Estoy en contra de los artículos que abordan el tema de ser moderno y que afloran como las alergias y proliferan en webs o magazines como setas o incluso en periódicos supuestamente serios, que son básicamente de humor, de acuerdo, que pretenden ser sátiras, más o menos ingeniosas u ocurrentes en el mejor de los casas, casi siempre tediosas o vacías, el signo de los tiempos, y de un modo u otro, en las que se recogen todos y cada uno de los tópicos posibles e imposibles alrededor de lo que significa esa entelequia de ser moderno.
Para muestra, un buen montón de enlaces:
- Normcore, lo más moderno es no ser moderno - El País
- Miedo a un planeta 'hipster' - El País
- ¿Está pasado ser moderno? - El País
- Ser hipster en España - El País
- Amor en tiempos de 'hipsters' - El Mundo
- 'Mipsterz', la nueva tribu urbana que incomoda a los musulmanes - El Mundo
- Para ser moderno hay que parecer un marica - El Mundo
- Cómo ser moderno - El Mundo
- ¿Eres un hipster? Dicen que no estás solo - El Periódico
- 10 claves para ser un buen hipster - La Vanguardia
- Cómo ser moderno en 6 pasos - El hombre que salió de la tarta
- Conviértete en moderno en 7 pasos - Revista GQ
- Como ser un indie gafapasta en 9 cómodos pasos - Rollingstone
- 10 claves básicas para convertirte en hipster - Telva
- Cómo ser moderno en 10 pasos - Alabarda
- Quiero ser hipster: los 25 pasos imprescindibles para convertirte en uno - Revista Glamour
- Cómo ser un gurú indie sin tener ni idea de música - Revista GQ
- Manual básico para reconocer a un cultureta (y acabar con él) - PlayGround
- Consejos de un alopécico barbado a un hipster - Revista GQ
- Cuando fuimos hipsters - Achtung magazine
- Cómo ser un hipster - Wikihow
- Cristiano Ronaldo se ha vuelto hipster - Revista Coure
A veces la palabra moderno se sustituye por hipster.
Vamos a homologarlas a efectos prácticos, aunque sea una palabra antigua en realidad.
Es curioso que hace unos pocos años, la editorial Alpha Decay no encontrase sinónimos para la dichos palabrita, hipster, y que convocase a través de un debate en su página de Facebook una traducción de su libro y que ahora, en muy poco tiempo, tres años, que lo acabo de ver, pues el palabro se haya vuelto de uso común.
A mí me molesta la confusión con todo lo relativo a la modernidad. Me siento insultado incluso cuando me lo dicen como un halago. Lo moderno se aplica casi siempre al atuendo, a la ropa y los complementos primordialmente a mi entender, es una medida de categorizar apariencias y en eso, el ámbito estético digamos, pues no me meto, pero también se habla de lo moderno en torno a los hábitos o al consumo de contenidos culturales, y eso particularmente me molesta, mucho a decir verdad, aunque en el fondo venga a ser lo mismo, las personas que se visten con los nombres de grupos de música de moda, o con las tendencias, o con directores de películas, o con lo que sea que se supone que está en boga y con lo que ellos se distinguen, se marcan, se destacan de algún modo.
Son lodos pantanosos al hablar de lo moderno o lo que es aún peor, ser moderno. Lo moderno no siempre es moderno, aunque parezca una paradoja, es rigurosamente cierto. Yo venía a hablar de los artículos supuestamente satíricos y como muy a la última, porque criticar los último es la única forma de traspasarlo, de ir más allá de los último, la fiebre novísima. Son conceptos bien vaporosos, pero mi ánimo y mi intención es licuarlos. Porque es todo tan aleatorio, tan poco científico y tan estúpido, en los artículos a los que me refiero, que he querido recrearme con esto para que los mamarrachos del mundo se reconozcan no en las actitudes o en los pensamientos, como hacen en los pseudos chistosos reportes, sino en lo más duro de mis palabras y mis razonamientos, para que se entiendan a si mismo y su deriva o búsqueda o como quieran llamarlo para que dejen de sentirse o llamarse modernos, para que abiertamente militen en el ridículo. Que sean mamarrachos con todas las consecuencias, que tampoco es que a mí me parezca eso especialmente malo. Pero con consciencia. Con conciencia, incluso.
Empecemos por el principio.
¿Qué es ser moderno?
Según el diccionario y quedándonos con las dos primeras acepciones...
moderno, na.
2. adj. Que en cualquier tiempo se ha considerado contrapuesto a lo clásico.Nos quedamos con esto, que ya sobra.
Los que se hayan sentido representados por la primera definición, son los mamarrachos. Hola, mamarrachos. Estoy tentado por buscar en la RAE la palabra mamarrachos pero no lo haré. Los que pertenecen al tiempo del que habla o a épocas recientes son los que van a la moda, que es una forma más corta y concisa de decirlo. A la moda. Que es cambiante y de distintos alcances, es decir, se pone de moda algo y va llegando a distintos círculos, se va extendiendo como una epidemia.
Hace poco pensaba en el sentido de la moda, como motor de la compra capitalista... Este es un jardín en el que no debería meterme para no perder el hilo de los mamarrachos, pero allá voy. Lo pensaba porque analizando el mercado de la música, me preguntaba por qué no se premia o no tiene mayor notoriedad la música que se puede descargar gratuitamente o dicho de otro modo, por qué las licencias Creative Commons, la otra opción para el clásico copyright, una iniciativa ciertamente moderna, no obtenían una ventaja competitiva sobre las típicas o clásicas ediciones de multinacional, por qué, al menos, no tenían notoriedad por ser, nada más y nada menos, gratis. No tiene sentido o lo tiene si descontextualizas el verdadero entorno de esa edición, que fue el siguiente paso en mi diatriba mental, en la que traté de encontrarle el sentido al hit parade. Es decir, por qué tiene que haber un número uno. Quizá estoy abusando de las preguntas retóricas pero creo que me seguís. Usemos los signos que para eso están. Entonces, a ver, ¿por qué tiene que haber un número uno? ¿Por qué la música se presenta como una competición sin serlo de modo natural? Y sobre todo, ¿quiénes son los que realmente compiten en el mundo de la música? ¿Los grupos? ¿Los solistas? No, ellos no. Los músicos colaboran entre sí y se prestan a todo tipo de aventuras. Son los dueños del otro trozo del pastel, del trozo grande de hecho. Ellos son los que tienen que crear ese espacio ficticio de competición para dirimir quién es el número uno. Ellos necesitan un número uno. Para darle sentido a su inversión y desnivelar la balanza. Consiste precisamente en eso, desnivelar la balanza. No sería más lógico que el número uno fuera una canción con licencia Creative Commons que su autor comparte con todos sus seguidores. No lo planteo como una conspiración retorcida ni nada de eso, sino como una simple dinámica de mercado. Se crea la demanda. Se distinguen a unos artistas sobre esto, a partir de inversiones previas que tienen que ser rentabilizadas. Por supuesto el público elige, no es que se decida en los despachos lo que le va a gustar a la gente. La gente elige, claro, pero entre un reducido número de opciones que sí se deciden en un despacho y en esas opciones la variable de Creative Commons, de la descarga leal o gratuita, de la elaboración de ese contenido en términos de comercio justo y hablo de ello como si fuera una prenda que te garantiza que no ha sido cosida en un país con trabajadores en régimen esclavista, pues la misma certificación de buenas prácticas, por decirlo de algún modo, pues importa cero. Y se decide en el despacho, aprobando un presupuesto que un determinado trabajo de un determinado artista entre sí o sí, con campañas que son apuestas a una carta. Y, ¿por qué tiene que funcionar todo en torno a un número uno, a la cultura de hit, que acarrea cultura de pelotazo, que acarrea el coge el dinero y vete, y en general, que se reproducen todas las malas prácticas empresariales a las que podíamos hacer mención antes en el simil de los talleres textiles y las condiciones laborales, no sé si me explico y no sé dónde poner el segundo signo de interrogación con frases tan largas, ustedes me perdonen pero con este tema me embargan y al final no atiendo mucho a las formas pero seguro que lo disculpa y lo entienden?
Las multinacionales quieren que seáis modernos, mamarrachos. Gran parte de su filosofía como engranaje está en cambiaros la apariencia por completo cada cierto tiempo a través de sus mecanismos de seducción y manipulación en los medios de comunicación. Ahí lo dejo. Vaya frase, le debería dar un lavado de cara a esto, pero me da igual, lo escribo así y punto. Que pilléis un poco el espíritu y así, que la mamarrachada que tenéis encima no os deje leer, pues tanto mejor. Nos quitado a los que apenas saben leer y yo demuestro que apenas sé escribir. La cháchara anticapitalista tiene su miga porque parece que la afirmación del individuo, que el personalizarse con tatuajes, con dilataciones o con vaya usted a saber, pues se convierte en alguien único, algo que ya era desde su nacimiento, dicho sea de paso pero que como es un mamarracho, pues tiene que caracterizarse para convertirse en si mismo, lo que parece muy respetable, no quepa duda porque cada cual tiene que buscarse y encontrarse y bastante tiene con todo el proceso como para que venga un tercero a dar opiniones, pero en ese camino, entre el que eres y el que quieres ser, las multinacionales quieren pillar tajada, amigo. Quieren tu dinerito, es simple. Billetes. Y pensarás, pero qué multinacional si yo me hago los tatoos en el estudio de mi colega Fulanito, es correcto, los tatoos los cobra Fulanito pero no es el dibujo de tu piel, de esa tinta y ese trazo del que sacan su pastel, son las gafas de una marca determinada, son los logos en la ropa de marcas determinadas, son las zapatillas de marcas determinadas, son los grupos de música de multinacionales determinadas... Hay un negocio detrás de ser un moderno, que viene a ser una hidra, con muchas cabezas, con muchos intereses. No es una conspiración, no hay plan orquestado, claro que no o si acaso, es un plan para volvernos a todos idiotas. Conmigo llevan mucho ganado.
Nos volvemos todos idiotas porque los símbolos acaban prostituyendo y perdiendo su sentido. Hace poco escribía aquí sobre el sentido de la palabra indie. Cada uno le pondrá o le quitará significados según su experiencia o según lo que le interese o lo que conozca, pero la palabra indie tiene un sentido claro y unívoco, un origen y significa una cosa, una sola cosa, y no otra. Actualmente la palabra indie es un género. Y se usa como estilo de vestir. Como adjetivo para una tribu urbana. Etc. Pero indie significa algo. No voy a repetir lo mismo que ya escribí, buscáis la entrada anterior, que está un poco más abajo y hala. El caso es que se vacía de sentido todo. Esto es lo que nos vuelve idiotas. Que se cambian los sentidos de las palabras, cuando no se usan otras directamente que suelen ser anglicismos y que nos vuelven más idiotas aún. Selfie es un inmejorable ejemplo. Con lo bonita que es la palabra Autoretrato. Los que defienden los préstamos anglosajones en general aluden a la economía de medios, de acuerdo, pero no podrán negar que se empieza en la economía de medios expresivos y se acaba en la economía de medios del pensamiento, cuando no en la más absoluta miseria de ideas. Porque en el fondo, muchos de los mamarrachos no son otra cosa más que eso, pobres de solemnidad en lo que a tener ideas propias se refiere.
Hace poco pensaba en el sentido de la moda, como motor de la compra capitalista... Este es un jardín en el que no debería meterme para no perder el hilo de los mamarrachos, pero allá voy. Lo pensaba porque analizando el mercado de la música, me preguntaba por qué no se premia o no tiene mayor notoriedad la música que se puede descargar gratuitamente o dicho de otro modo, por qué las licencias Creative Commons, la otra opción para el clásico copyright, una iniciativa ciertamente moderna, no obtenían una ventaja competitiva sobre las típicas o clásicas ediciones de multinacional, por qué, al menos, no tenían notoriedad por ser, nada más y nada menos, gratis. No tiene sentido o lo tiene si descontextualizas el verdadero entorno de esa edición, que fue el siguiente paso en mi diatriba mental, en la que traté de encontrarle el sentido al hit parade. Es decir, por qué tiene que haber un número uno. Quizá estoy abusando de las preguntas retóricas pero creo que me seguís. Usemos los signos que para eso están. Entonces, a ver, ¿por qué tiene que haber un número uno? ¿Por qué la música se presenta como una competición sin serlo de modo natural? Y sobre todo, ¿quiénes son los que realmente compiten en el mundo de la música? ¿Los grupos? ¿Los solistas? No, ellos no. Los músicos colaboran entre sí y se prestan a todo tipo de aventuras. Son los dueños del otro trozo del pastel, del trozo grande de hecho. Ellos son los que tienen que crear ese espacio ficticio de competición para dirimir quién es el número uno. Ellos necesitan un número uno. Para darle sentido a su inversión y desnivelar la balanza. Consiste precisamente en eso, desnivelar la balanza. No sería más lógico que el número uno fuera una canción con licencia Creative Commons que su autor comparte con todos sus seguidores. No lo planteo como una conspiración retorcida ni nada de eso, sino como una simple dinámica de mercado. Se crea la demanda. Se distinguen a unos artistas sobre esto, a partir de inversiones previas que tienen que ser rentabilizadas. Por supuesto el público elige, no es que se decida en los despachos lo que le va a gustar a la gente. La gente elige, claro, pero entre un reducido número de opciones que sí se deciden en un despacho y en esas opciones la variable de Creative Commons, de la descarga leal o gratuita, de la elaboración de ese contenido en términos de comercio justo y hablo de ello como si fuera una prenda que te garantiza que no ha sido cosida en un país con trabajadores en régimen esclavista, pues la misma certificación de buenas prácticas, por decirlo de algún modo, pues importa cero. Y se decide en el despacho, aprobando un presupuesto que un determinado trabajo de un determinado artista entre sí o sí, con campañas que son apuestas a una carta. Y, ¿por qué tiene que funcionar todo en torno a un número uno, a la cultura de hit, que acarrea cultura de pelotazo, que acarrea el coge el dinero y vete, y en general, que se reproducen todas las malas prácticas empresariales a las que podíamos hacer mención antes en el simil de los talleres textiles y las condiciones laborales, no sé si me explico y no sé dónde poner el segundo signo de interrogación con frases tan largas, ustedes me perdonen pero con este tema me embargan y al final no atiendo mucho a las formas pero seguro que lo disculpa y lo entienden?
Las multinacionales quieren que seáis modernos, mamarrachos. Gran parte de su filosofía como engranaje está en cambiaros la apariencia por completo cada cierto tiempo a través de sus mecanismos de seducción y manipulación en los medios de comunicación. Ahí lo dejo. Vaya frase, le debería dar un lavado de cara a esto, pero me da igual, lo escribo así y punto. Que pilléis un poco el espíritu y así, que la mamarrachada que tenéis encima no os deje leer, pues tanto mejor. Nos quitado a los que apenas saben leer y yo demuestro que apenas sé escribir. La cháchara anticapitalista tiene su miga porque parece que la afirmación del individuo, que el personalizarse con tatuajes, con dilataciones o con vaya usted a saber, pues se convierte en alguien único, algo que ya era desde su nacimiento, dicho sea de paso pero que como es un mamarracho, pues tiene que caracterizarse para convertirse en si mismo, lo que parece muy respetable, no quepa duda porque cada cual tiene que buscarse y encontrarse y bastante tiene con todo el proceso como para que venga un tercero a dar opiniones, pero en ese camino, entre el que eres y el que quieres ser, las multinacionales quieren pillar tajada, amigo. Quieren tu dinerito, es simple. Billetes. Y pensarás, pero qué multinacional si yo me hago los tatoos en el estudio de mi colega Fulanito, es correcto, los tatoos los cobra Fulanito pero no es el dibujo de tu piel, de esa tinta y ese trazo del que sacan su pastel, son las gafas de una marca determinada, son los logos en la ropa de marcas determinadas, son las zapatillas de marcas determinadas, son los grupos de música de multinacionales determinadas... Hay un negocio detrás de ser un moderno, que viene a ser una hidra, con muchas cabezas, con muchos intereses. No es una conspiración, no hay plan orquestado, claro que no o si acaso, es un plan para volvernos a todos idiotas. Conmigo llevan mucho ganado.
Nos volvemos todos idiotas porque los símbolos acaban prostituyendo y perdiendo su sentido. Hace poco escribía aquí sobre el sentido de la palabra indie. Cada uno le pondrá o le quitará significados según su experiencia o según lo que le interese o lo que conozca, pero la palabra indie tiene un sentido claro y unívoco, un origen y significa una cosa, una sola cosa, y no otra. Actualmente la palabra indie es un género. Y se usa como estilo de vestir. Como adjetivo para una tribu urbana. Etc. Pero indie significa algo. No voy a repetir lo mismo que ya escribí, buscáis la entrada anterior, que está un poco más abajo y hala. El caso es que se vacía de sentido todo. Esto es lo que nos vuelve idiotas. Que se cambian los sentidos de las palabras, cuando no se usan otras directamente que suelen ser anglicismos y que nos vuelven más idiotas aún. Selfie es un inmejorable ejemplo. Con lo bonita que es la palabra Autoretrato. Los que defienden los préstamos anglosajones en general aluden a la economía de medios, de acuerdo, pero no podrán negar que se empieza en la economía de medios expresivos y se acaba en la economía de medios del pensamiento, cuando no en la más absoluta miseria de ideas. Porque en el fondo, muchos de los mamarrachos no son otra cosa más que eso, pobres de solemnidad en lo que a tener ideas propias se refiere.
Las cosas son lo que son. No lo que quiere que sean, alguien con un interés o simplemente con desconocimiento. Es el caso de Rimbaud. Lo explica Andrés Neuman, on his own words: "Otro malentendido confunde el alegato “Hay que ser absolutamente moderno”, perteneciente al libro donde anuncia su deserción. Descontextualizadas como lema de vanguardia, esas palabras no eran un manifiesto poético ni una declaración estética. Eran más bien lo contrario: una profecía sobre el fin de toda estética. «¡Debo enterrar mi imaginación!», proclama el poeta, «¡me veo devuelto al suelo, obligado a buscar un deber y abrazar la realidad (…)! Hay que ser absolutamente moderno. Nada de cánticos». La modernidad de la que habla Rimbaud, con más seriedad que ironía, se refiere a la productividad, la riqueza y la ciencia".
Lo podéis leer completo, aquí.
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