jueves, 18 de septiembre de 2014

Qué mal enterramos en España

A uno le tienta escribir sobre el siglo pasado, pero es de futuro, de aquí al sábado concretamente que Ruth Ortiz podrá enterrar a sus hijos, Ruth y José.
Es difícil ponerse en la piel de una madre que pierde a uno solo de sus vástagos, imposible pensar en dos y rematadamente cruel que sea su asesino el marido y padre, pero si a ese desolador panorama se le puede añadir algo más de sufrimiento, si es concebible, solo puede venir de mano de la burocracia. Con un marido y padre condenado, con unos huesos vitales en la investigación, cabe imaginar que se necesite de ellos aún para algún recurso en el proceso pero lo lógico es que estuvieran en un lugar que la madre terriblemente herida y dañada pudiera visitar, y no.
Han pasado años. Tras una investigación ruinosa. Después de un procesamiento seguido al día en los medios, todavía le quedan tres días, hoy es jueves de sufrimiento a Ruth Ortiz hasta tener un lugar en Huelva donde velar a sus infantes difuntos, Qué salvaje la burocracia, qué torpe el Estado. Cuando el sentido común choca con los procesos, tengo claro mi bando. Incluso cuando topa con la ley, que no será justa en tal caso. Ni lógica. Que no te dejen enterrar a tus hijos asesinados y estén a la espera de no sé qué en una morgue, ¿qué sentido tiene? Son solo huesos, o pruebas o evidencias o como se las llame en el sumario, pero son los hijos de una señora.
Es una dualidad entre el carácter de objeto y la personalización.
Tiene un fuerte componente emocional y por lo otro lado, es un elemento más de un proceso burocrático con unas reglas y unos tiempos totalmente ilógicos y salvajes.
No son solo huesos.

Los huesos como forma de final certidumbre.
Como último refugio de lo que fue carne.
Es una poesía salvaje.
Cruel, sin duda.
Y son años, pero no tantos como desde la desaparición de Publio Cordón.
Su captor del GRAPO va a pasar la máquina de la verdad para ver si se desvelan detalles del lugar en el que está enterrado. Una vez más los huesos. El sufrimiento de una familia reducido a la última expresión de la vida, el consumido esqueleto con el que hablar. La lápida que como la última página de una novela lleva el FIN escrito. Y la poca empatía en general. Como pueblo.
Y aquí sí hablo del siglo pasado.
Es el GRAPO, es ETA, es Franco... Son todos los muertos inocentes.
Todos los muertos, incluso los culpables.
Todos los familiares de esos muertos, que son inocentes, esos sí, de todas todas.
Los consejeros de la Junta de Andalucía que critican el coste de la búsqueda de los restos de Marta del Castillo. La eficiencia en la investigación, que es donde parte todo. La no investigación. La injusticia flagrante. Las tapias de cementerio. Los barrancos o los valles. Las fosas comunes. Que la ONU nos tenga que ruborizar por nuestras fosas comunes. Es origen de una tara que se ha colado en el siglo presente. Que no ha pasado el tamiz de limpieza de los dos miles. Que no tiene ese alivio. Que no hemos aprendido. Al menos a respetarnos desde la sociedad civil y entender, apoyar y respetar, sin olisquearlo, el dolor ajeno.
Qué mal enterramos en España.
Y que trabajo cuesta hacerlo a veces.

Que descansen en paz y que los dejen enterrar en paz también:
http://www.20minutos.es/noticia/2241299/0/ruth-ortiz/entierro-ninos/sin-medios/?%3F%3F

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