sábado, 29 de marzo de 2014
miércoles, 26 de marzo de 2014
La chorrada cara
Qué bien lo cuenta García Montero. Qué coraje porque viene a ser lo que os puse el otro día, pero fino y aseado. Lo mío es un gateo. Pero que vamos a lo mismo.
Ahora que lo de tirar del alzheimer había que hacerlo con mimo y afinar, porque es fácil que en el palabreo se pierda la esencia, o sea, que es una enfermedad y la enfermedad no entiende de mucha metáfora, se resume en dolor contagioso y eso es frágil, es material inflamable y lo hace de lujo el paisano, queda aquí dicho:
http://www.publico.es/politica/509495/la-memoria-de-Suarez
Y oye, la chorrada cara. Es riesgo país. Como decía mi abuela Antoñina, dinero no habrá pero pa tontás... Ponerle a Barajas el nombre de Suárez. El destino está en los nombres, siempre os lo digo. Es un gran título. Aún no sé para qué. Una canción, probablemente. El destino está en los nombres, y más en el caso de Barajas. Destino total. Destino de viajeros y destino nominal para la memoria, tantas veces mentada por García Montero ahí más arriba, del ex presidente. ¿Es necesario? Todos se felicitan de la idea. Al hacer números, no parece tan buena. No es solo cambiar los carteles y las señalizaciones, es lo que supone de molestia y lío para las operadoras, las compañías, los profesionales de otros países...Qué movida, ¿no? Y total, para qué. Hay nombres que tienen que decirse mucho. Chaves Nogales, por ejemplo. Hay que repetirlo. Chaves Nogales. Chaves Nogales. Hay que decirlo muchas veces porque es muy probable que no lo conozca mucha gente y es una forma de hacer justicia poética, y difundir. Darle bombo a vida y obra. No es el caso de Adolfo Suárez. Creo que en el fondo hay una proyección por no decir abiertamente promoción de un cierto tipo de noción épica de lo que debe ser o debía ser la democracia. Un súper icono que hay que aprovechar en estos tiempos de turbulencia conceptual en las instituciones, y mientras suene Suárez. suena poderoso el Rey y todo va bien. No se oye graznar a los tertulianos maldiciendo a Urdangarín, por ejemplo. Pero al final, las chorradas salen caras.
Y lo peor. No sabes cómo de caras te van a salir. Cómo es posible que Vargas diga que cambiarle el nombre a Barajas cuesta de medio millón a un millón. Es como decir, quedamos de siete a doce... A ver, es el doble. Quinientos mil o un millón. Pues vaya forma de estimar, ¿no? Como todo lo calculen así en Aena, pues, madre mía. Una chorrada cara. Porque de Suárez no va a olvidarse nadie y seguro que se están haciendo en estos mismos momentos edificios públicos, nuevas plazas, nuevos parques, nuevas avenidas (el gasto en esto ha estado paradete pero bueno, seguro que hay algo terminándose) que están para estrenarse y no tienen nombre. Que los llamen Suárez, a todos: parques, calles, plazas... Pero enmendar la plana, cuesta pasta. Particularmente, a mí, Barajas me gusta. Me suena guay. Pero es que es un despropósito gastar pasta en símbolos que no son necesarios. Chaves Nogales se merece un auditorio, o un aula en una universidad, o una biblioteca. De Chaves Nogales igual no se acuerda nadie en 20 o 30 años, o de Josefina Carabias. Hay que decirlos más. Hay nombres que hay repetir como mantras. Josefina Carabias. Josefina Carabias. Josefina Carabias. Como si fueran conjuntos. Como si hiciéramos magia para ahuyentar a la desmemoria. Josefina Carabias. Chaves Nogales. Pero no a lo mainstream. Vamos a la memoria indie. Recuerdo de arte y ensayo. A Adolfo Suárez, no, es comercial, es pop y lo tendremos siempre en la retina. Pudiendo prometer y prometiendo. En fin, que la chorrada cara nos cuesta luego horrores mantenerla. Que es obvio pero quería decirlo.
Más de Josefina Carabias:
http://www.rtve.es/television/20140308/josefina-carabiasretrato-primeras-mujeres-periodistas-espana/890580.shtml
Más de Chaves Nogales:
http://elpais.com/tag/manuel_chaves_nogales/a/
Y la chorrada cara de cambiarle el nombre a Barajas:
http://economia.elpais.com/economia/2014/03/25/actualidad/1395739880_004588.html
Una encuesta en 20minutos.es en la que gana ampliamente el no:
http://www.20minutos.es/encuesta/5159/0/0/
Y ya.
Ahora que lo de tirar del alzheimer había que hacerlo con mimo y afinar, porque es fácil que en el palabreo se pierda la esencia, o sea, que es una enfermedad y la enfermedad no entiende de mucha metáfora, se resume en dolor contagioso y eso es frágil, es material inflamable y lo hace de lujo el paisano, queda aquí dicho:
http://www.publico.es/politica/509495/la-memoria-de-Suarez
Y oye, la chorrada cara. Es riesgo país. Como decía mi abuela Antoñina, dinero no habrá pero pa tontás... Ponerle a Barajas el nombre de Suárez. El destino está en los nombres, siempre os lo digo. Es un gran título. Aún no sé para qué. Una canción, probablemente. El destino está en los nombres, y más en el caso de Barajas. Destino total. Destino de viajeros y destino nominal para la memoria, tantas veces mentada por García Montero ahí más arriba, del ex presidente. ¿Es necesario? Todos se felicitan de la idea. Al hacer números, no parece tan buena. No es solo cambiar los carteles y las señalizaciones, es lo que supone de molestia y lío para las operadoras, las compañías, los profesionales de otros países...Qué movida, ¿no? Y total, para qué. Hay nombres que tienen que decirse mucho. Chaves Nogales, por ejemplo. Hay que repetirlo. Chaves Nogales. Chaves Nogales. Hay que decirlo muchas veces porque es muy probable que no lo conozca mucha gente y es una forma de hacer justicia poética, y difundir. Darle bombo a vida y obra. No es el caso de Adolfo Suárez. Creo que en el fondo hay una proyección por no decir abiertamente promoción de un cierto tipo de noción épica de lo que debe ser o debía ser la democracia. Un súper icono que hay que aprovechar en estos tiempos de turbulencia conceptual en las instituciones, y mientras suene Suárez. suena poderoso el Rey y todo va bien. No se oye graznar a los tertulianos maldiciendo a Urdangarín, por ejemplo. Pero al final, las chorradas salen caras.
Y lo peor. No sabes cómo de caras te van a salir. Cómo es posible que Vargas diga que cambiarle el nombre a Barajas cuesta de medio millón a un millón. Es como decir, quedamos de siete a doce... A ver, es el doble. Quinientos mil o un millón. Pues vaya forma de estimar, ¿no? Como todo lo calculen así en Aena, pues, madre mía. Una chorrada cara. Porque de Suárez no va a olvidarse nadie y seguro que se están haciendo en estos mismos momentos edificios públicos, nuevas plazas, nuevos parques, nuevas avenidas (el gasto en esto ha estado paradete pero bueno, seguro que hay algo terminándose) que están para estrenarse y no tienen nombre. Que los llamen Suárez, a todos: parques, calles, plazas... Pero enmendar la plana, cuesta pasta. Particularmente, a mí, Barajas me gusta. Me suena guay. Pero es que es un despropósito gastar pasta en símbolos que no son necesarios. Chaves Nogales se merece un auditorio, o un aula en una universidad, o una biblioteca. De Chaves Nogales igual no se acuerda nadie en 20 o 30 años, o de Josefina Carabias. Hay que decirlos más. Hay nombres que hay repetir como mantras. Josefina Carabias. Josefina Carabias. Josefina Carabias. Como si fueran conjuntos. Como si hiciéramos magia para ahuyentar a la desmemoria. Josefina Carabias. Chaves Nogales. Pero no a lo mainstream. Vamos a la memoria indie. Recuerdo de arte y ensayo. A Adolfo Suárez, no, es comercial, es pop y lo tendremos siempre en la retina. Pudiendo prometer y prometiendo. En fin, que la chorrada cara nos cuesta luego horrores mantenerla. Que es obvio pero quería decirlo.
Más de Josefina Carabias:
http://www.rtve.es/television/20140308/josefina-carabiasretrato-primeras-mujeres-periodistas-espana/890580.shtml
Más de Chaves Nogales:
http://elpais.com/tag/manuel_chaves_nogales/a/
Y la chorrada cara de cambiarle el nombre a Barajas:
http://economia.elpais.com/economia/2014/03/25/actualidad/1395739880_004588.html
Una encuesta en 20minutos.es en la que gana ampliamente el no:
http://www.20minutos.es/encuesta/5159/0/0/
Y ya.
martes, 25 de marzo de 2014
Hablar de las cosas hablando de otras cosas que recuerdan a lo que creemos que son
Hablar de lo que no es.
Hablar de las cosas hablando de otras cosas que recuerdan a lo que creemos que son.
Suena a lío pero no.
De las marchas de la dignidad, se habla de los disturbios. Del Madrid-Barça, se habla del árbitro. De Suárez, se habla de la Transición. ¿Por qué no hablamos de algo sin tener que recurrir a otra cosa que es como el argumento fuerza, por no llamarlo directamente tópico o incluso topicazo? ¿Por qué no hablar de lo que realmente es cada cosa?
¿Por qué no hablar de dignidad, o simplemente limitarnos a acotar la definición de dignidad? Que no es poca cosa. El otro día lo miré en el diccionario. Crees que sabes lo que es algo, hasta que la Real Academia te demuestra lo contrario. Había un privilegio de los obispos. Es una de las acepciones de dignidad, la prebenda de los obispos. Me chocó. Que jubilados se hayan pateado el país para pedir dignidad, es noticia. Y no lo ha sido en los medios. Nombres propios. Gente mayor que no debería pasar fatigas. Personas con las que el país está en deuda, como si fueran veteranos de Vietnam pero como víctimas de la posguerra. No víctimas en sentido estricto, sufridores en un amplio sentido. Esa gente. Que no les hayan dado voz. Que apenas se mencionase el objetivo. La palabra: dignidad. Que solo se vean corridas y golpetones, me parece lamentable. Me parece falso. Me parece triste. Es mover el foco. ¿Por qué? De verdad, ¿por qué no hablar de lo que realmente es? ¿Por qué? Emulando a Mourinho, con el mismo tono: ¿por qué? Y si hablamos de fútbol, que me parece un deporte en el que el azar interviene muy activamente, no porque no haga falta técnica, que sin duda es necesaria, pero el juego está muy condicionado por decisiones arbitrales, por engaños, por pillería. En fin, eso no pasa en baloncesto. A mí el fútbol desde siempre me aburro. Verlo. Jugarlo, me parece entretenido aunque solo lo hago en la playa y con balones de plástico, así que mi opinión pues no importa ni un pimiento, pero a mí me parece que el Barcelona en general está más cuajado que el Madrid, un puntito o dos más, no demasiado. Y lo mismo opino de Messi y Cristiano. No es mucha la diferencia pero existe y se demuestra en este tipo de partidos. El Barça está un poco más arriba, como equipo. En conjunto. Y por supuesto se lo podía haber llevado el Madrid, pero parece que las buenas jugadas de los blancos son fogonazos, son golpes de genio mientras que los blaugranas como que controlan el juego y dominan de principio a fin, dominan hasta el aburrimiento, de hecho. El fútbol es que me aburre, teorizar sobre fútbol es incluso más divertido que verlo, en mi opinión. Al final hay política en el fútbol. Hay casi de todo. Intentan desde los medios meterle poesía. Eso me hace gracia. Trueba en el Larguero y antes, Pepe Domingo Castaño haciendo repasos en versos a las noticias del día del deporte. Suena absurdo pero quedaba bien, queda bien de hecho. Valdano es un clásico, más por la parodia, de ese tipo de prosopopeya épica y deportiva en la que el balón siente y padece, y al césped se le adjudican poderes mágicos. Lo hace Petón con sus columnas en el programa de Pedrerol. A veces parece ridículo. Esa puesta en escena. La música de fondo. El tono. La iluminación, incluso. Trascendente, de algo que no es más que un juego, un deporte. Creo que toda la burbuja del fútbol profesional en España, lo peor que nos ha legado, aparte de las deudas millonarias y los pufos con la administración, es perder el norte en lo que se refiere al juego, al enfrentamiento en deportividad. Ese sentido noble del enfrentamiento con deportividad, el disfrute del juego, la intrascendencia final del ganar o perder. Lo de siempre, que lo importante es participar. De lo de Suárez, no voy a abundar. Ayer di un par de pinceladas. Sobre lo de la agonía, que es lo que menos me explico. Las pautas en comunicación me sorprenden. Sin duda, un hombre grande. Pero las loas a la Transición, no. Un poco de autocrítica, señores. Que es normal ser dadivoso con los que ostentan el poder, que va a pasar siempre así, pero no nos llenemos la boca. Se hizo lo mejor que se pudo y había que estar ahí. Alguna vez cuando le he reprochado a mis tíos que fueran comunistas con veinte y que, con cuarenta, votasen derecha, y que lo de la Transición, siempre me decían que había que estar allí. Estoy seguro de eso. Había que estar allí. Y había que hacerlo. Que fácil, incluso ahora que han pasado tres décadas, no parecía ni seguramente, era. Pero basta. Superémoslo. Vale, la Transición. Hagamos una segunda. La del siglo XXI; la que afronte nuevos retos. En identidades nacionales. En organización de estado. En avances laicos. En fin. Lo que Erasmo de Rotterdam llamaría progreso. Ya tú sabe, que diría Pitbull.
En fin, que hablemos de las cosas, hablando de las cosas, no hablando de otras cosas, que son la excusa para no hablar de las cosas como realmente son.
No me lo voy a releer. Las erratas, no me las tengáis en cuenta.
Es un blog. Qué queréis.
Hablar de las cosas hablando de otras cosas que recuerdan a lo que creemos que son.
Suena a lío pero no.
De las marchas de la dignidad, se habla de los disturbios. Del Madrid-Barça, se habla del árbitro. De Suárez, se habla de la Transición. ¿Por qué no hablamos de algo sin tener que recurrir a otra cosa que es como el argumento fuerza, por no llamarlo directamente tópico o incluso topicazo? ¿Por qué no hablar de lo que realmente es cada cosa?
¿Por qué no hablar de dignidad, o simplemente limitarnos a acotar la definición de dignidad? Que no es poca cosa. El otro día lo miré en el diccionario. Crees que sabes lo que es algo, hasta que la Real Academia te demuestra lo contrario. Había un privilegio de los obispos. Es una de las acepciones de dignidad, la prebenda de los obispos. Me chocó. Que jubilados se hayan pateado el país para pedir dignidad, es noticia. Y no lo ha sido en los medios. Nombres propios. Gente mayor que no debería pasar fatigas. Personas con las que el país está en deuda, como si fueran veteranos de Vietnam pero como víctimas de la posguerra. No víctimas en sentido estricto, sufridores en un amplio sentido. Esa gente. Que no les hayan dado voz. Que apenas se mencionase el objetivo. La palabra: dignidad. Que solo se vean corridas y golpetones, me parece lamentable. Me parece falso. Me parece triste. Es mover el foco. ¿Por qué? De verdad, ¿por qué no hablar de lo que realmente es? ¿Por qué? Emulando a Mourinho, con el mismo tono: ¿por qué? Y si hablamos de fútbol, que me parece un deporte en el que el azar interviene muy activamente, no porque no haga falta técnica, que sin duda es necesaria, pero el juego está muy condicionado por decisiones arbitrales, por engaños, por pillería. En fin, eso no pasa en baloncesto. A mí el fútbol desde siempre me aburro. Verlo. Jugarlo, me parece entretenido aunque solo lo hago en la playa y con balones de plástico, así que mi opinión pues no importa ni un pimiento, pero a mí me parece que el Barcelona en general está más cuajado que el Madrid, un puntito o dos más, no demasiado. Y lo mismo opino de Messi y Cristiano. No es mucha la diferencia pero existe y se demuestra en este tipo de partidos. El Barça está un poco más arriba, como equipo. En conjunto. Y por supuesto se lo podía haber llevado el Madrid, pero parece que las buenas jugadas de los blancos son fogonazos, son golpes de genio mientras que los blaugranas como que controlan el juego y dominan de principio a fin, dominan hasta el aburrimiento, de hecho. El fútbol es que me aburre, teorizar sobre fútbol es incluso más divertido que verlo, en mi opinión. Al final hay política en el fútbol. Hay casi de todo. Intentan desde los medios meterle poesía. Eso me hace gracia. Trueba en el Larguero y antes, Pepe Domingo Castaño haciendo repasos en versos a las noticias del día del deporte. Suena absurdo pero quedaba bien, queda bien de hecho. Valdano es un clásico, más por la parodia, de ese tipo de prosopopeya épica y deportiva en la que el balón siente y padece, y al césped se le adjudican poderes mágicos. Lo hace Petón con sus columnas en el programa de Pedrerol. A veces parece ridículo. Esa puesta en escena. La música de fondo. El tono. La iluminación, incluso. Trascendente, de algo que no es más que un juego, un deporte. Creo que toda la burbuja del fútbol profesional en España, lo peor que nos ha legado, aparte de las deudas millonarias y los pufos con la administración, es perder el norte en lo que se refiere al juego, al enfrentamiento en deportividad. Ese sentido noble del enfrentamiento con deportividad, el disfrute del juego, la intrascendencia final del ganar o perder. Lo de siempre, que lo importante es participar. De lo de Suárez, no voy a abundar. Ayer di un par de pinceladas. Sobre lo de la agonía, que es lo que menos me explico. Las pautas en comunicación me sorprenden. Sin duda, un hombre grande. Pero las loas a la Transición, no. Un poco de autocrítica, señores. Que es normal ser dadivoso con los que ostentan el poder, que va a pasar siempre así, pero no nos llenemos la boca. Se hizo lo mejor que se pudo y había que estar ahí. Alguna vez cuando le he reprochado a mis tíos que fueran comunistas con veinte y que, con cuarenta, votasen derecha, y que lo de la Transición, siempre me decían que había que estar allí. Estoy seguro de eso. Había que estar allí. Y había que hacerlo. Que fácil, incluso ahora que han pasado tres décadas, no parecía ni seguramente, era. Pero basta. Superémoslo. Vale, la Transición. Hagamos una segunda. La del siglo XXI; la que afronte nuevos retos. En identidades nacionales. En organización de estado. En avances laicos. En fin. Lo que Erasmo de Rotterdam llamaría progreso. Ya tú sabe, que diría Pitbull.
En fin, que hablemos de las cosas, hablando de las cosas, no hablando de otras cosas, que son la excusa para no hablar de las cosas como realmente son.
No me lo voy a releer. Las erratas, no me las tengáis en cuenta.
Es un blog. Qué queréis.
lunes, 24 de marzo de 2014
Retransmitir la agonía de Suárez
Si no escribo esto, reviento.
No entiendo el sentido de retransmitir la agonía de Adolfo Suárez. Cuando el viernes aparecía ante los medios su hijo, Suárez Illana, hablando de un inminente desenlace trágico, me planteé qué o quién le había aconsejado esa comparecencia. No es muy normal o no parece que tenga mucho sentido, ya que su enfermedad era conocida y la mala racha que atravesaba, pues también, así que poner el cronómetro, avisar de la muerte, con todo el desarrollo mediático que supone, los micrófonos en la puerta, los hagiógrafos frotándose las manos, las tertulias llenándose de tópicos... ¿Por qué desde el viernes? ¿Con qué sentido? ¿Con qué intención? ¿Desde dónde se promueve? No lo entiendo. Habrá quién piense que era una forma de silenciar las marchas de la dignidad, me cuesta creerlo, aunque parece que tenga sentido pero me cuesta creerlo porque realmente son dos temas totalmente distintos. No tiene nada que ver. Las voces de las plañideras oficiales, los biógrafos concediendo entrevistas, las imágenes de archivo...
Me vino a la cabeza una frase: España necesitaba un mártir... Un mártir en la memoria, un baño de masas en el sentimiento nacional, un remozado de todos los tópicos de las Transición y todo lo que se dice y se repite, y se dice y se repite, y acabamos por creer que es cierto. No bastaba con una nota, no era suficiente dar la noticia cuando se produjera. Había que ir más allá, crear el ambiente de alerta, que estuvieran pendientes. Que se volcasen. Que las miradas sigan el mismo trayecto y convergen en un mismo punto, la loa, la oda, el exceso de adjetivos y parabienes, la ausencia absoluta de autocrítica, de analizar con verdadera capacidad crítica lo que se hizo hace treinta años y los condicionantes que existían, obviar esos condicionantes me parece un sinsentido y un falseo claro de la realidad, la de entonces y la de ahora.
Esto no tiene nada que ver con los funerales, los honores de estado o el dolor de una familia que pierde a una persona importante y temía que al escribir esto, pudiera incurrir en errores, o que no se entendiera bien. Ni siquiera es el tránsito lo que me ocupa. Es la campaña de comunicación, es de lo que suelo hablar aquí, o de lo que me gustaría hacerlo. Comunicación y decisiones sobre cómo administrar las noticias y cómo enfrentarse a la prensa. Y, ¿quién decide eso? ¿Quién aconseja? En otro orden de cosas, ¿no estamos lo bastante maduros como país para ser verdaderamente críticos con la solución que se dio tras la muerte del dictador? ¿No nos damos cuenta del lastre que supone la desmemoria o los privilegios mantenidos a lo largo de los años o el reconocimiento nulo de los crímenes amparados en las injusticias de un régimen por definición injusto? ¿No somos capaces de analizarlo sin lugares comunes, sin grandes palabras, sin Victoria Prego y todos los de su generación, felices y autocomplacientes de lo bien que lo hicieron, ese espíritu de falangista reconvertido, profundamente católico y con una forma de pensar anclada en otros tiempos, que no ha cambiado, que no ha evolucionado, que en el fondo, no es tan diferente y lo demuestra por ejemplo la reforma del aborto, que es un buen jardín en el que no entraré pero que demuestra que no está superado lo de finales de los 70 y que no hay visos de entendimiento, da igual que muera Suárez o el que sea, porque es algo más trascendente: la Transición fue un parche, y fíjate si lo fue, que casi se nos va todo al carallo con el 23F, es decir, que no estaba todo tan bien hecho o tan a gusto de todo el personal. En el fondo es algo también muy español lo de no menearlo, lo de dejarlo estar, lo de olvidar para sobrevivir. Que tiene una lectura poética, lo de olvidar y el alzheimer, que es obvio, vale y creo que es la línea de un artículo en Diagonal.
En fin, si no lo escribía reventaba pero como se puede comprobar, tampoco tenía muy claro lo que quería decir. Es todo un mix. Y por supuesto, mis respetos al finado.
Que no tiene nada que ver, es paradójico, lo sé, con el circo mediático o el seguimiento del óbito y lo que significa o lo que querían que significara los que decidieron darle esa cobertura y a ese nivel. Hala, ya lo he escrito.
Mejor o peor, ahí queda.
No entiendo el sentido de retransmitir la agonía de Adolfo Suárez. Cuando el viernes aparecía ante los medios su hijo, Suárez Illana, hablando de un inminente desenlace trágico, me planteé qué o quién le había aconsejado esa comparecencia. No es muy normal o no parece que tenga mucho sentido, ya que su enfermedad era conocida y la mala racha que atravesaba, pues también, así que poner el cronómetro, avisar de la muerte, con todo el desarrollo mediático que supone, los micrófonos en la puerta, los hagiógrafos frotándose las manos, las tertulias llenándose de tópicos... ¿Por qué desde el viernes? ¿Con qué sentido? ¿Con qué intención? ¿Desde dónde se promueve? No lo entiendo. Habrá quién piense que era una forma de silenciar las marchas de la dignidad, me cuesta creerlo, aunque parece que tenga sentido pero me cuesta creerlo porque realmente son dos temas totalmente distintos. No tiene nada que ver. Las voces de las plañideras oficiales, los biógrafos concediendo entrevistas, las imágenes de archivo...
Me vino a la cabeza una frase: España necesitaba un mártir... Un mártir en la memoria, un baño de masas en el sentimiento nacional, un remozado de todos los tópicos de las Transición y todo lo que se dice y se repite, y se dice y se repite, y acabamos por creer que es cierto. No bastaba con una nota, no era suficiente dar la noticia cuando se produjera. Había que ir más allá, crear el ambiente de alerta, que estuvieran pendientes. Que se volcasen. Que las miradas sigan el mismo trayecto y convergen en un mismo punto, la loa, la oda, el exceso de adjetivos y parabienes, la ausencia absoluta de autocrítica, de analizar con verdadera capacidad crítica lo que se hizo hace treinta años y los condicionantes que existían, obviar esos condicionantes me parece un sinsentido y un falseo claro de la realidad, la de entonces y la de ahora.
Esto no tiene nada que ver con los funerales, los honores de estado o el dolor de una familia que pierde a una persona importante y temía que al escribir esto, pudiera incurrir en errores, o que no se entendiera bien. Ni siquiera es el tránsito lo que me ocupa. Es la campaña de comunicación, es de lo que suelo hablar aquí, o de lo que me gustaría hacerlo. Comunicación y decisiones sobre cómo administrar las noticias y cómo enfrentarse a la prensa. Y, ¿quién decide eso? ¿Quién aconseja? En otro orden de cosas, ¿no estamos lo bastante maduros como país para ser verdaderamente críticos con la solución que se dio tras la muerte del dictador? ¿No nos damos cuenta del lastre que supone la desmemoria o los privilegios mantenidos a lo largo de los años o el reconocimiento nulo de los crímenes amparados en las injusticias de un régimen por definición injusto? ¿No somos capaces de analizarlo sin lugares comunes, sin grandes palabras, sin Victoria Prego y todos los de su generación, felices y autocomplacientes de lo bien que lo hicieron, ese espíritu de falangista reconvertido, profundamente católico y con una forma de pensar anclada en otros tiempos, que no ha cambiado, que no ha evolucionado, que en el fondo, no es tan diferente y lo demuestra por ejemplo la reforma del aborto, que es un buen jardín en el que no entraré pero que demuestra que no está superado lo de finales de los 70 y que no hay visos de entendimiento, da igual que muera Suárez o el que sea, porque es algo más trascendente: la Transición fue un parche, y fíjate si lo fue, que casi se nos va todo al carallo con el 23F, es decir, que no estaba todo tan bien hecho o tan a gusto de todo el personal. En el fondo es algo también muy español lo de no menearlo, lo de dejarlo estar, lo de olvidar para sobrevivir. Que tiene una lectura poética, lo de olvidar y el alzheimer, que es obvio, vale y creo que es la línea de un artículo en Diagonal.
En fin, si no lo escribía reventaba pero como se puede comprobar, tampoco tenía muy claro lo que quería decir. Es todo un mix. Y por supuesto, mis respetos al finado.
Que no tiene nada que ver, es paradójico, lo sé, con el circo mediático o el seguimiento del óbito y lo que significa o lo que querían que significara los que decidieron darle esa cobertura y a ese nivel. Hala, ya lo he escrito.
Mejor o peor, ahí queda.
domingo, 23 de marzo de 2014
sábado, 15 de marzo de 2014
Tomar notas para luego no entenderlas
Os debería escanear algún día mis apuntes. Lo que llevo cuando voy a hacer reportajes o a tomar notas para escribir artículos o lo que sea. En las entrevistas soy fidedigno o lo intento y lo que escribo pues luego puede leerse más o menos después pero en lo demás, no. Tengo una teoría. Como casi siempre y para casi todo, pero bueno os la cuento otro día.
Tomar nota para luego no entenderlas, te ayuda a memorizarlo.
Tomar nota para luego no entenderlas, te ayuda a memorizarlo.
viernes, 14 de marzo de 2014
ME ABURRE/NO ME ABURRE
ME ABURRE
- The Wire
- True Detective
- los artículos sobre hipsters
- las páginas como El Mundo Today
- Facebook
- los nuevos cómicos
- los cómicos en general
- Ilustres Ignorantes
- las promos de películas en Mediaset
- la cerveza de barril Alhambra
- cortarme el pelo
- poner lavadoras
- tender
- los debates de tv
- tratar las plagas
- Supervivientes
- los hijos de Ortega Cano
- Toñi Moreno
- Toño Sanchís
- Manolo Sanchís
- Juan Carlos Rivero
- Juan Carlos Ortega
- Juan Carlos I
- Isabel II
- el caso Urdangarín
- la juez Alaya
- el aborto
- los celos
- desconfiar
- el recelo
NO ME ABURRE
- House
- House of cards
- The Wire
- True Detective
- los artículos sobre hipsters
- las páginas como El Mundo Today
- los nuevos cómicos
- los cómicos en general
- Ilustres Ignorantes
- las promos de películas en Mediaset
- la cerveza de barril Alhambra
- cortarme el pelo
- poner lavadoras
- tender
- los debates de tv
- tratar las plagas
- Supervivientes
- los hijos de Ortega Cano
- Toñi Moreno
- Toño Sanchís
- Manolo Sanchís
- Juan Carlos Rivero
- Juan Carlos Ortega
- Juan Carlos I
- Isabel II
- el caso Urdangarín
- la juez Alaya
- el aborto
- los celos
- desconfiar
- el recelo
NO ME ABURRE
- House
- House of cards
jueves, 13 de marzo de 2014
No eres moderno, eres un mamarracho
Hola.
Estoy en contra de los artículos que abordan el tema de ser moderno y que afloran como las alergias y proliferan en webs o magazines como setas o incluso en periódicos supuestamente serios, que son básicamente de humor, de acuerdo, que pretenden ser sátiras, más o menos ingeniosas u ocurrentes en el mejor de los casas, casi siempre tediosas o vacías, el signo de los tiempos, y de un modo u otro, en las que se recogen todos y cada uno de los tópicos posibles e imposibles alrededor de lo que significa esa entelequia de ser moderno.
Para muestra, un buen montón de enlaces:
- Normcore, lo más moderno es no ser moderno - El País
- Miedo a un planeta 'hipster' - El País
- ¿Está pasado ser moderno? - El País
- Ser hipster en España - El País
- Amor en tiempos de 'hipsters' - El Mundo
- 'Mipsterz', la nueva tribu urbana que incomoda a los musulmanes - El Mundo
- Para ser moderno hay que parecer un marica - El Mundo
- Cómo ser moderno - El Mundo
- ¿Eres un hipster? Dicen que no estás solo - El Periódico
- 10 claves para ser un buen hipster - La Vanguardia
- Cómo ser moderno en 6 pasos - El hombre que salió de la tarta
- Conviértete en moderno en 7 pasos - Revista GQ
- Como ser un indie gafapasta en 9 cómodos pasos - Rollingstone
- 10 claves básicas para convertirte en hipster - Telva
- Cómo ser moderno en 10 pasos - Alabarda
- Quiero ser hipster: los 25 pasos imprescindibles para convertirte en uno - Revista Glamour
- Cómo ser un gurú indie sin tener ni idea de música - Revista GQ
- Manual básico para reconocer a un cultureta (y acabar con él) - PlayGround
- Consejos de un alopécico barbado a un hipster - Revista GQ
- Cuando fuimos hipsters - Achtung magazine
- Cómo ser un hipster - Wikihow
- Cristiano Ronaldo se ha vuelto hipster - Revista Coure
A veces la palabra moderno se sustituye por hipster.
Vamos a homologarlas a efectos prácticos, aunque sea una palabra antigua en realidad.
Es curioso que hace unos pocos años, la editorial Alpha Decay no encontrase sinónimos para la dichos palabrita, hipster, y que convocase a través de un debate en su página de Facebook una traducción de su libro y que ahora, en muy poco tiempo, tres años, que lo acabo de ver, pues el palabro se haya vuelto de uso común.
A mí me molesta la confusión con todo lo relativo a la modernidad. Me siento insultado incluso cuando me lo dicen como un halago. Lo moderno se aplica casi siempre al atuendo, a la ropa y los complementos primordialmente a mi entender, es una medida de categorizar apariencias y en eso, el ámbito estético digamos, pues no me meto, pero también se habla de lo moderno en torno a los hábitos o al consumo de contenidos culturales, y eso particularmente me molesta, mucho a decir verdad, aunque en el fondo venga a ser lo mismo, las personas que se visten con los nombres de grupos de música de moda, o con las tendencias, o con directores de películas, o con lo que sea que se supone que está en boga y con lo que ellos se distinguen, se marcan, se destacan de algún modo.
Son lodos pantanosos al hablar de lo moderno o lo que es aún peor, ser moderno. Lo moderno no siempre es moderno, aunque parezca una paradoja, es rigurosamente cierto. Yo venía a hablar de los artículos supuestamente satíricos y como muy a la última, porque criticar los último es la única forma de traspasarlo, de ir más allá de los último, la fiebre novísima. Son conceptos bien vaporosos, pero mi ánimo y mi intención es licuarlos. Porque es todo tan aleatorio, tan poco científico y tan estúpido, en los artículos a los que me refiero, que he querido recrearme con esto para que los mamarrachos del mundo se reconozcan no en las actitudes o en los pensamientos, como hacen en los pseudos chistosos reportes, sino en lo más duro de mis palabras y mis razonamientos, para que se entiendan a si mismo y su deriva o búsqueda o como quieran llamarlo para que dejen de sentirse o llamarse modernos, para que abiertamente militen en el ridículo. Que sean mamarrachos con todas las consecuencias, que tampoco es que a mí me parezca eso especialmente malo. Pero con consciencia. Con conciencia, incluso.
Empecemos por el principio.
¿Qué es ser moderno?
Según el diccionario y quedándonos con las dos primeras acepciones...
moderno, na.
Estoy en contra de los artículos que abordan el tema de ser moderno y que afloran como las alergias y proliferan en webs o magazines como setas o incluso en periódicos supuestamente serios, que son básicamente de humor, de acuerdo, que pretenden ser sátiras, más o menos ingeniosas u ocurrentes en el mejor de los casas, casi siempre tediosas o vacías, el signo de los tiempos, y de un modo u otro, en las que se recogen todos y cada uno de los tópicos posibles e imposibles alrededor de lo que significa esa entelequia de ser moderno.
Para muestra, un buen montón de enlaces:
- Normcore, lo más moderno es no ser moderno - El País
- Miedo a un planeta 'hipster' - El País
- ¿Está pasado ser moderno? - El País
- Ser hipster en España - El País
- Amor en tiempos de 'hipsters' - El Mundo
- 'Mipsterz', la nueva tribu urbana que incomoda a los musulmanes - El Mundo
- Para ser moderno hay que parecer un marica - El Mundo
- Cómo ser moderno - El Mundo
- ¿Eres un hipster? Dicen que no estás solo - El Periódico
- 10 claves para ser un buen hipster - La Vanguardia
- Cómo ser moderno en 6 pasos - El hombre que salió de la tarta
- Conviértete en moderno en 7 pasos - Revista GQ
- Como ser un indie gafapasta en 9 cómodos pasos - Rollingstone
- 10 claves básicas para convertirte en hipster - Telva
- Cómo ser moderno en 10 pasos - Alabarda
- Quiero ser hipster: los 25 pasos imprescindibles para convertirte en uno - Revista Glamour
- Cómo ser un gurú indie sin tener ni idea de música - Revista GQ
- Manual básico para reconocer a un cultureta (y acabar con él) - PlayGround
- Consejos de un alopécico barbado a un hipster - Revista GQ
- Cuando fuimos hipsters - Achtung magazine
- Cómo ser un hipster - Wikihow
- Cristiano Ronaldo se ha vuelto hipster - Revista Coure
A veces la palabra moderno se sustituye por hipster.
Vamos a homologarlas a efectos prácticos, aunque sea una palabra antigua en realidad.
Es curioso que hace unos pocos años, la editorial Alpha Decay no encontrase sinónimos para la dichos palabrita, hipster, y que convocase a través de un debate en su página de Facebook una traducción de su libro y que ahora, en muy poco tiempo, tres años, que lo acabo de ver, pues el palabro se haya vuelto de uso común.
A mí me molesta la confusión con todo lo relativo a la modernidad. Me siento insultado incluso cuando me lo dicen como un halago. Lo moderno se aplica casi siempre al atuendo, a la ropa y los complementos primordialmente a mi entender, es una medida de categorizar apariencias y en eso, el ámbito estético digamos, pues no me meto, pero también se habla de lo moderno en torno a los hábitos o al consumo de contenidos culturales, y eso particularmente me molesta, mucho a decir verdad, aunque en el fondo venga a ser lo mismo, las personas que se visten con los nombres de grupos de música de moda, o con las tendencias, o con directores de películas, o con lo que sea que se supone que está en boga y con lo que ellos se distinguen, se marcan, se destacan de algún modo.
Son lodos pantanosos al hablar de lo moderno o lo que es aún peor, ser moderno. Lo moderno no siempre es moderno, aunque parezca una paradoja, es rigurosamente cierto. Yo venía a hablar de los artículos supuestamente satíricos y como muy a la última, porque criticar los último es la única forma de traspasarlo, de ir más allá de los último, la fiebre novísima. Son conceptos bien vaporosos, pero mi ánimo y mi intención es licuarlos. Porque es todo tan aleatorio, tan poco científico y tan estúpido, en los artículos a los que me refiero, que he querido recrearme con esto para que los mamarrachos del mundo se reconozcan no en las actitudes o en los pensamientos, como hacen en los pseudos chistosos reportes, sino en lo más duro de mis palabras y mis razonamientos, para que se entiendan a si mismo y su deriva o búsqueda o como quieran llamarlo para que dejen de sentirse o llamarse modernos, para que abiertamente militen en el ridículo. Que sean mamarrachos con todas las consecuencias, que tampoco es que a mí me parezca eso especialmente malo. Pero con consciencia. Con conciencia, incluso.
Empecemos por el principio.
¿Qué es ser moderno?
Según el diccionario y quedándonos con las dos primeras acepciones...
moderno, na.
2. adj. Que en cualquier tiempo se ha considerado contrapuesto a lo clásico.Nos quedamos con esto, que ya sobra.
Los que se hayan sentido representados por la primera definición, son los mamarrachos. Hola, mamarrachos. Estoy tentado por buscar en la RAE la palabra mamarrachos pero no lo haré. Los que pertenecen al tiempo del que habla o a épocas recientes son los que van a la moda, que es una forma más corta y concisa de decirlo. A la moda. Que es cambiante y de distintos alcances, es decir, se pone de moda algo y va llegando a distintos círculos, se va extendiendo como una epidemia.
Hace poco pensaba en el sentido de la moda, como motor de la compra capitalista... Este es un jardín en el que no debería meterme para no perder el hilo de los mamarrachos, pero allá voy. Lo pensaba porque analizando el mercado de la música, me preguntaba por qué no se premia o no tiene mayor notoriedad la música que se puede descargar gratuitamente o dicho de otro modo, por qué las licencias Creative Commons, la otra opción para el clásico copyright, una iniciativa ciertamente moderna, no obtenían una ventaja competitiva sobre las típicas o clásicas ediciones de multinacional, por qué, al menos, no tenían notoriedad por ser, nada más y nada menos, gratis. No tiene sentido o lo tiene si descontextualizas el verdadero entorno de esa edición, que fue el siguiente paso en mi diatriba mental, en la que traté de encontrarle el sentido al hit parade. Es decir, por qué tiene que haber un número uno. Quizá estoy abusando de las preguntas retóricas pero creo que me seguís. Usemos los signos que para eso están. Entonces, a ver, ¿por qué tiene que haber un número uno? ¿Por qué la música se presenta como una competición sin serlo de modo natural? Y sobre todo, ¿quiénes son los que realmente compiten en el mundo de la música? ¿Los grupos? ¿Los solistas? No, ellos no. Los músicos colaboran entre sí y se prestan a todo tipo de aventuras. Son los dueños del otro trozo del pastel, del trozo grande de hecho. Ellos son los que tienen que crear ese espacio ficticio de competición para dirimir quién es el número uno. Ellos necesitan un número uno. Para darle sentido a su inversión y desnivelar la balanza. Consiste precisamente en eso, desnivelar la balanza. No sería más lógico que el número uno fuera una canción con licencia Creative Commons que su autor comparte con todos sus seguidores. No lo planteo como una conspiración retorcida ni nada de eso, sino como una simple dinámica de mercado. Se crea la demanda. Se distinguen a unos artistas sobre esto, a partir de inversiones previas que tienen que ser rentabilizadas. Por supuesto el público elige, no es que se decida en los despachos lo que le va a gustar a la gente. La gente elige, claro, pero entre un reducido número de opciones que sí se deciden en un despacho y en esas opciones la variable de Creative Commons, de la descarga leal o gratuita, de la elaboración de ese contenido en términos de comercio justo y hablo de ello como si fuera una prenda que te garantiza que no ha sido cosida en un país con trabajadores en régimen esclavista, pues la misma certificación de buenas prácticas, por decirlo de algún modo, pues importa cero. Y se decide en el despacho, aprobando un presupuesto que un determinado trabajo de un determinado artista entre sí o sí, con campañas que son apuestas a una carta. Y, ¿por qué tiene que funcionar todo en torno a un número uno, a la cultura de hit, que acarrea cultura de pelotazo, que acarrea el coge el dinero y vete, y en general, que se reproducen todas las malas prácticas empresariales a las que podíamos hacer mención antes en el simil de los talleres textiles y las condiciones laborales, no sé si me explico y no sé dónde poner el segundo signo de interrogación con frases tan largas, ustedes me perdonen pero con este tema me embargan y al final no atiendo mucho a las formas pero seguro que lo disculpa y lo entienden?
Las multinacionales quieren que seáis modernos, mamarrachos. Gran parte de su filosofía como engranaje está en cambiaros la apariencia por completo cada cierto tiempo a través de sus mecanismos de seducción y manipulación en los medios de comunicación. Ahí lo dejo. Vaya frase, le debería dar un lavado de cara a esto, pero me da igual, lo escribo así y punto. Que pilléis un poco el espíritu y así, que la mamarrachada que tenéis encima no os deje leer, pues tanto mejor. Nos quitado a los que apenas saben leer y yo demuestro que apenas sé escribir. La cháchara anticapitalista tiene su miga porque parece que la afirmación del individuo, que el personalizarse con tatuajes, con dilataciones o con vaya usted a saber, pues se convierte en alguien único, algo que ya era desde su nacimiento, dicho sea de paso pero que como es un mamarracho, pues tiene que caracterizarse para convertirse en si mismo, lo que parece muy respetable, no quepa duda porque cada cual tiene que buscarse y encontrarse y bastante tiene con todo el proceso como para que venga un tercero a dar opiniones, pero en ese camino, entre el que eres y el que quieres ser, las multinacionales quieren pillar tajada, amigo. Quieren tu dinerito, es simple. Billetes. Y pensarás, pero qué multinacional si yo me hago los tatoos en el estudio de mi colega Fulanito, es correcto, los tatoos los cobra Fulanito pero no es el dibujo de tu piel, de esa tinta y ese trazo del que sacan su pastel, son las gafas de una marca determinada, son los logos en la ropa de marcas determinadas, son las zapatillas de marcas determinadas, son los grupos de música de multinacionales determinadas... Hay un negocio detrás de ser un moderno, que viene a ser una hidra, con muchas cabezas, con muchos intereses. No es una conspiración, no hay plan orquestado, claro que no o si acaso, es un plan para volvernos a todos idiotas. Conmigo llevan mucho ganado.
Nos volvemos todos idiotas porque los símbolos acaban prostituyendo y perdiendo su sentido. Hace poco escribía aquí sobre el sentido de la palabra indie. Cada uno le pondrá o le quitará significados según su experiencia o según lo que le interese o lo que conozca, pero la palabra indie tiene un sentido claro y unívoco, un origen y significa una cosa, una sola cosa, y no otra. Actualmente la palabra indie es un género. Y se usa como estilo de vestir. Como adjetivo para una tribu urbana. Etc. Pero indie significa algo. No voy a repetir lo mismo que ya escribí, buscáis la entrada anterior, que está un poco más abajo y hala. El caso es que se vacía de sentido todo. Esto es lo que nos vuelve idiotas. Que se cambian los sentidos de las palabras, cuando no se usan otras directamente que suelen ser anglicismos y que nos vuelven más idiotas aún. Selfie es un inmejorable ejemplo. Con lo bonita que es la palabra Autoretrato. Los que defienden los préstamos anglosajones en general aluden a la economía de medios, de acuerdo, pero no podrán negar que se empieza en la economía de medios expresivos y se acaba en la economía de medios del pensamiento, cuando no en la más absoluta miseria de ideas. Porque en el fondo, muchos de los mamarrachos no son otra cosa más que eso, pobres de solemnidad en lo que a tener ideas propias se refiere.
Hace poco pensaba en el sentido de la moda, como motor de la compra capitalista... Este es un jardín en el que no debería meterme para no perder el hilo de los mamarrachos, pero allá voy. Lo pensaba porque analizando el mercado de la música, me preguntaba por qué no se premia o no tiene mayor notoriedad la música que se puede descargar gratuitamente o dicho de otro modo, por qué las licencias Creative Commons, la otra opción para el clásico copyright, una iniciativa ciertamente moderna, no obtenían una ventaja competitiva sobre las típicas o clásicas ediciones de multinacional, por qué, al menos, no tenían notoriedad por ser, nada más y nada menos, gratis. No tiene sentido o lo tiene si descontextualizas el verdadero entorno de esa edición, que fue el siguiente paso en mi diatriba mental, en la que traté de encontrarle el sentido al hit parade. Es decir, por qué tiene que haber un número uno. Quizá estoy abusando de las preguntas retóricas pero creo que me seguís. Usemos los signos que para eso están. Entonces, a ver, ¿por qué tiene que haber un número uno? ¿Por qué la música se presenta como una competición sin serlo de modo natural? Y sobre todo, ¿quiénes son los que realmente compiten en el mundo de la música? ¿Los grupos? ¿Los solistas? No, ellos no. Los músicos colaboran entre sí y se prestan a todo tipo de aventuras. Son los dueños del otro trozo del pastel, del trozo grande de hecho. Ellos son los que tienen que crear ese espacio ficticio de competición para dirimir quién es el número uno. Ellos necesitan un número uno. Para darle sentido a su inversión y desnivelar la balanza. Consiste precisamente en eso, desnivelar la balanza. No sería más lógico que el número uno fuera una canción con licencia Creative Commons que su autor comparte con todos sus seguidores. No lo planteo como una conspiración retorcida ni nada de eso, sino como una simple dinámica de mercado. Se crea la demanda. Se distinguen a unos artistas sobre esto, a partir de inversiones previas que tienen que ser rentabilizadas. Por supuesto el público elige, no es que se decida en los despachos lo que le va a gustar a la gente. La gente elige, claro, pero entre un reducido número de opciones que sí se deciden en un despacho y en esas opciones la variable de Creative Commons, de la descarga leal o gratuita, de la elaboración de ese contenido en términos de comercio justo y hablo de ello como si fuera una prenda que te garantiza que no ha sido cosida en un país con trabajadores en régimen esclavista, pues la misma certificación de buenas prácticas, por decirlo de algún modo, pues importa cero. Y se decide en el despacho, aprobando un presupuesto que un determinado trabajo de un determinado artista entre sí o sí, con campañas que son apuestas a una carta. Y, ¿por qué tiene que funcionar todo en torno a un número uno, a la cultura de hit, que acarrea cultura de pelotazo, que acarrea el coge el dinero y vete, y en general, que se reproducen todas las malas prácticas empresariales a las que podíamos hacer mención antes en el simil de los talleres textiles y las condiciones laborales, no sé si me explico y no sé dónde poner el segundo signo de interrogación con frases tan largas, ustedes me perdonen pero con este tema me embargan y al final no atiendo mucho a las formas pero seguro que lo disculpa y lo entienden?
Las multinacionales quieren que seáis modernos, mamarrachos. Gran parte de su filosofía como engranaje está en cambiaros la apariencia por completo cada cierto tiempo a través de sus mecanismos de seducción y manipulación en los medios de comunicación. Ahí lo dejo. Vaya frase, le debería dar un lavado de cara a esto, pero me da igual, lo escribo así y punto. Que pilléis un poco el espíritu y así, que la mamarrachada que tenéis encima no os deje leer, pues tanto mejor. Nos quitado a los que apenas saben leer y yo demuestro que apenas sé escribir. La cháchara anticapitalista tiene su miga porque parece que la afirmación del individuo, que el personalizarse con tatuajes, con dilataciones o con vaya usted a saber, pues se convierte en alguien único, algo que ya era desde su nacimiento, dicho sea de paso pero que como es un mamarracho, pues tiene que caracterizarse para convertirse en si mismo, lo que parece muy respetable, no quepa duda porque cada cual tiene que buscarse y encontrarse y bastante tiene con todo el proceso como para que venga un tercero a dar opiniones, pero en ese camino, entre el que eres y el que quieres ser, las multinacionales quieren pillar tajada, amigo. Quieren tu dinerito, es simple. Billetes. Y pensarás, pero qué multinacional si yo me hago los tatoos en el estudio de mi colega Fulanito, es correcto, los tatoos los cobra Fulanito pero no es el dibujo de tu piel, de esa tinta y ese trazo del que sacan su pastel, son las gafas de una marca determinada, son los logos en la ropa de marcas determinadas, son las zapatillas de marcas determinadas, son los grupos de música de multinacionales determinadas... Hay un negocio detrás de ser un moderno, que viene a ser una hidra, con muchas cabezas, con muchos intereses. No es una conspiración, no hay plan orquestado, claro que no o si acaso, es un plan para volvernos a todos idiotas. Conmigo llevan mucho ganado.
Nos volvemos todos idiotas porque los símbolos acaban prostituyendo y perdiendo su sentido. Hace poco escribía aquí sobre el sentido de la palabra indie. Cada uno le pondrá o le quitará significados según su experiencia o según lo que le interese o lo que conozca, pero la palabra indie tiene un sentido claro y unívoco, un origen y significa una cosa, una sola cosa, y no otra. Actualmente la palabra indie es un género. Y se usa como estilo de vestir. Como adjetivo para una tribu urbana. Etc. Pero indie significa algo. No voy a repetir lo mismo que ya escribí, buscáis la entrada anterior, que está un poco más abajo y hala. El caso es que se vacía de sentido todo. Esto es lo que nos vuelve idiotas. Que se cambian los sentidos de las palabras, cuando no se usan otras directamente que suelen ser anglicismos y que nos vuelven más idiotas aún. Selfie es un inmejorable ejemplo. Con lo bonita que es la palabra Autoretrato. Los que defienden los préstamos anglosajones en general aluden a la economía de medios, de acuerdo, pero no podrán negar que se empieza en la economía de medios expresivos y se acaba en la economía de medios del pensamiento, cuando no en la más absoluta miseria de ideas. Porque en el fondo, muchos de los mamarrachos no son otra cosa más que eso, pobres de solemnidad en lo que a tener ideas propias se refiere.
Las cosas son lo que son. No lo que quiere que sean, alguien con un interés o simplemente con desconocimiento. Es el caso de Rimbaud. Lo explica Andrés Neuman, on his own words: "Otro malentendido confunde el alegato “Hay que ser absolutamente moderno”, perteneciente al libro donde anuncia su deserción. Descontextualizadas como lema de vanguardia, esas palabras no eran un manifiesto poético ni una declaración estética. Eran más bien lo contrario: una profecía sobre el fin de toda estética. «¡Debo enterrar mi imaginación!», proclama el poeta, «¡me veo devuelto al suelo, obligado a buscar un deber y abrazar la realidad (…)! Hay que ser absolutamente moderno. Nada de cánticos». La modernidad de la que habla Rimbaud, con más seriedad que ironía, se refiere a la productividad, la riqueza y la ciencia".
Lo podéis leer completo, aquí.
A vueltas con el sueldo de Toñi Moreno
Creo que si cobras 1.400 euros por programa y el programa consiste en recaudar fondos para necesitados, tienes que tener una mejor excusa preparada.
Es mi opinión.
No entro en comentar el montante.
Falta de preparación a la hora de dar excusas, Toñi.
De lo otro no opino porque es difícil no ser un hipócrita hablando de sueldos ajenos.
Si decías que te esperabas ese reproche...
Pues más cintura en la respuesta o más coherencia.
O más cortar por lo sano y decir, pues sí, mil y pico palotes pa la buchaca, y ¿qué pasa?
Con un par se reconoce lo obvio y punto.
Echados palante los quiere Dios, que no le vengan dudas, que se reafirme.
Si te lo llevas crudo, pues oye, a mucha honra pero no pega contar lo de los catorce años.
Viene a cuento de esto:
http://www.vanitatis.elconfidencial.com/cine-tv/2014-03-13/un-espectador-pide-a-toni-moreno-en-directo-que-done-parte-de-sueldo_101669/
Aquí, el momento en directo:
)
Es mi opinión.
No entro en comentar el montante.
Falta de preparación a la hora de dar excusas, Toñi.
De lo otro no opino porque es difícil no ser un hipócrita hablando de sueldos ajenos.
Si decías que te esperabas ese reproche...
Pues más cintura en la respuesta o más coherencia.
O más cortar por lo sano y decir, pues sí, mil y pico palotes pa la buchaca, y ¿qué pasa?
Con un par se reconoce lo obvio y punto.
Echados palante los quiere Dios, que no le vengan dudas, que se reafirme.
Si te lo llevas crudo, pues oye, a mucha honra pero no pega contar lo de los catorce años.
Viene a cuento de esto:
http://www.vanitatis.elconfidencial.com/cine-tv/2014-03-13/un-espectador-pide-a-toni-moreno-en-directo-que-done-parte-de-sueldo_101669/
Aquí, el momento en directo:
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Casas de barro. Interiores de para sacar ideas
Hoy tengo por delante un día intenso de pintura y trabajos de bricolaje. Le estamos dando un lavado de cara a la casa y básicamente arreglando las cosas rotas, tenía la intención de hacer algo más pero bueno, el presupuesto es muy ajustado y lo primero era arreglar los desperfectos causados por el tiempo, pero estas casas de barro me inspiran muchísimo.
También el jardín nos ha llevado mucho trabajo: un árbol se había caído, os lo conté creo y lo reducimos a leña. No fue fácil, también los pinos de la valla. Estaban inmensos, os hablé de ello. Había que solucionar la chimenea, que quizá hubiera sido una buena oportunidad para intentar hacer algo con el barro, me ayudaba un albañil y cuando le hablé de sacos de arena y paredes de adobe me miraba con cara de no muy convencido, aunque creo que son idóneas por el aislamiento y por aprovechar al máximo el sol y el calor.
En fin, escribo esto mientras espero a que llegue y nos pongamos a trabajar, no hay gimnasio como la albañilería amateur, también te digo. Con una máquina karcher le metimos duro al enlosatado y brillaba, es de un verde esmeralda que siempre he odiado y al darle la limpieza a fondo, casi me gustaba, ese tono de pirita, de aguacate sin madurar.
Ayer me dejó colgado, es una casa muy grande y siempre quedan arreglillos. También he pintado parte del exterior, mi primera experiencia con las brochas. Está chupado. Pero es tedioso. También arreglamos un canalón, para que el agua no se estancase en la terraza, mi otra gran aspiración era aprovechar todo el agua de lluvia, para aprovecharla para el riego, por ejemplo. Y hacer pequeños ríos, como los que hay subiendo a la Alhambra, esos cauces empedrados. Me encantan. Es inspiración, no se parece ni de cerca a lo que podía hacer aquí, pero vaya, es inspirador, y además escribo esto para hacer tiempo, por delante tengo una larga jornada de aquí para allá, sacando bolsas y espuertas de cascajo. Cambiamos también un par de persianas, el viento sigue colándose. Escribí una entrada bien larga y extensa sobre mi lucha contra el frio de las rendijas. La tengo en borrador. La tengo que terminar porque ahí lo explicaba con todo detalle, por suerte el invierno se acaba. En esta casa los inviernos son criminales. A pesar de la chimenea. Incluso en verano hace frio en algunas habitaciones. Sigo escribiendo esperando a oír el claxon. Ayer me dejó colgado. Igual hoy también. Me he preparado una jarra de café. Café con leche. Jarra de cerveza. Hasta arriba. Preparé una cafetera a las ocho y cuarto. Ya me la he acabado.
Albergo la idea de tratar de convertir la casa en algo parecido a un negocio o que se pueda alquilar por temporadas o no sé exactamente de qué modo hacerlo, pero para mí solo es enorme y bueno, me encanta vivir aquí pero en muchos sentidos me condiciona el día a día, por otro lado, me cuesta pensar en que la arregle y la ponga preciosa y vengan extraños a destrozarla y hacerla pedazos. En el sótano está todo por hacer. Lleno de trastos nivel Diógenes experto. No sé qué uso darle. Como está bajo tierra, me gustaría habilitarlo de algún modo para que sirviera de salón de invierno, menos gasto energético y un espacio collejo para pertrecharse del frio. El frio es muy jodido aquí, estamos a un paso del parque natural de Sierra Nevada, a menos de quinientos metros. El relente de la nieve cae a plomo, las plantas también lo sufren. He escuchado un rechinar de frenos. Lo mismo era él. Pero no. No me gusta esperar pero tengo cero ganas de bricolaje. Mucho trabajo. A las seis tengo la espalda hecha pedazos. Sin su ayuda, hubiera sido imposible. Es muy apañado, como se dice por aquí. Estoy echando de menos una tostada de tomate. La verdad es que ayer fue un alivio que finalmente no se presentase. Lo mismo llega a las doce de la mañana, me lo ha hecho un par de veces. ¿Se nota demasiado que estoy haciendo tiempo mientras escribo esto?
En fin, lo dejo aquí. Aún no ha llegado. Se supone que habíamos quedado a las diez. Son y diecinueve. Lo mismo le llamo. He estado a punto de avisarle que hoy no me venía bien. No es cierto pero en realidad es poca apetencia. Pero vaya. Hay que hacerlo. Ya van veinte minutitos...
Bueno....
Lo dejo antes de que llegue.
Bonito el vídeo, eh. Las paredes de barro... Algún día me introduciré en ellas y saldrá algo chulo, prometo fotos de mis aventuras en la albañilería. He vuelto a oír un ruido. Es que no hay timbre. Habíamos pensado en poner uno. A mí se me ocurrió una campanita. Aunque no sé si es demasiado ridículo. Por eso lo que me piten desde el coche cuando llegan. Bueno... No. No era. Lo de estar pendiente de los ruidos es una tabarra buena. Hala, ya os dejo.
)
Hasta luego.
Las zanahorias
Las cosas se consiguen y llegan. Sí: Las metas, los deseos, los anhelos, eso.
Es el objeto de deseo el que cambia. El que no resiste al tiempo. Los sueños.
Lo que aquí llamaremos zanahorias, sí, zanahorias, ya, ya, evidente metáfora.
La habitación de clicks
Hace unos días me acordé de un viejo sueño infantil. Me prometí con siete u ocho años que, cuando fuera mayor, tendría una habitación solo para los clicks de Playmobil. No muy grande la habitación pero con moqueta. Y los tendría todos. Todos. Todos y cada uno. Esquina del Oeste. Esquina de piratas y espadachines. Esquina de circuito de carreras. Esquina de granja y todo lo demás. Una verdadera colección. Tenerlo todo, vaya. No sé si llamarlo colección o exposición. Nunca tuve demasiados cuando niño y cada cierto tiempo me caía uno como regalito por ir a la revisión del dentista o a cosas así, mis padres me compraban una caja de clicks de las pequeñas, individual. Uno solo. Que solo traía un juguete y sus complementos. Un caballo, todo lo más. Su espada. Su pistola. Su loquesea. Y puede que un perrito, un algo. Un soldado. Un pistolero. Un indio. Me sabía a poco. Quería más y más. Quería la tribu, Quería la banda de cuatreros. Quería el ejército entero. Tuve el barco pirata. Por Reyes. Ese fue lo más grande que tuve, era un buen bicho y bueno, luego pues se me perdían los muñecos. La colección se veía menguada por el tiempo. Se perdían. Los clicks, digo. No era como tal una colección. No de vitrina, ¿me explico? Eran juguetes. Y yo era un niño. Jugaba con ellos. Me los llevaba por ahí y claro, sin remedio se iban registrando bajas en el equipo. De lo que llegaba de una cajita a otra, pues perdía efectivos y no hacía grupo, no hacían bulto, en suma no los conservaba. Y hace poco me acordé de esa especie de promesa infantil memorizada a fuego: La habitación de los clicks de Playmobil.
Fue un flash. En mi mente. Hace unos días. Una habitación, la habitación. Me acordé de ella. También, o sobre todo, de la promesa. Me sorprendió como una imagen fotográfica o la reproduje en mi mente con toda claridad o eso me pareció. Estaba girando en una rotonda. Por el carril de dentro. Me acordé súbitamente, como irrumpe a veces cierto tipo de recuerdos, con un golpe brusco de memoria. La habitación de los clicks. Puse el intermitente. Todo el mundo hace las rotondas mal. Por el carril que no es, quiero decir. La mayoría no pone ni los intermitentes. Ya ni me gustan los clicks. No para jugar, claro. No juego. Tengo 35 años. Pero ni siquiera de adorno. Lo cierto que ni me gustan las estanterías, de IKEA en su mayoría, llenos de juguetitos. No me gustan. Mi idea de la habitación de los clicks no era así tampoco. No irían en el salón. Tienen su punto los clicks, mucho más los nuevos que sacan, con barba y todo, pero al convertirse en icono generacional súper usado en mil partes pues ya no es lo mismo. En realidad la idea era reunir los antiguos. Los de siempre, los clásicos. Son mainstream ahora. No es lo mismo. No me gustaría por nada del mundo tener una habitación llena de clicks de Playmobil, con todo el pack: el barco pirata, el fuerte de los vaqueros, el zoo, la casa victoriana, la isla, el velero, el circuito de fórmula uno, el establo, la granja y luego todos los individuales, el fantasma... El fantasma lo tenía de pequeño. Con su bola y cadena. Fue el único que nunca se me perdió. Brillaba en la oscuridad. No creo que fuera por eso. No se perdió en cualquier caso. Nunca tuve una colección. A ver. Que dejar de querer tener juguetes cuando eres adulto, si es que soy adulto que lo dudo pero bueno, con 35 cumplidos, pues si no soy adulto, soy gilipollas, ambas respuestas pueden ser correctas, pues viene siendo lo normal. Opción C. En fin. Pero lo relevante es que se trataba de algo serio, un pacto de sangre imaginado conmigo mismo o peor aún, con el yo de futuro, pacto total, lo de la sangre es figurado pero es para darle esa importancia, ponerlo a ese nivel, con mi yo del futuro con mi yo de 35 por ejemplo y es un reto, o un sueño, no sé si llamarlo sueño que no pienso, ni podría aunque quisiera, cumplir. ¿Qué es? ´Cómo llamarlo, ¿un sueño olvidado? ¿Una zanahoria podrida? No lo sé. Tampoco me importa mucho. Lo que me sorprendió, no es que no vaya a comprarme los juguetes de mi infancia, a completar las colecciones que nunca tuve, eso no es, sino la vehemencia con la que me lo prometí de niño, la sangre de la que hablaba a nivel simbólico y lo convencido que estuve de ello en su momento, que fue una forma de consolarme también. En el futuro, lo tendré todo. Y pensé, claro, que es por lo que viene toda esta milonga, en que será lo que no le daré a mi yo del futuro, las zanahorias de hoy, con las que sueño y por las que me hago cruces, porque entiendo que la vida en general es la zanahoria o una sucesión de ellas y así lo vivimos o lo creemos, cuando en el fondo es el palo, el hilo, la carroza, el caballo, nosotros, es todo, no solo la zanahoria y seamos lo que seamos nosotros mismos en la ecuación o en el símil, pues lo importante siempre es no dejar de moverse, de querer, de soñar, de ilusionarse, de hablar y prometer al yo del futuro.... Porque realmente somos todo, la vida es todo incluidos todos los yos del futuro con los que hayamos tratado y trataremos. No la zanahoria. No querremos la zanahoria mañana. Las zanahorias cambian. La habitación de los clicks actualmente sería un criadero de polvo. Quizá si tuviera hijos. O sobrinos. Que flipasen y destrozasen mi legado. Si tuviera un mísero billete en el bolsillo, que no lo tengo, para poder gastar en bobadas como la melancolía y los objetos con los que nos hicimos grandes, es muy probable que no me lo gastase en eso. No sé cómo de millonario tendría que ser para tener la habitación de los clicks. No porque sean caros. No lo son. O no lo eran. Hace tiempo que no compro clicks. Pero no es la cuestión el precio. Eso es una necedad. Que tenga o no tenga dinero, no es la cuestión. Sino que me da igual, cien por cien igual, esa es la cosa, lo poco que me importa hoy. Hoy ando en otras cosas. Otras zanahorias. Juego poco. Un error. Jugar es siempre necesario. Del modo que sea. Pero jugar. Y buscar. O inventar juegos. Eso es lo más difícil. Me he acordado de la peli de Richard Pryor, Mi juguete favorito. Eso sí que era una buena colección de cachivaches. El caso. Lo que motiva esta entrada en el blog. Una duda. Una cuestión. Una pregunta que me ha venido hoy a la cabeza: Que lo que quiero ahora, ¿se convertirá en una nueva zanahoria olvidada cuando pase el tiempo y cuando finalmente lo obtenga o tenga la posibilidad de obtenerlo?
La habitación de los clicks de Playmobil es convalidable a la colección de muñecos artículados de Star Wars, la guapa, la de los ochenta o a la colección Master del Universo, tuve un He-Man que me duró tela de años o la colección de GIjoe, muy molones y muy cotizados cuando ya iba siendo más grandecito, me valen igualmente las aspiraciones adolescentes con las zapatillas de deporte, una colección de Air Jordan guapas o de Adidas de todos los tiempos, me acuerdo de las Pat Ewing por ejemplo. Viene a ser todo lo mismo: zanahorias. Para verlas, para tenerlas, para tocarlas y volverlas a poner en su sitio, una exposición de lo que he llamado zanahorias, como en una vitrina. Para siempre. Para el niño o el adolescente que fuimos. Conozco a gente con máquinas recreativas en sus casas. Pinballs o máquinas de arcade. Como las del Tetris. O el de las burbujas. O el Sonic. Te quedas con la peña con una máquina recreativa de las antiguas en tu casa. De las de 25 ptas. Te quedas con toda la peña. Es un vacile guapo. Después del primer mes, seguro que juegas más bien poco. Sobre todo si no tienes prole que te motive a la competi. Pero también debes estar un poco atontolinado o con la cabeza a las tres menos cuarto, o que te sobre, claro, la pasta y la tengas a espuertas para gastarte en eso los billetes. Porque no juegas. No juegas, obviamente, no juegas. Jugaste. Fueron tus zanahorias. Soñaste con ello. Con créditos infinitos. Con vidas infinitas... Esa es la idea. La que resume toda la entrada. Vidas infinitas. Es lo que en el fondo todos queremos. Vida infinita. Y los arcades sirven de ejemplo perfecto. Con 35 años no juegas en una recreativa. Te harás pedazos con la play, el FIFA, el WOW o lo que sea, pero ... La vida pasa. El tiempo pasa. Las vidas infinitas ya no valen lo que antes valdrían. Y no me refiero a las 25 ptas. El cuarto de clicks de Playmobil con el que soñaba, ahora no sería lo mismo. Igual. Es igual porque yo no jugaría con el fuerte ni con el barco pirata, aunque tuviera todo el equipo y la otra goleta y toda la colección de indios, vaqueros o soldadesca. No, no juego. No jugaría. 35 años, joder. Y a un arcade de bar, que vale, que está muy guapo, que te quedas con la peña, que lo enseñas en casa y lo flipan. Verlo en el salón. Yo lo he flipado y es un detalle muy de jugón pero también un poco de ¡ande vas, flipao! Sin duda es un ajuste de cuentas con el yo que eran cuando necesitaban 25 pesetas para cada partida del Súper Mario o el Street Fighter 2. Ahora ya no. Se lo debías a tu yo de 10 años o de 12 pero ya no le satisface porque el deseo no tiene memoria o si la tiene, no es del todo viva o real, sino reconstruida y más apariencia que realidad. Lo de los arcades, claramente y la habitación de los clicks, también. El niño de 10 años me mira y no lo aprueba, no quiere eso. Lo quería, sí, pero ya, no. Y me encantaría poder hablarle y preguntarle por qué me mira de esa forma, en qué está pensando y qué quiere, si es que quiere algo, pero por más que intento hacerle hablar, es inútil porque es un mero recuerdo, recuerdillo incluso con menos consistencia que un holograma y los recuerdos no hablan y no sirve la retroactividad para que el pasado se exprese sobre el presente en términos relativamente inteligibles. O sea, que no. Que no. Y ya está. La habitación de los clicks ya no es una zanahoria.
Mi propio programa musical de radio
Desde siempre ha sido un sueño porque soy oyente de radio desde que tengo memoria, en la cocina de mi abuela mientras preparaba la comida con cuñas míticas de la radio como la de Muebles Molina, que la adaptaron en clave surf el grupo Los Portazos en su primer disco por cierto, las voces míticas de la radio local, los programas, los informativos y sobre todo esa presencia constante, esa compañía, la magia de la radio, que llaman pues todo eso, siempre he creído en ello y me atrevo a decir que lo he sentido, he sentido esa magia luego, la música, que es algo que sí que es mágico, totalmente mágico y que también tiene un componente químico, como de alquimia, que produce reacciones físicas, del cuerpo y que me cambia, a mí y a todo el mundo supongo, actúa por dentro y remueve sensaciones a un nivel y a una profundidad en la que no hay casi nada más comparable, eso es para mí la música. Esto es un tópico, lo de la magia de la radio y el poder, venga, voy a decirlo, el poder curativo de la música, son tópicos, vale pero creo en ellos, siempre he creído en ellos y es uno de los muchos tópicos con los que podría definirme, a los que me agarraría en mitad de la tormenta. Siempre me pareció muy difícil la radio, hacer radio, entrar en la radio, noséporqué, muy pocos locutores, muy pocos puestos de trabajo y cada vez menos. Hice unas prácticas, bueno no pueden o no podría ni llamarlas así, antes de empezar la carrera de periodismo, fui un mes a ayudar en la radio local y me desengañó muchísimo, tenía que escribir el guión, todo un día de trabajo para escasos cuarenta minutos de programa local y además era de deportes, el programa, no sé por qué, pero fue un palo, por el amor a la radio, a la magia y todo eso, pues ni magia ni nada, era más bien pesado, un poco horrible y como primera experiencia, como primer contacto, fue una auténtica desilusión. La zanahoria se deshizo, se esfumó. Al haber tenido ese par de malas experiencias al poco de salir del instituto leyendo boletines y leyéndolos muy mal, trompicándome, a tirones, pues pensé que no era lo mío. En fin, que mis primeras experiencias pues fueron malas y después pasé a la prensa y bueno, me tocó escribir. Escribir es otro vicio desde chico, así que bien. La radio se fue quedando ahí, siempre encendida en mi casa y ya está. Es cierto que en la época de la universidad, empecé a colaborar con un amigo que tenía un espacio musical los fines de semana, Antonio, y era un programa musical, Caídos del cielo, que creo que era un título de una novela de Ray Loriga, nunca la leí y no estoy seguro pero creo que duraba par de horas, había tiempo para recrearse en las recomendaciones y para escuchar canciones que estaban realmente bien. Hablamos del 99 o quizá 2000. Y me iba a Dos Hermanas, los sábados porque estudiaba en Sevilla y cogía el tren, pinchaba algunas canciones, no recuerdo cuáles, charlábamos y bueno, estaba realmente bien. Me reconcilié con la magia de las ondas. La había allí. Rollo indie. Pero era como un aperitivo. Mi espacio era híper reducido, Arrancó porque fuimos a presentar un fanzine que sacábamos. Y ya volví las siguientes veces, como a hacer una sección. No sé hasta dónde llegaba la onda. No estaba claro que nos escucharan en toda Sevilla, pero en muchos barrios, sí. Estuve yendo menos de tres o quizá cuatro meses, igual no llegó ni a dos. Radio Libertad, se llamaba. Una señal, ¿no? El nombre me gustaba. El destino está en los nombres. Siempre que puedo, lo recuerdo. El destino está en los nombres, es así. Radio Libertad de Dos Hermanas, en Sevilla. El caso es que hace más o menos un año, me empeñé en sacar un programa de radio. En hacerlo. De música. Solo de música, solo canciones. La música que yo quisiera. Más o menos escogida, más o menos especial y ya está. Uno lo concibe al rollo americano del show. Show radiofónico. En plan tal. Con voz engolada. Bienvenidos al show. Luego el glamour es menos. Y la selección músical pues es un poco como hacer cócteles, hay que nacer. El buen gusto no lo regalan con la prensa y es difícil que no se note que tienes un gusto pésimo para elegir canciones. Cualquiera puede hacer un mojito pero que un mojito sea memorable pues no es nada habitual. Yo hacía lo que iba pudiendo, pero bueno, nunca me ha gustado hacer lo que se puede, pienso que hay que hacer hasta que no se pueda más. Hacer lo que se puede es casi siempre hace poco o hacer menos de lo que crees que debes hacer o es así para mí al menos.
Creo que lo que pasa en España con las licencias de radio es verdaderamente inusual y que condiciona de una forma muy notable el espectro de opciones en el dial. Muy especialmente en el caso que hablemos de radios musicales, de música, vaya. La música que se puede escuchar y la que no. Y también, la música que la gente escucha y la que no. Esto ha cambiando considerablemente en los últimos años, al decir últimos años, me refiero más bien, al cambio de siglo, del XX al XXI, año arriba, año abajo. En los ochenta, era otra cosa. En los noventa, incluso, era distinto. Uno tiende a pensar que lo vive actualmente es lo peor del mundo, probablemente no sea cierto, y el fragor del ahora no ciega y nubla la perspectiva.
El primer beso con lengua es un ocho en la escala de la felicidad. Es una frase de la serie House. No sabría precisar el capítulo, es del episodio del niño chillón autista con espamos que (Alerta Spoiler) come arena. Es un episodio muy regular pero la frase es buena. También sale una adolescente rubia que se enamora perdidamente de House y es porque (Alerta Spoiler) tenía algún tipo de enfermedad que no me enterado bien cual era. Un Lolita patológico de subtrama para contrarrestar los gritos del niño infectado. Pero es la frase lo que viene al caso. La escala de felicidad. Puntuar en la escala de felicidad. Los hitos: el primer beso con lengua, el primer revolcón serio... Y en el fondo, después de un tiempo de sequía o tras la convalecencia de un sincero desamor, cualquier mínimo ósculo o leve rocecillo es como el primigenio u original, es un permanente comienzo en labios, pieles o cuerpos que no son del todo ajeno, tras haber vivido en el cerco familiar de unos brazos concretos con su concreto diámetro y sus concretos abrazos de una determinada forma porque esto es algo de lo que muy pocos se aperciben, que no todos abrazamos igual aunque lo parezca, con los besos es evidente y de ahí para arriba pues más claro todavía. Los hitos, decía. Las primeras veces que vienen a ser todas cuando uno se pasa una temporada en el infierno. Y la escala de felicidad, que cambia. Cada día. A cada rato. Sin apenas darnos cuenta. Es un ocho hoy y mañana, lo mismo no lo apruebas. No hablo de los besos con lengua, sea el primero o el vigésimo noveno, sino del examen íntimo de emociones. A mí me pasa, no digo que le pase a todo el mundo. La escala de felicidad es sus hitos si que es más homogénea para todos los que besan o meten la lengua por primera vez o por la vez que sea. La escala de felicidad de meter lengua es común. La abstracción del lengueteo más básico que nos viene a la cabeza es muy automático, corriente diría. Pasa con todos los fluidos. Que nos unen. En nuestros distintos sentires. No así en los sentidos, en los que las escalas no valen. A veces la felicidad es eso, un sentido. Un aroma. A veces la felicidad viene como un olor agradable. Como un jardín invisible que nos rodea. Eso es exactamente, con o sin escalas. Como concepto común. Un jardín invisible. Un buen olor intangible, embriagador. Si no embriaga, es discutible que pueda ser llamada felicidad y que te responda. Felicidad, ven para acá. Y la felicidad como si no fuera con ella, porque no sabe que nombre es ese. Es bueno que cada uno bautice su jardín invisible, que le ponga nombre. El destino está en los nombres. En gran parte en los genéricos, pero sobre todo, en los propios. El destino está en los nombres propios. Raquel Cruz González. Mi primer beso con lengua. Quizá no era González y era Guerrero. Antes no fallaba en el segundo apellido. Cruz, era seguro, me doy cuenta que he llegado a la mitad de mi vida, como la canción del grupo de Donosti, La Buena Vida, que se llamaba así, La mitad de nuestras vidas, pues me doy cuenta que los 35 son el claro ecuador de la expectativa media de vida muy claramente porque se me olvida el segundo apellido, el de casi todo el mundo, los nombres me salían de corrido, ya no y muchas veces, ni el primero. El destino está en los nombres. Y se me está olvidando mi destino, quizá escribo esto por eso. O quizá eso sea estirar demasiado la goma y forzar ya las comparaciones y metáforas. No lo sé. A otra cosa. Cruz González. O Gutiérrez. O Gómez. O Guerrero, la mitad de una vida, la mitad de cosas olvidadas, el desierto de los segundos apellidos, pues ella. Raquel. En mi escala de felicidad se quedó en un seis. Seis medio. Mi primer beso con lengua. No fue un ocho, como decía House. Era áspera y fina. Como un cactus rosa al que aún no le habían nacido pinchos pero ya asomaban y entró directa a mi boca abierta en forma de o. Como si fuera a rellenar el hueco y en la operación, sentí ese tacto desagradable y directo para después en el río de saliva que acompañaba al movimiento, acomodarla mejor e irme haciendo a la idea de darle juego a la lengua. Y después muy bien. Quiero decir, que un 10 cuando la lengua de Raquel se encontró del todo con la mía y nos acoplamos mejor con los brazos. Era media tarde. Recuerdo el banco. Recuerdo la plaza. Tendría quince años. Para primer beso, iba tarde. Quizá eran dieciséis. Fue un poco decepcionante pero me esmere en la búsqueda de sentido a eso de chocar lenguas. Me costaba entenderlo y cada resultaba más natural simplemente lamerse como perros, como los cachorros, como los animales. Entonces, mejor. Al animalizarlo. Estoy pensando que si lo lee la tal Raquel, qué vergüenza, aquí dando los dos apellidos, qué imprudencia por más que esto sea un blog personal. Un beso, Raquel. Si lo lees, después de tantos años. Hablar de las mujeres, mal siempre. De los amores. Un beso, de todos modos, y mis disculpas anticipadas. Hablar de los besos, bueno. Tiene un pase. Hablar de ellos con cariño, claro. Con cierta ternura. Sin tono... Cómo decirlo. ¿Truculento? Al final tiene sentido olvidar los segundos apellidos, y en general, todo. Olvidar era necesario, útil, librarse de recuerdos como el que formatea un disco duro y que lo limpia para que quepan nuevos archivos. Formateo terapéutico cada cierto tiempo. Se nos peta el disco duro a cada poco y hay que desembuchar, hay que echarlo de algún modo. Echar los bichos. Purificación. Fui lento porque con 15 me veo mayor para besos primeros de iniciación pero a los tres meses, o quizá cinco, perdí la virginidad con la segunda con la que me besé con lengua. Yepa. A tope. No nombro y recuerdo el pack completo, de nombre y dos apellidos. Pero dejémoslo ahí. Tuvo otro recorrido. Pero que de 0 a 100 en cerocoma en materia amatoria. Una adolescencia convulsa. Esa aceleración fue un 8 en la escala de felicidad de mi yo de 16. O quizá un 10 y ahora le quito importancia. Ver las cosas con el tiempo siempre nos permite apreciar nuevos matices. De hecho, ahora lo veo como un berenjenal de mucho cuidado que vete a saber. Las escalas de felicidad que es a lo que yo iba. Y las notas. Las puntuaciones homologables, si existen, si son posibles. Porque hay un conjunto de experiencias que nos son comunes. Las primeras veces para todos y su traducción en nuestro particular ranking. A eso me refiero, ahí quería llegar. Todas las primeras veces. Algo parecido es cómo quería titular mi primer disco con Enrique Octavo: Muchas primeras veces.
Es el objeto de deseo el que cambia. El que no resiste al tiempo. Los sueños.
Lo que aquí llamaremos zanahorias, sí, zanahorias, ya, ya, evidente metáfora.
La habitación de clicks
Hace unos días me acordé de un viejo sueño infantil. Me prometí con siete u ocho años que, cuando fuera mayor, tendría una habitación solo para los clicks de Playmobil. No muy grande la habitación pero con moqueta. Y los tendría todos. Todos. Todos y cada uno. Esquina del Oeste. Esquina de piratas y espadachines. Esquina de circuito de carreras. Esquina de granja y todo lo demás. Una verdadera colección. Tenerlo todo, vaya. No sé si llamarlo colección o exposición. Nunca tuve demasiados cuando niño y cada cierto tiempo me caía uno como regalito por ir a la revisión del dentista o a cosas así, mis padres me compraban una caja de clicks de las pequeñas, individual. Uno solo. Que solo traía un juguete y sus complementos. Un caballo, todo lo más. Su espada. Su pistola. Su loquesea. Y puede que un perrito, un algo. Un soldado. Un pistolero. Un indio. Me sabía a poco. Quería más y más. Quería la tribu, Quería la banda de cuatreros. Quería el ejército entero. Tuve el barco pirata. Por Reyes. Ese fue lo más grande que tuve, era un buen bicho y bueno, luego pues se me perdían los muñecos. La colección se veía menguada por el tiempo. Se perdían. Los clicks, digo. No era como tal una colección. No de vitrina, ¿me explico? Eran juguetes. Y yo era un niño. Jugaba con ellos. Me los llevaba por ahí y claro, sin remedio se iban registrando bajas en el equipo. De lo que llegaba de una cajita a otra, pues perdía efectivos y no hacía grupo, no hacían bulto, en suma no los conservaba. Y hace poco me acordé de esa especie de promesa infantil memorizada a fuego: La habitación de los clicks de Playmobil.
Fue un flash. En mi mente. Hace unos días. Una habitación, la habitación. Me acordé de ella. También, o sobre todo, de la promesa. Me sorprendió como una imagen fotográfica o la reproduje en mi mente con toda claridad o eso me pareció. Estaba girando en una rotonda. Por el carril de dentro. Me acordé súbitamente, como irrumpe a veces cierto tipo de recuerdos, con un golpe brusco de memoria. La habitación de los clicks. Puse el intermitente. Todo el mundo hace las rotondas mal. Por el carril que no es, quiero decir. La mayoría no pone ni los intermitentes. Ya ni me gustan los clicks. No para jugar, claro. No juego. Tengo 35 años. Pero ni siquiera de adorno. Lo cierto que ni me gustan las estanterías, de IKEA en su mayoría, llenos de juguetitos. No me gustan. Mi idea de la habitación de los clicks no era así tampoco. No irían en el salón. Tienen su punto los clicks, mucho más los nuevos que sacan, con barba y todo, pero al convertirse en icono generacional súper usado en mil partes pues ya no es lo mismo. En realidad la idea era reunir los antiguos. Los de siempre, los clásicos. Son mainstream ahora. No es lo mismo. No me gustaría por nada del mundo tener una habitación llena de clicks de Playmobil, con todo el pack: el barco pirata, el fuerte de los vaqueros, el zoo, la casa victoriana, la isla, el velero, el circuito de fórmula uno, el establo, la granja y luego todos los individuales, el fantasma... El fantasma lo tenía de pequeño. Con su bola y cadena. Fue el único que nunca se me perdió. Brillaba en la oscuridad. No creo que fuera por eso. No se perdió en cualquier caso. Nunca tuve una colección. A ver. Que dejar de querer tener juguetes cuando eres adulto, si es que soy adulto que lo dudo pero bueno, con 35 cumplidos, pues si no soy adulto, soy gilipollas, ambas respuestas pueden ser correctas, pues viene siendo lo normal. Opción C. En fin. Pero lo relevante es que se trataba de algo serio, un pacto de sangre imaginado conmigo mismo o peor aún, con el yo de futuro, pacto total, lo de la sangre es figurado pero es para darle esa importancia, ponerlo a ese nivel, con mi yo del futuro con mi yo de 35 por ejemplo y es un reto, o un sueño, no sé si llamarlo sueño que no pienso, ni podría aunque quisiera, cumplir. ¿Qué es? ´Cómo llamarlo, ¿un sueño olvidado? ¿Una zanahoria podrida? No lo sé. Tampoco me importa mucho. Lo que me sorprendió, no es que no vaya a comprarme los juguetes de mi infancia, a completar las colecciones que nunca tuve, eso no es, sino la vehemencia con la que me lo prometí de niño, la sangre de la que hablaba a nivel simbólico y lo convencido que estuve de ello en su momento, que fue una forma de consolarme también. En el futuro, lo tendré todo. Y pensé, claro, que es por lo que viene toda esta milonga, en que será lo que no le daré a mi yo del futuro, las zanahorias de hoy, con las que sueño y por las que me hago cruces, porque entiendo que la vida en general es la zanahoria o una sucesión de ellas y así lo vivimos o lo creemos, cuando en el fondo es el palo, el hilo, la carroza, el caballo, nosotros, es todo, no solo la zanahoria y seamos lo que seamos nosotros mismos en la ecuación o en el símil, pues lo importante siempre es no dejar de moverse, de querer, de soñar, de ilusionarse, de hablar y prometer al yo del futuro.... Porque realmente somos todo, la vida es todo incluidos todos los yos del futuro con los que hayamos tratado y trataremos. No la zanahoria. No querremos la zanahoria mañana. Las zanahorias cambian. La habitación de los clicks actualmente sería un criadero de polvo. Quizá si tuviera hijos. O sobrinos. Que flipasen y destrozasen mi legado. Si tuviera un mísero billete en el bolsillo, que no lo tengo, para poder gastar en bobadas como la melancolía y los objetos con los que nos hicimos grandes, es muy probable que no me lo gastase en eso. No sé cómo de millonario tendría que ser para tener la habitación de los clicks. No porque sean caros. No lo son. O no lo eran. Hace tiempo que no compro clicks. Pero no es la cuestión el precio. Eso es una necedad. Que tenga o no tenga dinero, no es la cuestión. Sino que me da igual, cien por cien igual, esa es la cosa, lo poco que me importa hoy. Hoy ando en otras cosas. Otras zanahorias. Juego poco. Un error. Jugar es siempre necesario. Del modo que sea. Pero jugar. Y buscar. O inventar juegos. Eso es lo más difícil. Me he acordado de la peli de Richard Pryor, Mi juguete favorito. Eso sí que era una buena colección de cachivaches. El caso. Lo que motiva esta entrada en el blog. Una duda. Una cuestión. Una pregunta que me ha venido hoy a la cabeza: Que lo que quiero ahora, ¿se convertirá en una nueva zanahoria olvidada cuando pase el tiempo y cuando finalmente lo obtenga o tenga la posibilidad de obtenerlo?
La habitación de los clicks de Playmobil es convalidable a la colección de muñecos artículados de Star Wars, la guapa, la de los ochenta o a la colección Master del Universo, tuve un He-Man que me duró tela de años o la colección de GIjoe, muy molones y muy cotizados cuando ya iba siendo más grandecito, me valen igualmente las aspiraciones adolescentes con las zapatillas de deporte, una colección de Air Jordan guapas o de Adidas de todos los tiempos, me acuerdo de las Pat Ewing por ejemplo. Viene a ser todo lo mismo: zanahorias. Para verlas, para tenerlas, para tocarlas y volverlas a poner en su sitio, una exposición de lo que he llamado zanahorias, como en una vitrina. Para siempre. Para el niño o el adolescente que fuimos. Conozco a gente con máquinas recreativas en sus casas. Pinballs o máquinas de arcade. Como las del Tetris. O el de las burbujas. O el Sonic. Te quedas con la peña con una máquina recreativa de las antiguas en tu casa. De las de 25 ptas. Te quedas con toda la peña. Es un vacile guapo. Después del primer mes, seguro que juegas más bien poco. Sobre todo si no tienes prole que te motive a la competi. Pero también debes estar un poco atontolinado o con la cabeza a las tres menos cuarto, o que te sobre, claro, la pasta y la tengas a espuertas para gastarte en eso los billetes. Porque no juegas. No juegas, obviamente, no juegas. Jugaste. Fueron tus zanahorias. Soñaste con ello. Con créditos infinitos. Con vidas infinitas... Esa es la idea. La que resume toda la entrada. Vidas infinitas. Es lo que en el fondo todos queremos. Vida infinita. Y los arcades sirven de ejemplo perfecto. Con 35 años no juegas en una recreativa. Te harás pedazos con la play, el FIFA, el WOW o lo que sea, pero ... La vida pasa. El tiempo pasa. Las vidas infinitas ya no valen lo que antes valdrían. Y no me refiero a las 25 ptas. El cuarto de clicks de Playmobil con el que soñaba, ahora no sería lo mismo. Igual. Es igual porque yo no jugaría con el fuerte ni con el barco pirata, aunque tuviera todo el equipo y la otra goleta y toda la colección de indios, vaqueros o soldadesca. No, no juego. No jugaría. 35 años, joder. Y a un arcade de bar, que vale, que está muy guapo, que te quedas con la peña, que lo enseñas en casa y lo flipan. Verlo en el salón. Yo lo he flipado y es un detalle muy de jugón pero también un poco de ¡ande vas, flipao! Sin duda es un ajuste de cuentas con el yo que eran cuando necesitaban 25 pesetas para cada partida del Súper Mario o el Street Fighter 2. Ahora ya no. Se lo debías a tu yo de 10 años o de 12 pero ya no le satisface porque el deseo no tiene memoria o si la tiene, no es del todo viva o real, sino reconstruida y más apariencia que realidad. Lo de los arcades, claramente y la habitación de los clicks, también. El niño de 10 años me mira y no lo aprueba, no quiere eso. Lo quería, sí, pero ya, no. Y me encantaría poder hablarle y preguntarle por qué me mira de esa forma, en qué está pensando y qué quiere, si es que quiere algo, pero por más que intento hacerle hablar, es inútil porque es un mero recuerdo, recuerdillo incluso con menos consistencia que un holograma y los recuerdos no hablan y no sirve la retroactividad para que el pasado se exprese sobre el presente en términos relativamente inteligibles. O sea, que no. Que no. Y ya está. La habitación de los clicks ya no es una zanahoria.
Mi propio programa musical de radio
Desde siempre ha sido un sueño porque soy oyente de radio desde que tengo memoria, en la cocina de mi abuela mientras preparaba la comida con cuñas míticas de la radio como la de Muebles Molina, que la adaptaron en clave surf el grupo Los Portazos en su primer disco por cierto, las voces míticas de la radio local, los programas, los informativos y sobre todo esa presencia constante, esa compañía, la magia de la radio, que llaman pues todo eso, siempre he creído en ello y me atrevo a decir que lo he sentido, he sentido esa magia luego, la música, que es algo que sí que es mágico, totalmente mágico y que también tiene un componente químico, como de alquimia, que produce reacciones físicas, del cuerpo y que me cambia, a mí y a todo el mundo supongo, actúa por dentro y remueve sensaciones a un nivel y a una profundidad en la que no hay casi nada más comparable, eso es para mí la música. Esto es un tópico, lo de la magia de la radio y el poder, venga, voy a decirlo, el poder curativo de la música, son tópicos, vale pero creo en ellos, siempre he creído en ellos y es uno de los muchos tópicos con los que podría definirme, a los que me agarraría en mitad de la tormenta. Siempre me pareció muy difícil la radio, hacer radio, entrar en la radio, noséporqué, muy pocos locutores, muy pocos puestos de trabajo y cada vez menos. Hice unas prácticas, bueno no pueden o no podría ni llamarlas así, antes de empezar la carrera de periodismo, fui un mes a ayudar en la radio local y me desengañó muchísimo, tenía que escribir el guión, todo un día de trabajo para escasos cuarenta minutos de programa local y además era de deportes, el programa, no sé por qué, pero fue un palo, por el amor a la radio, a la magia y todo eso, pues ni magia ni nada, era más bien pesado, un poco horrible y como primera experiencia, como primer contacto, fue una auténtica desilusión. La zanahoria se deshizo, se esfumó. Al haber tenido ese par de malas experiencias al poco de salir del instituto leyendo boletines y leyéndolos muy mal, trompicándome, a tirones, pues pensé que no era lo mío. En fin, que mis primeras experiencias pues fueron malas y después pasé a la prensa y bueno, me tocó escribir. Escribir es otro vicio desde chico, así que bien. La radio se fue quedando ahí, siempre encendida en mi casa y ya está. Es cierto que en la época de la universidad, empecé a colaborar con un amigo que tenía un espacio musical los fines de semana, Antonio, y era un programa musical, Caídos del cielo, que creo que era un título de una novela de Ray Loriga, nunca la leí y no estoy seguro pero creo que duraba par de horas, había tiempo para recrearse en las recomendaciones y para escuchar canciones que estaban realmente bien. Hablamos del 99 o quizá 2000. Y me iba a Dos Hermanas, los sábados porque estudiaba en Sevilla y cogía el tren, pinchaba algunas canciones, no recuerdo cuáles, charlábamos y bueno, estaba realmente bien. Me reconcilié con la magia de las ondas. La había allí. Rollo indie. Pero era como un aperitivo. Mi espacio era híper reducido, Arrancó porque fuimos a presentar un fanzine que sacábamos. Y ya volví las siguientes veces, como a hacer una sección. No sé hasta dónde llegaba la onda. No estaba claro que nos escucharan en toda Sevilla, pero en muchos barrios, sí. Estuve yendo menos de tres o quizá cuatro meses, igual no llegó ni a dos. Radio Libertad, se llamaba. Una señal, ¿no? El nombre me gustaba. El destino está en los nombres. Siempre que puedo, lo recuerdo. El destino está en los nombres, es así. Radio Libertad de Dos Hermanas, en Sevilla. El caso es que hace más o menos un año, me empeñé en sacar un programa de radio. En hacerlo. De música. Solo de música, solo canciones. La música que yo quisiera. Más o menos escogida, más o menos especial y ya está. Uno lo concibe al rollo americano del show. Show radiofónico. En plan tal. Con voz engolada. Bienvenidos al show. Luego el glamour es menos. Y la selección músical pues es un poco como hacer cócteles, hay que nacer. El buen gusto no lo regalan con la prensa y es difícil que no se note que tienes un gusto pésimo para elegir canciones. Cualquiera puede hacer un mojito pero que un mojito sea memorable pues no es nada habitual. Yo hacía lo que iba pudiendo, pero bueno, nunca me ha gustado hacer lo que se puede, pienso que hay que hacer hasta que no se pueda más. Hacer lo que se puede es casi siempre hace poco o hacer menos de lo que crees que debes hacer o es así para mí al menos.
Creo que lo que pasa en España con las licencias de radio es verdaderamente inusual y que condiciona de una forma muy notable el espectro de opciones en el dial. Muy especialmente en el caso que hablemos de radios musicales, de música, vaya. La música que se puede escuchar y la que no. Y también, la música que la gente escucha y la que no. Esto ha cambiando considerablemente en los últimos años, al decir últimos años, me refiero más bien, al cambio de siglo, del XX al XXI, año arriba, año abajo. En los ochenta, era otra cosa. En los noventa, incluso, era distinto. Uno tiende a pensar que lo vive actualmente es lo peor del mundo, probablemente no sea cierto, y el fragor del ahora no ciega y nubla la perspectiva.
El primer beso con lengua es un ocho en la escala de la felicidad. Es una frase de la serie House. No sabría precisar el capítulo, es del episodio del niño chillón autista con espamos que (Alerta Spoiler) come arena. Es un episodio muy regular pero la frase es buena. También sale una adolescente rubia que se enamora perdidamente de House y es porque (Alerta Spoiler) tenía algún tipo de enfermedad que no me enterado bien cual era. Un Lolita patológico de subtrama para contrarrestar los gritos del niño infectado. Pero es la frase lo que viene al caso. La escala de felicidad. Puntuar en la escala de felicidad. Los hitos: el primer beso con lengua, el primer revolcón serio... Y en el fondo, después de un tiempo de sequía o tras la convalecencia de un sincero desamor, cualquier mínimo ósculo o leve rocecillo es como el primigenio u original, es un permanente comienzo en labios, pieles o cuerpos que no son del todo ajeno, tras haber vivido en el cerco familiar de unos brazos concretos con su concreto diámetro y sus concretos abrazos de una determinada forma porque esto es algo de lo que muy pocos se aperciben, que no todos abrazamos igual aunque lo parezca, con los besos es evidente y de ahí para arriba pues más claro todavía. Los hitos, decía. Las primeras veces que vienen a ser todas cuando uno se pasa una temporada en el infierno. Y la escala de felicidad, que cambia. Cada día. A cada rato. Sin apenas darnos cuenta. Es un ocho hoy y mañana, lo mismo no lo apruebas. No hablo de los besos con lengua, sea el primero o el vigésimo noveno, sino del examen íntimo de emociones. A mí me pasa, no digo que le pase a todo el mundo. La escala de felicidad es sus hitos si que es más homogénea para todos los que besan o meten la lengua por primera vez o por la vez que sea. La escala de felicidad de meter lengua es común. La abstracción del lengueteo más básico que nos viene a la cabeza es muy automático, corriente diría. Pasa con todos los fluidos. Que nos unen. En nuestros distintos sentires. No así en los sentidos, en los que las escalas no valen. A veces la felicidad es eso, un sentido. Un aroma. A veces la felicidad viene como un olor agradable. Como un jardín invisible que nos rodea. Eso es exactamente, con o sin escalas. Como concepto común. Un jardín invisible. Un buen olor intangible, embriagador. Si no embriaga, es discutible que pueda ser llamada felicidad y que te responda. Felicidad, ven para acá. Y la felicidad como si no fuera con ella, porque no sabe que nombre es ese. Es bueno que cada uno bautice su jardín invisible, que le ponga nombre. El destino está en los nombres. En gran parte en los genéricos, pero sobre todo, en los propios. El destino está en los nombres propios. Raquel Cruz González. Mi primer beso con lengua. Quizá no era González y era Guerrero. Antes no fallaba en el segundo apellido. Cruz, era seguro, me doy cuenta que he llegado a la mitad de mi vida, como la canción del grupo de Donosti, La Buena Vida, que se llamaba así, La mitad de nuestras vidas, pues me doy cuenta que los 35 son el claro ecuador de la expectativa media de vida muy claramente porque se me olvida el segundo apellido, el de casi todo el mundo, los nombres me salían de corrido, ya no y muchas veces, ni el primero. El destino está en los nombres. Y se me está olvidando mi destino, quizá escribo esto por eso. O quizá eso sea estirar demasiado la goma y forzar ya las comparaciones y metáforas. No lo sé. A otra cosa. Cruz González. O Gutiérrez. O Gómez. O Guerrero, la mitad de una vida, la mitad de cosas olvidadas, el desierto de los segundos apellidos, pues ella. Raquel. En mi escala de felicidad se quedó en un seis. Seis medio. Mi primer beso con lengua. No fue un ocho, como decía House. Era áspera y fina. Como un cactus rosa al que aún no le habían nacido pinchos pero ya asomaban y entró directa a mi boca abierta en forma de o. Como si fuera a rellenar el hueco y en la operación, sentí ese tacto desagradable y directo para después en el río de saliva que acompañaba al movimiento, acomodarla mejor e irme haciendo a la idea de darle juego a la lengua. Y después muy bien. Quiero decir, que un 10 cuando la lengua de Raquel se encontró del todo con la mía y nos acoplamos mejor con los brazos. Era media tarde. Recuerdo el banco. Recuerdo la plaza. Tendría quince años. Para primer beso, iba tarde. Quizá eran dieciséis. Fue un poco decepcionante pero me esmere en la búsqueda de sentido a eso de chocar lenguas. Me costaba entenderlo y cada resultaba más natural simplemente lamerse como perros, como los cachorros, como los animales. Entonces, mejor. Al animalizarlo. Estoy pensando que si lo lee la tal Raquel, qué vergüenza, aquí dando los dos apellidos, qué imprudencia por más que esto sea un blog personal. Un beso, Raquel. Si lo lees, después de tantos años. Hablar de las mujeres, mal siempre. De los amores. Un beso, de todos modos, y mis disculpas anticipadas. Hablar de los besos, bueno. Tiene un pase. Hablar de ellos con cariño, claro. Con cierta ternura. Sin tono... Cómo decirlo. ¿Truculento? Al final tiene sentido olvidar los segundos apellidos, y en general, todo. Olvidar era necesario, útil, librarse de recuerdos como el que formatea un disco duro y que lo limpia para que quepan nuevos archivos. Formateo terapéutico cada cierto tiempo. Se nos peta el disco duro a cada poco y hay que desembuchar, hay que echarlo de algún modo. Echar los bichos. Purificación. Fui lento porque con 15 me veo mayor para besos primeros de iniciación pero a los tres meses, o quizá cinco, perdí la virginidad con la segunda con la que me besé con lengua. Yepa. A tope. No nombro y recuerdo el pack completo, de nombre y dos apellidos. Pero dejémoslo ahí. Tuvo otro recorrido. Pero que de 0 a 100 en cerocoma en materia amatoria. Una adolescencia convulsa. Esa aceleración fue un 8 en la escala de felicidad de mi yo de 16. O quizá un 10 y ahora le quito importancia. Ver las cosas con el tiempo siempre nos permite apreciar nuevos matices. De hecho, ahora lo veo como un berenjenal de mucho cuidado que vete a saber. Las escalas de felicidad que es a lo que yo iba. Y las notas. Las puntuaciones homologables, si existen, si son posibles. Porque hay un conjunto de experiencias que nos son comunes. Las primeras veces para todos y su traducción en nuestro particular ranking. A eso me refiero, ahí quería llegar. Todas las primeras veces. Algo parecido es cómo quería titular mi primer disco con Enrique Octavo: Muchas primeras veces.
Los aniversarios no son noticia, insisto
Aquí lo he escrito cien mil millones de veces, pero no está de más recordarlo siempre que hay una buena oportunidad: los aniversarios NO son noticia.
Nunca.
Hoy (por ayer) se cumplen diez años del atentado del 11-M, pues bien, NO es noticia.
Y me alarma el hecho de que se abran los informativos con eso, con un aniversario.
Creo que se pasan o se desplazan las cosas que realmente están ocurriendo, por recordar o conmemorar las que pasaron hace tiempo y se nota especialmente cuando son números redondos, como por ejemplo, ahora que han pasado 10 años, la cosa cuenta como por décadas pero también se le da bombo a los lustros. Uno no piensa que sea simplemente una convención lógica, que se recuerde porque es lo normal, porque es lo corriente y sobre todo en las tragedias, claro, a las víctimas se le rinden homenajes y uno puede creer que es hasta lógico que los medios sigan sus historias, pero también uno intuyo que es algo que tiene que ver con el signo de los tiempos. Porque la vida sigue, siguen pasando cosas, incluso a la víctimas les siguen pasando cosas, y en cierto modo, los aniversarios nos aíslan, nos paran en el tiempo y crean un tipo de rutina informativa hueca que se basa en la imagen, y más concretamente, muy a tono con la sociedad del espectáculo, lo de repetir siempre lo mismo, la redifusión enferma en especial de imágenes violentas o agresivas, como en el caso del atentado, lo que por otro lado pues mina la moral muy lógicamente de los particulares que se han visto envueltos o afectados por estos sucesos, que es algo que en los medios se piensa poco, en ese daño moral de recuperar archivo alegremente.
Los aniversarios son noticia por un cierto tipo de sublimación del pasado que va más allá de la nostalgia razonable y que perjudica, en mi opinión, al desarrollo del intelecto y la capacidad crítica de las generaciones venideras, ahí lo dejo.
Volveré a recordarlo, con tenacidad. Insistiré en ello.
Los aniversarios no son ni serán nunca noticia. No. Y no.
Nunca.
Hoy (por ayer) se cumplen diez años del atentado del 11-M, pues bien, NO es noticia.
Y me alarma el hecho de que se abran los informativos con eso, con un aniversario.
Creo que se pasan o se desplazan las cosas que realmente están ocurriendo, por recordar o conmemorar las que pasaron hace tiempo y se nota especialmente cuando son números redondos, como por ejemplo, ahora que han pasado 10 años, la cosa cuenta como por décadas pero también se le da bombo a los lustros. Uno no piensa que sea simplemente una convención lógica, que se recuerde porque es lo normal, porque es lo corriente y sobre todo en las tragedias, claro, a las víctimas se le rinden homenajes y uno puede creer que es hasta lógico que los medios sigan sus historias, pero también uno intuyo que es algo que tiene que ver con el signo de los tiempos. Porque la vida sigue, siguen pasando cosas, incluso a la víctimas les siguen pasando cosas, y en cierto modo, los aniversarios nos aíslan, nos paran en el tiempo y crean un tipo de rutina informativa hueca que se basa en la imagen, y más concretamente, muy a tono con la sociedad del espectáculo, lo de repetir siempre lo mismo, la redifusión enferma en especial de imágenes violentas o agresivas, como en el caso del atentado, lo que por otro lado pues mina la moral muy lógicamente de los particulares que se han visto envueltos o afectados por estos sucesos, que es algo que en los medios se piensa poco, en ese daño moral de recuperar archivo alegremente.
Los aniversarios son noticia por un cierto tipo de sublimación del pasado que va más allá de la nostalgia razonable y que perjudica, en mi opinión, al desarrollo del intelecto y la capacidad crítica de las generaciones venideras, ahí lo dejo.
Volveré a recordarlo, con tenacidad. Insistiré en ello.
Los aniversarios no son ni serán nunca noticia. No. Y no.
miércoles, 12 de marzo de 2014
Management amateurista
El otro día hablaba con el cantante y guitarrista de un grupo de Granada que están muy bien, están empezando y molan, y charlamos sobre las movidillas y las dificultades de echar a andar un grupo nuevo y tocar fuera, perdiendo el mínimo dinero y en fin, sobrevivir con tu música o intentarlo. Llegamos a las mismas conclusiones, es pesado hacer toda la tarea de management de forma amateur y tener que conseguir fechas, locales, conciertos... Para ir a otra provincia con los costes que supone de alojamiento, que vale, que puedes dormir en casa de algún amigo, pero la furgoneta, que bueno, en un momento dado, se puede ir en varios coches, pero la gasolina no te la quita nadie. Gasolina y comida, que a veces te la dan en las salas, muy pocas veces o te hacen precio en el bar de al lado con un par de raciones, que por cierto, antes de tocar, a mí personalmente lo de comer, pues no. Los nervios me agarran el estómago y siempre se me da mejor cantar con la barriga vacía, eso sí, después de terminar el show y echar para fuera todos los bichos, el hambre vuelve con más fuerza incluso que la sed y mira que da sed lo de irse por ahí de conciertos.
Lo peor de todo eso es siempre lo mismo, no es la comida, no es la bebida y ni siquiera es la gasolina o el diesel, lo verdaderamente mal del asunto, mal pero mal de verdad, es que te ven diez. Diez personas, contando a los camareros y al técnico. Te ven diez, pues para qué. Recuerdo la frase de la peli 24 hours party people, menos gente había en la sagrada cena y cambió la historia. No es cantidad, sino calidad. Todos queremos que nos vean los que nos tienen que ver, a los que le interesa el asunto, pero claro con una entrada de cinco euros, seis a lo sumo, es normal que no vaya nadie a ver a un grupo desconocido, a lo de desconocido le podéis poner las comillas que estiméis oportuno. Que al final no es un tema numérico, que vayan veinte o cincuenta a verte no cambia esencialmente el impacto que tendrá tu música o de tu grupo, pero al menos no se contagia ese vacío, de la sala a tu interior. Y claro también es achacable a trabajo de promotor, del sitio, de la sala, la incidencia local, los carteles del sitio, que estén pegados, que sean guapos y claro, la vidilla de la ciudad que visitas, si se mueve los jueves, si coincide con otra fiesta, además de llegar a la escena de bandas del sitio... Lo suyo es tocar con oriundos, que lleven gente y que tengan algo que ver, que sea una música que tenga puntos en común, no hace falta que sea el mismo estilo o eso opino yo pero sí que haya algo de espíritu común, una cierta orientación. Todo esto es hablando desde el amateurismo mas absoluto, haciéndolo tú para ti mismo. En la conversación que tuvimos acabamos pensando que lo más sensato para que un grupo funcione y no se queme en tres meses con conciertos fiasco de este tipo, es trabajar con profesionales, con una agencia, o una mini agencia, aunque sea la de tu colega o la de un amigo que te haga las veces de manager, y que sea posible olvidar un poco del calendario, de cuadrar fechas o viaje y no preocuparse al menos de las tramitaciones técnicas y los tratos con los dueños de las salas, los promotores o gerentes o quién sea. Y es también la buena forma de que te coloquen, a ti o a tu grupo en los espacios en los que hay más de diez personas pendientes de escucharte. Teloneando a grupos, en festivales de segunda, en conciertos en sitios especiales, en Universidades, en centro públicos, en museos... Por otro lado es ya empezar a trabajar en plan pro. Y desde un booking profesional, por llamarlo de algún modo, se ve de otra forma incluso el proceso creativo. O eso creo. Quizá no sea así. Es algo que tampoco me gusta, no es que no me guste, es que es una forma de trabajar profesional que probablemente a este nivel, de ingresos, de público y de gastos, tampoco tiene demasiado sentido. Y encima te la comes tú y tienes que lidiar con los de grupo quejándose de que todo sea una mierda. Pues menudo panorama.
Podemos empezar desde el principio y cuestionarnos qué sentido tocar fuera, en otras provincias, sin haberse hecho uno con los bastante incondicionables en casa, con un público potente en tu lugar de origen porque tocar en tu ciudad, tampoco es nada fácil. Quiero decir, se abren nuevos debates. Hablamos de ello. De lo difícil que era también hacerlo aquí, en Granada concretamente. Y pensábamos igual. ¿Alquilo la sala? ¿Cobro la entrada? Se presupone que los amigos no te van a fallar y vendrán a verte, pero claro, también uno se siente un poco rata y mezquino sablándole a la familia y los colegas con seis o cinco euros de entrada. Dan ganas de hacerlo gratis y que venga el que quiera y que venga incluso el que no pueda y lo que se gasten, pues que se lo gasten en cerveza. Una mala idea. Pero dan ganas de eso. De invitar a un barril. Porque al final parece que es como tu fiesta de cumpleaños, algo en lo que lías a los colegas, que te llevan el regalo en el mejor de los casos, de pagar la entrada y bueno, pues como que haces de anfitrión. Nada que ver con los negocios. No soy, y creo que mi interlocutor tampoco lo era, especialmente bueno para las finanzas y tampoco nos gustaba ese rollo como de fiesta de cumpleaños. Es como que te lo gastas en ti. No es eso. No es la aspiración de tener un grupo. No es darse el homenaje de alquilar una sala y perder diez pavos. Y en fin, que todo el mundo esté contento y hala. No es el plan. Y al final, lo que trasmite es que tu música no es lo bastante buena o no llega más allá de tus círculos de amistades, que igual escuchan a Pablo Alborán pero van a verte hacer ruido porque te aprecian. Nada que ver con los negocios y si es difícil hacer cuentas en cualquier situación, si encima en el negocio hay un componente lúdico, el tema musical, la parte creativa, lo de transmitir emociones, sensaciones, no sé....Que la gente se lo pase bien, esa es la aspiración. Pero a nivel musical, está el reto de sorprender... Llamar la atención... No sé cómo decirlo... El afán de hacer pensar o hacer bailar... O provocar lo que sea.... Muchos puntos suspensivos para decir muy poco. En fin, que el negocio y el tema de los euros pierde protagonismo en ese gazpacho de intenciones... Buenas intenciones. Pero claro. Al final es como... ¿Para qué? Como dijo Billy Wilder, ninguna buena intención queda sin castigo. El castigo en las giras amateur está siempre a la vuelta de la esquina. La duda existencial es el siguiente paso. Y, ¿por qué hago esto? Quiero decir, tocar en directo. ¿Para qué quiero tocar en directo? De hecho, ¿para qué tengo un grupo? El cuestionamiento gana terreno y termina por ser imparable. ¿Lo hago para otros, lo hago para mí, lo hago para disfrutar, lo hago porque es lo que hace todo el mundo, lo hago porque lo tengo que hacer y es el único camino? Terminas por no tener nada claro. Y hacerte cantautor que sale más barato y puedes ir a los conciertos en moto. O terminas por no hacer nada. O das media docena de conciertos y estás más quemado que el copón. Y al final seis conciertos pues son muy pocos. Hace años hablando con un chaval de un grupo, no recuerdo bien quién era pero recuerdo la frase, le dije: Tienes que dar cien conciertos, para empezar a sonar como un grupo de verdad. Cien conciertos. Quién aguanta cien conciertos con estas precariedades y dificultades de las que hablo. Cien conciertos, no son pocos. Lleva un par de años, tres o cuatro juntarte con una cifra de actuaciones así. Y hasta que no llegas a los cien, se te pueden cruzar tantas desilusiones. Tantas cuentas que no salen... Tantos amigos que al final no vienen y no sacas en taquilla ni lo mínimo para pagar la sala, y eso en casa. Fuera, ni hablamos.
Afecta inevitablemente al ánimo y la música se cimenta mucho en ese terreno, el de las emociones y en particular el rock and roll necesita algo de eso, de arrojo, de emoción, de valentía y si sales al escenario con el alma que se te cae a los pies, contando cabezas y que no llegas ni a diez, con camarera incluida y claro, es difícil sacar de ahí el rock and roll. Creo que he hablado otras veces en el blog del concierto al que fui con menos gente, con menos público de toda mi vida: Capsula en La Telonera, unas navidades. Quizá 2008, o 2007. Puede que 2009. No lo recuerdo. Estábamos mi chica y yo. Pagamos la entrada, y ya. Vendieron dos entradas. Solo estábamos los dos. Y el técnico, una camarera. El de la sala. La hija de los del grupo y ya está. Hubiera sido lógico que cancelaran y finalmente no tocaran. Venían de Utrera, estuve un rato hablando con Martin. Me contó el viaje, venían en la furgoneta, además de con su hija, con varias jaulas con palomos o perdices, no recuerdo, pero eran pájaros de calidad, que se vendían por cientos de euros y el batería los criaba y los vendía, y pararon en un pueblo de Sevilla, creo, a vender esos pájaros. Me pareció increíble, una imagen potente y surrealista, una furgoneta con los instrumentos, las guitarras, la batería y nosecuántas jaulas con perdices o palomas o lo que sea. Piando. La carretera. Cuando nos juntamos todos a charlar en el medio de la sala, era en La Telonera, en Armilla. Una sala de techos altos. Cuando estábamos todos charlando parecíamos más, pero no llegábamos a ser ni diez. Ni a siete. Al rato, dieron su concierto. Un conciertazo. El batería se levantó varias veces con el Goliat en la mano, y se puso a andar por la sala dándole golpetazos y tanto Coni como Martin hicieron su show hiper rockero y sonaron enormes apoyados en el eco de la sala vacía. Una de las lecciones de rock de mi vida, sin duda. Luego, a los años, cuando los vi actuando en la radio de Seattle, KEXP, o de gira por Estados Unidos, o cuando sacaron su disco con BCore, cuando los veías subir o abrirse nuevas puertas, pues pensabas: Esa es la clave. El viaje de los palomos o las perdices, los conciertos vacíos... En eso consiste. De Armilla a Seattle... También es cierto que cambiaron de batería. Han cambiado varias veces. Pero por la charla que tuvimos, lo tenían claro. Claro clarísimo. Viajaban con su hija. Son pareja. Es su trabajo. Guitarra y bajo. Hasta que la muerte nos separe. Con esa actitud. Rock and roll. Como un trabajo. Bueno, peor. Como un trabajo que a veces cobra y a veces, no. Como ser pescador. Que a veces pillas y a veces nadie muerde el anzuelo, pues eso. No se me ocurre un mejor ejemplo de cómo se hace y cómo hay que hacerlo.
Quería escribir algo más pero se me ha ido el santo al cielo, sigo otro día.
Lo peor de todo eso es siempre lo mismo, no es la comida, no es la bebida y ni siquiera es la gasolina o el diesel, lo verdaderamente mal del asunto, mal pero mal de verdad, es que te ven diez. Diez personas, contando a los camareros y al técnico. Te ven diez, pues para qué. Recuerdo la frase de la peli 24 hours party people, menos gente había en la sagrada cena y cambió la historia. No es cantidad, sino calidad. Todos queremos que nos vean los que nos tienen que ver, a los que le interesa el asunto, pero claro con una entrada de cinco euros, seis a lo sumo, es normal que no vaya nadie a ver a un grupo desconocido, a lo de desconocido le podéis poner las comillas que estiméis oportuno. Que al final no es un tema numérico, que vayan veinte o cincuenta a verte no cambia esencialmente el impacto que tendrá tu música o de tu grupo, pero al menos no se contagia ese vacío, de la sala a tu interior. Y claro también es achacable a trabajo de promotor, del sitio, de la sala, la incidencia local, los carteles del sitio, que estén pegados, que sean guapos y claro, la vidilla de la ciudad que visitas, si se mueve los jueves, si coincide con otra fiesta, además de llegar a la escena de bandas del sitio... Lo suyo es tocar con oriundos, que lleven gente y que tengan algo que ver, que sea una música que tenga puntos en común, no hace falta que sea el mismo estilo o eso opino yo pero sí que haya algo de espíritu común, una cierta orientación. Todo esto es hablando desde el amateurismo mas absoluto, haciéndolo tú para ti mismo. En la conversación que tuvimos acabamos pensando que lo más sensato para que un grupo funcione y no se queme en tres meses con conciertos fiasco de este tipo, es trabajar con profesionales, con una agencia, o una mini agencia, aunque sea la de tu colega o la de un amigo que te haga las veces de manager, y que sea posible olvidar un poco del calendario, de cuadrar fechas o viaje y no preocuparse al menos de las tramitaciones técnicas y los tratos con los dueños de las salas, los promotores o gerentes o quién sea. Y es también la buena forma de que te coloquen, a ti o a tu grupo en los espacios en los que hay más de diez personas pendientes de escucharte. Teloneando a grupos, en festivales de segunda, en conciertos en sitios especiales, en Universidades, en centro públicos, en museos... Por otro lado es ya empezar a trabajar en plan pro. Y desde un booking profesional, por llamarlo de algún modo, se ve de otra forma incluso el proceso creativo. O eso creo. Quizá no sea así. Es algo que tampoco me gusta, no es que no me guste, es que es una forma de trabajar profesional que probablemente a este nivel, de ingresos, de público y de gastos, tampoco tiene demasiado sentido. Y encima te la comes tú y tienes que lidiar con los de grupo quejándose de que todo sea una mierda. Pues menudo panorama.
Podemos empezar desde el principio y cuestionarnos qué sentido tocar fuera, en otras provincias, sin haberse hecho uno con los bastante incondicionables en casa, con un público potente en tu lugar de origen porque tocar en tu ciudad, tampoco es nada fácil. Quiero decir, se abren nuevos debates. Hablamos de ello. De lo difícil que era también hacerlo aquí, en Granada concretamente. Y pensábamos igual. ¿Alquilo la sala? ¿Cobro la entrada? Se presupone que los amigos no te van a fallar y vendrán a verte, pero claro, también uno se siente un poco rata y mezquino sablándole a la familia y los colegas con seis o cinco euros de entrada. Dan ganas de hacerlo gratis y que venga el que quiera y que venga incluso el que no pueda y lo que se gasten, pues que se lo gasten en cerveza. Una mala idea. Pero dan ganas de eso. De invitar a un barril. Porque al final parece que es como tu fiesta de cumpleaños, algo en lo que lías a los colegas, que te llevan el regalo en el mejor de los casos, de pagar la entrada y bueno, pues como que haces de anfitrión. Nada que ver con los negocios. No soy, y creo que mi interlocutor tampoco lo era, especialmente bueno para las finanzas y tampoco nos gustaba ese rollo como de fiesta de cumpleaños. Es como que te lo gastas en ti. No es eso. No es la aspiración de tener un grupo. No es darse el homenaje de alquilar una sala y perder diez pavos. Y en fin, que todo el mundo esté contento y hala. No es el plan. Y al final, lo que trasmite es que tu música no es lo bastante buena o no llega más allá de tus círculos de amistades, que igual escuchan a Pablo Alborán pero van a verte hacer ruido porque te aprecian. Nada que ver con los negocios y si es difícil hacer cuentas en cualquier situación, si encima en el negocio hay un componente lúdico, el tema musical, la parte creativa, lo de transmitir emociones, sensaciones, no sé....Que la gente se lo pase bien, esa es la aspiración. Pero a nivel musical, está el reto de sorprender... Llamar la atención... No sé cómo decirlo... El afán de hacer pensar o hacer bailar... O provocar lo que sea.... Muchos puntos suspensivos para decir muy poco. En fin, que el negocio y el tema de los euros pierde protagonismo en ese gazpacho de intenciones... Buenas intenciones. Pero claro. Al final es como... ¿Para qué? Como dijo Billy Wilder, ninguna buena intención queda sin castigo. El castigo en las giras amateur está siempre a la vuelta de la esquina. La duda existencial es el siguiente paso. Y, ¿por qué hago esto? Quiero decir, tocar en directo. ¿Para qué quiero tocar en directo? De hecho, ¿para qué tengo un grupo? El cuestionamiento gana terreno y termina por ser imparable. ¿Lo hago para otros, lo hago para mí, lo hago para disfrutar, lo hago porque es lo que hace todo el mundo, lo hago porque lo tengo que hacer y es el único camino? Terminas por no tener nada claro. Y hacerte cantautor que sale más barato y puedes ir a los conciertos en moto. O terminas por no hacer nada. O das media docena de conciertos y estás más quemado que el copón. Y al final seis conciertos pues son muy pocos. Hace años hablando con un chaval de un grupo, no recuerdo bien quién era pero recuerdo la frase, le dije: Tienes que dar cien conciertos, para empezar a sonar como un grupo de verdad. Cien conciertos. Quién aguanta cien conciertos con estas precariedades y dificultades de las que hablo. Cien conciertos, no son pocos. Lleva un par de años, tres o cuatro juntarte con una cifra de actuaciones así. Y hasta que no llegas a los cien, se te pueden cruzar tantas desilusiones. Tantas cuentas que no salen... Tantos amigos que al final no vienen y no sacas en taquilla ni lo mínimo para pagar la sala, y eso en casa. Fuera, ni hablamos.
Afecta inevitablemente al ánimo y la música se cimenta mucho en ese terreno, el de las emociones y en particular el rock and roll necesita algo de eso, de arrojo, de emoción, de valentía y si sales al escenario con el alma que se te cae a los pies, contando cabezas y que no llegas ni a diez, con camarera incluida y claro, es difícil sacar de ahí el rock and roll. Creo que he hablado otras veces en el blog del concierto al que fui con menos gente, con menos público de toda mi vida: Capsula en La Telonera, unas navidades. Quizá 2008, o 2007. Puede que 2009. No lo recuerdo. Estábamos mi chica y yo. Pagamos la entrada, y ya. Vendieron dos entradas. Solo estábamos los dos. Y el técnico, una camarera. El de la sala. La hija de los del grupo y ya está. Hubiera sido lógico que cancelaran y finalmente no tocaran. Venían de Utrera, estuve un rato hablando con Martin. Me contó el viaje, venían en la furgoneta, además de con su hija, con varias jaulas con palomos o perdices, no recuerdo, pero eran pájaros de calidad, que se vendían por cientos de euros y el batería los criaba y los vendía, y pararon en un pueblo de Sevilla, creo, a vender esos pájaros. Me pareció increíble, una imagen potente y surrealista, una furgoneta con los instrumentos, las guitarras, la batería y nosecuántas jaulas con perdices o palomas o lo que sea. Piando. La carretera. Cuando nos juntamos todos a charlar en el medio de la sala, era en La Telonera, en Armilla. Una sala de techos altos. Cuando estábamos todos charlando parecíamos más, pero no llegábamos a ser ni diez. Ni a siete. Al rato, dieron su concierto. Un conciertazo. El batería se levantó varias veces con el Goliat en la mano, y se puso a andar por la sala dándole golpetazos y tanto Coni como Martin hicieron su show hiper rockero y sonaron enormes apoyados en el eco de la sala vacía. Una de las lecciones de rock de mi vida, sin duda. Luego, a los años, cuando los vi actuando en la radio de Seattle, KEXP, o de gira por Estados Unidos, o cuando sacaron su disco con BCore, cuando los veías subir o abrirse nuevas puertas, pues pensabas: Esa es la clave. El viaje de los palomos o las perdices, los conciertos vacíos... En eso consiste. De Armilla a Seattle... También es cierto que cambiaron de batería. Han cambiado varias veces. Pero por la charla que tuvimos, lo tenían claro. Claro clarísimo. Viajaban con su hija. Son pareja. Es su trabajo. Guitarra y bajo. Hasta que la muerte nos separe. Con esa actitud. Rock and roll. Como un trabajo. Bueno, peor. Como un trabajo que a veces cobra y a veces, no. Como ser pescador. Que a veces pillas y a veces nadie muerde el anzuelo, pues eso. No se me ocurre un mejor ejemplo de cómo se hace y cómo hay que hacerlo.
Quería escribir algo más pero se me ha ido el santo al cielo, sigo otro día.
martes, 11 de marzo de 2014
Un House of cards de Mariano Rajoy
Se me ha ocurrido.
En la primera temporada la ascensión y toma de posiciones a la sombra de Fraga.
El matrimonio. La llegada al gobierno de Aznar. Ministro de Interior y movidas ETA.
Podría terminar con el Prestige y los "hilillos".
La segunda temporada: carrera abierta por la súper sucesión contra Rato y compañía.
El golpe sorpresivo del 11-M. La salida de José María. Lo del matrimonio de Rato.
El jefe de la oposición y el torpedeo del equipo de Aguirre.
La cumbre de Valencia, las luchas intestinas, los reinos de taifas.
La tercera temporada: la mayoría absoluta del 20N.
El plasma. Bárcenas.
Hay material.
ACTUALIZACIÓN: Lo del Tamayazo en la asamblea de Madrid habría que meterlo también.
En la primera temporada la ascensión y toma de posiciones a la sombra de Fraga.
El matrimonio. La llegada al gobierno de Aznar. Ministro de Interior y movidas ETA.
Podría terminar con el Prestige y los "hilillos".
La segunda temporada: carrera abierta por la súper sucesión contra Rato y compañía.
El golpe sorpresivo del 11-M. La salida de José María. Lo del matrimonio de Rato.
El jefe de la oposición y el torpedeo del equipo de Aguirre.
La cumbre de Valencia, las luchas intestinas, los reinos de taifas.
La tercera temporada: la mayoría absoluta del 20N.
El plasma. Bárcenas.
Hay material.
ACTUALIZACIÓN: Lo del Tamayazo en la asamblea de Madrid habría que meterlo también.
lunes, 10 de marzo de 2014
sábado, 8 de marzo de 2014
La edad de no quedar
El otro día hablaba con mi amigo Víctor y me preguntaba, intrigado o eso parecía, que por qué no le llamaba más a menudo para salir. No tenía una respuesta. No llamo a nadie, es la respuesta. No por nada. Es mi método de unos años a esta parte. No llamo. Salgo solo y veo a amigos pero sin quedar con ellos. Él me dijo exactamente eso mismo: sales solo y vas a un sitio donde conoces a todo el mundo, ¿no sé por qué lo haces?
Me dejó sin palabras. Pues, lo hago por eso. Porque conozco a todo el mundo. El caso particular era con él, que solemos coincidir en un concierto cada dos o tres semanas. Te veo y después desapareces, me dijo. No desaparezco, estoy aquí. Aquí, por ejemplo. No llamo porque siento que estoy en la edad de no quedar. Que pasé la edad de no llamar. Hace tiempo ya y ahora es no quedar. Es verse. No quedar. Sin maldad. Los bares de siempre. Tralará, tralará... No quedar pero no en plan mal. No de forma habitual, me refiero. Con los amigos que viven fuera o trabajan fuera o no salen nunca o a los que veo muy muy muy de vez en muy muy muy cuando, pues claro, los llamo y quedamos. Lo típico. Y muy bien. A ver. No es que tenga nada en contra de quedar con los amigos, pero sí que veo que ya no es algo que vaya a hacer todos los viernes, de forma ritual. Se acabó el ritual.
Es cierto que cuando llegas solo a los sitios la gente te mira raro en general. Cuando tenía apenas 18 y me iba solo al cine Aliatar, a la sesión de las 12 de la noche, sí que te miraban raro. No me jode demasiado, claro que depende del contexto, del ambiente y de, como todo, los ojos del que mira. Es normal. Entiendo que es normal preguntarse si alguien aparece solo y se pone a tu lado en la barra, si es que espera a alguien o es que está solo en el mundo. A veces te miran así. Mira, pobre. No tiene ningún amigo con el que quedar. A veces me afectan las miradas penosas sin ser yo nada de eso. Pero ya digo depende del contexto y del aburrimiento de la gente... Los aburridos se fijan más.
Mi amigo me decía el otro día que él intuía dos opciones, o que me daba igual con quién quedar porque no estaba a gusto con nadie y todo me sudaba la polla, o que estaba igual de mal o bien con todo el mundo y me daba igual verlos o no verlos. Bueno, no sé si era exactamente eso, pero más o menos. La verdad es que me dejó intrigado. Sobre mi propio comportamiento. Le dije que no, claro. Que a mi me molaba verlos y quedar pero que.... No sé. En parte no llamaba por no molestar. ¿Molestar? ¿Es que alguien te ha dicho que molestas? Me preguntó eso. A ver, no. No molesto a nadie pero que... Lo de salir en grupo, me queda muy a desmano, muy antiguo. Llamarse todos los viernes o sábados en plan: ¿Hoy qué hacemos? Pues no lo veo.
Digo que es la edad de no quedar, pero en el fondo de mi ser, creo que estoy en la edad de no salir. Bueno, no. No es cierto. Tampoco estoy tan en las últimas. Pero me cuesta. Los conciertos. Las fiestas. Me cuestan. Que te cuesten las fiestas es como para hacer la letra de una canción. Pero es verdad. Y a veces me noto un poco fuera. Tiene que ver que cuando salgo siempre conduzco el coche y bueno, pues no le fallo a Stevie Wonder, si bebo, no arranco. Y claro, no bebiendo, los acontecimientos habituales se suceden a otro rítmo... También creo que cuando no bebo, se me cae menos el pelo, pero vaya, esto no viene al caso. El alcohol me parece un poco lo peor. Ahora que cervezas y en buena compañía pues pueden caer media docena. El caso es conducir. Volver, como decía la tonadilla. Con la frente marchita por el alcohol aspirado en sangre, pues no. Lo de aspirado en sangre me da que no se escribe así. No cambio la montaña por el centro. No puedo tampoco, así que no me lo planteo. Pero al centro vas, a la montaña no la vives en fin de semana. Vivir el monte y mira que vivo en un entorno sobreurbanizado y sobreexplotado, pero el aire es otro. Y eso me parece muy importante pero es cierto que mi vida social se resiente. A la pereza que da salir con los años, le sumas el coche, le sumas los controles de alcoholemia, le sumas la soledad peregrina y le sumas que tengo la barba canosa y me veo como un señor de los que veías cuando tenías veinte años y salías a llevártelo todo por delante, como un señor extraño que está en sitios de jóvenes sin serlo. No es así, pero es una sensación. No la tengo siempre pero cuando la tengo es ... No sé. Escucho Kicking leaves de The Pastels mientras escribo esto. Es una canción realmente bonita.
La edad de no quedar, la edad de no salir... Menudas tonterías. Lo sé. Pero ando en ese absurdo laberinto atrapado y salgo a veces, siempre solo, pero me llevo el laberinto dentro y bebo poco o nada, o bebo y después espero tres o cuatro horas a que se seque primero la garganta y luego el veneno que activa los alcoholímetros. Esto es un proceso consciente. Con 20 años salir de noche no es un proceso consciente. Es una consciencia un tanto inútil pero es. Y al ser, pues es. No hay manera de esquivarla en el momento en el que se verbalizan determinados conceptos en tu mente. Llamar a la gente y quedar es el camino fácil. O quizá el único camino.
Me dejó sin palabras. Pues, lo hago por eso. Porque conozco a todo el mundo. El caso particular era con él, que solemos coincidir en un concierto cada dos o tres semanas. Te veo y después desapareces, me dijo. No desaparezco, estoy aquí. Aquí, por ejemplo. No llamo porque siento que estoy en la edad de no quedar. Que pasé la edad de no llamar. Hace tiempo ya y ahora es no quedar. Es verse. No quedar. Sin maldad. Los bares de siempre. Tralará, tralará... No quedar pero no en plan mal. No de forma habitual, me refiero. Con los amigos que viven fuera o trabajan fuera o no salen nunca o a los que veo muy muy muy de vez en muy muy muy cuando, pues claro, los llamo y quedamos. Lo típico. Y muy bien. A ver. No es que tenga nada en contra de quedar con los amigos, pero sí que veo que ya no es algo que vaya a hacer todos los viernes, de forma ritual. Se acabó el ritual.
Es cierto que cuando llegas solo a los sitios la gente te mira raro en general. Cuando tenía apenas 18 y me iba solo al cine Aliatar, a la sesión de las 12 de la noche, sí que te miraban raro. No me jode demasiado, claro que depende del contexto, del ambiente y de, como todo, los ojos del que mira. Es normal. Entiendo que es normal preguntarse si alguien aparece solo y se pone a tu lado en la barra, si es que espera a alguien o es que está solo en el mundo. A veces te miran así. Mira, pobre. No tiene ningún amigo con el que quedar. A veces me afectan las miradas penosas sin ser yo nada de eso. Pero ya digo depende del contexto y del aburrimiento de la gente... Los aburridos se fijan más.
Mi amigo me decía el otro día que él intuía dos opciones, o que me daba igual con quién quedar porque no estaba a gusto con nadie y todo me sudaba la polla, o que estaba igual de mal o bien con todo el mundo y me daba igual verlos o no verlos. Bueno, no sé si era exactamente eso, pero más o menos. La verdad es que me dejó intrigado. Sobre mi propio comportamiento. Le dije que no, claro. Que a mi me molaba verlos y quedar pero que.... No sé. En parte no llamaba por no molestar. ¿Molestar? ¿Es que alguien te ha dicho que molestas? Me preguntó eso. A ver, no. No molesto a nadie pero que... Lo de salir en grupo, me queda muy a desmano, muy antiguo. Llamarse todos los viernes o sábados en plan: ¿Hoy qué hacemos? Pues no lo veo.
Digo que es la edad de no quedar, pero en el fondo de mi ser, creo que estoy en la edad de no salir. Bueno, no. No es cierto. Tampoco estoy tan en las últimas. Pero me cuesta. Los conciertos. Las fiestas. Me cuestan. Que te cuesten las fiestas es como para hacer la letra de una canción. Pero es verdad. Y a veces me noto un poco fuera. Tiene que ver que cuando salgo siempre conduzco el coche y bueno, pues no le fallo a Stevie Wonder, si bebo, no arranco. Y claro, no bebiendo, los acontecimientos habituales se suceden a otro rítmo... También creo que cuando no bebo, se me cae menos el pelo, pero vaya, esto no viene al caso. El alcohol me parece un poco lo peor. Ahora que cervezas y en buena compañía pues pueden caer media docena. El caso es conducir. Volver, como decía la tonadilla. Con la frente marchita por el alcohol aspirado en sangre, pues no. Lo de aspirado en sangre me da que no se escribe así. No cambio la montaña por el centro. No puedo tampoco, así que no me lo planteo. Pero al centro vas, a la montaña no la vives en fin de semana. Vivir el monte y mira que vivo en un entorno sobreurbanizado y sobreexplotado, pero el aire es otro. Y eso me parece muy importante pero es cierto que mi vida social se resiente. A la pereza que da salir con los años, le sumas el coche, le sumas los controles de alcoholemia, le sumas la soledad peregrina y le sumas que tengo la barba canosa y me veo como un señor de los que veías cuando tenías veinte años y salías a llevártelo todo por delante, como un señor extraño que está en sitios de jóvenes sin serlo. No es así, pero es una sensación. No la tengo siempre pero cuando la tengo es ... No sé. Escucho Kicking leaves de The Pastels mientras escribo esto. Es una canción realmente bonita.
La edad de no quedar, la edad de no salir... Menudas tonterías. Lo sé. Pero ando en ese absurdo laberinto atrapado y salgo a veces, siempre solo, pero me llevo el laberinto dentro y bebo poco o nada, o bebo y después espero tres o cuatro horas a que se seque primero la garganta y luego el veneno que activa los alcoholímetros. Esto es un proceso consciente. Con 20 años salir de noche no es un proceso consciente. Es una consciencia un tanto inútil pero es. Y al ser, pues es. No hay manera de esquivarla en el momento en el que se verbalizan determinados conceptos en tu mente. Llamar a la gente y quedar es el camino fácil. O quizá el único camino.
Día mundial de Kim Gordon, ¿para cuándo?
En el día de la mujer trabajadora, quiero acordarme de Kim Gordon.
Porque me encanta, porque está entera después de superar una fea enfermedad y porque, a pesar de cierto afán revanchista y el evidente a la par que supurante dolor que aún le deje quedar por dentro, ha sabido conservar la calma en sus declaraciones, con elegancia sin esconderse y sabiendo explicar el porqué de las cosas, con su tirito de turno, su carga de profundidad, su globo sonda, pero con estilo, con personalidad, con elegancia, con distinción, con rollo cool, a pesar de que es un movidón de tomo y lomo, muy difícil o casi imposible de ocultar u obviar, porque es lógico que le preguntasen por ello en las entrevistas y que el abandonado en la pareja, ella en este caso, abandonada después de casi 30 años de matrimonio y otros 30 de grupo de rock de éxito, pues que no se autoproclame en victima oficial, que no lloriquee, que no porfie, que no sea lastimera, sino que encima, hable claro y suelte perlas pero sin tocar el barro, sin ensuciar, sin llevarlo todo al lodo emocional y quejarse o llamarlo a él cabrón, cualquier desliz que la lie, o que se le vaya o hubiera ido la olla, porque sería muy como para eso, la traición, la gran traición y bueno, ella súper mega digna, sin dar puntada sin hilo, es capaz de soltar lo de la crisis de madurez y la puntada a la insmicuidora típica, buscadora o buscona de fama, que a la chita callando, se lleva también lo suyo pero todo sin despeinarse, sin perder un ápice de glamour, ni un mínimo de distinción en su halo de misterio y siendo ella misma, pues lo suelta, se queda a gusto y le queda bien, o sea, que está bien dicho, o eso opino yo.
Aquí, las palabras exactas:
http://rollingstone.es/noticias/kim-gordon-de-sonic-youth-explica-por-que-se-separo-de-thurston-moore/
Ya buscando un poco... Detalles. Fotos. La intrahistoria... Me he enterado de más cosas.
Pues la novia nueva de Thurston es Eva Prinz.
Es apellido de casada, se llamaba Valdés. Se casó con noséquién en el 2000.
Después, se casó con Jim O´Rourke, el de Chicago que estuvo con los Sonic Youth de gira varios años, que me he enterado hoy y...luego con un nieto o sobrino de la reina de Holanda, hasta levantarle finalmente el marido a Kim y cargarse para siempre uno de los grupos míticos de la historia del rock moderno, Sonic Youth. Es algo equiparable a lo de los Beatles con Yoko Ono. En Psychic Hearts, el anterior disco en solitario de Moore había un tema que se llamaba Ono soul. El caso es que odio a Prinz y la he visto en foto hoy por primera vez, pero tiene un extraño brillo en los ojos y el careto de no ser trigo limpio, y joder, es Kim Gordon, ¿vale? No se tontea con el marido de Kim Gordon, guapa. No, no y no. Y no se pone o se antepone la ansia de foco a una carrera como la de Sonic Youth, no te extrañe que cualquier fan.... Bueno, no. Dejémoslo ahí.
En fin, no me resistia a compartir un par de fotos de Moore con la cara de pamplinillas.
Ella tiene cara de mala.
No me digáis que no tiene cara de mala, pero mala mala.
Pobre Thurston.
Cara de mala pero mala, malísima, más mala que la quina.
De aquí a unos años.... En fin.
La maldad siempre vence.
La crisis de la edad madura, qué elegancia la de Kim. Y la seducción por la fama, que es otra forma muy sutil de decir que por dinero no iba a ser. Casualmente hay fotos de antes en las que tenían a medias un proyecto editorial pero ni comparación con estos momentos robados, mucho más naturales y con una expresión o con expresiones en los rostros que hablan a las claras, sobre todo en la cara de él, a ella se la ve más sibilina.
La buena noticia es: Kim Gordon está en el mercado.
¿Quién no querría tener una cita con ella?
Simplemente charlar. Tomar una copa. En fin.
Dicho todo esto, comparto la canción de Jim, el ex.
Que tiene que estar que fuma en pipa, con toda la movida.
Y que está dedicada a las mujeres.
Iba a poner una foto de Kim en Girls o alguna de 2014 para que veáis cómo está la jabata, pero no. La buscáis vosotros mismos si os place. No quiero juntar, aunque sea visualmente en el mismo post a la ex y a la actual. Lo de Yoko no salió bien, Thurston. Y, ¿por qué? Pues por lo mismo que no salió bien lo de la coja a Paul. Que tiene muy mala pata la historia y anda que no tenía cara de mala la tipa, la de Paul. No salió bien, le dejó sin una libra. Y la nueva mujer de Ron Wood, esa sí que tiene cara de mala, pero mala, mala, mala....Mala. Un mal bicho. Se parece a Eva, ahora que me fijo.
Malas malísimas en segundas nupcias con estrellas decrépitas del rocanrol, ahí lo llevas.
Mala malita mala.
Me he acordado de Remedios Amaya.
Dedicada a Eva Prinz, con un par, y a Thurston también por bobalicón.
Que dicho todo esto.... Que bien le ha sentado para su nuevo grupo: Chelsea Light Moving.
Hoy me he visto dos directos.
Y están muy bien. Muy bien. Muy buenos.
No hay mal que por la música no se encauce.
También os lo comparto, para que no me protestéis.
Hala, hermosos.
A la calle.
A que os de el sol.
Porque me encanta, porque está entera después de superar una fea enfermedad y porque, a pesar de cierto afán revanchista y el evidente a la par que supurante dolor que aún le deje quedar por dentro, ha sabido conservar la calma en sus declaraciones, con elegancia sin esconderse y sabiendo explicar el porqué de las cosas, con su tirito de turno, su carga de profundidad, su globo sonda, pero con estilo, con personalidad, con elegancia, con distinción, con rollo cool, a pesar de que es un movidón de tomo y lomo, muy difícil o casi imposible de ocultar u obviar, porque es lógico que le preguntasen por ello en las entrevistas y que el abandonado en la pareja, ella en este caso, abandonada después de casi 30 años de matrimonio y otros 30 de grupo de rock de éxito, pues que no se autoproclame en victima oficial, que no lloriquee, que no porfie, que no sea lastimera, sino que encima, hable claro y suelte perlas pero sin tocar el barro, sin ensuciar, sin llevarlo todo al lodo emocional y quejarse o llamarlo a él cabrón, cualquier desliz que la lie, o que se le vaya o hubiera ido la olla, porque sería muy como para eso, la traición, la gran traición y bueno, ella súper mega digna, sin dar puntada sin hilo, es capaz de soltar lo de la crisis de madurez y la puntada a la insmicuidora típica, buscadora o buscona de fama, que a la chita callando, se lleva también lo suyo pero todo sin despeinarse, sin perder un ápice de glamour, ni un mínimo de distinción en su halo de misterio y siendo ella misma, pues lo suelta, se queda a gusto y le queda bien, o sea, que está bien dicho, o eso opino yo.
Aquí, las palabras exactas:
http://rollingstone.es/noticias/kim-gordon-de-sonic-youth-explica-por-que-se-separo-de-thurston-moore/
Ya buscando un poco... Detalles. Fotos. La intrahistoria... Me he enterado de más cosas.
Pues la novia nueva de Thurston es Eva Prinz.
Es apellido de casada, se llamaba Valdés. Se casó con noséquién en el 2000.
Después, se casó con Jim O´Rourke, el de Chicago que estuvo con los Sonic Youth de gira varios años, que me he enterado hoy y...luego con un nieto o sobrino de la reina de Holanda, hasta levantarle finalmente el marido a Kim y cargarse para siempre uno de los grupos míticos de la historia del rock moderno, Sonic Youth. Es algo equiparable a lo de los Beatles con Yoko Ono. En Psychic Hearts, el anterior disco en solitario de Moore había un tema que se llamaba Ono soul. El caso es que odio a Prinz y la he visto en foto hoy por primera vez, pero tiene un extraño brillo en los ojos y el careto de no ser trigo limpio, y joder, es Kim Gordon, ¿vale? No se tontea con el marido de Kim Gordon, guapa. No, no y no. Y no se pone o se antepone la ansia de foco a una carrera como la de Sonic Youth, no te extrañe que cualquier fan.... Bueno, no. Dejémoslo ahí.
En fin, no me resistia a compartir un par de fotos de Moore con la cara de pamplinillas.
Ella tiene cara de mala.
No me digáis que no tiene cara de mala, pero mala mala.
Pobre Thurston.
Cara de mala pero mala, malísima, más mala que la quina.
De aquí a unos años.... En fin.
La maldad siempre vence.
La crisis de la edad madura, qué elegancia la de Kim. Y la seducción por la fama, que es otra forma muy sutil de decir que por dinero no iba a ser. Casualmente hay fotos de antes en las que tenían a medias un proyecto editorial pero ni comparación con estos momentos robados, mucho más naturales y con una expresión o con expresiones en los rostros que hablan a las claras, sobre todo en la cara de él, a ella se la ve más sibilina.
La buena noticia es: Kim Gordon está en el mercado.
¿Quién no querría tener una cita con ella?
Simplemente charlar. Tomar una copa. En fin.
Dicho todo esto, comparto la canción de Jim, el ex.
Que tiene que estar que fuma en pipa, con toda la movida.
Y que está dedicada a las mujeres.
Iba a poner una foto de Kim en Girls o alguna de 2014 para que veáis cómo está la jabata, pero no. La buscáis vosotros mismos si os place. No quiero juntar, aunque sea visualmente en el mismo post a la ex y a la actual. Lo de Yoko no salió bien, Thurston. Y, ¿por qué? Pues por lo mismo que no salió bien lo de la coja a Paul. Que tiene muy mala pata la historia y anda que no tenía cara de mala la tipa, la de Paul. No salió bien, le dejó sin una libra. Y la nueva mujer de Ron Wood, esa sí que tiene cara de mala, pero mala, mala, mala....Mala. Un mal bicho. Se parece a Eva, ahora que me fijo.
Malas malísimas en segundas nupcias con estrellas decrépitas del rocanrol, ahí lo llevas.
Mala malita mala.
Me he acordado de Remedios Amaya.
Dedicada a Eva Prinz, con un par, y a Thurston también por bobalicón.
Que dicho todo esto.... Que bien le ha sentado para su nuevo grupo: Chelsea Light Moving.
Hoy me he visto dos directos.
Y están muy bien. Muy bien. Muy buenos.
No hay mal que por la música no se encauce.
También os lo comparto, para que no me protestéis.
Hala, hermosos.
A la calle.
A que os de el sol.
viernes, 7 de marzo de 2014
El primer lirio
De los lirios que planté hace unos meses, la primera flor. La he descubierto hoy, aún no ha salido del todo. No tenía claro el color, podían ser blancos o morados. Aún no ha abierto. No ha florecido del todo. Ya se acerca la primavera, espero que florezcan muchos más. Tenía mi prejuicio con los lirios de agua pero me gustan mucho. El verdor, las hojas, la línea en el arriate. Me gustan. No tengo del todo claro, eso me dijeron en el vivero que sean lirios de agua y no otra variedad con rizoma, en cualquier caso, las flores parecen que van a ser realmente bonitas. No creo que haya nada parecido a que plantes algo y le salga una flor. Es una sensación única, al menos para mí. Y bueno, tengo un huerto, pero no soy ningún experto. Por la zona en la que los puse, se podían encharcar. Parece que van bien. En fin, pues eso. Quería compartirlo. Mi primer lirio. Cuando florezca del todo, pondré otra. Tengo más pero no han quedado tan bonitas con el sol como esta. :)
Discutir sobre lo que es indie o no
Discutir en general es una pérdida de tiempo. Pero en particular hacerlo sobre música pues es peor, no ya bailar sobre arquitectura, como decía la cita de ¿Zappa? sino que es como si te ponen a dar lecciones de baile de salón en mitad de una discoteca. En fin. Que lo de los estilos pues siempre es particular porque se asienta en concepciones particulares, no tanto los géneros, que también es verdad se pueden bordear o mezclar sin tapujos, pero siempre habrá unas líneas maestras a las que agarrarse, una media docena de palabras que nos sirven para agrupar los cedés en los estantes o las películas o las novelas o lo que sea.
Indie no es un estilo. Ha devenido por su uso en eso. Todo lo que sea devenir por el uso me revienta. Los errores se aceptan. La RAE claudica, eso no lo soporto. Se acaba admitiendo el uso incorrecto como voz popular o incluso se homologa a lo que estaba recogido como legal, por decirlo así. No me parece bien. Es cuestión de tiempo, pues, y pregunto retóricamente y lo recalco por si el tono no se ha pillado, es entonces como digo, solo que pasen los años para que todos los errores terminen siendo aceptados como norma, los siglos o lo que haga falta, pero es inevitable. Acaso estamos condenados al error, por qué o para qué resistirnos y no aceptar pues que es endeble la fuerza de la ley en lo que respecta a las palabras y es el pueblo y sus usos los que acaban sometiendo al diccionario. A mí me parece una barbaridad.
El caso. Indie. Pues acaba definiendo, incluso, una forma de vestir. Un estilo. Poco que ver con la música o con las artes. Es como una tribu urbana, de acuerdo. Como los góticos o los heavies, pues los indies. Venga, de acuerdo. Se puede entender e incluso aceptar. Que se entienda así. Pero el hecho es que el significado de indie se elude de forma consciente y eso beneficia a alguien. Heavy significa heavy, ¿ok? Gótico, pues desde el siglo XIX... ¿Indie? ¿Qué es indie?
Hay un documental de los 90 que compartí en el blog hace unos meses. Arrancaba contestando esa pregunta. La mayor parte de las respuestas eran la misma: algo libre. Libre. Que no depende o no está sometido a multinacionales. Eso es indie. Y punto.
No es una forma de vestir. Y menos de vestir con ropa de Inditex, una multinacional.
Recuerdo un breve rifirrafe vía twitter de Calamaro y Santiago Motorizado. El de El Salmón decía que al final los que se llaman independientes, tarde o temprano, tenían que someterse o achantar, si les iba bien, al gran mercado de las multinacionales. Con otras palabras. Pero venía a decir eso. A lo que el de La Dinastía Escorpio le contestó: Pero cómo va a ser lo mismo hacerlo por tu cuenta, con tus amigos y como tú quieras hacerlo, que firmar con los lobos. Con otras palabras. Pero con ese espíritu. Y con todo respeto. En realidad dije antes rifirrafe y no fue ni eso, fue un simple cruce de puntos de vista. Muy respetuoso. Sin amagos de bravuconería. Con respeto y casi diría admiración de ambas partes. Los dos puntos de vista son perfectamente válidos. Y en el fondo no se contradicen sino que se complementan. Los dos llevan razón. Algo que pasa a menudo en twitter. De forma sencilla Santiago matizaba la importancia de hacerlo, o de conseguirlo, o de llegar a ese nivel o estatus, de tener una banda que te permita vivir, en fin, tocar, viajar... Pero hacerlo a lo pequeño, con amigos.... Firmando contratos con amigos o ni eso. A lo pequeño. A lo indie. Que al final si saltas a un circuito más grande, patrocinado por grandes marcas de bebidas refrescantes, y es inevitable lo que Andrés llamaba sometimiento. Pues sí. De acuerdo con Andrés. Sobre todo si te va bien y a la gente le gusta lo que haces, pues es inevitable que crezcas y te codees con grandes en el negocio. Pero el camino recorrido es muy distinto. Los dos son válidos.
Anda que no tiene mérito que un grupo con sonido indie, o lo que se llama sonido indie, consiga estar en una multinacional y funcionar a nivel creativo como si fuera una indie. Es un logro aislarse del entorno y las sinergias del mainstream que suelen meterte dónde no quieres estar. Si sabes capear los temporales que vengan y ser libre dentro del gran negocio, pues olé. Pero tiene un sentido y tiene una importancia y también un mérito enorme el que lleva a lo mismo sin manejar grandes presupuestos sino que tirando de lo mínimo. Las multinaciones en general afean al mundo. Eso es un hecho.
Si la RAE claudica con los significados de las palabras para su diccionario en función del uso, cómo no vamos a claudicar nosotros con que se llame indie a lo que no es indie, sino que es negocio transnacional. Tiene implicaciones lo de indie. Acarrea un peso local. Un lugar. Se es indie en un sitio concreto, se trabaja localmente porque no queda más remedio. Y eso tiene implicaciones. Que los métodos de trabajo son los mismos, te dirán los detractores. Que los que se llaman indies también quieren forrarse, les recriminarán. No hay nada malo en querer forrarse, entiendo yo, lo que es cuestionable es el método, lo que te permitas, los límites. Y la forma de funcionar. Al final para cualquier grupo de música en este caso, el otro es el que se lleva parte de la pasta. Qué más dá que se llame indie o Sony, es el otro. El que se lleva la otra parte de la pasta, si con la multinacional el montante total de pasta se adivina más abultado, pues ahí que vamos. Al final el indie también opina sobre qué portada le parece más bonita o si el grafismo es adecuado al estilo del sello. Al final todos opinan pero ser indie es trabajar al margen de los tiburones. Tener tu pequeño barquito pesquero. No hacer arrastre con redes. Es pequeño. Con todas sus desventajas y todos sus beneficios, que a nivel creativo son todos. Ser indie es ser percebeiro. En los tiempos que estamos, es ser percebeiro. Las multinacionales hacen pesca de arrastre y ni por esas. En fin, es lo que toca. Agarrarse a la roca con el cuchillo entre los dientes y soportar el golpe de la siguiente ola.
Claro que... En resumidas cuentas eso siempre ha sido así. Mi pregunta o mi duda o mi inquietud para compartir esta cuestión filosófica es... Que se difumine el sentido de lo que es ser indie, ¿a quién beneficia?
En fin, discutir estas cosas, como decía al principio, siempre es una perdida de tiempo.
Indie no es un estilo. Ha devenido por su uso en eso. Todo lo que sea devenir por el uso me revienta. Los errores se aceptan. La RAE claudica, eso no lo soporto. Se acaba admitiendo el uso incorrecto como voz popular o incluso se homologa a lo que estaba recogido como legal, por decirlo así. No me parece bien. Es cuestión de tiempo, pues, y pregunto retóricamente y lo recalco por si el tono no se ha pillado, es entonces como digo, solo que pasen los años para que todos los errores terminen siendo aceptados como norma, los siglos o lo que haga falta, pero es inevitable. Acaso estamos condenados al error, por qué o para qué resistirnos y no aceptar pues que es endeble la fuerza de la ley en lo que respecta a las palabras y es el pueblo y sus usos los que acaban sometiendo al diccionario. A mí me parece una barbaridad.
El caso. Indie. Pues acaba definiendo, incluso, una forma de vestir. Un estilo. Poco que ver con la música o con las artes. Es como una tribu urbana, de acuerdo. Como los góticos o los heavies, pues los indies. Venga, de acuerdo. Se puede entender e incluso aceptar. Que se entienda así. Pero el hecho es que el significado de indie se elude de forma consciente y eso beneficia a alguien. Heavy significa heavy, ¿ok? Gótico, pues desde el siglo XIX... ¿Indie? ¿Qué es indie?
Hay un documental de los 90 que compartí en el blog hace unos meses. Arrancaba contestando esa pregunta. La mayor parte de las respuestas eran la misma: algo libre. Libre. Que no depende o no está sometido a multinacionales. Eso es indie. Y punto.
No es una forma de vestir. Y menos de vestir con ropa de Inditex, una multinacional.
Recuerdo un breve rifirrafe vía twitter de Calamaro y Santiago Motorizado. El de El Salmón decía que al final los que se llaman independientes, tarde o temprano, tenían que someterse o achantar, si les iba bien, al gran mercado de las multinacionales. Con otras palabras. Pero venía a decir eso. A lo que el de La Dinastía Escorpio le contestó: Pero cómo va a ser lo mismo hacerlo por tu cuenta, con tus amigos y como tú quieras hacerlo, que firmar con los lobos. Con otras palabras. Pero con ese espíritu. Y con todo respeto. En realidad dije antes rifirrafe y no fue ni eso, fue un simple cruce de puntos de vista. Muy respetuoso. Sin amagos de bravuconería. Con respeto y casi diría admiración de ambas partes. Los dos puntos de vista son perfectamente válidos. Y en el fondo no se contradicen sino que se complementan. Los dos llevan razón. Algo que pasa a menudo en twitter. De forma sencilla Santiago matizaba la importancia de hacerlo, o de conseguirlo, o de llegar a ese nivel o estatus, de tener una banda que te permita vivir, en fin, tocar, viajar... Pero hacerlo a lo pequeño, con amigos.... Firmando contratos con amigos o ni eso. A lo pequeño. A lo indie. Que al final si saltas a un circuito más grande, patrocinado por grandes marcas de bebidas refrescantes, y es inevitable lo que Andrés llamaba sometimiento. Pues sí. De acuerdo con Andrés. Sobre todo si te va bien y a la gente le gusta lo que haces, pues es inevitable que crezcas y te codees con grandes en el negocio. Pero el camino recorrido es muy distinto. Los dos son válidos.
Anda que no tiene mérito que un grupo con sonido indie, o lo que se llama sonido indie, consiga estar en una multinacional y funcionar a nivel creativo como si fuera una indie. Es un logro aislarse del entorno y las sinergias del mainstream que suelen meterte dónde no quieres estar. Si sabes capear los temporales que vengan y ser libre dentro del gran negocio, pues olé. Pero tiene un sentido y tiene una importancia y también un mérito enorme el que lleva a lo mismo sin manejar grandes presupuestos sino que tirando de lo mínimo. Las multinaciones en general afean al mundo. Eso es un hecho.
Si la RAE claudica con los significados de las palabras para su diccionario en función del uso, cómo no vamos a claudicar nosotros con que se llame indie a lo que no es indie, sino que es negocio transnacional. Tiene implicaciones lo de indie. Acarrea un peso local. Un lugar. Se es indie en un sitio concreto, se trabaja localmente porque no queda más remedio. Y eso tiene implicaciones. Que los métodos de trabajo son los mismos, te dirán los detractores. Que los que se llaman indies también quieren forrarse, les recriminarán. No hay nada malo en querer forrarse, entiendo yo, lo que es cuestionable es el método, lo que te permitas, los límites. Y la forma de funcionar. Al final para cualquier grupo de música en este caso, el otro es el que se lleva parte de la pasta. Qué más dá que se llame indie o Sony, es el otro. El que se lleva la otra parte de la pasta, si con la multinacional el montante total de pasta se adivina más abultado, pues ahí que vamos. Al final el indie también opina sobre qué portada le parece más bonita o si el grafismo es adecuado al estilo del sello. Al final todos opinan pero ser indie es trabajar al margen de los tiburones. Tener tu pequeño barquito pesquero. No hacer arrastre con redes. Es pequeño. Con todas sus desventajas y todos sus beneficios, que a nivel creativo son todos. Ser indie es ser percebeiro. En los tiempos que estamos, es ser percebeiro. Las multinacionales hacen pesca de arrastre y ni por esas. En fin, es lo que toca. Agarrarse a la roca con el cuchillo entre los dientes y soportar el golpe de la siguiente ola.
Claro que... En resumidas cuentas eso siempre ha sido así. Mi pregunta o mi duda o mi inquietud para compartir esta cuestión filosófica es... Que se difumine el sentido de lo que es ser indie, ¿a quién beneficia?
En fin, discutir estas cosas, como decía al principio, siempre es una perdida de tiempo.
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