miércoles, 16 de abril de 2014
No es justo para las lechugas
Mirad que estoy bien, bien de verdad, muy bien en todos los sentidos o en casi todos, porque todavía lo de ella me tiene, bueno, no, no me tiene, no es un presente, si acaso es un pretérito, sin lugar a dudas, imperfecto, pero que aún escuece. Escuece es presente. Escociendo. Es más un gerundio recurrente. Que me jode a muchos niveles pero sobre todo en lo que es conocer, en el sentido bíblico, nuevas mujeres. Me pasan cosas, me encantaría daros detalles pero no lo haría ni en persona, me gustaría no por ningún morbo absurdo, solo por lo cómico. El Jerry Lee Lewis del intimar, el Julio Salinas de la tensión sexual. No la culpo. Paso de la culpa. La culpa para los curas. Odio la culpa. No me gusta. A ella, sí. La culpa la tenía a maltraer, lo que, por otro lado, no me extraña nada. En fin. Escociendo. Que súper bien. Que demasiado bien, vaya. Me temo que venga algo malo, eso siempre me pasa, da como para una canción. El temor a que acabe lo bueno. Pero es tontería. Lo bueno, se trabaja. Es así de sencillo. Se trabaja. A veces no se puede. Pero no hay otra forma. No hay otra forma de hacer las cosas. No hay otra forma de curarse. Pero es que el sexo sin amor me duele. Qué me dices. Me recuerda quizá a nuestra última etapa. Me acuerdo, que en resumen, es horrible. Para una vez que tacatá, pues ponte a pensar. Mal. Muy mal. Realmente muy mal. O sea. No. Así no. No se puede. No-se-pue-de. No-se-pue-de. Está clarísimo. O lo tengo clarísimo, pero me pasa. Y no sé muy bien cómo salir de ello, cómo trabajármelo. Si uno se lo trabaja... Quizá sea una cuestión puramente emocional. Hace unos meses me di cuenta de la importancia de los objetos, que no nos damos cuenta pero están. Y ahí están. Cosas. Ocupando espacio. Espacio físico, espacio mental. Viene a ser lo mismo. Limpieza general. Reseteo mental. Vale. Y aún así, aparecen de cuando en cuando. Y a veces, en muy mal momento. Y uno ya no sabe si tiene que ver con ella, con uno, con las ellas de ahora o con que todo es una mierda y hay que tragársela y hace bola. A mí me hace bola. Me alegraría sinceramente, bueno, no, miento. Me alegraría, eso es cierto, de que ella esté feliz. Feliz a secas. Tampoco felicísima. No me preocupo en mirarle, quizá ni me atrevo. De hecho, no me atrevo. Escribo esto, que no deja de ser una terrible cobardía. Me sale cantar a Chiquetete. Mi cobardía de mi amor por ella... En fin. Que no. Que escribir esto pues viene por ser un desahogo y que me da coraje, es la verdad. Eso es una chiquillada. Que te den coraje tus recuerdos. Yo lo sabía. La primera noche después tuve una visión. Al verla a la luz. Después de ducharnos. Bueno, no recuerdo si nos duchamos o no. Nos cambiamos de ropa. Íbamos a salir. Nuestra primera salida juntos al mundo exterior y lo vi. Vi la desolación. En serio. Totalmente en serio. Debería estar abonando el huerto. Le he echado veneno a las hormigas. Lo odio. Pero me están comiendo. No sé por qué. Se vienen arriba. He intentado métodos de no exterminación... En fin. Como nuestra última época juntos. Todo encaja. Digo esto porque debería estar en el huerto. El año pasado dejé morirse las lechugas, ¿o fue el anterior?, porque me recordaban a ella. No es justo. Sobre todo, para las lechugas.
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