A ver, que me hago cargo que os pongo la cabeza como un bombo con mis cuitas sobre la ausencia total de amor, pero es que es lo que me acontece con más fiereza y frecuencia en estos tiempos y no me queda otra- Escribir aquí es cansado. Hoy particularmente es peor la cosa porque tengo una molesta tendinitis en el brazo izquierdo, que hace más tedioso aún lo de teclear, y no sé si lo digo para aliviarme los arreones o para que disculpéis la dispersión en el discurso, marca de la casa por otro lado. Me he hecho fuerte en mi abandono, lo que es malo pero podría cuadrarme en la jugada del futuro. Todo está relacionado con las expectactivas pero no soporto a la gente que dice que hay que ser realista, como si el mundo lo fuera. Pues claro que no, amigos. Incluso el que se pliega a la más estricta rutina, se ve sorprendido por pensamientos o situaciones que le descuadran, que le desbordan, que simplemente no entiende. Tengo esa enfermedad de querer entenderlo todo, lo mismo por eso se me suelta el venate de diario en el blog, porque quiero que todo pase por el tamiz de mi particular comprensión. Lo que no sé, me lo invento. ¡Toma tamiz! Las realidad son tantas como ojos, de hecho la realidad izquierda y derecha ya va a dos en el cerebro. Piensas el mundo pero eso no lo hace tuyo. Uno se lo cocina a su estilo. Lo hacemos a nuestro gusto. Pero el horno es el mundo. No está en nuestra mano. Eso es más o menos lo que quería decir. Al hacer estas composiciones de lugar o de lo que sea, al hacer las composiciones, pues me invento la mitad y es una búsqueda. Nada de lo que digo lo doy por sentado. Lo dejo de pie. Las ideas las dejo de pie. Por probar. Por ver qué pasa. Que se cansen. Que paseen. Últimamente ya digo mi vida es un descampado. Trato de mantener a raya las malas hierbas que le crecen a uno por los adentros y más mal que bien, lo voy consiguiendo. Pero cuesta. Es un descampado feo. Porque los habrá mejores y peores, en este caso, es un descampado que podría ser ni eso. Solo nada. Sin límites. Una nada sín límites.
¿Qué hay peor que un descampado?
Una nada sin límites.
Mi vida es un descampado o ni eso, es cierto, amigos. Los domingos, especialmente. Un descampado en domingo. Pero también los martes, los viernes a veces.... Un viernes feo sí que es como para preocuparse, ¿o no? Cada día es una aventura, como debe ser y casi siempre pierdo. En las aventuras, digo. No son de héroe. Es una épica de la instrascendencia. Me empiezo a plantear que quizá no soy yo el bueno de la película, siempre lo he pensado, claro. Igual no llego a héroe, pero está claro que mi bando era el bueno y lo mismo, no. Por eso siempre pierdo. Porque soy el malo. Coño, ahora lo entiendo. Que yo era el malo, acabáramos. Papeles cambiados. Referencias mal tomadas, un clásico. Cálculos correctos, mediciones imprecisas, es la historia de mi vida. No me causa mayor problema ser el malo, me sorprende porque siempre me he sentido rebosante de bondad, en exceso, de bueno, tonto incluso... De tan bueno, malo. O tonto a secas, o ambas pero de tan tonto, pues uno se siento bueno y lo mismo no funciona la ecuación en sentido inverso o ni siquiera es una ecuación, vete a saber. Igual ni soy yo. Igual la nada tiene sus límites. Igual los descampados bonitos no existen.
Guardalo para ti. Aquí no es mal sitio. Es una metáfora, claro. Y qué no. Una cajita. Toda la bondad. Toda la maldad. Especialmente la maldad. En cajitas. La maldad en un container de barco. Debajo de la cama, el container. Guardarnos las cosas en cajitas. En cajones. En infiernos. En rimas. En papeles emborronados y en blogs sin corregir. Fuera de nosotros. Somos cajitas con amor guardado. Es una metáfora que uso últimamente y que me parece muy adecuada para manejar los sentimientos. La mudanza perpetua de sentimientos. Los estados de ánimo y sus trasteros. Ordenarlos. Saber qué hacer con ellos. Como darles uso. Como si fueran botones que se descosieron. Y es mejor tenerlos en el mismo punto, agrupados. Cajita de botones para la bondad, maldad, etc... Pero especialmente, ilusión. La cajita de la ilusión tiene que tener un candado especial, o un par de ellos. A buen recaudo, todo pero en la caja de seguridad, lo más importante: la ilusión. No enseñarle a nadie, no hablar de ello. Que no vean la caja. Que nadie lo sepa. Tampoco guardarla tan bien, que el día que quieras encontrarla, no esté. Lo mejor es irle dando salida rápido. Pero bueno... Me estoy yendo del tema.
A lo que íbamos. Ya escribí sobre ello aquí. Lo de guardarlo. Guardarte de ello. Y que no duela. No demasiado. Bueno pues eso... Guardar la ilusión, menospreciar las expectativas. Es lo que importa. No acaba en el aplauso. No termina en el beso de despedida. Sigue en nuestro corazón. Habita en la memoria y debes recordarlo. Ese amor que fue amor. Lo que nos quisimos. Lo que nos querrían. Lo que no nos van a querer. Doler, duele porque siempre duelo como duele un parto o una muerte. No hay forma de esquivar una lluvia de flechas, solo se puede proteger uno de la peor herida. La peor herida así la debería llamar a ella en mis recuerdos. Eso es lo que no pasa. En un grupo de música las emociones corren raudas como en el amor, por otros rieles pero con las misma combustión de locomotora, porque es así como lo manda la química. Y son los mismos trayectos: de fervor, de salto, de globo, de nube, de picado, de suelo... Uno come suelo. Una y otra vez. La lona es un lujo. Su combate tuvo algo más de glamour, le vieron caer. Se agrandó el círculo, se hizo bien. Algo conseguimos. Uno diría que no es cosa que le compete. Que es de otro. Que es de otros. Que es siempre de otros. Y siempre nos toca de refilón. Se nos ama pero se nos quita. Se nos enseña pero no aprehenderlas. Se evaporan. Se pierden. Se olvidan. Uno lucha porque no. Por combatir ese tedio, ese olvido. La noche parecía gloriosa e interminable. Nos drogamos bien y a gusto. Salió el sol y nos denegó la felicidad. La cama no tuvo visitas y no hay cuento. Solo un fuerte dolor de cabeza, ella no quiso. Tampoco lo propusimos. Hoy estarás solo. Un día más. UN día más como siempre. Igual de mal, de triste, de desolado. De cansino. De cansado. De tedioso rimador. De viejo bebedor. De viejo a secas. De horrible. De abandonado. De solitario. De triste, y triste, y triste y otra vez más triste...
Una vida peor que un descampado, ¿qué es?
Una buena historia quizá tejida del material del que están hechas las pesadillas.
La de un lunes por ejemplo como hoy.
La de alguien como nosotros.
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