De lo que realmente ocurre. No ocurre todo lo que se mete pero todo lo que se teme, ocurre.
También por el lado de lo bueno. Es razonable. Con amor. Con el primer mes. Un cuerdo optimismo. Un cierto relax ante los acontecimientos positivos. Y hasta la primera cagada. La primera bronca. Que queda en nada. Nada. De las miradas que parece que revelan interés por parte de una chica desconocida pero que de pura insistencia en la ojeada pues ya pasa a ser intermitente el oteo y sin intención, que se pierde o que no nunca la hubo y pasan a no ser nada, pero ¿quién puede negar que ocurrieron? La oportunidad. Os tuve. Nos tuvimos. Fue bonito cuando en algún momento nos quisimos... Entender, sobre todo. Cuando nos quisimos entender en su circunstancia cada uno. Y amarla. Yo la tuya. ¿Quién nos puede negar el futuro que imaginamos? Y claro que hablo de nosotros, no de patinetes voladores o viajes intergalacticos. Uno se piensa. Luego se ocurre. Entre uno y otro, la vida se dibuja. Se parte la mina. Algna relaciones son de cuello fino, cuello de portaminas. No conviene asomar demasiado la punta. Es conveniente saber posicionarse. O no hacerlo.
Me dijo una amiga: Si no haces lo que el resto, no esperes lo que el resto.
Cuando uno se pone serio, la espera se vuelve eterna. No me llevo bien con las esperas. No sé esperar. Suelo llegar tarde siempre o lo mínimo de tarde para no tener que esperar a nadie nunca. Se me ocurren teorías que justifican la tardanza. Si no tengo móvil, acabo por ir a otro sitio. En fin, que mal. Lo de esperar, mal. Las expectativas, mal. Siempre pasa lo que no esperas y lo que esperas, ni se huele. O me pasa a mí al menos. Nada avanza conforme lo planeado, no sé si es culpa mía, de mi pro Muchos años antes, otra amiga me dijo: No esperes nada, ¿por qué esperas algo?
Y cuando uno se pone en serio, esperar algo es ridículo pero no hacerlo es más absurdo y desesperado. La sensación de que cualquier esfuerzo es inútil es recurrente. Uno no sabe hasta que punto ponerse serio es del todo ridículo porque, gracias a los astros del cielo, ni la broma ni la seriedad duran siempre, se alternan como los feriados y las telefonistas, como los marineros y los errores... Puntos suspensivos. Los errores. Las equivocaciones. Los engaños. Una lista de amores y venganzas, de nches al raso y frio en los huesos. Soledad. Misterio. Nos mueve el misterio y nos mata la soledad. Me gustaría poder escribirlo de otra forma, no lo leo dos veces. Y ocurre. Se debe poder escribir de otro modo. Siempre escuché de cierta capacidad. Es la rima. Se ponen solas. Es la música. lleva un orden. El tecleo es como el ritmo, la claqueta. Uno lo piensa, si se pone serio la música suena de otra forma, más lenta, más ceremoniosa, suena a música de iglesia, a ceremonia. Porque la escritura es ceremonia. Porque la lectura es ceremonia. Porque la comunicacion social va acotando esos espacios modernos de intercambio de mensajes y tienen unos tiempos, unos plazos, una forma... Un contexto. Unos puntos susensivos. y me gusta a veces hablar de los anuncios. Habrá algo más volador que un pasquin. Que un anuncio... Anuncios. Lemas. Escribe ahora tu historia. Es el slogan de un coche todoterreno japones. Escribe ahora tu historia. Compra un 4x4 color blanco y toque urbano. Escribe ahora tu propia historia. Acabo de dudar si la campaña o la frase del anuncio incluye la palabra propia o no. Si es propia historia o solo historia. Es un anuncio de un coche. Un coche. Bonito. Pero un motor y cuatro ruedas. Tu historia. Tu propia historia. Los trozos de camino que desgastarán la goma y se quedarán con su porción de caucho. El tiempo. El camino. Nos rompemos a cada paso. Perdemos adhesión en cada rodadura. Se lee más a la vejez, porque se anda menos. Se ve peor de lejos y se siente más desde dentro, desde el interior del trastero de emociones. El trastero donde se guarda la emoción que se quedó vieja, o la que no se entendió en su moemnto. El amor roto. El amor para el que no hay pegamento. El futuro en pequeños trocitos que tenía pensado y ya casi vivido para los dos. Los dos. Lo más lejos de ser dos que fuimos siendo uno más una. Los dos que fuimos cada uno queriendo ser uno. Querer. Lo que nos quisimos. Lo que se quiso. Eso merece la pena contarlo. Lo que se quiso. Y por qué... Puntos suspensivos. O ni eso. Sin porqué. Sin motivo. Lo que se quiso en toda su irracionalidad. Lo dije hace poco por el micro y alguién gritó Amén. Creo que fue en la Puebla de Cazalla. En Sevilla. Entre canción y canción. El amor es irracional. Si es verdad, si es amor de verdad. Amor. Menuda invención. Si es amor, no atiende a razones. Y decimos que no pero volvemos. Y miramos su perfil. O su teléfono. O su frase de estado. E inferimos. Y soñamos. Que vive uno de los trocitos rotos de futuro del que hablaba. Y eso pasa a todas horas. A todo el mundo. Y sin que sea demasiado importante porque en el fondo no pasa nada. Es justo eso. Un resumen de lo no ocurrido. De lo que no dijiste en su momento, lo que no hiciste en el momento de decirlo o el momento que no fue. Lo que no paso. En todas las formas y maneras que no pasan las cosas que no pasan. No pasan del todo, no se pasan (como las chaquetas de cuero, o los jeans), lo que pasa sin pasar como pensamos que pasaría, lo que pasa sin pena ni gloria, lo que pasa y ni te das cuenta, lo que pasa sin ser como debiera, lo que ya cuando pasa ni te acuerdas de la gana que le tenías, lo que pasa sin parecerse a lo que pensabas que iba a pasar, las pasadas de rosca en general... Lo que no se quiso... Puntos suspensivos. Los momentos suspendidos tratando de enterderlo todo. las erratas. Las malditas erratas. Los textos sucios y el descontrol. El existencialismo de pobre y adolescente perdido. La amenaza a no hacer nunca nada que tenga el suficiente peso. Que nadie se entere. Que nadie se haga eco. Que no existas. Que no ocurre. Lo que no fue. Escribe ahora tu no historia. Reúne todas las ideas, los abortos de bombillazo, las luces que apenas son un punto encendido, los amagos de estrella y los fulgores bajo los párpados. El gran tema del sueño. El sueño que tengo que son las 0:52. Mi querencia noctámbula. Y siempre una amiga durmiendo en el sofá del lado con la boca abierta y el cuello hacia atrás. Alguien que se duerma en el sillón. es el estribillo de una canción nueva. Cuando digo amigas, siempre son amores pero no tengo claro como llamarlas y ahora la mayoría son amigas, otras ni eso. Otras ni existen. Otras, murieron. El tiempo... Los puntos suspensivos. Cuando llegas muy adentro te da la sensación de que las conocerás siempre, a fondo, en la desnudez no del cuerpo que cambia con arrugas y expresiones, en el alma que cambia menos 'cuando se muestra pura y sin disfraz y es la misma en la persona o muy parecida. Voy a dar un trago de refresco. Beber menos. Parte de la herencia de una amiga con la que vivía, una amiga abstemia. Lo que no pasó. Lo que no se bebía ella. Lo que tampoco bebía yo. Alguien tuvo que bebérsela. Lo que no sabremos. Escribir sobre lo que sabes. Ni sabrás. Tener un blog personal para desconocer. Con cierta licencia por aquello de la intimidad de lo personal. Que cada palabra sea más en tono de epitafio que oliendo lo más in. Siendo el más tajante, el más claro, el más aventurado... Puntos suspensivos. Conjunto escaso de certezas, fe inquebrantable en la deducción propia. El criterio. Sea el que sea. Qué haremos... Qué nos pasará. El miedo. Eso lo dije en Alicante. Entre canción y canción. El miendo manda. nos guía. Somos animales. Nos asustan los ruidos en el bosque. En nuestro bosque. Nos asustan los ruidos dentro de nosotros. Nos asustan los que hacen rudo fuera de nosotros. El ruido. El miedo. Los ojos en la oscuridad de la noche. Entre los árboles. Entre los desconocidos. Entre los gritos. Entre las sospechas. Entre lo que puede que ocurra y lo que puede que no. Lo que nos queda por saber de nosotros mismos. Hablo de ambos. Lo que no pasa, ni va a pasar. Lo que ya no toca que pasa. Es demasiado tarde o ya es demasiado tarde me dijo un amigo que era una canción, el título de una canción de Malcolm Scarpa. Que ya es tarde. Que ya ha pasado el tren. Que ya no tienes edad de andar por estaciones. Que no te llegan los ahorros para interrailes. Que el ruido de dentro ya asusta más que el chaca cha del tren. El dolor. El miedo. La soledad. Cuando uno se pone serio, no viene mal viajar. Oler a hotel. Querer volver. Querer. Lo que pase o no pase, se quiere. Lo que se quiso. Lo que te quise. Lo que la quise, Dios mio, lo que la quise. Y así se canta flamenco. Lo que la quiso y lo que canta de lo que quiso. Y es un resumen de lo que no pasa, que es por tozudez o por hemorragia o por, pongámonos a teorizar libremente, por un impulso físico de fuerza que se crea en el espacio y que dibuja en una dimensión íntima un futuro del tipo que sea que, al final, termina por ser en forma de letra de canción flamenca. Ocurre. Tenía que ocurrir. No es que nos quedemos sentados a que nos pasen las cosas, es que somos la silla. Volverémos. Somos sillas, creemos que andamos. Patas tenemos pero nos mueven fuerzas que se nos escapan como se te escapaban las tormentas o a mí los terremotos y qué pena el miedo. Qué tapón universal de fuerza. el miedo. Que es instintivo y nos ayuda a mantenernos a salvo. Pero podemos tenerlo mal calibrado. Exceso de sensación de peligro. Paranoia. Kamikazes emocionales que se quedan en cada picado. Y no volver. Salir cada noche como si no fueramos a tener casa nunca más. Como nómadas en práctica para siempre. Así vivo. En casas que nunca es la mía o no del todo. Desde los pisos de estudiantes. Las habitaciones con fecha de caducidad y cuál no. Cuando uno se pone seriedad, nada lo es lo bastante. Todo es un teatro. Ymás desde que nos atricheramos en las computadoras. Quería cambiar mi avatar. Una foto de mi reflejo en un espejo. La representación de la representación: recuérdalo. La imagen del reflejo. El doble reflejo. El doble cristal. La doble distancia. El doble Platón y su caverna de dos puertas. Y lo que se altera en la experiencia. La anomalía. Lo despreciable, en todas sus acepciones. Cuando uno se pone serio, solo recuerda el dolor. Los nervios vuelven a apretarse ante el mismo color o los mismos tirones. Es una cuestión de estímulos. Es una cuestión cerebral. No pusimos el cerebro. O no lo hice yo. Lo que no pasó. Tampoco fui tierno. Fui un idiota. He sido idiota casi siempre a los dos años. Siempre he estado muy convencido de lo que hacía y pensaba y decía y las decisiones que tomaba, pero a los dos años el diagnóstico coincidía con frecuencia. Es nuestro idiota. Soy mi idiota. Diría que me tengo cariño pero tampoco, El ego te complica con lo que de verdad tiene importancia. Es el tercer reflejo. El reflejo del reflejo del reflejo. Y todo lo marca nuestra cabeza, esa serenidad, ese futuro, esa calma, esa forma de mirar. De afrontar. De ponerse frente al viento. De que ni nos muevas. Los días que ni sopla. Los días que ni pillas día. Noche tras noche. Amanecer a las cinco, con el cielo morado en invierno. Tan mal las descripciones. Siempre mal. Mal describir, ojalá los años despliegen la memoria aunque se intuye lo contrario, nunca se detiene del todo, siempre nos quedamos con esa sonrisa, ese vaya usted con dios o mañana será otro día... La amabilidad de los desconocidos. La amabilidad de mis puntos suspensivos. Lo que no nos pase, será más dificil de recordar. Ahora eres un miedo a un choque inesperado. El miedo que siempre tengo cuando voy al volante. El miedo por lo que no ocurre. Lo defiendo. Lo reivindico. No bebo. Y no fumo. Es miedo. Y prudencia. Bien en el asfalto, regular en la vida y malo en el amor. Tener ese miedo y a la vez amar no es posible. Solo se ama sin temores. Sin ningun temor. Amor sin temor, tamor. O sin conciencia. Amor en el subsconciente. El sustrato más íntimo de verdad. Una intimidad cósmica. Un pudor de otras dimensiones. Nada importa y menos lo que no ocurre. Me sorprende como se cuentan las noticias. Lo que importa. El fuego. Del que se conoce a gritos. Se grita. La noticia. El fuego. La alarma. El socorro. La urgencia. Cuando uno se pone serio de verdad, las noticias humanas se te cogen a la espalda como contracturas musculares. Mañana será otro día. Uno juega ese rol de minero de emociones. Más por intuición que por dogma. Al final importa lo mismo de poco. Hecho. Lo hecho, hecho queda. Lo dijo Maximo Gorki. He borrado esto sin querer. Estaba buscando la cita textual. He cerrado la pestaña. Por un momento pensé que había perdido todas estas divagaciones y he soltado un suspiro. Acabo de leer al siempre lúcido Pepe Colubi: Como vivo solo me paso el día diciendo en voz alta frases grandilocuentes por si son mis últimas palabras. Uff. He sentido que estaba haciendo justamente eso en el blog. Ahora mismo. Grandilocuencia preventiva. Otro suspiro. Suspiro. Suspiros suspensivos. No me gusta mucho esa palabra: suspiro. Estuve buscando su etimologia y buscándola en otros idiomas. La vida ha sido un suspiro, primicia. Va a ser el próximo single de mi grupo Enrique Octavo. El destino está en los nombres. Lo que se nombra, ocurre. Todo pasará, pero lo hecho, hecho queda. Esa es la cita de Gorki, me han dado ganas de leer La Madre. Me hago viejo más rápido últimamente, o es que me doy más cuenta, o es menos el tiempo o es más la seriedad o veo más cerca el fin de los que amo, el fin de los que amo es un buen título. El otro día se me ocurrieron títulos al azar:
- Basado en pechos reales
- Hemos quemado el turbo
- El frio es psicológico
- Nuestro aburrimiento
- No tenemos donde dormir
- Nuevas canciones, viejos errores
- La burbuja del desamor
- La realidad no existe
. El primer hijo varón
- Perdona tía pero es que yo de verdad te quería
- Un suspiro contigo
- Puta bida
- Calla y afina
- te quiero, traidora
- Cuello fino
- Pan y cebolla
- Contigo al mundo sin fin
- Vagina tonic
- Amor y no a Roma
- Al tun tún y al yon yón
- Todo es verdad 2. El regreso

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