viernes, 6 de enero de 2017

cosas y caos

Y dónde están tus cosas? me preguntó alguna vez alguna chica a la que no pongo ni cara ni nombre, ni aquí ni en mi memoria, al entrar al salón casi vacío de muebles. No tengo cosas, le dije ufano. No debió de sonar tan bien como yo lo escuché casi seguro. Luego me expliqué, que estaban en un cuarto, amontonadas después de una mudanza y que allí quedaron primero los libros, después los cedés, los discos... Y que al final solo tenía un portátil en las rodillas la mayor parte del tiempo y una conexión a un internet. Ni siquiera cenicero. Sin cosas. Libre de cosas. El salón casi vacío y las estanterias, al desnudo. Suena bien la música, habría sido una maravillosa justificación pero no caí en ella, como casi siempre que las caídas rara vez son oportunas y así, pues vivía y vivo, sin maleta. Con la banda cuando hemos ido a tocar nunca he llevado maleta porque temo perderla. En su lugar llevo un cesto rojo de la compra que es complicado extraviar y entra todo, la ropa, que es mejor llevar poca y comprar si es necesario o lavar en su defecto, si el viaje no es corto. Viajo con cesto y vivo sin cosas. Me planteo volver a mudarme y pienso en no llevarme absolutamente nada, ni el cesto. Supongo que es porque mis cosas están en otro sitios, lo guardo todo, y debe seguir guardado, no tengo claro dónde, en el cuarto de mis padres me imagino, sobre todo los libros y el peso en el aire de lo leido. Después de todo, se aprende aunque te empeñes en que no se note y uno se aburre y lee. O leía. Sin cosas, leo menos. Con el portatil, leo menos o lleno menos las estanterias de lo que leo, pesa menos el pensamiento, no se sujeta, no es bidimensional, ni se tocan las frases y se pasan como manecillas de un tiempo único las páginas... En fin, que no se parece en absoutamente y es peor, claro. Mucho peor. Y dónde están tus cosas? me preguntó pero en cierot modo esuché y donde quedó tu ilusión por coleccionar? Por buscar y atesorar? Por lucir? Pensé en los vinilos apilados... En las bonitas portadas... EN los cuadros, tengo cuadros bonitos no sé dónde.... Tengo espejos de marcos dorados realmente bonitos. Pero es difícil algo más bonito que el vacío de una habitación, que el eco del vacío de una habitación, que una alfombra y nada más, que una guitarra y nada más. Es difícil algo más bonito que el nada más. Que esa actitud de nada más. De no hace falta nada más. Pero lo hace. Porque luego llegan extrañas a casa y se asustan. Van temblando desde la puerta. Después es acogedor. Después vuelven en ocasiones. Es acogedor el vacío, mira. Y uno piensa en las cosas pero las cosas no piensan en uno. Es curioso lo que decora los salones. Enciclopedias. EL vacio. Lo leido. De lo que hablabamos. Solo se llena la desnudez tocando páginas, acariciándolas y meciéndolas hasta que se duermen de puro placer. Por puro gusto. Ese mecer. Y fotos. Las fotos. Aquella canción de los Kinks. Os hacéis fotos para comprobar que realmente existís. Las ponemos en marcos de plata o dorados para redondear esa existencia. Para hacerla definitiva tras un cristal. Para aprehenderla para siempre. Fotos. Marcos. Enciclopedias. Qué más? No lo sé. Floreros? Objetos de decoración? Recuerdos de viajes? Eso. El turismo. Lo vivido? Los simulacros, al menos. Souvenirs. Comprais souvenirs para asegurar que existis. Un recuerdo. Un detalle. Una figurita. Porcelanas. Miniaturas. Unas cajas. Un elefante. Un buda. NO sé. La decoración me deprime. No estoy hecho para la decoración. Me dejo llevar de un horror vacui que me hace juntarme con tres espejos de marcos dorados en una pared. Me deprime. Casi tanto como viajar sin motivo. Debe ser algo heredado de la época de estudiante. Lo de vivir en cuchitriles sin problema ninguna y convertir los zulos en acogedores agujeros a los que las chicas al menos se atrevían, con reparos eso siempre, a entrar. Entrar a salones normales. Entrar a vidas normales. Vidas hechas. Vidas con cosas. Y dónde están tus cosas? me preguntó y era como si hubiera entrado en una casa que no era mía, porque mi casa no está cerca del centro y siempre o casi siempre las seducidas al salir de los limits de la ciudad se recomponen un poco el peinado y suelta algo así como, a ver dónde me llevas? Y entrar ya con los ojos como linternas enfocando cada pequeña miseria de mi poco aseada vida de soltero. A mí me gusta y alguna me lo ha dicho. Te gusta vivir en el caos. Pues sí. O al caos le gusta vivir conmigo, creo que es más lo segundo porque yo persoalmente no aguanto a absolutamente nadie. Hay que aguantar, me decía im abuela. La gente de hoy ya no aguanta, me decía. Llevaba razón. Yo era ya gente de hoy y siempre, desde que me lo decía ella tenía meridianamente claro que no tenía que aguantar abslutamente nada. Nada. Llevo razón. El nexo es otro. M vida de soltero con el caos no es lo típico que una chica destaca al entrar a mi castillo. Que asusta un poco. Es lo que tienen las casas en las afueras. Es lo siniestro del boom inmobiliario. Tampoco es que eso sea culpa má. No tener cosas, les gusta a algunas y a otras, no termina de convencerlas. Amí no me gustaría nada si fuera una chica y me pondría en guardia. Si fuera una chica no me iría como un tipo como yo a su casa de las afueras, simplemente no. Sin cosas. Sin nadie. Sin yo. Y dónde están tus cosas? me dijo y dónde estuve, pensé. Dónde he estado. Qué quiero llevarme. Qué me llevaré a mi nueva vida. Para qué una nueva vida. Por qué no vida a secas. Lo echo de menos, mi colección de discos. No sé si llamarla colección. Los discos que me he comprado a lo largo de mi vida. Mis bandas sonoras. Para nadie serían, no tengo herederos. O los libros, me pasa igual. Sería bonito. Conservarlo todo en orden. El orden tiene cosas positivas, no voy a negarlo. En general atrae más a las chicas que el caos. En términos generales. Para más de una noche.

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