Un blog personal se tiene, lo primero de todo, para pedir disculpas por lo poco que lo atiendes y reiterarlo, a modo de oración en el principio de cada entrada, ser insistente con ello y escribir sobre lo poco que escribes en él lo más que puedas con tono llorica y quejicoso sugiriendo que andas muy liado por esto o aquello, dejando entrever que son proyectos de fuste que te tienen excepcionalmente atareado pero que echa de menos escribir en el blog y bla bla bla y lo descuidadito que lo tienes y que si te han pasado mil cosas y bla bla bla y que poco tiempo y bla bla bla y que, en general, escribes menos y dedicas menos tiempo a internet como si fuera un pariente que has dejado de ir a ver. Así que, insisto, qué mal y qué poco escribo por aquí y qué mucho y qué bien que me viene ponerme frente a este espejo a hablar con su cristal porque es eso, en mi caso, lo que hago. Hablarle a un cristal. El cristal es la pantalla. El cristal en blanco.
En mi caso, un blog personal se tiene también para obra, para poner tus mierdas podríamos decir más técnicamente, y eso lo engloba todo: diseños del Paint, dibujillos, fotos, canciones... Sobre todo canciones porque no sé si os habéis fijado pero al lado de mi nombre en la firma al final de cada entrada pone un sobrenombre y es el nombre de mi grupo... Enrique Octavo. Así que, lo primero, es que siento de veras lo poco escribo por aquí, porque hay que ver lo poco poquísimo que escribo por aquí que no había nada nuevo desde abril y qué malamente que me sale cuando me pongo, todo hay que decirlo y que, lo mismo, es por eso la poca asiuduidad y lo segundo, pues mis mierdas, que mira en estos últimos meses, pues cómo te canto o te enlazo o te pongo el vídeo o el audio de las canciones nuevas del nuevo disco que, por cierto, tenemos nuevo disco.
Lo tercero, mi huertillo. Lo pone en la bio que tengo un huerto y bueno, ahora debería actualizarlo y poner que tengo arriates yermos o una selva de mala hierba que es más bien a lo que se parece lo que antes llamaba huerto, y que podríamos decir, para ser del todo sinceros, que a día de hoy no existe y es un jardín, muy florido eso sí, del que no hay fruto alguno al que agarrarse pero la batalla no está del todo perdida. No todo son llantos que he plantado margaritas de muchos colores y tambien caléndulas. Geranios gitanos. Un tallo agarró. Pillo menos la azada que el teclado para meterme en el blog a escribiros con la diferencia que en el jardín, de lo que no cuidas o no riegas, pues se seca. Y mira que no soy muy asesino de plantas. Solo un poco. Tengo mano. Solo se me secaron unos geranios estirados y largos que transplanté y que parecían mini antenas de alta tensión, que llegaron a florecer con unos pétalos como lágrimillas sin explotar, pero que terminaron de llorarse enteros y de secarse de tristes para finalmente, morir. Y se me murieron más matas, sobre todo en el huerto. Que muera una mata es el colmo de los colmos en el tema muerte y el tema botánica. Se aprende matando. Como los médicos.
Mi blog habla de eso: de lo mal y poco que hago, de mis canciones y de lo que planto y agarra. De lo que agarro también hablo y apostaría que es lo que os concita con más ansía, oh, oleada imparable de lectores a la lumbre de estas líneas pero hay poquico que contar. Poco poquísimo. Poco relato tengo pero ya me gustaría daros calceta. El año pasado conocí a una chica que me pregunto por mi número total de novias así de pronto. Bueno, no. Quizá era aún má general. Todas con las que has estado. Algo así. Dime todas con las que has estado. Sin venir a cuento. Interrumpiendo la conversación. Dime todas con las que has estado. Así de sopetón y uno piensa que se refiera la chica al número total de chicas con las que me había acostado a lo largo de mi vida y sonríes, qué remedio te queda. Pues no sé. Unas cuántas, la verdad. Primera cagada, amigo. Lo sueltas medio sonriendo y es una buena cagada. Lo que empezó como una broma se fue complicando hasta que me di cuenta que iba en serio, muy en serio, y que no lo decía por decir, que quería una cifra. Un puto número. Una cifra total de coitos. Me negué. Es algo íntimo, no sé. No llevo la cuenta, es lo siguiente que contesté. Con tono digno, Pues hazla ahora, me dijo ella. Por eso te lo pregunto, añadió. Joder, es la típica mierda que te atrapa y que cuando te quieres dar cuenta tienes el cepo tan clavado que asoma hueso del tobillo. Si más te mueves, más desgarro y si más hablas, más la cagas. Y era una tia que estaba realmente bien o eso pensaba yo hasta entonces. Porque hasta la preguntita de marras, todo iba viento en popa. En su casa. En la playa. Me invitó espontáneamente. La conocí por Tinder. En fin. Qué se puede esperar. Pues eso. Puto Tinder. La desconfianza. Es normal, supongo. Pero ella seguía en sus trece. Coitos, ¿cuántos? No quiero ponerme a pensar, protesté, no es una competición, no es un recuento. Pero no le convencieron nada mis alegaciones y me dijo que eran tantas que no quería ni recordarlas. Hace un año le dije a un amigo, que es también soltero por devoción que nos habíamos liado en noches locas a las que no nos alcanza la memoria con más mujeres de las que no hubiera gustado y en las futuras madrugadas que nos quedan por beber nos liaríamos con muchas menos de las que nos gustaría. Es la condición humana.
Periodismo era otro de los ejes de esto, lo de comentar titulares o programas o artículos... pero en tren en vía muerta. Contra todo pronóstico me apetece escribir ahora más que nunca y me dan arrebatos de volver a enviar artículos o hacer entrevistas. No sé, volver a la brecha. Fueron tan frustrantes y desesperandazores los últimos lances que a uno se le parte el alma de pensar en volver a pisar el albero de la comunicación y el ruedo del periodismo local, que es donde uno se movió, mal y torpemente como con casi todo. No casa demasiado lo del periodismo entre medias de lo de las conquistas, los jardines y lo que canto, y todo mezclado. No pega demasiado pero era la idea original. Por otro lado ningún artículo, ninguna portada termina por ser tan importante como para que no la cambien al día siguiente. Lo del periodismo venía al hilo de la actualidad que pasó a ser tan mosqueante que me desconecté de ella, también me servía a veces para recopilar noticias extrañas o absurdas, eso debería de haberlo continuado. Pero me mata la pereza. Con lo poco que escribo y lo mal que canto, mejor gastar horas ensayando que divagando sobre el moribundo panorama de medios nacionales y las aberraciones informativas con las que convivimos. Pero me apetece escribir.
Lo del blog debe ser sobre todo por eso, porque a veces, solo a veces, me apetece escribir. Y sin tener nada que contar en particular. No me apetece comentar puntos de vista informativos en ese momento o comparar informaciones tendenciosas. O la deriva de sociedad de espectáculo doméstica en la que se ha convertido el medio persona, la aldea global de videos de diez segundos de desgracias o de gatos haciendo monerías, que al final, son derivas o disonancias o ecos o no sé cómo demonios llamarlo, son unidades de pensamiento dispersas que colisionan sin producir energía aprovechable y lo digo así que parece más científico pero que es nada, básicamente. Los científicos se dedican a cometer errores. Lo llaman ensayos pero son errores en cadena. Es su trabajo. Avanzar es equivocarse sistemáticamente. Equivocarse mejor. Equivocarse a posta. Por un motivo. Una buena justificación del error. Que es el fin último. De la existencia, diría, explicar la anomalía en el espacio y tiempo que es nuestra propia y limitada conciencia. Y ponerlo en el blog.
Es una pena lo poco que escribo aqui, no quería que se me pasase pediros disculpas por lo poco que actualizo, habrá algo más triste que un blog que ves que la última entrada es de hace dos años. Es como: Te cansaste. Acabó, tenía que acabarse de algún modo. Es otro de los motivos, me imagino, no dejarse vencer por el cansancio. A mí me cansa el fondo de gatitos, por ejemplo. Ahora tengo un gatito nuevo. Canelita se llama. Quizá debería poner una foto suya en algún sitio. No las comparto en facebook, quizá debería. Pero creo que no le gusta que le haga fotos. Evita la cámara. No posa. Quita la cara. Definitivamente, no le gusta que le hagan fotos. Por ese motivo, no las pongo en Facebook, porque en algunas sale realmente bien. Sería un imán de likes sin ninguna duda.
Para oirme, y reirme a veces y no precisamente cuando lo releo sino cuando me viene una tonteria a la cabeza y la suelta, vengo poco pero cuando entro me gusta que la tonteria me rebose, que no es así, a diario. Debería hacer más entradas de broma. Pero me pasa que se me va la mano, puedo contar algo que me ha pasado y si hay cierto punto, pues me recreo en detalles y la cosa coge forma y termina por ser gracioso, no sé bien por qué. La forma de contar. Es siempre eso, la forma de contar. De contar todas las chicas con las que has estado, dímelo. Así de primera me entró: Dime el número. Y no supe. Luego hice mis números a solas y no son, ni mucho menos, tantas. A uno le gusta el disfraz de Don Juan pero claramente me queda muy largo de mangas. Unas cuantas decenas, quizá pero no llegan al centenar. Eso no se lo dije a ella que automáticamente se cabreo con el argumento: si no las recuerdas, es que son demasiadas. Qué decir ante eso, joder. Si no las recuerdas es que son demasiadas. Y gesto de no me junto. De no quiero nada contigo. De no me digas nada porque estoy mosqueada ya para toda la tarde y lo que queda de día. Son demasiadas. Si no dices un número y no lo dices rápido, la has cagado. Tres. Eso es un número prudente. O cinco. Y te dirá: solo esas? Y dices, bueno, besado me he besado con más.... Con quince quizá. Y ya está. Ella, contenta y tú, resuelto. Porque en este tipo de respuestas, se te tiene que ver resuelto. Espontáneo. Rápido. Como si lo supieras de verdad. De hecho, como si fuera de verdad.
Si no lo recuerdo, es que fue demasiado. Otro de los motivos de escribir aquí, que sea demasiado. Que se pueda recordar, aunque sea con en el lejano hormigueo de las letras llenando párrafos diciendo poco pero haciendo gruta. Ser demasiado es una extraordinaria vocación. El exceso como guía. Y esa cosa romántica y excéntrica de ir siempre un poco más allá. De un tiempo a esta parte, me ha cansado eso y prefiero concursos en televisión y gachas a media tarde. Con picatostes. Exceso de picatostes. Y ajo frito. A todo lo que puedo le pongo ajo frito. Por supuesto a los huevos que deberían de llevar la cabeza cortada en láminas ya dentro de la cáscara. Ojo, oportunidad de negocio. Huevos con el ajo ya cortado dentro. Lo de los loncheados metidos en plástico tampoco parecía que fuera a pitar tanto hace una década y media. El paso del tiempo. El blog es para constatar el paso del tiempo y ojo, para que el tiempo no pase y para todo lo contrario, para pasar tiempo de las noches en las que no duermo porque si se cumple un patrón es siempre ese, el insomnio. La noche callada. La digestión del ajo frito en la madrugada serena. Y una película de fondo que la escucho como si fuera un serial radiofónico. Y sin es versión original ya ni te cuento. Tengo hambre, cuando te das cuenta son las cinco de la mañana. Y te da hambre. En fin. Me he puesto Rambo 4. No me ando con chiquitas. La oigo de fondo mientras tecleo. Y tengo pan, comprado hoy y tierno. Quizá me haga una tostada mientras Rambo se lia a tiros en Birmania.
Siempre me pasa que me quedo sin saber si he contado lo que realmente quería contar.
Pero bueno.
Para eso está también un blog personal, para quedarse con algo que contar.
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