Me pasa a veces con las marcas happy, que se me atragantan. Cuando no está del todo claro lo que venden. Me pasa con empresas variadas. Me fastidia. Para eso tengo mi blog, para fastidiarme en voz alta, entre otras cosas. Y a veces, para mirar de otro modo, lo que vemos todos los días de la misma forma.
Ikea. No mola. No, definitivamente, no.
¿Alguien se ha fijado en la cantidad de tiendas de muebles que están cerradas, y que han muerto en los últimos años? Grandes empresas, medianas empresas y tiendas de barrio. Me fijo porque suelen tener luminosos, que ya no tienen ni luz ni lustre, muy de los sesenta y logos bien floridos. Me gustan los luminosos barrocos, lo reconozco. Y muchas tienen nombres de empresa familiar: Muebles Martínez, Muebles Pérez Carretero... Y tenían o tienen los que aún sobreviven, género del de antes. Madera de roble y ese rollo, cosa heavy, como con mucho barniz y tonos marrones y mucho remache, mucha cortina con flamígeros y borlas y sillones que de lejos ya se les ve incómodos, y todas esas cosas que se están perdiendo. Se están perdiendo. el buen gusto antiguo por la acumulación de objetos y los muebles de tres cuerpos con brillo de barniz, se está perdiendo. tristemente, a mi entender. Me apena muy sinceramente ver ese escaparate de Muebles Martínez, un poner, que otrora lucía su panorama de horror vacui con la mezcla de lámparas de araña y burós o chaise lounge o ese tipo de aparadores que tienen nombres extranjeros que suenan a refinamiento, y hoy es todo telarañas y se vende caja registradora (urge).
¿Qué tenemos ahora?
La estantería negra de serie. La mesa negra baja de serie. El sillón rojo de serie. Las lámparas de pie de tulipa blanca de serie. ¿No es aterrador que todo sea tan de serie? En serio, ¿tan de serie? ¿En qué hemos avanzado al librarnos de Muebles Martínez? ¿Qué negro futuro se avecinaba con la popularización del mueble provenzal?
Tiene miga.
Antes un salón era para toda la vida. Y se convertía, en cierto modo, en el museo familiar.
Ahora los salones duran poco, se renuevan cada temporada. Los muebles no importan demasiado en el reparto de bienes cuando las parejas rompen. ¿Quédate la mesa baja? Tranquilo o tranquila, que me compro otra. Fácil respuesta. Cuatro tablas que duran poco.
No todo es alegría en el factor precio. Por no hablar de la uniformidad estilística. O sea, todas las puñeteras casas iguales.
El provenzal es vintage ahora si lo eligieron un poco con gusto.
El sr. Martínez está acordándose de toda la familia del creador de la multinacional sueca.
Siento decirlo, la culpa es de IKEA.
O es nuestra, y me incluyo porque yo también he ido, dos veces en total creo, a comprar a las naves industriales amarillas y azules y me he sentido tocado por esa gracia estúpida con la que maquillan el hecho de que estás comprando muebles desarmados que tendrás tú mismo que ensamblar en casa. Al final no compré nada de importancia, creo. Vamos, que no me he visto en la tesitura de amueblar una casa. ¿Qué compré? Estoy intentando recordarlo. Una bola azul con una luz debajo, creo. Un mosquitero para una cama como con look antiguo. Algo más que no recuerdo, en plan de regalo. Nada grande, ya digo. En fin, poco que montar en definitiva. Pero el caso es que hice la peregrinación absurda a súper centro comercial a dejarme mis pocos euros en objetos que más bien, no necesitaba. Y habló de peregrinación porque en la provincia en la que vivo no hay IKEA y tenía que hacerme un viajito. A ver, no soy el único. Conozco a muchos. Muchos viajitos. Muchos sofás rojos. Muchas estanterías negras. Muchas mesas bajas negras. Muchas tablas para armar. Y, ¿para qué? Para olvidarse de ellas y listo, una vez que te mudas, si está un poco descacarillado, que suele ocurrir o tiene aspecto viejuno pues casi que lo endosas a algún conocido interesado o lo pones con disimulo junto al contenedor. Nadie se libra tan fácilmente de los salones antiguos. Requiere más equipo mover un mueble de salón de tres cuerpos de los de antes. No es tan fácil.
Y me pregunto: ¿Nos estaremos volviendo todos estúpidos cuando hablamos de que este próximo fin de semana íremos a comprar "cosillas" a IKEA para nuestro piso nuevo como si eso fuera algo bueno? A ver, sin ambages, ¿nos estaremos volviendo todos gilipollas con nuestras casas clónicas de mesas bajas negras, estanterías negras, lámparas de pie de tulipa blanca y sofás rojos?
La respuesta es sí, no hay que darle más vueltas.
Todos gilipollas perdidos.
Es momento, amigos lectores ociosos de blog o empleados de la firma sueca que os haya tocado leer esto por alusiones, de pasarse por las liquidaciones de las antiguas tiendas de muebles, tipo Muebles Martínez y arramblar. También vosotros, sí, trabajadores del gigante amarillo y azul que estaréis hasta el gorro de tanto minimalismo y doityourself, pues os vais allí. A saquear al enemigo moribundo. Sin piedad. Así que, con todo el dolor del corazón para el que es sensible a las patentes confirmacíones del paso del tiempo y todo lo que ello supone, es el perfecto momento de coger unos euros que tengamos sobrantes (?) y visitar el local que en tiempos pasados fue espléndoroso pero que a día de hoy destila ruina para hacer nuestro personal acopio de gangas. Y fomentar lo que viene siendo el mobiliario con estilo en los tiempos de los clones del conglomerado. Liquidaciones Martínez, un poner. El que sea, por desgracia se puede elegir tienda de muebles en la quiebra. Ahí está el rollo barroco que hará de vuestra casa algo realmente independiente, amigos. Para estantería, una cosa selecta, personal dentro de las límitaciones impuestas por la figura geométrica del rectángulo y con remaches,con lo que sea, porque para lo fácil pues que cuatro tablas ya me las agencio yo mismo. Que viene a ser lo mismo que la típica estantería que tiene todo el mundo. Todo el mundo. Todos gilipollas perdidos y me incluyo el primero, por ser encima, renegado. Y, ¿para la mesa baja? Algo que parta. Una mesa camilla costumizada. No soy yo del bricolage, así que os las apañáis vosotros mismos para hacerle el truco de que sea corta en verano y de estilo corriente, patas largas, de mesa camilla en invierno. ¿Vende IKEA mesas camillas? Pues no (creo que no, tampoco tengo el dato ni el catálago) pero olvidaros de la modernez y atended al frío de las pantorrillas de noviembre a marzo. No hay como la mesa camilla para el duro invierno. ¿Dime tú el avío que te hace una mesa baja negra de las clásicas de los clones del conglomerado? Cero. Se te hielan las canillas, compadre.
Y luego, el verdadero leit motiv de esta entrada, esa política de comunicación de Que mundo más feliz de puertas para adentro y viva la vida y dale que dale y beso que te beso y lo mejor de la vida es nosequé nosecuántos y que felices todos estamos en el mundo. Pues, no. Coño.
Me irrito.
Menudos anuncios.
Nos venden un estado de ánimo, me dijeron hoy.
A mí me venden cabreo y requinquina (esta palabra no sé si me la acabo de inventar, pero no lo voy a mirar).
El mundo está peludo y en este caso, peludo tiene una polísemía que no le corresponde del todo pero que se pilla de primeras. El mundo está muy peludo y por momentos, espeluznante para tanto jiji jaja.
Acabo de mirar que la acepción de "peludo" por difícil la contempla la RAE y su diccionario como localismo de El Salvador, Nicaragua y Honduras. Un saludo a todos los de allí, dicho sea de paso.
Volvamos a la comunicación de IKEA en este mundo peludo que nos tocó vivir.
Bajas pasiones: factor precio, tensiones sexuales por resolver, historias simpáticas de personas vulgares... Pero la comunicación en España es que alcanza casi lo filosófico sino es que lo desborda ampliamente.
Y el rollo chachi guay que bonito es todo es lo que más me revienta, mira tú.
Y no es de aquí, el rollo happy es all over the world, no teneis mas que ver anuncios de los happy friends suecos en Youtube, de todos los países, y en los que no se vende lo maravilloso que es todo, hay una connotación sexual o que sé yo, una bromita, un perrito, dos clientes que pelean o se vende el factor precio como si todos fuéramos realmente estúpidos. ¿Lo somos? Para muestra, un botón. El botón de copia y pega.
Un anuncio con perro, siempre viene bien pero que en el fondo, aborda de pleno el desarraigo desde los inocentes ojos caninos:
Puestos a abordar el desarraigo, ¿qué es lo siguiente? La desectructuración familiar y las dificultades que viven los hijos de padres divorciados (que ahora que lo pienso tienen dobles cuartos en sendos pisos de sus progenitores, o sea, que doble de muebles) y contarlo todo tan bien como en este corto spot, la verdad, es que es difícil:
Un alto en el camino, ¿no tienen cara de estúpidos (o drogados) los que saltan en la cama en el vídeo de aquí abajo? Vale, todos fuimos niños. Todos quisimos saltar en las camas sin restricciones pero... (prueben a verlo en mute):
Al loro que también nos ofrecen un curso de communnity managereo y de cómo aprovechar a fondo las redes sociales para el tageo masivo, olé con olé. ¡Gustav, fenómeno!
¿Comportamientos irracionales? Lo que quieras.
Y por supuesto, no nos olvidemos de los anuncios de España. Los felices y odiosos, para mí, anuncios de España de los clones del conglomerado en su división ibérica ¿Producto de la retorcida mente de los creativos nacionales? No lo sé, pero lo que sí está claro es que está en ellos el origen de mi requinquina, que según miré no existe como palabra... pero sí que existe quinquina, así que convendremos que la podríamos dar por válida como un efecto doble o repetición de la quinquina en sí misma.
Una visión distinta de lo de trabajar para IKEA:
http://www.nodo50.org/tortuga/Trabajar-90-horas-semanales-para
Aquí el canal de de Youtube para que los vean todos.
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