Me apetece contaros cosas que me pasan. No es que tenga un ritmo frenético de vida, más bien al contrario, pero me pasan cosas. Ya sabéis que aquí todo se cuenta pasado por un cierto tamiz de moraleja o de paradoja como mínimo, es lo que hay. Siempre os digo que querría que esto fuera mi diario, pero me pesa el pudor demasiado. Lo suyo sería hablaros de mujeres. Mujeres. Desconocidas, mujeres sin nombre. La de la coleta. La de la cara de gitana. La de la boca interminable. Mujeres que ni conoces, que te imaginas más que otra cosa. Contaros los escarceos, que son mínimos o inexistentes. Soy el Julio Salinas de la tensión sexual, lo pensé el otro día. Creo ocasiones. No convierto. No es que me importe, me jode un poco la verdad, pero está más que asumido. Es lo que hay. Eso de que el balón siempre bordee el área y acabe dando un bote y saliéndose, saliéndose de dentro literalmente, pues me deja un poco sin ganas. Ayer cuando volvía a casa sonaron unas canciones tan buenas que parecía la música de una película. Nada más encender el motor, una de los Rolling stones. No recuerdo si Street figting man o una por el estilo. La siguiente, Beatles. You can drive my car. Y después, I Heard throught the grapevine. Vaya temazo. Con el punteo, llegué ya a casa. Pero fue épico, mientras paraba en los semáforos. Me harta o me cansa un poco lo de volver siempre solo a casa y porque vivo lejos. No tengo edad para rondar jovencitas, esa es otra. La concepción del paso del tiempo, que es un tema de siempre de la literatura universal por algo. El tiempo, cada vez me preocupa menos. Cuando estás en el momento, el tiempo se olvida, como concepto amplio quiero decir. El momento, el ya, el ahora, las canciones que ponen en la radio mientras vuelves. Ese tipo de experiencia única de algo que ocurre. El blog tenía ánimo de servir para eso también, como testimonio del momento, del aquí y escucha, del ahora y baila.... Ayer solté una frase que sonó muy rimbombante y que me gustaría meter en una canción. Que el amor no te lleve tan lejos que no puedas volver.
Suena bien, ¿no? Se la dije a un amigo que está enamorado hasta las meninges. Es asquerosamente feliz y verle desde fuera es un mixed emotions. Por supuesto, uno no puede dejar que no le llegue ese aura, ese brillito, ese calor... Se nota, se contagia. El amor. La primavera. Mi amigo no es joven y eso siempre hace que las cosas sean más difíciles. El tiempo. Volver a encontrar el amor y el proceso es siempre el mismo. Siempre el mismo, a todas las edades. Esa sustracción del mundo en el que vives, esa permeabilidad a una persona totalmente diferente, totalmente nueva... Con padres, hermanos, primos... Con una vida a la que te abre la puerta y esa fascinación por todo lo que eso conlleva, modos, maneras, formas de pensar, formas de ser, fondos tanto de pensar como de ser... En fin, el amor. El camino intermedio entre lo que vives a tientas, lo que vas descubriendo. Los primos del pueblo. Los amigos de la hermana o el hermano. Sus amigas de cuando el instituto. Todo eso. El camino que se va haciendo, entre lo que sabes, lo que descubres, lo que intuyes, lo que quieres imaginar... Todo mezclado y haciéndote inmensamente feliz como protagonista de una película que escribes día a día. Como una serie. Que va ganando episodio a episodio. Y se definen los personajes y encajan las tramas. El amor. Las tramas de amor, sobre todo. Mi amigo está en ese punto, en el de dejar arriba la primera temporada y abrir boca con un gran primer capítulo que abra la segunda. Es guay verlo. Me he enganchado a su serie y a su carita de te lo doy todo, nena. Es lo que vale, al fin y al cabo. El amor es bonito por la entrega, por le predisposición. Los prolegómenos hasta una relación normal y corriente. Los descubrimientos y hallazgos antes del reparto común de tareas domésticas. Yo tiendo, tu planchas, yo cenas, tú haces la cama. Durante muchos meses, la cama no importa que esté hecha o si hacer. Pero esto no es de lo que quería hablar. Las letras de canciones, ese es el tema que subyace. Las escribo así desde siempre. Son frases de otros. A veces me las dijeron, a veces me las escupieron. A veces simplemente las suspiraron y yo las rimo. Lo de rimar no es poca cosa, pero el mérito es que la frase la sientas, que la saques de dentro. Que sea una verdad inexcusable. Pues eso. Necesitas sentimientos puros. De odio, incluso. Pero con pureza. No le doy importancia a las letras, hablo de mi grupo. Tengo un grupo. No hablo mucho de él, pero me encantaría contarlo todo. Tener un grupo es tener una máquina de anécdotas, en su mayor parte, estúpidas. Escribir sobre ello es una forma genial de matar el tiempo. Hablar de música es divertido por la parte inasible que tiene, luego se puede hablar de ello en términos matemáticos, contando compases. No es lo mismo, claro. Lo otro tiene que ver con las texturas. Mi amigo el enamorado habla de la música en términos de texturas y eso a mí me encanta. Hablar de la música por los efectos que produce, como si fuera un diagnóstico de la serie House pero al revés. Los síntomas te dicen lo que la canción, o la letra, encierra. Lo que realmente encierra. Yo, para escribir, necesito amar u odiar, y probablemente, las dos cosas a la vez. Odiar, que está feísimo lo de odiar, es verdad. Pero por desgracia para mí es necesario. Le escuché a Leonard Cohen en una entrevista, en la que le tiraban chinitas por su estilo/formadetocar/tristezaintrínseca y el tío decía que las canciones tristes eran siempre una victoria sobre la tristeza. Una forma de superarla. Lo pensé y dije: Leonard, llevas toda la razón. Me he pasado meses, años incluso sin tocar la guitarra, sin sacar ninguna canción. Sin ni siquiera tararear. Estaba amando. Luego estaba odiando. No se pueden solapar. Son períodos que tienden a ser consecutivos. Amar. Odiar. Y después, vencer. La lucha es a base de canciones, de letras, de fraseos de acordes... Ahora mismo me encantaría desenfundar la guitarra y darle rienda suelta a la frase que antes os dije y buscar ecos. Formas de rimar. No es fácil rimar con la palabra lleve. Que el amor no te lleve tan lejos que después no puedas volver. Mi amigo se quedó sin palabras y solo pudo rebatirme atacando por el tono excesivamente poético de la frase. Él estaba hablando de que a las chicas te las follas por su mente, por su cabeza. Que es una frase muy de Martín Hache, la película. En fin. No estoy para nada de acuerdo. Follas culos. Follas tetas. Follas hoyuelos de una sonrisa. Follas pelo bonito. No sé, me encantan las conversaciones sesudas sobre semiología y me parece un buen motivo para encamarse pero esté donde esté mi cerebro, los ojos atienden al canalillo como principal argumento y muchas veces tengo que echar mano de la estrategia, te miro a las cejas. Cuento los pelos de las cejas para no bajar la mirada más allá de la barbilla y que te pillen de ojeador furtivo. Lo de las cabezas, follar cabezas... Que mi amigo matizó en su literaridad diciendo que no significa que se la metas por la boca, la procacidad le mola bastante y el humor negro y decir las cosas sin ponerles ni un poquito de aderezo, a lo bruto, a lo crudo, que todo eso hace que verlo enamorado como un corderito pues choque más, con lo cabrón que es, en general, a la hora de categorizar el mundo o ponerle nombre a las cosas. De la música habla con texturas, pero de las personas habla como un agente del Mosad o de las SS. Tiene gracia. Y en muchas cosas estoy de acuerdo con sus observaciones nazis sobre patrones de comportamiento o roles sociales que son absurdos si se analizan fríamente. Un cabrón enamorado te hace recuperar la fe en el amor. A mí los viejos que van al programa de Juan y Imedio, que los veía aquí en mi casa con mi ex y nos emocionábamos juntos, también me hacen recuperar la fe en el amor. Es una pena que ese espacio del programa de Juan y Imedio no tenga más recorrido. Creo que en prime time en cualquier cadena, lo partiría. El trabajo de redacción es muy bueno y los invitados van a darlo todo. Y Juan y Imedio lo hace bien, les saca todo lo que vienen a dar. Y que personas de 60, 70 u 80, vuelvan a encontrar a alguien y se ilusionen. Se ilusionen, casi nada. Que se ilusionen con esa edad, en la que hablan de la soledad de sus noches que les mata de poco a poco, pues me hace creer en la fuerza del amor. La fuerza. La importancia de la compañía, la necesidad de sentirse querido, de sentirse necesario, quizá fundamental, sentir lo que sea. Pero sentir. En el reparto de tareas domésticas, se llega a un punto en el que ni se siente ni se padece. Uno friega los platos, tiende, hace la cama... Y a veces es felicidad, todo está hecho desde una felicidad racional. Debería dedicarle una entrada de mi blog a la felicidad racional, sin duda. Y otra a la felicidad irracional. Lo haré. Me acabo de poner el All things must pass de George Harrison. Estaba escuchando el Crooked rain, crooked rain de Pavement, uno de mis discos favoritos de todos los tiempos. Lo tenía en una TDK 90 y lo quemé. En el walkman en el camino Madrid-Granada, de noche, o al revés, de vuelta a Graná. Es un básico. Lo puedo escuchar mil veces, no me cansa. Es un disco con recorrido. Con un camino propio. Lo de los caminos es importantes, ver caminos en la vida, o senderos o veredas, como en la música se ven texturas, ¿me explico? Ahora suena My sweet lord. Anda que no le dieron quebraderos de cabeza a George con el dichoso temita. Es un pepino aunque lo tenga absolutamente asimilado a canciones de misa. A veces a mí me salen canciones de misa pero llevadas a lo mío, claro. Misa negra, he pensado a veces. Apostolado de odio... Bueno, no es para tanto. En realidad mis letras tampoco dan para tanto, le gustan a la gente o eso dicen pero yo las hago improvisando casi siempre. A partir de una idea, claro. La frase que le dije a mi amigo. Que el amor no te lleve tan lejos que no puedas volver. Y sobre eso, pues a dar vueltas. Rimas con lleve. Bebe. Suene. Breve. Leve. Mueve, remueve, conmueve.
Las letras son importantes, sobre todo para los demás. Ahora suena Isnt is a pity. Esa canción me mueve, remueve y conmueve. En especial me pone la versión de Galaxy 500. Debería intentar hacer una versión en castellano. Es súper lennoniana. Supongo que los fab al final escribían pensando mucho en eso, en él, en su Messi. Es inevitable, creo. Hay una versión rulando por YouTube del tema en cuestión, en unas sesiones de los Beatles. Iba a decir del álbum blanco, pero igual era en Let it be. Los descartes de los Beatles son un mundo en YouTube. Los bootlegs y las grabaciones de estudio, las tomas... Me encanta eso, ver cómo va creciendo una canción. Y escucharlo en YouTube me parece la ostia. En realidad la producción de la versión en solitario de Harrison me gusta menos porque está sobreproducida, todo el disco lo está en realidad y suena del carajo, no os equivoquéis pero me gusta más lo mínimo, el piano, la guitarra y la batería. Y la voz. Como ida. Que me flipa. Os podía poner enlaces de lo que voy oyendo. Ahora suena What is life. Esta canción la use un par de veces para cerrar en la radio. En la radio ponía lo que me daba la gana. Me llevé alguna reprimenda. Siempre quise comentarlo por aquí, pero en el fragor del trabajo pues te da como que cosa. Me echaron la bronca por La Mala Rodríguez y por Hora Zulu. Ambos tenían concierto y puse un tema ilustrativo. La Mala decía follar en una de las frases. Creo que era la rata. La de Hora Zulu es que directamente contravenía la media de decibelios indicada para magazines de mañana en radio comercial, pues vale. Puedo estar de acuerdo. Joder, ahora suena la versión de Dylan. Estoy suavón. Es que es domingo. El amor me trata fatal, amigos, en serio, fatal. Conservo las formas y la compostura pero el amor me trata mal. No me dejo. Eso es verdad también. No me dejo mover. Tampoco veo muchas ofertas de movimiento, todo sea dicho. Igual pasa frente a mis narices y ni me entero, que es muy probable. No me dejo mover. No quiero que el amor me pierda una vez más, no y no y mil veces no. No quiero follar cabezas, estoy hasta los mismísimos cojones de mujeres inteligentes. El amor de los estúpidos está lleno de ventajas. Y digo estúpidos o simples, o vacíos o no sé cómo los llamaría mi amigo el del humor negro y lo de follarse cabezas. Hasta los cojones estoy de cabezas y cabezonerías. No. Manos. Pechos. Culos. Piernas. Anda que no hay buenos motivos y dejar la conexión neuronal en su justa medida de importancia, dejar la cultura general en el apartado en el que realmente debe estar, donde en realidad está, a quién le importan todos esos nombrecitos... Tenía una canción, nunca la he tocado en directo y creo que ni la he grabado ni nada... Se llamaba "Ray Liotta" y el estribillo decía: Me tratas como a un idiota/ Porque no sé quien es Ray Liotta/ pues ni lo se ni me importa / Deberías hacer un club/ con los que son igual que tú/ se saben el nombre de todos los actores/ los que se leen hasta los botes de champú/ y hablan de sus favoritos y de directores... Más o menos, era así la letra. A quién coño le importa Scorsese si hablamos de amor. de follar, que es menos todavía. A quién le importa el cine o la música o lo que sea que le guste. Joder, no seáis clasistas. No me follo a la gente por su colección de cómics. Si una chica tiene una buena colección de cómics, pues de acuerdo, follemos. Pero no eres ni más ni menos que nadie, solo tienes una buena colección de comics. Y si sabes quiénes son Toy, Alah-las o Jacco Gardner, pues enhorabuena. Tienes buen gusto. Y, ¿qué? ¿Eso hace más bonita tu sonrisa? Negativo.
Follarte a la gente por sus colecciones, ¿qué? Es un patrón como otro, pues vale, de acuerdo. Pero no hay en todo esto un fondo muy muy y repito, muy clasista. Clasismo. Clasismo musical. Clasismo comiquero. Clasismo de todos los tipos. Pues lo veo muy malamente. Qué quieres que te diga. Que es algo que se puede aplicar también a algunos festivales. Festivales clasistas y festivales populares, es un tema. Para desarrollar en otra entrada de blog. El amor me trata mal, os meto rollo, para al final deciros que el amor me trata mal. Así de claro. Mal. La canción con más visitas en YouTube es "Me tratas mal". No sé por qué. Suena a rayos. Mal pero me gusta más. Una de las canciones de mi semana es la de Lee Fields, "Faithful man". La he oído medio millón de veces. La he cantado. Tengo que regar y plantar. El ordenador se tiene que reiniciar. La estoy oyendo una vez más. Me encanta imitar a Lee Fields.
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