Emulando a Michi Panero pero hablando del pecunio y no del cariño o la felicidad.
Felices no seríamos entre burbujas, pero qué ricos éramos.
Qué ricos éramos. Campos de golf. Más campos que jugadores federados. No, es broma, no tengo ni idea del número de fichas. Pero éramos pocos. Pocos ricos. Pero muy ricos todos en nuestro pequeño entorno de gastos. Comiendo fuera. Pidiendo ración, nunca una media. Yendo a tope. En general, a tope con el gasto diminuto. Y con el billete de cincuenta por noche. Más menos.
Supongo que habrá quién se ría de esa cifra. Tampoco es que sea estratosférica.
Ahora hay semanas en las que no puedo salir simplemente.
En un país de desahucios, no poder salir no es trágico.
Para mí lo es, aunque tenga techo (por ahora).
Qué ricos éramos. Yo no soy tonto. Todos con un plasma más grande que el demonio. Con carracos. Hoy en mi estación de servicio predilecta el diesel ha rebasado la psicológica frontera del 1.40 y pico euros el litro. Es un abuso. Le echo diez euros a la semana. La única solución a medio largo plazo es sacar la bicicleta del sótano, tiene el manillar oxidado pero algo se podrá hacer. Siguiendo con este ritmo no podré pagar seguro el año que viene. Por otro lado, he adelgazado.
Estoy más delgado, no sé por qué. Hace dos semanas que no tomo azúcar. Se me acabó y no he comprado. Reconozco que me sabe peor el café con leche pero me siento mucho mejor. Y he adelgazado un montón y como muchísimas patatas. Que son sanas, creo. Aún fritas. Y no es lo mejor, pero es como más me gustan. Y estoy adelgazando. También como mucha fruta. Apenas ceno. Cuando ceno como cenaba antes me noto pesado y tengo sueños extraños. Casi nunca los recuerdo por otro lado pero la sensación de extrañeza perdura más allá del despertar. Y la erección. Es una sensación similar. Como de: Esto no es mío. Este no soy yo.
Qué ricos éramos. En el pasillo central de El Corte Inglés. En cualquier rincón de El Corte Inglés. En los probadores de El Corte Inglés. Sabiéndonos buenos consumidores. Consumidores de calidad, consumidores con calidad. Esa sobredosis de garantías sanitarias, de trazabilidad, de atención al cliente y servicio post-pago. Esa atención de calidad. Ese nivel de consumo olvidado... Lejano.
Entrar a un chino y tener la sensación de que el mundo es tuyo.
Con un billete de veinte euros, el mundo es tuyo en un chino.
Si te lo puedes gastar sin cargo de conciencia, el mundo es tuyo.
Y te vas con dos bolsas llenas de tonterias y utilleria del hogar. Que nunca se sabe.
Eso no lo echo de menos.
El olor de las tiendas de chinos. El olor intenso del plástico. De las fábricas de plástico en China. En la parte peor de China. En el pasillo central de China. En los probadores de China. Es un olor intenso a tóxico. Eso lo he aprendido con le tiempo. Educando a la pituitaria. Valores sociales y efectos secundarios de los plásticos. De los artefactos de fabricación en serie con los materiales más mundialmente baratos. Y me da igual la e de la Unión Europea. Los estudios dicen en que tanto por ciento afectan al cuerpo humano determinadas sustancias.
Esto no tiene nada que ver con ser rico o no serlo.
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/02/20/valencia/1361376218_244079.html
Esta noticia...
Bebiendo herbicida.
En Alzira.
Desde no sé cuándo...
Se prohibió en 2003.
Imagínate la cantidad de tiempo que podemos llevar bebiendo herbicida en Alzira.
Y quién dice Alzira, dice China o yo qué sé... Uno no puede fiarse. De nada. De nadie. Ni del grifo. Ni de la tienda de chinos. Se notaba menos cuando éramos ricos. Los políticos eran así. Y así iba todo. Al tun tun, como las cosas van.
Cuando éramos ricos yo seguía siendo un tiraillo pero tenía mis lujos.
Una vez le dije a una chica que aquel momento era la persona más rica de la Tierra porque estaba dispuesto a gastarme en una noche todo lo que tenía.
Así de estúpido y cursi he sido siempre.
Por supuesto no gastamos mucho más de los normal, ella le daba mucha importancia al dinero y yo quería demostrarle que no es importante la cantidad de dinero de tengas, sino la que estés dispuesto a gastar. En eso siempre he sido muy rico, dispuesto a gastarmelo todo.
Era rico en impulsos.
Impulsos, sí, por ejemplo este fin de semana hay un festival chulo en Toledo, pues antes cogía el coche le enchufaba treinta euros de diesel y me tiraba a la carretera.
A veces dormía en hostal, a veces no dormía... Siempre era una aventura. A veces las aventuras pueden ser aburridas pero siempre son aventuras. Y así eran. A veces me sentía muy perdido. En un apartadero de la autovía viendo a ver por donde tiraba pero se veían cielos increibles. A veces me comía bancos de niebla acojonantes. Pero me encanta hacer eso.
Coger el coche el viernes por la tarde y desaparecer.
Ahora no puedo desaparecer.
O al menos no de esa forma.
Tampoco es tan importante y desde luego no es nada trágico, ni de primera necesidad, pero no puedo negar que echo de menos mis road movies de fin de semana. Incluso en sus partes más aburridas.
Ahora el dinero no me da para aburrirme y lo tengo clarísimo.
Tengo que seleccionar. No puede ser gasto en, cómo decirlo, gasto hastiado.
Es no permisible.
Este finde hay un concierto que me apetece muchísimo.
Cuando era chinorris y directamente no tenía ni un duro, iba a las pruebas de sonido. Y hacía entrevistas a los grupos y me ponían en lista. No siempre pero casi siempre. Es un gran método para aprender de música, estar en las pruebas de sonido de todo tipo de grupos. Ellos te miran, los del grupo, con desconcierto, sí pero sin darle importancia porque no saben si eres de la sala o un camarero o vaya a saber y tú estás ahí plantado con tu libretilla. La libretilla es importante. Pues sí con grabadora pues también pero lo fundamental es la libretilla y el bolígrafo. Y esperar. Es importante esperar y con ello, claro, tener tiempo. Ir. No hablar. Esperar. Que todo esté hecho y que cuando acaben te atiendan. Ni que decir tiene que las pruebas de sonido son mucho más chulas que los conciertos con los grupos que realmente prueban sonido. Algunos simplemente enchufan. Bueno, en fin, todo este rollo es porque creo que voy a tener que volver a las pruebas de sonido para ver algunos de los conciertos que más me gustan. Porque es imposible pagar la entrada. Y me jode. Porque los que promueven esos conciertos, es decir, los promotores no seguirán haciéndolo si no cobran lo que ponen de precio en sus entradas. Es evidente. Es necesario pagar. Hace poco pague ocho euros en taquilla. Me parece un precio muy coherente pero me es imposible asumirlo cada semana. Y es un precio ridiculo. Y no todos los meses, pero muchos meses hay conciertos todas las semanas. Que está la cosa muy achuchada como ya sabemos. También hay algo mágico en las pruebas de sonido. De aquí a dos meses, en bicicleta a las pruebas de sonido.
Y con la libretilla, claro.
Y con cinco kilos menos.
¿Qué podría salir mal?
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