No hay nada como un mal concierto y viceversa. La sensación al día siguiente, la euforia o la devastación son, casi siempre, proporcionales a las expectativas. Hace un par de noches hablaba como un amigo sobre cómo gestionar eso precisamente, las expectativas. Uno se prepara como si cada agujero en el que vas a enchufarte fuera Wembley, no queda otra. Es lo correcto, ¿no? Aunque sea un solteros contra casados, correr la banda como si te animara toda la hinchada de un equipo de Primera División. De un grande. Eso son, claro, expectativas a lo grande. Un tanto erradas porque todo se empequeñece al hacerse real. Bueno, el debate sobre lo real lo tuve ayer. Aún no lo tengo claro y todavía está fresco. Lo real. Las expectativas. Viene a ser un poco lo mismo. Lo mejor, lo más rápido, la respuesta más inmediata o lo que parecería más inteligente es no tenerla. Cero expectativas. Y, ya puestos, cero lo real. Cero. Pero claro, es imposiible o para mí, al menos. O lo entiendo como algo contradictorio. No lo tengo del todo claro, eso es verdad.
No hay nada como un buen concierto y viceversa. Tengo una norma que acabo de incumplir con mi última actuación. Tener otra fecha más adelante. Las normas están para romperlas, supongo. Es por pura saturación, cambios de formación, la grabación... Que ha quedado o está quedando muy bien pero va en unos plazos un tanto intermitentes... En fin, nada épico. Lo normal o incluso peor, lo más normalito. Pasa con esto de los grupos y con los conciertos como en la vida cuando hablan los viejos, ves a otros, con sus retrasos, sus cancelaciones, sus imprevistos y piensas, joder, no debe ser tan dificil grabar y al par de meses, presentarlo, tocarlo y en otro par de meses, a grabar más. Pues, no. En mis conciertos solo siempre empiezo con la última canción que he hecho. Es la más buena. No es un tópico. Es la puritita verdad, porque es la que está más viva, la que palpita, la que quiere nacer como un sietemesino. Porque, claro, son siempre partos prematuros y está el estribillo y poco más. Improviso. No es porque no lo haya trabajado previamente, es que uno va a clases para embarazadas, como el que dice, por seguir con el ejemplo de antes... Que me gusta porque algo hay en esto de estar en cinta, de concebido, de milagro de la vida. Pues eso. Que vas a tus clases, tus respiraciones, tus cosas... Que no sé cómo serán, la verdad, pero me las imagino... Lo de las contracciones que también se aplica muy bien como metáfora a las canciones que son un poco también de contraerse y la respiración, las respiraciones, anda que no tiene que ver con cantar, así en general. Cantar es respirar con ritmo. En mi caso es respirar y carraspear. Y en los conciertos malos es como si estuvieras con mocos. Es como si estornudases. Las canciones son accesos de tos y no se puede hacer nada. ¿Sabes cuándo intentas contener la tos y se produce una especie de implosión medio silenciosa que nos estremece de plena y en la que parece que se nos va un hálito de vida? Pues eso mismo ocurre cuando estás fuera de tono y no entras y viene el estribillo y te vas más allá de Ventas de Huelma. No hay salida, tienes que seguir e intentas terminar. Intentas subirlo y no. Es mejor o es preferible que en esos conciertos uno esté solo o poco acompañado. Con la formación al completo, ese tipo de despropósitos anuncian disolusiones. No es lo mismo un bajón compartido y un viaje de vuelta, con su carga y descarga y su pesadez de comer kilómetros y comerse la cabeza con un run run que no va a ritmo y que se multiplica en cuatro o cinco cabezas. Un desastre, vaya. Por suerte, mis últimos tropiezos (uno solo en realidad, no debería hablar en plural pero es la sensación desvastadora de la que hablaba al principio, todo se magnifica) han sido en solitario total. Me lo como yo solo, mucho mejor. Y al fin y al cabo, mucho más útil. No me gusta actuar solo, tengo un grupo, Las canciones están hechas y pensadas desde el principio para ser tocadas por un grupo y es así, aunque las toque solo y muchas veces, en acústicos, me presento como grupo y estoy yo, la guitarra y el micro. En plan talismanes llevo dos cabezas de maniquí que encontré el día antes de salir de fin de semana cuando tocamos en Jerez y en el Puerto de Santa María. Me gusta lo de los talismanes. Y así parece que somos tres, aunque son solo dos cabezas. El primer single será "Que le corten la cabeza". Todo encaja, como véis.
No hay nada como un concierto y viceversa, porque en el fondo los conciertos son casi nada, un día, al día siguiente, salga bien o mal, no queda casi nada, un chorro de fotos, algún que otro vídeo, en fin, bien o mal, se vuelve muy poquito para todo lo que cuesta que sea real, lo real, lo que decía.... Es otro debate.
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