estoy en contra de los paraguas, y voy a explicarlo, también estoy en contra de la lluvia pero eso es más inexplicable. Todavía andas en esas, me dijeron hoy alegando que es cosa de los veinte años la aversión a usarlo. Estoy en contra de los paraguas. Desde siempre. Lo veo poco útil. Y he decidido argumentarlo porque no tiene que ver con la edad. El paraguas tiene siglos de antigüedad. Es un fosil. Es una reliquia. Es muy básica su tecnología. Si te mueves y la lluvia no cae en noventa grados, te mojas. No sirve si llueve fuerte. Es incomodo andar y resguardarse. Es un objeto extraño. Un añadido. Y te lo olvidas porque no lo sueles llevar. Se queda en la mesa. Bajo la barra. Tienen esa facilidad para perderse. Esa cualidad. Son esquivos como Y no son baratos. Si hay viento, se joden. Se dan la vuelta. No lo sueles llevar encima. Tienes que acordarte de sacarlo de casa y estar atento de que vuelva. Al final eres tú el regalado y manda la capota y su mango. Es una tutela. Es una responsabilidad. Se pierden por su propia naturaleza y que no se queden en el limbo de los parasoles olvidados, es complicarse. Para acabar mojado igual. Es un rollo guardarlo. Buscarle sitio. No puedes guardarlo después de usarlo porque está mojado. Necesitas un paraguero. Es decir, vas implementando necesidades. Es incómodo en un bolsillo. Es molesto en la mano. Andando es un rollo sujetarlo o a mi me lo parece. Y seré un blandengue pero pesa. Es un peso añadido y no porque sea muy pesado pero si llevo mochila o bolso o algo en las manos y en el otro, cargo con el paraguas pues me canso. Se me cansa el brazo. Se me cansa el alma. Odio los paraguas pero por cosas concretas. Tengo argumentos. Tengo razones. Me baso en la experiencia. Es trabajo de campo. Son charcos pisados. No viene de una rebeldia juvenil absurda. No es por llevar la contraria. Tiene su explicación. La mía. Hay otras opciones. Prefiero capucha o un gorro. Un chubasquero. Malo y barato, que se arruge y se meta dónde sea, que sea de plástico. Hay posibilidades. Para estar en contra de los paraguas, pero no mojarse tampoco. Lo cortes no quita lo empapado. Las capuchas me convencen. Y si son grandes o con forro, mejor. En mi humilde opinión, son lo más cómodo. Más fáciles de transportar. Más dinámicas. Y más útiles. Porque en el fondo la sensación de mojarse reside en la cabeza aunque eso da como para otra entrada de blog... Y el motivo principal es que te mojas. Te mojas igual.. Y mi mejor metodo es correr. Y lo mas mas eficaz: no salir.
Odio la lluvia por muchos motivos concretos, no por querer vivir en una constante adolescencia programada. La lluvia mata. Si cae en tromba. Eso de que la necesita el campo y los cultivos pues muy bien, pero como caiga tormenta, y caiga con ganas, se lleva la cosecha en su agua embalsada. O sea, no siempre es buena. Las riadas. Los torrentes. La lluvia es traicionera. Me jode. No le veo nada romántico o tierno. Ni viendola desde la ventana ni con la chimenea ni nada. No. La lluvia es una trampa y según donde te pille, puede joderte en serio. Su inesperada dirección es de lo que más me molesta. No siempre llueve para abajo. Me jode eso. Puede sonar a excentricidad pero es un hecho que llueve en todas direcciones. Y por la luz sobre todo. Por cómo me apaga la vida los días nublados. Cómo me bajan. Y no es que llueva para arriba que también. Porque cuando pisas charcos, pues llueve para arriba. Pero las tormentas vienen sin tarjeta de visita. No hay normas. Da por un costado. Salpica en los hombros. La sientes en las rodillas. Llega a las perneras. Los muslos se ponen frios y en cada paso nos llevamos unas pocas de gotas. Las manos por supuesto si no llevan guantes acaban siendo dos fuentes. No hay una dirección clara en la lluvía y eso invalida la utilidad del paraguas. Los peregrinos van envueltos en plásticos. No caminan con paraguas. Y tienen carretera por delante y tramos y más tramos con nubes encima, son profesionales de lo de mojarse y no optan por llevar el mango en ristre. La lluvia no avisa. No te dice cómo hacerlo. Es como la vida. Se da. Se llega a ellos y ya está. Pues te ves en la lluvia y te ves jodido. Y ya está. Pero es agua y te moja por todas partes, los paraguas no sirven. No tapan del todo. No puedes andar rápido con ellos. No puedes andar lento con ellos. No puedes andar y no mojarte. No puedes guardarlo cómodamente. No vale. Vende una protección irreal. Nos hace creer que vamos protegidos pero el agua es agua. La vida es la vida y no se sabe. Nunca se sabe. Podemos sentirnos protegidos aunque no lo estemos. Esa sensación de seguridad pero irreal que tanto vivimos en otra facetas de nuestra vida. Podria argumentarlo mas. La lluvia es un fenómeno con aristas. Y complejo. No en todos los sitios, llueve igual. Esa es otra. Aunque si vas andando por la calle pues casi siempre es igual, el código de peatones con parasoles. Y eso se complica en grandes ciudades o en grandes aceras. Obvio no es lo mismo la tormentas en hora punta de metropoli que en apartadas dehesas o montes pedregosos o bosques llenos de ruidos... Mayor peligro tienen los bordillos y las losetas, sobre todo las que faltan. Lo peor, la gente. Como en todo. Las personas. Y lo peor, las personas con paraguas. Y peor todavía, las personas con paraguas que son bajitas y despistadas. Las ciudades tienen sus normas: pasos de cebra, semáforos.... Tienen sus pavimentos. Sus espacios. Sus flujos. Sus direcciones. Tienen sus sombras. Tienen sus luces. Tienen sus portales. Tienen sus balcones. Hay normas no escritas. Bueno, yo ahora las estoy escribiendo. Los que llevan paraguas y los que no. Los goterones que caen de las cornisas. Pero vaya. Que ni hablar del civismo nulo de los usuarios de paraguas. Son asesinos. Y sus choques en las aceras. Es la guerra. Para mi es un peligro. Son verdaderos criminales. Van a la altura de los ojos. Mirando otra cosa. Y pum. Me.pueden dejar tuerto en cero coma. Me clavan la punta de uno de los nervios y un parche para toda la vida. Van mirando el teléfono con la cabeza en dreccion al suelo y a mí se me queda la mirada de pirata para los restos. Tienes que ir con armadura. La gente da asco. La gente con paraguas dan asco peligroso. Tienes que llevar los ojos bien abiertos pero por otro lado tener cuidado que no te dejen sin uno. Los paraguas asesinos. Que no te peguen un picotazo. Los paraguas dejan a la gente ciega. Los paraguas matan. Uno que apuesta por apurar al máximo el cobijo de balcones y soportales. Y muchos con paraguas hacen lo mismo. Lo mismo. Malditos sean.
Y correr.
Vamos a ser claros.
El mejor método contra la lluvia es correr.
O andar rápidito. Con ojo.
Que podemos resbalarnos.
Porque contra la lluvia sólo cabe interponer tiempo. Como única defensa. Como único argumento. Como con el amor. Como con los desengaños amorosos a los que también se les puede combatir con tierra. A la lluvia, no. Porque se vuelve fango y nos devora. Solo tiempo. Nada más y nada menos. Con la lluvia, como con los golpes en la boca del estomago, solo cabe dejar que el reloj traiga aire y nos devuelva el aliento. Con la lluvia hay que correr. Hay que darle a los pies. Correr con cuidado. Escapar. Sin resbalarse. Buscar cobijo. Sin hundirse. Sin que nos deje paralizados. Sin que nos ahoge el paso del tiempo que es algo muy humano. Muy normal. Dejar que pase el tiempo y nos seque. Tarde o temprano todo se seca. Que se olvide y no llegue a empapar. Que no empape. Tiempo para que no cale. Que no nos envenenen las humedades. Mal curadas. Mal secadas. Mal olvidadas. Es una metáfora que puede darnos para mucho, si la obsesión es una inundación y el miedo, la sed. Y así puede puede fluir el agua en todas direcciones y en todos los conceptos posibles.
Porque una tormenta saca a otra. Porque el paraguas sirve para cuatro gotas pero con cuatrocientas o cuatro mil sólo vale correr. Huir. Y si estas a cielo abierto, ir mas rápido. Y para ir con brío, el paraguas es un estorbo. Si llueve mucho pues el agua viene desde todas partes. Es correr.
y
podria
Seguir
Pero lo dejo aquí.
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