Amamos al yo que amaba, al más tierno, al más sincero, al más desinteresado y no estratega. El yo que ama. Sin más, en presente. Ama. Sin adverbios, sin complementos de lugar o tiempo. Ama, solo eso. El yo. El mejor de los muchos que tenemos. Es necesario que el rítmo de la narración sea cursi. Sí, cursi. Amor. Frases cortas. Sencillo. Ideas sueltas. Ideas muy en plan cursi. Sentimientos, aislados. La distancia y el aislamiento como vía de conocimiento. Redacción cursi, tirando a súper cursi. Súper súper. Porque así es el yo que ama. Cursi. Yo. Ama. Cursi power. Amo. Pues claro. Amo de amor, no amo de dueño. Pero también. Clarinete. Amo de dueño, el dueño de mi amor. Y es cursi, ya digo, necesariamente... Ese nivel de entrega. De rendición. De sentimiento. Es necesariamente tocino de cielo. El yo que ama.... Y eso nos dura... Dura. Durísima. Durar, dura mucho o por lo menos hasta que se renueve la frase, el yo que ama, hasta un nuevo yo que ama, hasta otro yo mejor que ama más. O mejor. Otro yo. Otros yoes. Se eternizan, por eso, los finales o los meandros del definitivo mar, que es el desamor, donde los sentimientos van a morir y en el que hay, ya lo sabemos, un millón de peces, es verdad, hay muchos, ya lo sabemos, pero todos nos parecen plácton y son algas, ni los vemos aunque nos pasen delante, porque seguimos atados al yo que ama, que ya ni es yo porque tras el serpenteante discurrir del fin del amor, pues nos hacemos otros, nos hace otro el desengaño, peores casi y ya no hay verbo, no se ama, se hacen mil acciones pero no son comparables ni nada tienen que ver, el yo que ama se desintegra, las partículas resultantes chocan entre sí y dan como resultado polímeros de variada composición en los que se hace casi imposible aislar el yo o entresacar el amor, lo poco que quede y deviene en mito, el yo que ama, el mito del yo que ama, queremos seguir siendo ese yo que ama, aunque no quede yo, aunque no quede quien amar, el yo que ama es lo mejor que hemos sido, queremos seguir siéndolo, casi siempre por el miedo, por el pavor, por el verdadero terror que nos produce decirle adiós para siempre a ese yo que amaba, a ese yo mejor, superior, que amaba en el primer estadio del amor, el que no proyecta ni inventa, si acaso se imagina o sueña, completa lo que no sabe con dulces suposiciones, felices componendas, siempre ideales de lo que más nos gustaría que fuera y en ese punto, se estanca, nos estancamos de un modo indefinido hasta que alguien nos pinta el mismo escenario, o uno mejor, limpio, cálido, y va, en ese proceso que se repite una y otra vez, va pasando el tiempo y puede que ahora queramos menos, me decía hace poco un amigo, que queramos menos ahora que somos más viejos, que estamos más resabiados quería decir, o que no nos quieran de la misma forma, que no nos quieran a secas, dijo, a mí no me quiere nadie, contesté y me refiero, claro, a las cuchis cuchis o sea que, de acuerdo, en ese aspecto tuve que darle la razón pero no en los otros, porque no se gasta, ese yo que ama se renueva día a día, hay que cambiarlo más que el ticket de la zona azul, cuando es de verdad, cuando aparcas en el centro, el amor es aparcar en el centro, tienes que estar atento, no puedes estar toda la vida ahí ocupando esa esquina, hay que volver a mirar, hora tras hora, cambiar ticket, uno nuevo, pues igual es el yo que ama, que no es concepto único, claro que no, debe ser diferente para muchos conocidos o compañeros de clase ya van por ahí con dos churumbeles, ellos aman, aman a tope claro, pero tienen plaza de párking propia y aman o comparten más bien el acto de amar con una mujer con la que van a hacer una década de casados, amarán, qué duda cabe, ellos a su manera, nosotros a la nuestra, yo a ninguna pero ya es mi caso personal que es muy puñeterillo y lo digo por mi amigo que ama más a menudo y porque yo pues estamos talludicos, no sé si me explico, tenemos ya una edad como para llevar una década de casados, ojo al dato, es algo que me deprime, porque resulta un poco aterrador si se concibe el tiempo al modo que lo hacen los demás, como lo ven mis padres pro ejemplo, esa típica frase, pues con tu edad yo ya os había tenido a ti y a tu hermana y blablabla, pues sí, da algo de vértigo, pero después lo pienso dos minutos y me alegro enormemente de estar como estoy, sin tener que tirar de dos criaturas, pobrecitas mías, que no tengo resuello algunos días ni para tirar de mí, por otro lado, tengo meridianamente claro que lo de tener seres vivos a tu cargo que emiten ruidos, las plantas no valen que se mueren lentamente en silencio, pero un ser que llora, tener a tu cargo un ser que llora, vale como mascota incluso, es algo para lo que, no me cabe duda, no estoy preparado ni lo debe estar nadie hasta que le llega pero, eso también en una íntima convicción, te tiene que poner las pilas de mala manera, se te acaba el chollaquer, se acaba la tontería rápido, hay que ser más... No lo sé, no encuentro la palabra, a veces las palabras son lo de menos, no creo que haya palabras suficientes para describir el cambio que debe suponer la paternidad a todos los niveles, no me lo imagino y sinceramente, no me lo quiero imaginar y viendo lo que veo a mi alrededor, si soy sincero, se me cae el alma a los pies, siempre he querido tener bebés, cuando hablo de ello, una amiga me dice que sale mi faceta más Hugh Grant, vale, lo acepto, Hugh pues Hugh, no era un santo precisamente el bueno de Hugh, bien que se la lió a la Hurley, liada pero bien liada, el Hugh no es un ejemplo y que yo sepa, no es padre, ¿no? No lo sé, da igual en realidad, mi amiga entiendo que se refiere a otra cosa, aunque a decir verdad tampoco tengo claro a lo que se refiere, me lo figuro pero que... La Hurley era un poco mosquitilla muerta, ¿o qué? Pavisosi, así en la distancia. Muy mona. Muy arregladita siempre. Y con su carrera y sus cosas, sus ojazos, su pelazo... Muy bien. Le veo un saber estar de impresión pero tiene pinta de no saber hacer ni unas croquetillas y ser más bien, aburrida y especialmente caprichosa y antojadiza. No soporto a las caprichosas y aún menos a las antojadizas. La Hurley tiene pinta de estar quejándose siempre y llamar siempre a su madre, en prime time y contarle todo como si fuera un parte de guerra, en voz alta por encima del sonido de la televisión. Seguro que Hugh pensaría: Hija, Liz, vete a hablar al otro cuarto y le cuentas a tu madre la Biblia en pasta pero déjame a mi tranquilito ver la tele. Pero cualquiera le suelta algo a la Liz en ese plan, estando en su salón.... Porque luego se la ve con carácter. Mosquitillas muertas con carácter, menuda categoría. Para llevarse buenos sustos. Y encima, pidiendo. Que al principio muy bien será una reina pero cuando te aconstumbras a los ojazos y al efecto seductor de su aura, pues no es más que una mujer encargándote cosas y ya está. Y con caprichitos, Di no a los caprichitos desde minuto uno, o estarás perdido. Es como una carrera, se plantea como una carrera en pos de su satisfacción momentánea y cambiante. No, gracias. No tiene nada que ver conmigo. Es cierto. Nada tengo que ver con Hugh. A Liz le hubiera dado una oportunidad, es verdad. Pero no hubiera funcionado. Bueno, a lo que íbamos. Amamos al yo que amaba, seguramente Hugh amaba a su yo que amaba a Liz en los comienzos y cuando satisfacer caprichos no era tedioso, sino todo lo contrario, un gusto y el Hugh que amaba a Liz era lo que le hacía seguir resolviendo listas de la compra con la esperanza de algún día volver a sentir lo mismo.... La esperanza de algún día volver a sentir lo mismo, ¿cuántas vidas no se joden por esa mierda? Es por eso mismo que creo que algunos divorciados se quedan en stand by, vidas rotas, no dejan de amar al yo con el que amaron más que a nadie, a veces siento, sin papel de por medio, que es un poco el punto en el que me he quedado o en el que, momentáneamente, me quedo y uno, como Karina, se ahoga en el axioma de cualquier tiempo pasado fue mejor, que no, que es falso, no y no, que no tiene ni pies ni cabeza, ni el pasado es mejor ni el presente es más vivo que el futuro ni nada que tenga que ver con la magnitud tiempo tiene unas reglas que estén asentadas en nada inamovible, o científico o al menos, que sea mínimamente extrapolable o eso opino yo, que los tiempos de cada uno, más allá de los bíoritmos, están sujetos a contexto, a convenciones sociales, a muchos aspectos que escapan de nuestro control y que, sinceramente, me importan absolutamente nada pero a veces nos miramos en el reflejo de los otros, son el espejo que nos devuelve la imagen de la concepción ajena del tiempo, del otro rítmo, de los dos churumbeles y etc... No lo sé, hasta qué punto es importante o relevante o trascendente todo esto... En mi caso y en el de unos cuantos de colegas, es fundamental llegados a este punto, la magia del momento, de cómo conoces a alguien, de como se desarrolla la primera noche, de cómo se desenvuelve ese yo que ama y al que amamos por encima de todas las cosas, pero como si fuera un espírítu burlón al que se invoca por medio de un vaso manejado por varios dedos, no siempre se manifiesta cuando es requerido y a veces, sin esperarlo, nos pega sustos importantes el yo que ama y se nos aparece, y nos suelta psicofonías, cuando menos lo esperas, cuando conoces a una borracha en el bar y te dice: ¿Dónde vas, gavilán? ¿La has visto bien, la has mirado de cintura para abajo? ¿Le has visto el cuello? ¿Sabes que te va a bajar veinte puntos de tu ránking ATP? Que uno no está ya ni entre los 300 primeros... No tengo ni raqueta, a estas alturas. Y vamos a lo que vamos... O mejor dicho, vamos a dónde yo quería llegar.... El yo que ama.... Ni existe. Ese es el problema... Se ama menos cero a las desconocidas y mira que yo amo hasta sin querer y a quien no toca, pero en esas, cuando estás en esas lides, no hay nada de lo que hablaba al principio de esta entrada, de las dulces suposiciones y felices componendas, no, todo es más directo digamos, todo es para aquí y ahora, para ya de ya y bueno, nada tiene que ver con el amor, ni nada de eso... Puede pasar. Pasa de hecho. A mí, no. Pero tengo amigos y a ellos les pasa, que una chica que conocen una noche traspasa el umbral del aquí te pillo y aquí te mato. A mí me pasó y mira, desde la noche siguiente, sabía que iba a ser una ruina. Lo ha sido. Lo fue. Lo está siendo. Porque en esos entornos... En una discoteca a las siete de la mañana, no hay nada bueno y lo digo con conocimiento de causa porque yo siempre suele aguantar hasta el cierre, y no hay nada que merezca la pena, igual tampoco a las cinco pero vaya, que no. Es de otra forma, alguien que conoce a alguien, alguien que te presenta a alguien... Se va predisponiendo la movida para que encaje de otra forma, de una forma bonita... Yo que sé. No soy Hugh Grant tampoco por mucho que me lo proponga y mira que a Hugh Grant le pillaron con los pantalones bajados con Divine Brown. Quiero decirte. Que menudo ejemplico. En nada me parezco a Hugh Grant... Ni siquiera al yo que ama de Hugh Grant en sus mejores momentos con Liz. Mi yo que ama es ahora como un espíritu burlón, se aparece, le oyes de lejos, son voces pasajeras que te advierten de lo profunda que es la soledad, que conjugan el pasado en pretéritos y condicionales que te llevan a pensar que hiciste mal abandonando a aquella buena chica, simplemente porque querías conocer más chicas, buenas y malas, y regulares... No hace mucho, tres o cuatro semanas, hablando con este amigo con el que tengo una edad pareja, aunque su vida sexual amorosa es mucho más frenética, llegué a una curiosa paradoja, que ya compartí aquí en una entrada anterior: He estado con más mujeres de las que me hubiera gustado.... Y, ¡voy a estar con menos de las que me gustaría! Y, ¿no es una loca paradoja? Una tonta acumulación por un lado y una digna búsqueda del más fácil todavía, al contrario que en el circo, no el más difícil todavía, al revés que los funambulistas o los de los malabares, huyendo de lo complicado, buscando precisamente lo contrario del más difícil todavía, buscando una verdad que funcione, que ande sola, para que la que nos tengas que cambiar, que puedas ser tú mismo y ser el mejor tú mismo que ama, y amar en la mejor de tus versiones... Como si eso fuera posible. El yo que ama más fácil todavía. El yo que ama más de verdad... O un poquito al menos. Cunde la desesperanza en mí, no voy a negarlo, mucha desesperancilla, pero por otro lado no me perjudica especialmente, me sirve, o eso creo o eso quiero creer, que me anestesia un poco, me vale, no sé para qué pero me vale, es como una mini coracilla que a veces, detiene los golpes, y me sirve, otras veces, no, se arruga, como papel de aluminio... No os voy a engañar, es de hojalata con algunos golpes del destino pero sirve... Sirve un poco, como escribir esto. Que lo mismo me lo ha dictado desde el hombro izquierdo el espiritu burlón del yo que amaba y a través del blog, invoque... Dime tú, invocar desde el blog... Menuda patraña... Momentos pasados de un mejor yo que amó... O vete a saber...
Ya está, lo dejo aquí.
Y otro día seguimos.
Besos de un yo que no ama ni lo necesario.
Pasadlo bien.
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