El otro día hablaba con el cantante y guitarrista de un grupo de Granada que están muy bien, están empezando y molan, y charlamos sobre las movidillas y las dificultades de echar a andar un grupo nuevo y tocar fuera, perdiendo el mínimo dinero y en fin, sobrevivir con tu música o intentarlo. Llegamos a las mismas conclusiones, es pesado hacer toda la tarea de management de forma amateur y tener que conseguir fechas, locales, conciertos... Para ir a otra provincia con los costes que supone de alojamiento, que vale, que puedes dormir en casa de algún amigo, pero la furgoneta, que bueno, en un momento dado, se puede ir en varios coches, pero la gasolina no te la quita nadie. Gasolina y comida, que a veces te la dan en las salas, muy pocas veces o te hacen precio en el bar de al lado con un par de raciones, que por cierto, antes de tocar, a mí personalmente lo de comer, pues no. Los nervios me agarran el estómago y siempre se me da mejor cantar con la barriga vacía, eso sí, después de terminar el show y echar para fuera todos los bichos, el hambre vuelve con más fuerza incluso que la sed y mira que da sed lo de irse por ahí de conciertos.
Lo peor de todo eso es siempre lo mismo, no es la comida, no es la bebida y ni siquiera es la gasolina o el diesel, lo verdaderamente mal del asunto, mal pero mal de verdad, es que te ven diez. Diez personas, contando a los camareros y al técnico. Te ven diez, pues para qué. Recuerdo la frase de la peli 24 hours party people, menos gente había en la sagrada cena y cambió la historia. No es cantidad, sino calidad. Todos queremos que nos vean los que nos tienen que ver, a los que le interesa el asunto, pero claro con una entrada de cinco euros, seis a lo sumo, es normal que no vaya nadie a ver a un grupo desconocido, a lo de desconocido le podéis poner las comillas que estiméis oportuno. Que al final no es un tema numérico, que vayan veinte o cincuenta a verte no cambia esencialmente el impacto que tendrá tu música o de tu grupo, pero al menos no se contagia ese vacío, de la sala a tu interior. Y claro también es achacable a trabajo de promotor, del sitio, de la sala, la incidencia local, los carteles del sitio, que estén pegados, que sean guapos y claro, la vidilla de la ciudad que visitas, si se mueve los jueves, si coincide con otra fiesta, además de llegar a la escena de bandas del sitio... Lo suyo es tocar con oriundos, que lleven gente y que tengan algo que ver, que sea una música que tenga puntos en común, no hace falta que sea el mismo estilo o eso opino yo pero sí que haya algo de espíritu común, una cierta orientación. Todo esto es hablando desde el amateurismo mas absoluto, haciéndolo tú para ti mismo. En la conversación que tuvimos acabamos pensando que lo más sensato para que un grupo funcione y no se queme en tres meses con conciertos fiasco de este tipo, es trabajar con profesionales, con una agencia, o una mini agencia, aunque sea la de tu colega o la de un amigo que te haga las veces de manager, y que sea posible olvidar un poco del calendario, de cuadrar fechas o viaje y no preocuparse al menos de las tramitaciones técnicas y los tratos con los dueños de las salas, los promotores o gerentes o quién sea. Y es también la buena forma de que te coloquen, a ti o a tu grupo en los espacios en los que hay más de diez personas pendientes de escucharte. Teloneando a grupos, en festivales de segunda, en conciertos en sitios especiales, en Universidades, en centro públicos, en museos... Por otro lado es ya empezar a trabajar en plan pro. Y desde un booking profesional, por llamarlo de algún modo, se ve de otra forma incluso el proceso creativo. O eso creo. Quizá no sea así. Es algo que tampoco me gusta, no es que no me guste, es que es una forma de trabajar profesional que probablemente a este nivel, de ingresos, de público y de gastos, tampoco tiene demasiado sentido. Y encima te la comes tú y tienes que lidiar con los de grupo quejándose de que todo sea una mierda. Pues menudo panorama.
Podemos empezar desde el principio y cuestionarnos qué sentido tocar fuera, en otras provincias, sin haberse hecho uno con los bastante incondicionables en casa, con un público potente en tu lugar de origen porque tocar en tu ciudad, tampoco es nada fácil. Quiero decir, se abren nuevos debates. Hablamos de ello. De lo difícil que era también hacerlo aquí, en Granada concretamente. Y pensábamos igual. ¿Alquilo la sala? ¿Cobro la entrada? Se presupone que los amigos no te van a fallar y vendrán a verte, pero claro, también uno se siente un poco rata y mezquino sablándole a la familia y los colegas con seis o cinco euros de entrada. Dan ganas de hacerlo gratis y que venga el que quiera y que venga incluso el que no pueda y lo que se gasten, pues que se lo gasten en cerveza. Una mala idea. Pero dan ganas de eso. De invitar a un barril. Porque al final parece que es como tu fiesta de cumpleaños, algo en lo que lías a los colegas, que te llevan el regalo en el mejor de los casos, de pagar la entrada y bueno, pues como que haces de anfitrión. Nada que ver con los negocios. No soy, y creo que mi interlocutor tampoco lo era, especialmente bueno para las finanzas y tampoco nos gustaba ese rollo como de fiesta de cumpleaños. Es como que te lo gastas en ti. No es eso. No es la aspiración de tener un grupo. No es darse el homenaje de alquilar una sala y perder diez pavos. Y en fin, que todo el mundo esté contento y hala. No es el plan. Y al final, lo que trasmite es que tu música no es lo bastante buena o no llega más allá de tus círculos de amistades, que igual escuchan a Pablo Alborán pero van a verte hacer ruido porque te aprecian. Nada que ver con los negocios y si es difícil hacer cuentas en cualquier situación, si encima en el negocio hay un componente lúdico, el tema musical, la parte creativa, lo de transmitir emociones, sensaciones, no sé....Que la gente se lo pase bien, esa es la aspiración. Pero a nivel musical, está el reto de sorprender... Llamar la atención... No sé cómo decirlo... El afán de hacer pensar o hacer bailar... O provocar lo que sea.... Muchos puntos suspensivos para decir muy poco. En fin, que el negocio y el tema de los euros pierde protagonismo en ese gazpacho de intenciones... Buenas intenciones. Pero claro. Al final es como... ¿Para qué? Como dijo Billy Wilder, ninguna buena intención queda sin castigo. El castigo en las giras amateur está siempre a la vuelta de la esquina. La duda existencial es el siguiente paso. Y, ¿por qué hago esto? Quiero decir, tocar en directo. ¿Para qué quiero tocar en directo? De hecho, ¿para qué tengo un grupo? El cuestionamiento gana terreno y termina por ser imparable. ¿Lo hago para otros, lo hago para mí, lo hago para disfrutar, lo hago porque es lo que hace todo el mundo, lo hago porque lo tengo que hacer y es el único camino? Terminas por no tener nada claro. Y hacerte cantautor que sale más barato y puedes ir a los conciertos en moto. O terminas por no hacer nada. O das media docena de conciertos y estás más quemado que el copón. Y al final seis conciertos pues son muy pocos. Hace años hablando con un chaval de un grupo, no recuerdo bien quién era pero recuerdo la frase, le dije: Tienes que dar cien conciertos, para empezar a sonar como un grupo de verdad. Cien conciertos. Quién aguanta cien conciertos con estas precariedades y dificultades de las que hablo. Cien conciertos, no son pocos. Lleva un par de años, tres o cuatro juntarte con una cifra de actuaciones así. Y hasta que no llegas a los cien, se te pueden cruzar tantas desilusiones. Tantas cuentas que no salen... Tantos amigos que al final no vienen y no sacas en taquilla ni lo mínimo para pagar la sala, y eso en casa. Fuera, ni hablamos.
Afecta inevitablemente al ánimo y la música se cimenta mucho en ese terreno, el de las emociones y en particular el rock and roll necesita algo de eso, de arrojo, de emoción, de valentía y si sales al escenario con el alma que se te cae a los pies, contando cabezas y que no llegas ni a diez, con camarera incluida y claro, es difícil sacar de ahí el rock and roll. Creo que he hablado otras veces en el blog del concierto al que fui con menos gente, con menos público de toda mi vida: Capsula en La Telonera, unas navidades. Quizá 2008, o 2007. Puede que 2009. No lo recuerdo. Estábamos mi chica y yo. Pagamos la entrada, y ya. Vendieron dos entradas. Solo estábamos los dos. Y el técnico, una camarera. El de la sala. La hija de los del grupo y ya está. Hubiera sido lógico que cancelaran y finalmente no tocaran. Venían de Utrera, estuve un rato hablando con Martin. Me contó el viaje, venían en la furgoneta, además de con su hija, con varias jaulas con palomos o perdices, no recuerdo, pero eran pájaros de calidad, que se vendían por cientos de euros y el batería los criaba y los vendía, y pararon en un pueblo de Sevilla, creo, a vender esos pájaros. Me pareció increíble, una imagen potente y surrealista, una furgoneta con los instrumentos, las guitarras, la batería y nosecuántas jaulas con perdices o palomas o lo que sea. Piando. La carretera. Cuando nos juntamos todos a charlar en el medio de la sala, era en La Telonera, en Armilla. Una sala de techos altos. Cuando estábamos todos charlando parecíamos más, pero no llegábamos a ser ni diez. Ni a siete. Al rato, dieron su concierto. Un conciertazo. El batería se levantó varias veces con el Goliat en la mano, y se puso a andar por la sala dándole golpetazos y tanto Coni como Martin hicieron su show hiper rockero y sonaron enormes apoyados en el eco de la sala vacía. Una de las lecciones de rock de mi vida, sin duda. Luego, a los años, cuando los vi actuando en la radio de Seattle, KEXP, o de gira por Estados Unidos, o cuando sacaron su disco con BCore, cuando los veías subir o abrirse nuevas puertas, pues pensabas: Esa es la clave. El viaje de los palomos o las perdices, los conciertos vacíos... En eso consiste. De Armilla a Seattle... También es cierto que cambiaron de batería. Han cambiado varias veces. Pero por la charla que tuvimos, lo tenían claro. Claro clarísimo. Viajaban con su hija. Son pareja. Es su trabajo. Guitarra y bajo. Hasta que la muerte nos separe. Con esa actitud. Rock and roll. Como un trabajo. Bueno, peor. Como un trabajo que a veces cobra y a veces, no. Como ser pescador. Que a veces pillas y a veces nadie muerde el anzuelo, pues eso. No se me ocurre un mejor ejemplo de cómo se hace y cómo hay que hacerlo.
Quería escribir algo más pero se me ha ido el santo al cielo, sigo otro día.
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