Tan fácil como eso. No hay cargos designados a dedo, no. Ni aquí ni en Pekín. Ni en Juntas, ni en provincias, ni en ayuntamientos, ni en diputaciones. Oiga, no. En ningún supuesto. Recurre a lo que hay en la administración, eche mano del que se sacó honradamente su plaza y punto. Los asesores o cargos de confianza, prohibidos por ley. Y si le hacen falta, como trabajadores, para realizar una determinada función se tira de los funcionarios públicos que están ahí para algo. Que necesita un asesor de prensa el señor alcalde, pues se recurre al equipo de prensa de la alcaldia que será el mismo en todas las legislaturas y con profesionales independientes y con plaza, ganada en oposición o como sea, y que trabajará conforme a unos estándares en los que no entra la confianza porque detrás de ella suele llegar el asco y en esas estamos, asqueados.
Todo son ventajas. Se ahorran sueldos. Se eliminan la posibilidad de los chanchulleos. Se acotan las responsabilidades que atañen a la administración pública y lo que corresponde a las estructuras de partido. Se prevé así y se delimita el espacio dedicado a la devolución de favores, a la colocación de amigos y familiares y al mamoneo generalizado que impera hoy en día. Y se fiscaliza el reparto de responsabilidades y a los equipos de gobierno de manera clara y sin excepciones. Con medidas a priori que es la única forma de establecer garantías.
Prohibir los asesores por ley. Es difícil imaginarlo pero sería una forma de cubrirse las espaldas ante la impunidad con la que se contrata al primo del hermano del cuñado o un método para estrechar el cerco al dispendio de recursos económicos públicos que no revierten en la mejora de la sociedad, de sus servicios o de su eficiencia en la gestión, sino que sirven como perritos falderos a los intereses exlusivos de sus dueños. Pues bien, que lo paguen ellos. Si un alcalde o un diputado quiere tener una corte con media docena de asesores, que los abone de su bolsillo. Sería otra forma de acabar con esta lacra sin necesidad de involucrar a los legisladores. Se paga usted, señor político de turno, a los que necesite para depositar su confianza y así se acaba el gasto para todos los hijos de vecino que no tienen culpa de la megalomanía de algunos dirigentes o las intrigas palaciegas que montan en sus pequeños chiringos de poder. Y si lo no ven es porque están ciegos o cegados, o porque les interesa mirar para otros sitio. No hay más.
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