viernes, 19 de diciembre de 2014

¿Qué hacer con las fotos de las exnovias?

Tengo ese dilema desde siempre porque soy de guardarlo todo y cuando digo todo, me refiero a absolutamente todo: entradas de cine, de conciertos, las pulseras de festivales, tickets de metro, de bus, los justificantes de pago de cualquier cosa, de echar gasolina, los comprobantes del cajero automático, las cuentas del supermercado, las tarjetas de los hostales a los que no pienso volver, cualquier tarjeta que me endosen, me da nosequé tirarla, aunque no me interese, y lo que guardo como curiosidad, latas de cerveza de marcas extranjeras, los envoltorios de productos que me gusta el diseño, folletos de viajes, publicaciones de otros países, y por supuesto la maleza habitual, del día a día, los flyers de las discotecas, los descuentos de copas de los pubs o los pases de puerta en salas, o de conciertos, carteles en general, las guías de ocio, publicaciones gratuitas a cascoporro, periódicos antiguos como la canción de los Stones, Yesterday´s papers... Pues, en fin, con ese nivel de arramble y acumulación, cómo voy a ser capaz de tirar las fotos de las ex. Es imposible. Alguna vez me han achacado Diógenes pero no soy de guardar basura, aunque no niego que algo de eso habrá con mi fascinación por las compostadoras caseras, que no tiene mucho que ver, pero ahí lo dejo. Fotos, pues imaginate, hasta que se pudran del todo. Cualquier tipo de foto. En alguna ocasión me encontré tiradas en el suelo fotos de carnet, con caras extrañas, desde niños a señores y las guardé, no recuerdo porqué, o más bien, para qué. lo consideré un acto artístico, una forma de dar cobijo a esas caras tiradas a la calle. No negaré que alguna vez las miré y pensé: Quién me mandaría coger estas fotos que tienen un punto truculento y macabro. Quién me mandaría, porque al verlas en el cajón, pues...
Si eso lo hago con desconocidos... Por la propia fascinación de la foto.... Qué no haré con las fotos de las exnovias.... Conservo pequeñas fotos de carnet de todas, fotos de todo tipo, pero me gustaban especialmente las de carnet, de la facultad, a esas sí que les tengo un cariño infinito y me sería casi imposible deshacerme de ellas, en especial de las que están hechas en fotomatón.  Ojo ahí. Punto viejuno. Eso se ha perdido y si no se ha perdido pues casi. Fotomatoneo in love. Ahora recuerdo que estuve a punto siendo adolescente de follar en una cabina de fotomatón que estaba en la plaza de los Campos, quizá exagero. Pero fue un magreo intenso de eso no cabe duda, porque solo se nos veía las piernecillas con la cortinilla que tenían esas máquinas. Era adolescente y un potrillo desbocado. Una vez tendría que hacer una concienzuda enumeración de todos los lugares públicos en donde el roce ha pasado el límite de lo legal, siempre, desde mis más tiernos comienzos amatorios, las localizaciones han sido una parte troncal de la trama. Creo, siempre lo he pensado de hecho, que era un síntoma generacional. Los que terminamos de crecer en los noventa no soñábamos con casas y no habíamos llegado aún a los coches, o no en mi caso, al menos y era difícil o complejo lo de encontrar espacios aptos para los lances sexuales, que por entonces, eran bastante espontáneos y explosivos, o sea que podían planificarse un poco pero no demasiado. Debería hacer recuento y ser lo más explícito posible. De eso no hay foto. Retomo a lo que iba. Las de fotomatón son tan vintage como aquellas instantáneas en blanco y negro que veíamos de nuestros progenitores subidos a burros en el pueblo o con coletas y muñecas de cartón. Se ha perdido o está por perderse y no porque no existan. Las máquinas de fotomatón siguen existiendo, pero ya las fotos se pueden hacer con casi cualquier cosa. Me extraña que no hayan sacado mecheros con cámara incorporada. Y antes, en el siglo XX, pues no. La foto necesitaba de una cierta preparación, un carrete, un posterior revelado... Solo las polaroids y los fotomatones tenían ese rollo inmediato del aquí y ahora, del esto es lo que hay. Y salir mal. Eso es algo que se ha perdido del todo o casi, en virtud de una tiranía de la fotogenia de la que ya he hablado en otras ocasiones en el blog. La tiranía de la fotogenia es un síntoma muy del XXI. Y contra el que estoy frontalmente en contra primero de todo porque salgo regular en las fotos y soy mucho más guapo al natural, lo que, bien mirado, termina por ser una ventaja al ser desvirtualizado pero que es un inconveniente para todo lo demás, pero también y en segundo lugar, pero no por orden de importancia sino por secuencia de concienciación, me indigna ese totalitarismo de la imagen y el régimen opresor al que acostumbra al ojo. Es un tema al que volveré sin duda. Pero ahora nos ocupa otros pedazos de imagen y creo que también se puede establecer una frontera entre siglos. Porque nada tiene que ver, por poner un caso, un álbum de fotos con láminas autoadhesivas que un cedé con varias carpetas de fotos, y en nada se parecen esas fotos carnet, incluso cuando se tratan de fotocopias a color debidamente recortadas, con los jotapegés que guardamos en la carpeta imágenes de nuestro teléfono. Cuando cambié de terminal, hará un año o dos, tenías más de dos mil fotos con las que no tenía la menor idea de lo que hacer. Por supuesto no iba a borrarlas, guardo los comprobantes del cajero, como decía, no iba a tirar dos mil fotos, pero tampoco quería conservarlas o no sé, no sabía qué demonios hacer. Y me jodía verlas, obvia decirlo porque mis avezados lectores ya se lo habrán supuesto, pero en esas dos mil fotos, la mitad eran de mi relación con E. y las que no eran de ella, eran mías hechas por ella, y bueno, pues todo remitía a un viaje, o a un lugar, o a un sitio, o a una noche concreta... Aunque no fueran especialmente memorables las fotos tenían una línea en el tiempo que me resultaba profundamente hiriente. Es una situación curiosa por lo que tenía de metáfora con respecto al teléfono, que estaba saturado de datos y la memoria interna apenas permitía hacer más fotos. Así me sentía yo también con respecto a E. pero si lees esto con asiduidad pues ya lo sabrás. También sabrás que me robaron el ordenador, lo que fue un súper golpe, por los tres mil poemas que había escrito y otros tantos empeños que si bien no eran muy buenos, pues eran míos y me dolió que fueran robados con el portátil en su conjunto, tres años o más de un tirón que desaparecen en una virtualidad sustraida, me dió mucho que pensar. Pero no es eso de lo que quería hablar, quería decir que en ese ordenador, no sé si en la carpeta de Mis Documentos o en Descargas, tenía un buen número de fotos de ex novias pero particularmente a E. le molestaba ver, cuando por cualquier motivo le quería enseñar otra cosa en mi ordenador las fotos de P. y fue algo por lo que en alguna ocasión discutimos. ¿Te parece normal tener en el portátil las fotos de tu ex? Me recriminaba y puede que con razón, pero yo respondía con toda naturalidad aludiendo a que las fotos llevaban ahí más tiempo que ella, con otras palabras claro, pero básicamente, venía a decir eso.

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