Desde el primer día he dado mi opinión en este blog sobre el tema de las acampadas y la realidad siempre me ha llevado la contraria.
Me impresionó el primer desalojo, no tenía sentido.
Lo interpreté como una forma de avivar el fuego.
Expresé mi opinión, a veces tengo la sensación de que escribo mucho y de muchas cosas pero que no dejo suficientemente clara mi posición con respecto a cada tema, pues bien, expresé claramente mi opinión sobre las manifestaciones del 15M, en una entrada anterior. Decía que... Bueno, lo que decía, está en archivo, a quien le interese que lo mire.
El caso es que ayer estuve siguiendo las protestas en forma de acampada en varios puntos del país y mi decepción crece.
¿Motivos? La oportunidad. Los tiempos en política son fundamentales, es una frase de Rubalcaba creo recordar o de Zapatero, y los tiempos en esta propuesta de indignación me tienen seriamente preocupado.
Los tiempos. Las motivaciones ocultas. No quería escribir mucho sobre esto porque es una forma de dar bulo a la conspiranoia y para eso ya está César Vidal, así que me limitaré a ir al grano.
Acampar en la calle es siempre respetable para mí porque supone, por lo pronto, aceptar las inclemencias meteorológicas. Las manifestaciones me parecen más puntúales, de valor presencial claro, pero no tan molestas o incommodas como pueda ser una sentada en la que, al final, te va a doler el culo de protestar. No estoy nada inspirado, ya lo reconozco.
La demagogía del pida lo imposible me satura. Lo siento. Las comparaciones con el Mayo del 68 me enferman. Cuando salió el hashtag #spanishrevolution no me llegaba la camisa al cuerpo. ¿Revolution de qué? Voy al diccionario de la RAE, leo la definición de revolución en sus cuatro acepciones principales y no lo encuentro. Hay un concepto básico para hablar de revolución y es el cambio. Tiene que haber un cambio, ¿dónde está? ¿Llegará más adelante? Puede ser, ojalá sea así y cambie algo. Que cambie de verdad, que pueda ser llamada revolución lo que por ahora no pasa de protesta. Es romántico usar esa palabra, pero bastante inapropiado. Suena bien, es cierto, pero detrás de eso, ¿qué hay?
¿Qué ha cambiado?
Mi teoría sobre las acaampadas sigue sin estar clara en absoluto. Eso es tanto como no decir nada. Lo sé. Odio abrir enlaces mientras estoy escribiendo entradas del blog porque parece como si finalmente yo los copiara, pero no es así. Acabo de leer a Quim Monzó en La Vanguardia. Dice algo parecido a lo de que revolución, nada de nada.
http://www.lavanguardia.com/opinion/articulos/20110519/54156805721/vet-aqui-la-spanish-revolution.html
Revolución. La palabra es que tiene un magnetismo atrapante, lo reconozco. A ver, no llego a lo de Monzó. Por lo pronto, han pasado cosas. El ruido está hecho. A la gente le ha llovido encima, lo respeto. Respeto más que nada en el mundo el frio que producen unos calcetines mojados. No voy a los números, a la importancia cuantitativa. Las ideas funcionan con otra aritmética y no siguen una lógica númerica sino que actúan por contagio, seducen simplemente. Se mueven como iones. Las ideas son iones, tienen carga. Bueno, no todas, muchas de las mías ni siquiera tienen eso. En fin, todas mis entradas en las que hacia pronósticos han resultado claramente erróneas, así que confio en que vuelva a pasar lo mismo y se demuestre que no doy pie con bola, y sobre todo, me gustaría dejarlo muy clarro, respeto profundamente a todos los que se pasan una noche al raso por cuenta de sus ideas, sean las que sean. Respeto plenamente y sin reservas el compromiso personal y público de los ciudadanos con sus ideas. Quiero que quede claro, no estoy en contra de eso, ni del movimiento Democracia Real, ni de las acampadas en distintos puntos del país. Si acaso critico el momento, la oportunidad, los tiempos, que son fundamentales en política y que lo saben tanto los políticos como los manifestantes. ¿Tiene más sentido hacerlo ahora? Pues, sin duda, sí. Los ciudadanos están penddientes de propuestas o idearios o comparecendias de sus respresentantes y digamos que están en el microscopio sus acctuaciones, sus mitines y sus ideas, existan o no. Es lógico que en el clima de promesas y dimes y diretes, cale la iniciativa bienintenccionada, de eso estoy seguro, de poder cambiarlo todo de repente y hacer una revolución de verdad. Eso no lo para una Junta Electoral o lo para el Gobierno pero metiendo mangueras y actuación policial a saco. Lo que no queda bien en la foto. Mandar a los antidisturbios está muy mmal visto.
¿Cúal es la conclusión si es que tengo alguna? La injusticia. Por eso se quejan los ciudadanos. Por las injusticias. Y es el enemigo. No hay duda. Contra ellas luchan, en sus variadas encarnaciones ¿Qué fue lo que ocasionó las revueltas en los países árabes? Las injusticias flagrantes. Hay tantas que ponerse a enumerarlas me resulta cansado de solo pensarlo. Las pensiones vitalicias de los cargos políticos son un buen ejemplo. Flagrantes. La injusticia les mueve. La injusticia de no tener un trabajo, de ni siquiera poder aspirar a encontrarlo. La injusticia de no tener una representación de verdad y el secuestro de voluntades que se lleva a cabo desde los dos partidos mayoritarios.
¿Es posible hacer el mundo menos injusto? Para los agoreros siempre tengo argumentos que se remontan al derecho de pernada y a la Edad Media. Es evidente que cada día que pasa, las conquistas sociales se multiplican y no peco de optimista. Es un hecho, sobre todo, si amplías la mirada un par de siglos atrás. Los poderosos lo son menos, o lo son, a nuestras espaldas, sin nuestra consentimiento. Pero no es la indignación ante la injusticia lo que hará que cambie las cosas. Yo antes, hace unos años, siempre defendía que la moral tenía que ser rentable. Que tenía que ser un argumento de venta. Los activistas de los años setenta por la ecología jamás se imaginarían que los principios verdes podían ser usados, 25 años después, por los fabricantes de coches para vender motores menos contaminantes y respetuosos entre comillas con el medio ambiente. ¿Cómo convertir la injusticia en argumento de venta si el mundo es injusto desde siempre y por definición? O, ¿no? La naturaleza es injusta. El pez grande se come al chico y todo eso. ¿Es demagogía? Los reyes viven en palacios. Los pobres ven como se retrasmiten sus bodas por televisión, las de los reyes o principes o princesas. Los ricos se reparten los beneficios de los bancos en los que tienen acciones y les pagan a asesores fiscales para conseguir reducir sus impuestos. El pobre no paga asesores fiscales porque no tiene recursos para gastarlos en eso ni en nada, ni siquiera tiene para pagar impuestos. ¿El mundo es necesariamente injusto? Yo escribo esto, a salvo de la lluvia. Supongo que tengo una serie de privilegios, a pesar de estar bastante jodido, que son impensables en otro países, de los que se aprovecha el mío para que yo esté aquí, hilando ideas estúpidas en mi blog. Que mande el mercado, por más contradicción que parezca supone mucha más libertad a priori, que si gobierna un determinado tipo de moral o unos señores con unos dioses en concreto o con otros. Si tenemos perspectiva histórica, el mercado se parece a la libertad que perseguimos. Pero claro, es injusto. ¿Necesariamente es injusto? Es que no lo tengo nada claro, sinceramente. Y sin tener las cosas claras, ¿quién me manda opinar? Pues eso. Nadie. Ya lo siento por los que leeis esto y vuestra confusión aumenta. Y que Dios, exista o no, reparta suerte.
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