domingo, 16 de febrero de 2020

el rosal murió matando

El rosal murió matando. Lo admiro por ello. Hoy es un día especial. Todos lo son. Hoy para mi lo es. Hace sol. Son las seis menos veinte. Aun queda un rato antes de que anochezca. Hoy madrugué. No suelo hacerlo. Últimamente me levanto a las ocho sin reloj. Sin alarma, quiero decir. Estoy sintiendo cosas chulas de las que me encantaría saber escribir pero ni idea. Sin ideas, es verdad pero con la batalla vencida. Las batallas o se vencen o se recuerdan para siempre. Voy a olvidarme de esto, por fin. Por fin. Ha sido duro, amigos.

He sacado el rosal del agujero. Se me ha clavado de mala manera. En la mano izquierda. Al soltarse la última raíz como de un latigazo. Como una cuerda de la que se deshace el nudo. Y se me ha venido encima. Con todo el peso. Son más de dos metros de rosal. Son treinta o cuarenta años de rosal. No lo tengo claro. Se me ha clavado una rama seca. Pensé: Es su venganza. De acuerdo, recibí el estocazo con estoicidad... Si se me permite... Porque me duele. Así que permitidme todo. Y ha sido como si se rindiera del todo pero quisiera que me acordase un poco. Me ha pillado de imprevisto.

El rosal ha salido por fin. Es que no me lo creía. Después de mes y medio sacando el puto rosal del agujero, no veía el momento de acabar. Obvia decir que nadie entendía ni entiende lo que estoy haciendo. Al principio me daba igual. Luego, sobre todo, cuando te cansas y acabas el día destrozado, cuesta más cargar con la incomprensión. Es que si no lo ves... NO te haces a la idea... Digo dos metros pero tiene como veinte ramas, algunas secas pero con los pinchos de punta. Era una tarea ardúa. Qué puta locura. He visto mi vida pasar. Me he metido en el agujero. Me he mareado al salir. El agujero no ha parado de crecer. No he parado de crecer yo. Ha sido un proceso del karma. Ha sido una cosa especial. No tenía herramientas. Acaso las he tenido alguna vez. Ha sido duro. Me daba en los nudillos. Me hacía heridas en las falanges. Pensaba: todo lo que de verdad importa, tiene que tener una herida. Es obligatorio: Herirse.

El rosal dejó herida. Es mi mano y es suya. Le he dejado mis manos mes y medio. He sido suyo. La herida es lo que importa. Espina dentro. Me duele todavía. Es que es literal lo que de que murió matando. Lo admiro por ello. Morir del todo creo que no. Espero que siga en otro punto del jardín. Ha sido un digno rival. Por momento pensé que me vencía. No se rindió ni un momento, no me dejaba. Si no te digo que he sacado doscientas piedras de ahí abajo, no he sacado ninguna. La tierra es de otro color. Color ladrillo. Aún más cálido. Aún más claro. Quizá amarillo. No me viene el color pero tengo claro cúal es. Oh la incomprensión. Oh, no tener el nombre cierto y claro de las cosas. Cómo me ha costado que me entendieran cuando lo explicaba. Y solo lo explicaba cuando me preguntaban. Excepto aquí, que no me pregunta nadie y me explayo sí o sí.

El rosal era un símbolo. Todo lo es. Lo somos. Lo sois. Este párrafo. El otro. El ritual de lectura. La escritura, desde luego. Un símbolo todo, de algo superior, o más complejo, más hondo. Lo somos. El rosal lo era. Qúe gusto da hablar en pasado. En pasado. Lo fuimos. U n el agujero de rosal ha aparecido de todo: un botellín, dos yogures y sus etiquetas, un paquete de ducados, y una tubería que creo que sigue operativa pero no tengo nada claro qué conduce o a dónde. Está por ver.

Os pondré fotos de todo.
Y espero que el rosal a pesar de morir matando, siga vivo en otro rincón.
Veremos. Es lo que más está por ver.

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