Siempre he pensado que los periodistas, en el ejercicio de su profesión, corren el serio riesgo de alejarse de la realidad y perderse en sus cauces informativos. O creerse que lo importante es algo distinto de lo que realmente es. Me explico regular, a ver si enderezo en un segundo párrafo sirviéndome de un ejemplo muy concreto: Huelga de firmas.
Todos los que hemos escrito o los que siguen haciéndolo, creen erróneamente que los lectores se quedan con su nombre o lo asocian a sus informaciones. No es cierto. Los lectores o los oyentes o los telespectadores se quedan si acaso con el titular. Lo mismo un pie de foto. Quizá solo la foto. Titular y foto. Ya está. Se quedan con la esencia de la información. Si leen el artículo entero porque les interese especialmente, pues lo mismo se llevan también un par de datos. Ya está. ¿El nombre de redactor? No lo creo. Ni siquiera cuando se trata de columnistas que, a no ser que sean célebres por otro motivo: escritores, cineastas, etc, simplemente dejan en el lector una idea, un punto de vista y muy poco más.
Hacer una huelga de firmas es respetable. Dentro del mundillo significa mucho más que fuera. Para los propios periodistas, para los compañeros de otros medios, para la competencia, para los que leen los periódicos de otra forma, comparando las mimbres y los resultados en el papel, el tema va por otros lares. Claro que eso sí que se saben los nombres y son conscientes de lo que es una exclusiva, o una información propia, o un trabajo de investigación. Eso sí. La huelga de firmas se aprecia y se ve mucho más clara entre los profesionales, pero no creo que sea tan visible para los lectores. Hablamos de lectores de una forma muy general. No digo que no se den cuenta, es posible que sí, pero lo que quiero decir es que... No sé. Comparado con otros sectores profesionales, con otro tipo de huelgas pues parece de risa lo de las firmas. No tiene ni puta gracia, entendámonos pero lo que quiero decir, es que es una medida de presión muy relativa. En especial para los que ven en los medios simplemente números, cifras. Rentabilidad. Etc. Los nombres les importan más bien poco tirando a nada. Pienso en el sector del metal, otro tipo de huelga. En los cojones de los mineros y su lucha armada en el monte. Claro que no es lo mismo ni la misma situación, ok. Pero bueno, no sé, es mi impresión. Quizá me equivoque y no quiero que parezca que no veo la luna y me quedo en el dedo que la señala. Que la huelga sea de firmas o sea una movilización en la Puerta del Sol o sea una marcha o una sentada no cambia el origen del problema. El problema grave, cruel e injustificado de cientos de compañeros que se ven o se van a ver en la calle, con despidos masivos a ejecutar de forma inminente. Despedir periodistas es un mal negocio, ya lo escribí hace un tiempo en el blog. No soy sospechoso al respecto, tengo clara mi postura y la puerta a la que chuto por eso mismo hablo de lo de las firmas de este modo, como cura de humildad, o producto del exceso de ego en la profesión o un mal entendido corporativismo y en mi opinión, por su poca fuerza directa como medida de presión, porque pensemos en Cebrián. ¿Le importará realmente a Cebrián que no aparezcan los nombres de los redactores a los que va a echar? No lo creo. Eso es todo.
PD: Alguna vez he escrito sobre declaraciones del director Javier Moreno, me quedo con ganas de añadir algo a esta entrada de blog. Pero no me apetece o se aleja un poco de la idea original. Me parece el tipo de capitán de barco rollo Schettino. No me gusta. No creo que sea la forma en la que se debe de defender un medio. Tengo claro que las personas son antes que la cabecera. He escrito sobre su trabajo. Críticas. Esto es diferente. No es el trabajo, es la forma de hacerlo y la forma de posicionarse entre trabajadores y empresa. Es un conflicto claro de intereses. Y hay que saber donde está uno. Moreno me parece un mal ejemplo en casi todos los ámbitos del periodismo. En este tema en concreto de la huelga de firmas o el holocausto en la redacción, no ha estado a la altura una vez más.
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