Hablar de lo que no es.
Hablar de las cosas hablando de otras cosas que recuerdan a lo que creemos que son.
Suena a lío pero no.
De las marchas de la dignidad, se habla de los disturbios. Del Madrid-Barça, se habla del árbitro. De Suárez, se habla de la Transición. ¿Por qué no hablamos de algo sin tener que recurrir a otra cosa que es como el argumento fuerza, por no llamarlo directamente tópico o incluso topicazo? ¿Por qué no hablar de lo que realmente es cada cosa?
¿Por qué no hablar de dignidad, o simplemente limitarnos a acotar la definición de dignidad? Que no es poca cosa. El otro día lo miré en el diccionario. Crees que sabes lo que es algo, hasta que la Real Academia te demuestra lo contrario. Había un privilegio de los obispos. Es una de las acepciones de dignidad, la prebenda de los obispos. Me chocó. Que jubilados se hayan pateado el país para pedir dignidad, es noticia. Y no lo ha sido en los medios. Nombres propios. Gente mayor que no debería pasar fatigas. Personas con las que el país está en deuda, como si fueran veteranos de Vietnam pero como víctimas de la posguerra. No víctimas en sentido estricto, sufridores en un amplio sentido. Esa gente. Que no les hayan dado voz. Que apenas se mencionase el objetivo. La palabra: dignidad. Que solo se vean corridas y golpetones, me parece lamentable. Me parece falso. Me parece triste. Es mover el foco. ¿Por qué? De verdad, ¿por qué no hablar de lo que realmente es? ¿Por qué? Emulando a Mourinho, con el mismo tono: ¿por qué? Y si hablamos de fútbol, que me parece un deporte en el que el azar interviene muy activamente, no porque no haga falta técnica, que sin duda es necesaria, pero el juego está muy condicionado por decisiones arbitrales, por engaños, por pillería. En fin, eso no pasa en baloncesto. A mí el fútbol desde siempre me aburro. Verlo. Jugarlo, me parece entretenido aunque solo lo hago en la playa y con balones de plástico, así que mi opinión pues no importa ni un pimiento, pero a mí me parece que el Barcelona en general está más cuajado que el Madrid, un puntito o dos más, no demasiado. Y lo mismo opino de Messi y Cristiano. No es mucha la diferencia pero existe y se demuestra en este tipo de partidos. El Barça está un poco más arriba, como equipo. En conjunto. Y por supuesto se lo podía haber llevado el Madrid, pero parece que las buenas jugadas de los blancos son fogonazos, son golpes de genio mientras que los blaugranas como que controlan el juego y dominan de principio a fin, dominan hasta el aburrimiento, de hecho. El fútbol es que me aburre, teorizar sobre fútbol es incluso más divertido que verlo, en mi opinión. Al final hay política en el fútbol. Hay casi de todo. Intentan desde los medios meterle poesía. Eso me hace gracia. Trueba en el Larguero y antes, Pepe Domingo Castaño haciendo repasos en versos a las noticias del día del deporte. Suena absurdo pero quedaba bien, queda bien de hecho. Valdano es un clásico, más por la parodia, de ese tipo de prosopopeya épica y deportiva en la que el balón siente y padece, y al césped se le adjudican poderes mágicos. Lo hace Petón con sus columnas en el programa de Pedrerol. A veces parece ridículo. Esa puesta en escena. La música de fondo. El tono. La iluminación, incluso. Trascendente, de algo que no es más que un juego, un deporte. Creo que toda la burbuja del fútbol profesional en España, lo peor que nos ha legado, aparte de las deudas millonarias y los pufos con la administración, es perder el norte en lo que se refiere al juego, al enfrentamiento en deportividad. Ese sentido noble del enfrentamiento con deportividad, el disfrute del juego, la intrascendencia final del ganar o perder. Lo de siempre, que lo importante es participar. De lo de Suárez, no voy a abundar. Ayer di un par de pinceladas. Sobre lo de la agonía, que es lo que menos me explico. Las pautas en comunicación me sorprenden. Sin duda, un hombre grande. Pero las loas a la Transición, no. Un poco de autocrítica, señores. Que es normal ser dadivoso con los que ostentan el poder, que va a pasar siempre así, pero no nos llenemos la boca. Se hizo lo mejor que se pudo y había que estar ahí. Alguna vez cuando le he reprochado a mis tíos que fueran comunistas con veinte y que, con cuarenta, votasen derecha, y que lo de la Transición, siempre me decían que había que estar allí. Estoy seguro de eso. Había que estar allí. Y había que hacerlo. Que fácil, incluso ahora que han pasado tres décadas, no parecía ni seguramente, era. Pero basta. Superémoslo. Vale, la Transición. Hagamos una segunda. La del siglo XXI; la que afronte nuevos retos. En identidades nacionales. En organización de estado. En avances laicos. En fin. Lo que Erasmo de Rotterdam llamaría progreso. Ya tú sabe, que diría Pitbull.
En fin, que hablemos de las cosas, hablando de las cosas, no hablando de otras cosas, que son la excusa para no hablar de las cosas como realmente son.
No me lo voy a releer. Las erratas, no me las tengáis en cuenta.
Es un blog. Qué queréis.
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