Una semana antes aquí, en Granada había estado tocando en directo Javier Krahe, del que Sabina robó todo lo que sabe, y hace, dándole quizá el giro más mainstream al rollo, por decir algo, McCartney evolucionando desde el tosco Brassens, pero para el que la palabra inspirador se me queda muy corta para tildar el trasvase de ideas de Javier a Joaquín. Pues el primero visitó la ciudad de la Alhambra y actúo en una sala con capacidad casi para mil personas, lo que me sorprendió y me alegré pensando que pudiera verlo mucha gente. La foto que ilustra el artículo es en La Tertulia, donde apenas cabrán cien y donde el espiritu es mucho más de sociedad secreta. Las entradas esa noche estaban en la media, por encima de los 12 euros, pero a precios asequibles, o los habituales y se preveía una buena taquilla. No es el típico aforo de los conciertos del autor de "Cuervo Ingenuo", sospechoso habitual en el extinto y añorado Secadero, donde venía varias veces al año y quizá su reciente dueto en Clamores con Pablo Iglesias, pues había hecho llegar a Krahe, círculo a círculo, hasta más votantes de Podemos. ¿Qué líder político canta en el mundo libre en directo en un escenario aparte de Obama? ¿Con quién cantaría Rajoy? ¿Mocedades? Pensé en Krahe cuando a la semana, Sabina más pálido que el papel y con el bombín cada vez más holgado, se le veía plañidear en vídeos de Youtube. Qué pensaría el mentor de aquel rostro pálido que se reconocía incapaz de rematar la faena, ya que alardea de taurino el propio artista. En mi sección en la radio, dónde anuncio los conciertos del fin de semana, me lié y le adjudiqué a Krahe nada menos que una década de más. Ojito al patinazo. Que no es poca cosa. 70 añazos tiene el gachón y está dando ahora, me presumo que muy a su pesar, el salto a salas de mil personas.
Se adivina una salud diferente entre los que fueron amigos y componentes de La Mandrágora a día de hoy, y sobre todo, un estado del alma bien distinto. No se imagina uno a Krahe diciendo o aludiendo de ningún modo a una artista como Pastora Soler, sea cual sea su indisposición temporal y no se prevee que le den pájaras del tipo nervioso, de hecho, en una reciente entrevista en la Tuerka, con el omnipresente líder de Podemos, reconoció que ya ni siquiera se ponía nervioso antes de los conciertos. Que ya no, decía con una cierta nostalgia, como si echara de menos ese incomodo entusiasmo previo a subir a las tablas. Una entrevista, la de la Tuerka, de esas en las que te ruboriza el fervor de fan con el que se desarrolla el cuestionario y a la que Sabina, por qué no, debería enfrentarse. Iglesias versus Sabina. Pelotazo. Seguro que tenía muchas más visitas la entrevista con el de Úbeda, por no hablar del reclamo electoral. Ojo, Monedero, vamos a ir moviéndolo. Llama a Berry. Que seguro que en 2015 se presta. Y se explica todo: lo de Pastora Soler, lo de la mala cara, lo de despedirse o no para siempre... Despedirse eternamente vende entradas de concierto. Es un hecho. La enésima última gira de los Stones o de los Cure, da igual el estilo en realidad, o que sea un grupo o sea Iggy Pop o Nick Cave en el Forum.... Quiero decir, que los pastizales necesitan coartada. Y un nutrido grupo de fans con dinero dispuestos a creerse el plan. Pero que en ese juego de crédulos, pues uno tiene que poner sobre la mesa lo que haya. Los pantallones y las luces, los cañones de fuegos, el humo para nublar todo un estadio, los leds, en fin, todo lo que se pueda vender, un escenario que gira 360 grados, una retransmisión en directo, llamar a Mandela y hacer un skype... Hay que ponerlo todo encima de la mesa para sangrar a tus fans y que lo suelten a gusto. Es norma en el rock and roll. Sabina sigue jugando en esa liga. Y las luces no hacen sombra a la blanquecina realidad de su rostro: está agotado. No hablo del cancionero y la banda, con el De Diego y el Varona, que son una propuesta geriátrica incluso para orquesta en poblaciones de más de diez mil habitantes, pero la persona, el personaje, el bombín... El ingenio. La propuesta. Está más que agotada. Y eso te debe devorar por dentro. No llega para sablar ciento ochenta euros por más premium que quiera uno vender la burra y ponga cocktail, meet and greet y lo que Dios quiera. Cuida a tus fans, Joaquín, cuídalos. Que son grey y tienen, aparte de un reducido espectro de gustos, pasta, pues sí, pues vale, pero tronco, no los sables de ese modo. No les pegues esos palazos porque, hola qué tal, van a tu lomo. No estás para Palacio de Deportes, no estás para esos sofocones. Qué tal los teatros, lo de toda la vida, la gira de teatros y con un pianista si hace falta, cambiando de músicos, cantando, recitando, moviendo las manos para que cante el público... Si ya lo has hecho todo. Pero mira, Krahe, en salas de mil... Sacando cabeza. Fíjate en eso ahora y no pegues dos palos al año, y a vivir. No se lo merecen tus seguidores por más que lo paguen encantados.
Sabina, te matará tu codicia. Eso de agotar las entradas en una hora y hacer el gran evento, de renunciar al pequeño circuito, los teatros de toda la vida, y hacer varias noches, una semana entera, que fuera algo relajado, una vida más en la carretera, pero sin pisar el acelerador, sin reventar el mes, no en plan las giras de carretera y top manta, que vaya revolcón te pegaron, no a robar en los ayuntamientos y en las fiestas populares... Una cosa artística. Más fina. Más digna. Más como hacen los que tienen tu edad y no a competir en el tramo de los Ladys Gagas, los Enriques Iglesias y toda la peña de la luz, el sonido, las pantallas y el humo a tope. Que no estás para coreografías. Que funcionó el bombín, pues sí, pero ponte un sombrero mejicano, fíjate en Albert Plá, róbale a él... Mira Kiko Veneno, como se busca las habichuelas muy dignamente en los últimos años, dándose cuenta de que a la guitarra va unida la maleta con un candado y que tiene que caerse del caballo del rollo cinco bolos al año y a vivir. Y que está bien eso, que era por lo que empezaste y que te quita los achaques en lugar de producírtelos. Potque eso de la gran noche, eso del Palacio de Deportes, eso de jugar la carta de la melancolía, de los aniversarios, todo esa morralla... No vale. Es mierda que te vale para robarles una vez pero no para mantenerse. Y, sin darte ni cuenta, sacas un disco con Martin Buscaglia... Ese es el rollo. Vivir con ello y sacarle su pasta pero a buen ritmo, sin engaño, sin vender una burra que hace mucho que no come. Más como Krahe. Más como siempre has hecho. Que uno se imagina como un señor de setenta años no se pone nervioso al mirar cara a cara a la cuarta pared. Y es difícil responder a eso sin haberlo vivido. Pero me figuro que es porque ve expresiones, porque puede fijarse en ellas, porque está lo bastante cerca de esas reacciones, lo que es una metáfora bastante literal del no endiosarse y mantenerse a poco centimetros de la realidad. Porque imaginandose lo otro, el Palacio de Deportes, la multitud sin ojos, los brazos que baten, todo ese jaleo al que no puedes mirar fijamente sin sentir una profunda angustia y un intenso vació, porque, ¿qué ves? Tu propia muerte. No hay esa cara que va desencajandose, por risa o por emoción, conforme se acerca al estribillo. Lo que te devuelve la masa es un coro deforme que no va a veces ni en el tono. Un eco primitivo que es muy difícil calificar como música. Ver caras reales o ver vacío. Ver tu muerte o ver vida que generas con palabras. Ver números y billetes o ver cuentas apañaditas a pachas en restaurantes bien decentes de provincias y tener una guía Michelin propia de paradas gloriosas y rincones pintorescos. Al final, Sabina, te matará tu codicia, pensé en escribirlo, con ese título en el blog, pero me pareció sobrarme de gratis, porque reconozco mi animadversión al personaje. Nocivo, es así como lo considero para no solo la música sino el mundo de la cultura en general, por sus posicionamientos, por la dolorosa producción de sus discos en los ochenta, por su nihilismo... Por mil motivos, y no me parecía oportuno dar rienda suelta al encono pero hoy al ver la noticia que Sabina está siendo investigado por Hacienda pues no me ha quedado más remedio que rendirme.
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