martes, 10 de abril de 2012

No sabemos ser pobres

Es tendencia reciente, hay que recalcarlo porque no todas las tendencias son recientes, culpar al ciudadano medio de la deriva financiera del mundo. Yo no me apunto al carro y exculpo a los humildes por definición. Ahora bien, en España, no se ha aprendido de lo sucedido, ni se aprende ni se aprenderá. Y soy un optimista. Ni de la Posguerra, ni de la Dictadura, ni de la burbuja del ladrillo, ni la sempiterna crisis que a día de hoy nos ocupa hasta vaya usted a saber cuándo durará, ni de la madre que nos parió, la madre patria.

Yo sostengo que no hay dos piedras iguales. Puedes tropezarte y creer que es la misma pero es que casi todas se parecen. Tampoco hay dos tropiezos iguales y cuando pegas un trompazo, es difícil sacar enseñanza si te has hecho daño. Dejas que pase y punto. El daño no está bien digerido entre la conciudadanía. No sabemos ser pobres desde siempre, no es de ahora, a lo que se suman los malos ricos, muchos y muy voceros desde antaño, me remontaría al ocaso de Felipe II. Bien administrado, todavía nos duraría oro del expolio americano, desde Colón hasta Telefónica. Pero vayamos al caso y dejemos los ocasos: no estamos enseñados en la miseria.

Nuestros abuelos tampoco y sus padres no lo estaban, claro, porque no se nace enseñado y menos en esas lides, pero tuvieron el recio entrenamiento de la guerra. Hoy en día las contiendas no se viven como antes. La sangre con saña, entra. Tantos años detrás de una miseria digna y llega el siglo XXI y zasca, en pelotas. Sin bombardeos que no sean publicitarios. Por el negocio del suelo, la trampa del mercado hipotecario y el desarrollo sin cabeza y el ritmo loco de consumo de un país que ha crecido a tirones, permitiendo engaños masivos para hinchar globos que volaron alto pero explotaron con estruendo, y en estas estamos. En la explosión lenta de todo lo establecido en derechos sociales.

No sabemos ser pobres, sobre todo porque nos falta vocación. Es un asunto a tener en cuenta. La vocación determina en gran medida la dimensión de nuestras pretensiones. La pobreza en general tiene mala prensa y no está bien vista, eso es así. Se aprende, como todo en la vida, practicando y practicándola sin prejuicios hasta se puede llegar a disfrutar de los rigores que impone siempre que hablemos de pobres optimistas.  

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