Era un clásico. Cada cierto tiempo se me rompía una tele. Lo decían en mi casa, el rómpeteles. Es cierto que las que me daban, no estaban precisamente nuevas. Jamás he tenido una tele plana, no me inspiran mucha confianza. Las veo débiles.
Las que yo tengo pesan mucho. Me duele especialmente la que ha muerto hoy.
En realidad fue ayer cuando entro en coma. En la pantalla tiene unos cuadraditos de colores. Como una pantalla del juego del muro. Ese en el que había romper ladrillos, como si fuera el tenis. Pues en ese plan. Al principio fue el receptor del TDT el que se quedó patidifuso. Espero y confio y deseo que haya sido el TDT el que se haya ido de un calentón. La Black Trinitron empezaba a ser mítica y le tengo todo el cariño. Era de mi abuela. Es especial en cierto modo y me ha dado un poco más de pena que se rompa. Quizá sea el TDT o tenga arreglo pero lo cierto es que llevo un fin de semana sin tv y me siento estupendamente. Antes me agobiaba un poco, porque me agobia el silencio. En casa siempre hay música, la televisión y a veces, la radio. Tres focos de sonido. Con un solo foco, oigo ruidos. No es por los ruidos. No es que me de miedo, ni nada de eso. Hay muchos ruidos en esta casa, eso es cierto. Y que el ruido me genera una cierta familiaridad. Me siento acompañado. La tele está encendida de rutina. Hay pocos programas que me gusten a decir verdad. Los veo todos o intento ver lo más posible. A veces por curiosidad, a veces porque no me queda más remedio, por constumbre. Porque está encendida. Y lo que sí veo casi siempre son los informativos, me gusta simultanear o ver diferentes ediciones en varias cadenas. También es verdad que desde que se me rompió el mando a distancia ponía una cadena y ahí se quedaba hasta el día siguiente.
Tengo comprobado que en las cadenas comerciales te acabas tragando poker sí o sí, que ves mil anuncios y que te enteras de cosas, de la vida de gente como Chayo Mohedano, Jose Fernando o Alberto Isla, que realmente no te interesan ni un poquito y lo dejas en la 2 y oye, que si el ñú que se lo come el cocodrilo, que si documental, que si película francesa, que quieras o no quieras, te afecta al ánimo y lo digo totalmente en serio. A mí lo de José Fernando me hunde y me anula la fe en la naturaleza humana, a decir verdad. Y el tratamiento de casi todos los contenidos, entre moralista y frívolo, un poco esquizoide porque tan pronto es escandalizado como escandalizador según que cosas, que alguien se acueste con alguien tan pronto lo pintan de mito y sex appeal y blablablá, que se vuelven ultraconservadores y critican que se viva en libre albedrío. Pero vaya, hablar de valores y lo que trasmiten los teatrillos de Tele 5 es complicado. Tengo la certeza de que sin tele voy a vivir mucho mejor y no voy a saber absolutamente nada de la evolución y adaptación de Amador Mohedano a la isla de Supervivientes, que por otro lado, me interesa menos tres.
Los informativos me iban bien para cuadrar las comidas. Cenas, almuerzos, noticias. Todo a una. Eso lo voy a echar de menos sin tele, aunque últimamente casi siempre como en casa de mis padres al mediodía y allí me puedo empapar de noticias, y ya. La noche, desinformado. Bueno, no, la tele, en mi opinón, desinforma mucho más que la radio. La imagen explica menos que la palabra, se pongan cómo se pongan los defensores de los colorines. Los datos, los números, las explicaciones se dan con palabras, que no digo que no se pueda manipular con ellas, estirarlas, modelarlas, en fin, llevarlas a lo que uno quiera decir o representar o sugerir, de acuerdo, se puede, pero las imágenes también se manipular a diario y se da por sentado que no. Esto es curioso, me acabo de dar cuenta. Se da por sentado que una imagen no miente. Que lo que ves, es cierto. Pasa en la tele. Me dirán ustedes, me ha dado por llamarles de usted de repente, sí, ¿qué pasa? Pues eso, que me dirán vuesas mercedes que para qué me interesa saber a mí esos espectaculares incendios o choques de tres o de camiones que captan las cámaras en los semáforos, las del tráfico, en Missouri o en Eslovaquia, qué me importa. Un accidente de un camión ruso. Quién hace esa escaleta. En la radio eso no cuela. Un sonido espectacular... Pues no. Digo yo que tiene que venir al caso. No, lo de meterlo por la cara. Eso no. Pues es a lo que me refiero. Que tampoco voy a perder tanto por no ver los informativos. En especial los de Tele Cinco que son líderes o eso dicen en las promos y meten a mansalva ese tipo de planos espetáculares con cero contenido informativo. No lo tendrían que plantear. Crea esa etiqueta. Cero contenido informativo. Y ponerla. Como un sello de caucho imaginario. A todos los minutos, de radio o de tele. De prensa, a todos los centímetros de papel con eso. Cero contenido informativo. En la tele es lo curioso, lo del sello de caucho. Porque es también donde el minuto es oro. Es poco ético, no del oro. Lo de llenar los informativos con nada.
Antes lo pasaba fatal con lo de las teles. También es que se iban rompiendo de una forma que no sé, inesperada. Y que cuando llegué aquí casi todo estaba roto. Las cosas rotas también tienen su encanto, opino yo.
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